III. Los libros judíos
La cultura judía es una cultura escrita. Las letras han gozado siempre de alta estima y la palabra escrita merece mayor consideración, puesto que se carece de una sólida tradición de arte visual o musical. El libro es casi mágico. El corazón del culto judío se plasma en la exhibición, la lectura y la exposición de un texto escrito, la Torá. En la sociedad judía se ha otorgado a la educación pública una alta prioridad a lo largo de los siglos; la posesión de libros ha sido una característica de los hogares judíos incluso cuando no era frecuente en la cultura de su entorno. Se ha valorado la erudición como profesión; quienes se ganan la vida por otros medios han buscado tiempo para dedicarse a ella, y han alcanzado a menudo un nivel muy alto. Los estudiosos, custodios y transmisores de la cultura judía a lo largo de los siglos, son los verdaderos héroes de la historia judía.
La mayor parte de lo que se ha dicho puede parecer normal y corriente en una sociedad cristiana que ha adoptado o imitado el respeto judío por los textos sagrados. De hecho, se podría afirmar que el núcleo de la fe y la práctica religiosas de todas las religiones del mundo son sus escrituras sagradas. Pero en la vida judía el libro ocupa un lugar muy especial. Los judíos han tendido a mostrar un extraordinario respeto por los libros; no hay indicios del embargo, censura o incluso quema de libros que practicaran en el pasado otras religiones. En los códigos que recogen las prácticas judías se insta a respetar al libro como objeto. Esto se aplica no solo a los textos sagrados, sino a libros de todas clases, que no se deben utilizar para fines inadecuados ni pintarrajearse, ni siquiera hay que dejarlos abiertos o tirados en el suelo. Cuando se desecha un libro religioso no se lo tira, sino que se entierra con los debidos honores en el cementerio. Un gran rabino del siglo xv prohibió asistir a sus clases a un estudiante que se había negado a prestar un libro a otro alumno. Tras la invención de la imprenta los libreros judíos imprimieron rápidamente gran cantidad de libros y, en muchos lugares, las imprentas hebreas fueron las primeras que se instalaron. Aún hoy, cuando la publicación y lectura de libros están tan difundidas, los judíos destacan como escritores, editores y lectores.
En el ámbito específico de la religión judía es probable que se fundamenten argumentos basándose en la autoridad de las Escrituras en vez de apelando al sentido común o a la razón. Esta tendencia se pone de manifiesto en todas partes, en textos antiguos como el Talmud y en debates actuales sobre ética médica o sobre política. Por lo tanto, antes de hablar de la religión judía debemos examinar las principales fuentes escritas y valorar su autoridad relativa.
En un hogar judío hay libros. Uno de los mandamientos es estudiar la Torá «cuando se está en casa sentado y cuando se sale» (Deuteronomio 6:7). «El libro judío es el gran instrumento que ayuda a adaptar nuestra vida a este mandamiento. El libro judío es parte del hogar judío. Sin él, el pueblo judío no puede seguir existiendo».
¿Qué libros podemos encontrar en un hogar judío? Dos ocupan el lugar de honor y es probable que se encuentren en todo hogar judío: la Biblia y el devocionario. Es probable que en las grandes bibliotecas privadas esté también la obra fundacional del judaísmo rabínico, el Talmud, algunos manuales de halajá (práctica judía), sobre todo el Shuljan Arujh, y quizá (aunque en la actualidad es menos popular que en el pasado) esa obra maestra del misticismo judío, el Zohar. Aparte de estos libros fundamentales y los comentarios sobre ellos, podemos encontrar obras de filosofía o teología, como la Guía de perplejos de Maimónides o libros modernos sobre temas similares. En este capítulo examinaremos estas obras.
La Biblia
El lugar de honor corresponde a las Sagradas Escrituras, el más antiguo y más estimado de todos los libros judíos y, en cierto modo, el documento fundacional sobre el que se erige todo el judaísmo y al que remite constantemente.
El término «Biblia» es un préstamo cristiano; la Biblia judía contiene básicamente los mismos textos que el Antiguo Testamento cristiano, aunque en distinto orden. La existencia de este espacio común entre judíos y cristianos ha dado pie en el pasado a la controversia y la discusión pero hoy en día, por fortuna, alimenta el diálogo amistoso y el estudio conjunto. En pocas áreas es más evidente la influencia mutua de ambas religiones. Los judíos tienden a remitirse a la Biblia en hebreo, la lengua original, mientras que la tradición bíblica cristiana ha estado presidida por las traducciones griegas y latinas. Pero la Reforma cristiana propugnó una vuelta al texto original conservado solo por los judíos, y el Antiguo Testamento de la Biblia del rey Jaime se tradujo del hebreo incorporando ideas extraídas de la tradición exegética judía. Los judíos utilizan habitualmente textos hebreos editados e impresos por cristianos y han adoptado las divisiones de capítulo cristianas. Los judíos angloparlantes leen la versión del rey Jaime, reconociendo que es una presentación fiel y precisa del original.
El texto hebreo utilizado por los judíos, y también por los estudiosos cristianos, es el denominado texto masorético, al que dio su forma actual Aarón Ben Asher en el Israel del siglo x. Este fue el último de una serie de estudiosos de los textos bíblicos o masoréticos cuya obra abarcó varios siglos. El texto masorético de la Biblia se compone de un texto consonántico tradicional, equipado con signos vocálicos para ayudar a la lectura y otros signos de ayuda a la salmodia y fraseo litúrgicos, junto a un aparato que contiene variantes textuales, enmiendas basadas en conjeturas y notas sobre la forma correcta de escribir determinadas letras y sobre el número de letras, palabras y versos de cada sección. La mayoría de los lectores presta poca atención a estos últimos rasgos, pero respeta el consejo masorético en relación a ciertas variantes preferidas ...