Guía de El Capital de Marx
eBook - ePub

Guía de El Capital de Marx

Libro primero

  1. 336 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Guía de El Capital de Marx

Libro primero

Descripción del libro

"Mi propósito es guiarle en la lectura de un libro de Karl Marx titulado El Capital (libro primero), y leerlo en los propios términos de Marx..."La mayor crisis financiera desde la Gran Depresión ha despertado un tremendo interés por la obra del gran pensador de la izquierda, un interés que se sustenta en la voluntad de comprender de raíz nuestro despojo actual. Durante cuarenta años David Harvey ha escrito e impartido conferencias sobre El Capital, hasta el punto de convertirse en uno de los mejores conocedores de la obra de Marx. Sobre la base de sus recientes trabajos, este último volumen pretende acercar esta profundidad de conocimientos a un público más amplio, guiando a los primeros lectores de El Capital a través de un profundo, gratificante y fascinante texto. La Guía de El Capital de Marx ofrece una fresca, original y crítica interpretación de un libro que cambió el curso de la historia y que, como Harvey muestra, puede volver a hacerlo de nuevo. "Sin lugar a dudas, una de las dos mejores guías de El Capital."Joshua Clover, Nation"Ninguna reseña breve puede hacer justicia a esta formidable obra… esencial."Michael Perelman, Choice"David Harvey revolucionó su campo de estudio y ha inspirado a una generación de intelectuales radicales."Naomi Klein"Una voz siempre inteligente en el campo de la izquierda."EdwinHeathcote, Financial Times

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Guía de El Capital de Marx de David Harvey, Juan María López de Sá y Madariaga en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Economía y Teoría económica. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2014
ISBN del libro electrónico
9788446043096
Edición
1
Categoría
Economía
I. Mercancías e intercambio
Capítulo I. La mercancía
[Sección primera del libro primero de El Capital]
Apartado I.1. Los dos factores del valor: valor de uso y valor (sustancia del valor, magnitud del valor)
Permítaseme dedicar una atención pausada al primer apartado del capítulo I, en parte porque Marx presenta en él de manera un tanto apriorística y críptica –lo tomas o lo dejas– ciertas categorías fundamentales que podrían requerir cierta clarificación, pero también porque pretendo familiarizar al lector, tan pronto como sea posible, con el tipo de lectura atenta de El Capital que se necesita para entenderlo; pero no debe inquietarse, ya que más adelante no mantendremos una intensidad tan elevada.
La mercancía es el punto de partida a priori; Marx comienza diciéndonos: «La riqueza de las sociedades en las que predomina el modo de producción capitalista aparece [erschient] como una “inmensa colección de mercancías” y la mercancía individual como su forma elemental. De ahí que nuestra investigación comience con el análisis de la mercancía» (55, 49). Observemos algo sobre su terminología: Marx utiliza en ese pasaje inicial el verbo «aparecer», «mostrarse» [erscheinen], que no es lo mismo que «ser». La elección de esta palabra –estemos atentos a ella, ya que Marx la utiliza frecuentemente a lo largo de El Capital– señala que bajo esa apariencia superficial hay algo más, y nos incita a preguntarnos inmediatamente qué podría subyacer bajo esa apariencia. Notemos también que Marx se declara únicamente interesado por el modo de producción capitalista; no por otros modos de producción, ya sean anteriores, socialistas o híbridos, sino por el modo de producción capitalista en su forma más pura. Será importante recordar esto en lo que sigue.
Comenzar por las mercancías resulta muy útil porque todo el mundo las conoce y tiene a diario contacto con ellas. Estamos rodeados por ellas en cada momento, pasamos tiempo mirándolas, examinándolas, deseándolas, comprándolas o renunciando a ellas. La forma mercancía es una presencia universal en el modo de producción capitalista. Marx ha elegido el denominador común, algo que nos es familiar y común a todos, sea cual sea nuestra clase, etnia, género, religión, nacionalidad, preferencia sexual o cualquier otro rasgo. Conocemos las mercancías por nuestra vida diaria y son además esenciales para nuestra existencia: para sobrevivir tenemos que adquirirlas y consumirlas.
Las mercancías se compran y venden en el mercado, y esto plantea inmediatamente la cuestión: ¿qué tipo de transacción económica es esa? La mercancía es algo que satisface una carencia, necesidad o deseo humano. Es algo externo a nosotros de lo que tomamos posesión haciéndolo nuestro. Pero Marx declara inmediatamente que no está interesado en «la naturaleza de esas necesidades, ya provengan del estómago o de la imaginación». Lo único que le interesa es el hecho simple de que la gente compra y vende mercancías, y que este acto es básico para su modo de vida. En el mundo hay, por supuesto, millones de mercancías, y todas ellas son diferentes en términos de sus cualidades materiales y de su descripción cuantitativa (kilos de harina, pares de calcetines, kilovatios-hora de electricidad, metros de tela, etc.). Pero Marx deja a un lado toda esa inmensa diversidad, diciendo que el descubrimiento del «múltiple uso de las cosas es tema para la historia», como lo es la «invención de procedimientos de medida socialmente reconocidos para la cuantía de esos objetos útiles» (56, 50). Pero debe hallar algún modo de hablar de las mercancías en general. «La utilidad de una cosa» puede conceptualizarse mejor como «valor de uso», concepto que será vital en todo lo que sigue.
Observemos lo rápidamente que abstrae a partir de la increíble diversidad de carencias, necesidades y deseos humanos, así como la inmensa variedad de mercancías en sus pesos y medidas, a fin de concentrarse en el concepto unitario de valor de uso. Esto ilustra un argumento que plantea en el prefacio a la primera edición, donde dice que el problema de las ciencias sociales es que en ellas no podemos aislar y llevar a cabo experimentos controlados en un laboratorio, así que tenemos que utilizar en su lugar el poder de abstracción a fin de llegar a formas de comprensión parecidamente científicas (16, 12). En el párrafo inicial del capítulo I se ve por primera vez en funcionamiento ese proceso de abstracción, aunque evidentemente no será la última.
Pero «en el tipo de sociedad considerado aquí» (esto es, el capitalismo), las mercancías «son también portadoras materiales del valor de cambio [Tauschwert]». Estemos atentos al término «portador» [Träger] porque portar algo no es lo mismo que serlo. Las mercancías son portadoras de algo diferente de ellas mismas que está todavía por definir. ¿Cómo descubrir qué es eso que portan las mercancías? Cuando observamos el proceso de intercambio real en el mercado, somos testigos de una inmensa variedad de proporciones de intercambio entre, por ejemplo, camisas y zapatos, manzanas y naranjas, y esas proporciones de intercambio varían mucho incluso para los mismos productos según el momento y lugar. Así pues, a primera vista parece como si las proporciones de intercambio fueran «algo accidental y puramente relativo» (pero atendamos a esa palabra, «relativo»). Según esto, la idea de «un valor de cambio interno, inmanente (valeur intrinsèque) [esto es, un valor inseparablemente vinculado a la mercancía], inherente a ella, parece [scheint] una contradictio in adjecto» (57, 51). Por otro lado, todo es en principio intercambiable con todo; las mercancías pueden ir cambiando de manos y desplazarse de un lado a otro en una sucesión de intercambios, y hay algo que las hace conmensurables a todas ellas en esos intercambios, de lo que «se deduce, primero, que los valores de cambio válidos de una misma mercancía expresan algo igual, y segundo, no obstante, que el valor de cambio no puede ser otra cosa que el modo de expresión, la “forma aparente” [Erscheinungsform] de un contenido distinguible de ella misma». No se puede analizar una mercancía y encontrar en ella el elemento que la hace intercambiable. Lo que la hace intercambiable debe ser algo distinto, y ese algo más solo se puede descubrir cuando la mercancía ha sido intercambiada (ahí comienza a emerger como algo crucial la idea de movimiento y proceso). Cuando la mercancía cambia de manos, expresa algo, no solo sobre sus propias cualidades sino sobre las cualidades de todas las mercancías, esto es, que son conmensurables entre sí. Pero entonces, ¿por qué son conmensurables, y de dónde procede esa conmensurabilidad? Si dos mercancías se intercambian, «ambas deben ser iguales a una tercera que no es la una ni la otra; cada una de ellas debe ser reducible, en lo que se refiere a su valor de cambio, a esa tercera» (58, 51).
«Eso que tienen en común –argumenta a continuación Marx– no puede ser una propiedad geométrica, física, química o cualquier otra propiedad natural de las mercancías» (58, 51), lo que nos plantea un giro significativo en su argumento. Marx suele ser presentado como un materialista inflexible, cuando no fundamentalista. Todo tiene que ser material a fin de ser válidamente considerado como real, y sin embargo ahí niega que la materialidad de la mercancía pueda decirnos nada que quisiéramos saber de lo que la hace conmensurable con otras. «Como valores de uso, las mercancías tienen sobre todo distintas cualidades, mientras que como valores de cambio solo pueden diferir en cantidad, y por tanto no contienen ni un átomo de valor de uso». La conmensurabilidad de las mercancías no reside pues en su valor de uso. «Así pues, si dejamos a un lado el valor de uso de las mercancías, solo les queda una propiedad –y ahí vamos a dar otro de esos saltos a priori por vía de aserto–, y es la de ser productos del trabajo» (58, 52). Todas las mercancías son producto del trabajo humano, y lo que tienen en común es eso, ser portadoras del trabajo humano incorporado en su producción.
Pero inmediatamente pregunta: ¿qué tipo de trabajo humano queda incorporado en las mercancías? No puede ser el tiempo real empleado –lo que llama trabajo concreto– porque cuanto más tiempo se tardara en producir la mercancía, más valiosa sería. ¿Por qué pagaría uno mucho más por un artículo que a alguien le llevó mucho tiempo fabricar, cuando puede adquirirlo por la mitad de precio de alguien que lo produjo en la mitad de tiempo? Así pues, concluye, todas las mercancías se ven «reducidas al mismo tipo de trabajo, trabajo humano abstracto» (59, 52).
¿Pero qué y cómo es ese trabajo humano abstracto? Las mercancías son
residuos de los productos del trabajo. En ellas no queda nada más que la misma objetividad fantasmagórica, una simple gelatina de trabajo humano indiferenciado […] Como cristalización de esa sustancia social común a todas ellas, son valores –valores de mercancías [Warenwerte]. (59, 52)
¡Qué pasaje más tajante, con tantos significados increíblemente condensados! Si el trabajo humano abstracto es una «objetividad fantasmagórica», ¿cómo podemos verlo, y menos aún medirlo? ¿Qué clase de materialismo es este?
Le han bastado, se observará, cuatro páginas de asertos bastante crípticos para asentar los conceptos fundamentales y desplazar el argumento del valor de uso al valor de cambio, de este al trabajo humano abstracto, y en último término para definir el valor como cristalización de una gelatina, el «trabajo humano indiferenciado». Es su valor lo que hace todas las mercancías conmensurables, y ese valor está a la vez oculto como una «objetividad fantasmagórica», e incorporado en los procesos de intercambio de mercancías. Esto plantea la siguiente cuestión: ¿es el valor realmente una «objetividad fantasmagórica», o simplemente aparece (se nos muestra) de esa forma?
Esto nos permite reinterpretar el valor de cambio como «modo de expresión necesario o forma de aparición del valor [notwendigen Ausdrucksweise oder Er­scheinungsform des Werts]» (59, 53). Observamos aquí de nuevo la palabra «aparición», pero ahora podemos examinar la relación de otro modo, dado que el misterio de lo que hace todas las mercancías intercambiables se entiende ahora como un mundo de apariencias de esa «objetividad fantasmagórica» llamada valor. El valor de cambio es una representación necesaria del trabajo humano incorporado a las mercancías. Cuando alguien va al supermercado puede encontrar allí los valores de cambio, pero no puede ver o medir directamente el trabajo humano incorporado a las mercancías; y es esa incorporación de trabajo humano la que tiene una presencia fantasmagórica en los estantes del supermercado. ¡Piense usted en ello la próxima vez que se vea en un supermercado rodeado por esos fantasmas!
Acto seguido, Marx vuelve sobre la cuestión de qué tipo de trabajo está implicado en la producción de valor. «Un valor de uso o un bien solo tiene valor porque se ha objetivado o materializado en él trabajo humano abstracto» (59, 53). ¿Cómo se puede medir ese valor? En primer lugar, esto tiene algo que ver con el tiempo de trabajo. Pero como ya he argumentado al señalar la diferencia entre trabajo concreto y abstracto, no puede ser el tiempo de trabajo real, porque entonces la mercancía sería «más valiosa cuanto más holgazán y menos diestro fuera el trabajador que la produce». Así pues, «el trabajo que constituye la sustancia de los valores es trabajo humano igual, gasto de la misma fuerza de trabajo humana». A fin de precisar lo que podría significar el «gasto de la misma fuerza de trabajo humana», Marx necesita, dice, examinar «toda la fuerza de trabajo de la sociedad, que se representa en los valores del mundo de las mercancías» (60, 53).
Este aserto a priori tiene enormes consecuencias, pero Marx no se detiene en este momento a detallarlas. Así pues, déjenme que lo haga yo, para evitar que se malentienda de qué va la teoría del valor. Hablar de la «fuerza de trabajo total de la sociedad» es invocar tácitamente un mercado mundial que comenzó a existir bajo el modo de producción capitalista. ¿Dónde comienza y termina esa «sociedad», el mundo del intercambio capitalista de mercancías? Ahora ya abarca a China, México, Japón, Rusia o Sudáfrica; es un conjunto global de relaciones, y la medida del valor deriva de todo ese mundo de trabajo humano. Pero eso ya era cierto, aunque obviamente a menor escala, en tiempos de Marx. En el Manifiesto comunista hay una brillante descripción de lo que ahora llamamos globalización:
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no se consumen únicamente en el propio país, sino en todo el globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más distantes y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. (Madrid, Akal, 2001, p. 26)
Es en este terreno dinámico global de las relaciones de intercambio donde se determina y redetermina constantemente el valor. En el contexto histórico en el que escribía Marx, el mundo se estaba abriendo muy rápidamente al comercio global mediante los buques de vapor, los ferrocarriles y el telégrafo, y él entendía muy bien que el valor no se determinaba en nuestro patio trasero, ni siquiera en una economía nacional, sino que surgía del intercambio de mercancías en el mundo entero. Y ahí usa de nuevo el poder de abstracción para llegar a la idea de unidades de trabajo indiferenciado, cada una de las cuales «es idéntica a las demás en cuanto que posee el carácter de una fuerza de trabajo social media y actúa como tal», como si esta reducción a la forma de valor tuviera lugar mediante el comercio mundial.
Esto le permite formular la definición crucial de «valor» como «tiempo de trabajo socialmente necesario», que «es el tiempo de trabajo requerido para representar [producir] cualquier valor de uso en las condiciones de producción normales para una sociedad dada y con el nivel medio de habilidad e intensidad del trabajo prevaleciente en esa sociedad». Y concluye: «Únicamente la cantidad de trabajo socialmente necesaria, o el tiempo de tr...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Prefacio
  5. Introducción
  6. I. Mercancías e intercambio
  7. II. El dinero
  8. III. Del capital a la fuerza de trabajo
  9. IV. El proceso de trabajo y la producción de plusvalor
  10. V. La jornada laboral
  11. VI. Plusvalor relativo
  12. VII. Lo que revela la tecnología
  13. VIII. Maquinaria y gran industria
  14. IX. Del plusvalor absoluto y relativo a la acumulación de capital
  15. X. La acumulación de capital
  16. XI. El secreto de la acumulación primitiva
  17. Reflexiones y pronósticos