Investigar con historias de vida
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Investigar con historias de vida

Metodología biográfico-narrativa

Anabel Moriña

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  1. 120 páginas
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Metodología biográfico-narrativa

Anabel Moriña

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Este libro, centrado en un modo narrativo de conocimiento, opta por la historia de vida como metodología cualitativa de investigación. Comienza contextualizando la historia de vida en su paradigma más inmediato, el cualitativo, y, dentro de este, la investigación crítica o emancipadora, a través de la metodología biográfico-narrativa. Posteriormente, describe las formas de hacer investigación narrativa, su alcance y su uso. Gira, exclusivamente, en torno a historias de vida (life history). Para ello, dedica un apartado a distintas cuestiones que preocupan a la hora de investigar con narrativas: ¿Cuántas historias de vida? ¿Es el consentimiento realmente informado? ¿La dialéctica de lo relacional? ¿Cómo transcribimos? ¿Sujetos o participantes?A continuación, describe diferentes instrumentos que pueden utilizarse para recoger la información narrada en las historias (entrevista biográfica, entrevista a otros informantes, auto-informe, un día en la vida de, la línea de vida y la fotografía), siguiendo un enfoque paradigmático y narrativo. Finaliza con un apartado sobre ética de la investigación en el que se abordan planteamientos referidos a cuestiones éticas a tener en cuenta antes, durante y después de la investigación.Una obra, con enfoque teórico-práctico, escrita pensando en responder a cuestiones que las personas interesadas en este tipo de metodología puedan hacerse o haberse hecho a la hora de investigar con historias de vida. Será de gran ayuda a la hora de emprender nuevos estudios de estas características.

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Información

Año
2017
ISBN
9788427722361
Edición
1
Categoría
Education
1
Señas de identidad de la investigación biográfico-narrativa
Para comenzar a presentar la investigación biográfico-narrativa me gustaría exponer cuatro tipos de planteamientos que la hacen diferente de otros tipos de investigación y que podrían constituirse como señas de identidad de la misma. La primera se refiere a que este tipo de estudios privilegia escuchar las voces de personas silenciadas en los discursos científicos, por tratarse de grupos oprimidos o vulnerables. La segunda tiene que ver con la importancia de incluir la subjetividad en el proceso de comprensión de la realidad de la persona que narra su historia. Es decir, la subjetividad es reconocida y valorada. La tercera cuestión está relacionada con las relaciones en la investigación, que deben estar basadas en procesos democráticos y en los que las personas que participan en la investigación adopten un papel activo (desde el enfoque de objetos de la investigación, a representantes y participantes en ésta). La aproximación narrativa posibilita establecer, en el desarrollo de la investigación, un cambio en la estructura de poder tradicional y en la forma de entender la producción de conocimiento. Por último, se tiene en cuenta la investigación narrativa como enfoque emancipador, ya que más que a describir o interpretar, la investigación debe contribuir a transformar el mundo.
EL DERECHO A SER OÍDOS.
GRUPOS OPRIMIDOS Y VULNERABLES A LOS QUE SE LES DA VOZ
Como argumentan Lincoln y Denzin (1994), las voces oprimidas y silenciadas en el discurso académico pueden participar ahora de éste. Para hacer oír estas voces, los métodos narrativos se presentan como idóneos. De hecho, el tema de dar voz es una seña de identidad de este tipo de métodos. En este terreno se ha llegado a decir que los métodos narrativos privilegian escuchar las voces de personas que tradicionalmente han estado silenciadas, pudiendo ser el caso de grupos vulnerables u oprimidos, como personas con discapacidad, mujeres o infancia, entre otros.
A este respecto Booth (1998) plantea la “tesis de la voz excluida”. Según este autor los métodos narrativos facilitan el acceso a los puntos de vista y las experiencias de los grupos oprimidos que carecen del poder de hacer oír sus voces con los sistemas tradicionales del discurso académico. Shah y Priestley (2011) coinciden en este argumento enfatizando la importancia de escuchar las historias de vida de grupos que históricamente no han estado presentes en el discurso científico, como es el caso del colectivo de personas con discapacidad.
Desde otra postura, Plummer (1983) sostiene que los buenos informadores deben expresarse honestamente, ser capaces de verbalizar y tener una “buena historia que contar”. Sin embargo, Booth (1998) cuestiona este argumento y se pregunta, ¿cómo se puede dar voz a personas que carecen de palabras? Booth asume que este planteamiento puede llevar a pensar a muchos investigadores e investigadoras que los métodos narrativos son inadecuados, por ejemplo, para personas con dificultades de expresión. Y esto le lleva a considerar, como Baron (1991) explica, que precisamente quienes más necesitan que se escuchen sus historias tal vez sean quienes tienen menos capacidades para contarlas. Es decir, si tuviéramos en cuenta la sugerencia de Plummer (1983), llegaríamos a reproducir el discurso dominante y a excluir de la investigación a aquellos grupos que precisamente más necesitan ser escuchados.
No obstante, es cierto, siguiendo a Bertaux (1981), que un buen relato de vida es aquel en el que quien es entrevistado se hace con el control de la entrevista y habla libremente. Pero esto no significa que se deba excluir de la investigación a personas a las que no les resulta fácil mostrar esta competencia. Cuando las personas cuentan, por ejemplo, con poca fluidez verbal, puede suponer un trabajo más arduo para quién investiga: en la forma en la que se conducen las entrevistas (ya que para integrar a quien narra se necesitan otras técnicas que no sea simplemente hablar), en la cantidad de tiempo que conlleva recoger un relato de vida o en la forma en que ésta se redacta. Pero no por ello debe excluirse su participación. Pueden utilizarse otros instrumentos de recogida de datos más participativos como, por ejemplo, la fotografía.
Como veremos en el apartado cuarto de este libro, en relación con el uso de diferentes instrumentos de recogida de datos, existen técnicas de recogida de datos que facilitan el proceso de investigación a personas que tienen dificultades de expresión. Además, se puede probar con otros recursos a la hora de analizar o escribir las historias de vida.
LA SUBJETIVIDAD RECONOCIDA Y VALORADA
Otra cuestión en torno a los métodos narrativos e historias de vidas está referida a la subjetividad. De hecho, Booth (1998) explica que el método narrativo es aquel que pretende describir la experiencia subjetiva de las personas de una forma fiel al sentido que éstas dan. En este método, la subjetividad es reconocida y valorada (Atkinson, 2007; Goodley, 1996, 1999). Con este tipo de investigación surge una crisis de los modos paradigmáticos establecidos de conocer, donde se replantea el papel del investigador o investigadora y la necesidad de incluir la subjetividad para comprender la realidad de las personas que narran sus historias.
Los investigadores e investigadoras trabajan para obtener conocimiento “interior” de la vida social que estudian (Hammersley, Gomm, & Woods, 1994). Para mostrar las perspectivas de las personas y sus experiencias, quien investiga debe estar cerca de los grupos; debe vivir con ellos, mirar el mundo desde sus puntos de vista, desde sus inconsistencias, ambigüedades y contradicciones en sus formas de decir, hacer y ser, explorar la naturaleza y extensión de sus intereses, y comprender las relaciones entre los roles de las personas estudiadas. El investigador o investigadora intenta apreciar la cultura de esos grupos. Y por ello, ¿debe llegar a ser nativo?, ¿cómo acceder al mundo de los otros?
Hasta hace poco se hablaba en la investigación cualitativa sobre la máxima de “volvernos nativos”. Existía una preocupación por llegar a ser como los Otros. Hoy esta expresión es inapropiada e impensable: ¿cómo llegar a ser incivilizados seres civilizados?, ¿cómo, por ejemplo, quién estudia la cultura gitana puede llegar a actuar, pensar, sentir como si fuera gitano o gitana? Estas palabras ya no se usan y hoy hay un mayor énfasis en escuchar, en representar las voces de los Otros. Se intenta vivir más cerca de las vidas de las personas que participan en las investigaciones, pasando más tiempo en esos espacios, para comprender cómo han sido construidos sus mundos. Se usan estrategias y técnicas que faciliten y permitan adentrarse en el espacio personal y vital de los Otros (entrevistas informales, observaciones directas, narraciones personales, fotografías, etc.). Pero no es posible vivir esas vidas. Además, los investigadores e investigadoras no pueden dejar al margen su vida habitual cuando observan, interpretan y redactan sus trabajos (Stake, 1998), ¿cómo olvidar, y no ver el mundo desde sus parámetros?
Para hablar con autenticidad de las experiencias de los Otros, en los estudios se introduce al Otro en el proceso de investigación. Lincoln & Denzin (1994) sugieren que esto supone diferentes interpretaciones, dependiendo de quién investiga. Para unos, significa esfuerzos participativos o colaborativos, investigación y evaluación. Para otros, implica una forma de investigación libertadora donde los Otros son formados para comprometerse en sus propios esfuerzos interrogativos sociales e históricos y tienen la oportunidad de responder a cuestiones de opresión histórica y contemporánea. Son, por ejemplo, investigaciones sobre discapacidad realizadas por investigadores o investigadoras con discapacidad (Oliver, 1996) o investigaciones sobre las desigualdades hacia la mujer emprendidas por investigadoras feministas (Peters, 1998).
Goodley (1999) comenta que desde el feminismo se presenta una postura más radical y, cómo en ciertas corrientes del feminismo, argumenta que sólo las investigadoras pueden realmente captar el mundo de las mujeres que participan en la investigación, porque ellas, como sus participantes, experimentan y conocen cómo se sienten al ser mujeres en una sociedad patriarcal. Esta es una cuestión controvertida, que deslegitimaría investigaciones, por ejemplo, sobre/con mujeres, en las que participen hombres; o investigaciones sobre/con personas con discapacidad en las que los miembros del equipo de investigación no tienen una discapacidad.
Asimismo, algunos investigadores e investigadoras reclaman que los Otros lleguen a ser coautores en las aventuras narrativas, que se construya la investigación en un proceso dialógico entre quien investiga y los participantes. E incluso hay quienes sostienen que significa construir textos, a los que llaman “experimentales” o “confusos”, donde hablan múltiples voces, a menudo en conflicto. Sin olvidar a aquellos para los que implica presentar a la comunidad una serie de auto-historias, narrativas personales, experiencias vividas, representaciones poéticas y algunas veces textos ficticios que permiten al Otro hablar por sí mismo. Esto supone contar la investigación desde las propias voces de los participantes. Es decir, quien investiga llega a ser meramente la conexión entre el campo, la investigación y la comunidad para asegurar que esas voces sean oídas.
Aún habiéndose democratizado tanto la investigación, teniendo cabida una multitud de formas para representar las voces de los Otros, hay dificultad para hablar de los Otros con autenticidad, reciprocidad y verdad. Incluso cuando la investigación está escrita desde la perspectiva del Otro –por ejemplo, mujeres que escriben sobre mujeres–, la mujer que lo hace puede “involuntariamente preservar las relaciones del poder dominante que ella explícitamente pretende superar” (Lincoln & Denzin, 1994: 578).
Los métodos narrativos, per se, pretenden describir la experiencia subjetiva de las personas, de forma que sea fiel al sentido que éstas dan a sus propias vidas (Booth, 1998). La investigación narrativa enfatiza la importancia de que los participantes en los estudios hablen de ellos mismos, sin silenciar su subjetividad. Aportan una visión interior porque tratan a las personas como “testigos expertos” de sus propias vidas cuyos relatos pueden constituir, a su vez, un punto de acceso a su mundo a través de la subjetividad e interpretación del propio lector o lectora. En definitiva, ayuda a contrarrestar el problema de la “desaparición del individuo” que se produce en la teorización sociológica, en la que la búsqueda de la abstracción y la generalización a menudo reduce a las personas a poco menos que cifras, esto es, los convierte en sujetos pasivos. Es como Bolívar (2017) describe una apuesta por la individualidad, poniéndose en valor cómo las personas vivencian y dan significado a sus vidas.
LAS RELACIONES EN LA INVESTIGACIÓN.
¿CAMBIAMOS EL JUEGO O CAMBIAMOS LAS REGLAS DEL JUEGO?
¿Cambiamos el juego o cambiamos las reglas del juego? Oliver (1992, 2008) es pionero en defender que se hace necesaria otra forma de investigación, en la que predominen planteamientos metodológicos más democráticos del conocimiento y su construcción, y en los que se involucren las personas que participan en los estudios. Según este autor, si bien el paradigma cualitativo interpretativo cambió las reglas, en realidad no modificó el juego (Oliver, 2008). Por ello, es imprescindible transformar ciertos supuestos de los modos tradicionales de investigar, haciendo un proceso más accesible, natural o democrático.
Como se ha publicado en el contexto internacional (Barton, 1998, Oliver, 1992) o nacional (Parrilla, 2010), es preciso resolver una serie de dicotomías acerca de las relaciones que se establecen en la investigación. Éstas están referidas a las personas participantes, al investigador o investigadora y a la investigación. En primer lugar, en cuanto a las personas participantes, es necesario que éstas pasen de ser objeto de estudio a representantes y participantes activas en los procesos de investigación, evitando una máxima muy conocida en el mundo de la discapacidad, “Nada para nosotros sin nosotros”. Además, en cuanto al papel del personal de investigación, se requiere un cambio de su rol experto a outsider. Quiere esto decir que es necesario investigar con, en lugar de investigar sobre. Y en este sentido, cobran especial significado términos como co-investigación, co-escritura o escritura colaborativa. Respecto a la investigación, ésta pasa de estar ajena, a estar comprometida, como práctica social transformadora de la realidad. Relacionada, por lo tanto, con “una investigación participativa o emancipadora”, que veremos en el próximo apartado.
De hecho, la aproximación narrativa posibilita establecer, en el desarrollo de la investigación, un cambio en la estructura de poder tradicional y en la forma de entender la producción de conocimientos. O, como Dossa (2009) considera, las historias narrativas tienen el potencial de tener efecto en el cambio social. Investigamos con ellos (modo conversacional) y no para ellos (apropiándonos de sus historias). Es decir, como explican Cornejo (2006), Fullana, Pallisera, y Vilà (2014) o Goodson (2004), permite que cambie la relación entre investigador e investigadora y las personas que participan en la investigación.
En este tipo de métodos es frecuente utilizar términos como co-investigación, co-autoría, co-propiedad. Es un tipo de investigación en la que los procesos de investigación se acometen de forma democrática.
Este énfasis en el cambio en las relaciones de poder en el proceso de investigación, lleva a plantear que este tipo de investigación requiere transformaciones. La primera de ellas, de acuerdo con Pinnegar & Daynes (2007), implica cambio en la relación entre la persona que realiza la investigación y la persona que participa (la relación entre investigador e investigado). Ambas partes aprenderán y cambiarán durante el proceso de investigación. Por tanto, las relaciones no son estáticas sino dinámicas, y crecer y aprender es parte de este proceso. Otra variación tiene que ver con un movimiento del uso del número hacia el uso de las palabras. Los datos que son relevantes son las narraciones de las personas. Un tercer cambio está relacionado con focalizar en lo local y específico, en lugar de, en lo general y universal. Y, por último, se precisa una visión más amplia para aceptar epistemologías alternativas o formas de conocer.
Por otro lado, Chambers (1983) habla de los investigadores e investigadoras como intrusos en muchos procesos de investigación. En la investigación narrativa, la toma de decisiones para definir los problemas de investigación deberían ser abordados conjuntamente. El diseño, la recogida de datos, análisis y valoración de los resultados, asimismo, deberían ser caracterizados por una relación de colaboración entre quien investiga y los participantes. Como explican Fullana et al. (2014), desde un punto de vista metodológico eso supone que cualquier investigador o investigadora colabore con las personas participantes adoptando el rol de facilitador, asegurando que el proceso de investigación emerge de los propios intereses de quien participa. Para ello es necesario identificar estrategias que les permitan expresarse por sí mismos, métodos diversos que puedan ser adaptados a diferentes personas y ser menos dirigidos por...

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