1. La creación cultural en los campos de la alta cocina: los casos de Nueva York y San Francisco
Vanina Leschziner
1. Introducción: la teoría de los campos
En las últimas décadas, pocas teorías han influido tanto sobre el estudio de la cultura y el arte en la sociología francesa, anglosajona e iberoamericana como la teoría de los campos de Pierre Bourdieu (1977, 1993). Su influencia en los estudios de la producción y el consumo del arte y la cultura (Anheier, Gerhards y Romo, 1995; Bottero y Crossley, 2011; DiMaggio, 1991; Johannes, 2001; Savage y Gayo, 2011; Van Rees y Dorleijn, 2001) ha sido tal que varios argumentos de la teoría se han convertido en premisas —rara vez cuestionadas— en la explicación de la dinámica social de las áreas culturales. Según esta teoría, todo campo de producción cultural es relativamente autónomo y está organizado alrededor de valores y lógicas internos al campo. Estos campos se estructuran sobre dos polos opuestos: uno orientado hacia la producción restringida y la concomitante reputación artística («l’art pour l’art» o el valor interno de un campo) y el otro orientado hacia la producción masiva y el éxito comercial (el mercado económico, externo al campo). Naturalmente, los dos polos, el de la reputación artística y el del éxito comercial, poseen una valoración dispar dentro de un campo, y en éste los actores obtienen posiciones según el polo que priorizan al orientar sus acciones.
En consonancia con la teoría de Bourdieu, los estudios de campos culturales tienden a considerar no sólo la estructura interna de un campo como un a priori, sino también sus límites externos, cuyo anclaje geográfico es raramente especificado. Los campos literarios, un caso estudiado con frecuencia por Bourdieu y otros (Anheier, Gerhards y Romo, 1995; Bourdieu, [1992] 1996; Van Rees y Dorleijn, 2001), son un ejemplo paradigmático en este sentido, porque los escritores publican libros para una audiencia que no es necesariamente local y orientan sus acciones hacia escritores que tampoco necesariamente viven en la misma localidad (Chong, 2013). Los campos literarios, al igual que otras áreas culturales comúnmente estudiadas desde esta perspectiva, poseen otra característica particular: los actores pueden dedicarse a su actividad sin necesidad de que ésta sea económicamente rentable. En términos analíticos, esto significa que, al menos en principio, algunos miembros del campo pueden orientar sus acciones hacia el polo de reputación artística y carecer de interés en la ganancia comercial.
La mayoría de los estudios inspirados en esta teoría tienden a investigar el mismo tipo de áreas que Bourdieu y, por tanto, a enfatizar estas características de los campos culturales. Sin embargo, las investigaciones de campos realizadas desde la perspectiva de los estudios organizacionales anglosajones (Burt, 2004; Morrill, 2001; Owen-Smith y Powell, 2004; Phillips y Zuckerman, 2001; Zuckerman, 1999) ofrecen conocimiento sobre otro tipo de áreas de actividad. Se trata de áreas del mundo corporativo cuya actividad es necesariamente comercial y cuya fuente de legitimidad y prestigio es el éxito comercial y no la reputación artística.
Buena parte de la creación de productos culturales —como los objetos de diseño industrial, la arquitectura, la moda y la comida— tiene lugar en campos que combinan características de las áreas estudiadas desde la perspectiva bourdieusiana y las áreas investigadas por los estudios organizacionales, dado que en estas áreas la reputación artística es central, pero la creación cultural ocurre en el contexto del trabajo asalariado y posee un fin necesariamente comercial. A pesar de la creciente cantidad de ocupaciones en la llamada «economía creativa» (la actividad económica cuya principal fuente de valor es la creatividad individual) que poseen estas características, el conocimiento sociológico u organizacional sobre estas áreas es limitado. En la medida en que estas áreas poseen distintas características de los dos mundos sociales estudiados con más frecuencia (el artístico o el corporativo), contienen riesgos, presiones e incentivos que difieren de ambos mundos y, en consecuencia, también contienen patrones de creatividad e innovación que difieren de ambos mundos. De ahí que el estudio de campos en estas áreas sea imperativo a fin de ganar una comprensión adecuada de la dinámica social y organizacional de la creación cultural.
El objetivo de este capítulo es presentar una explicación de la morfología de este tipo de campos culturales y ofrecer una perspectiva que facilite el estudio sistemático de patrones de creación cultural en campos con características diversas. El capítulo gira en torno al estudio de los campos de la alta cocina. Este caso, dadas sus diferencias respecto a los campos estudiados comúnmente, permitió la evaluación crítica de los principios teóricos que se han convertido en premisas rara vez cuestionadas y el desarrollo de nuevos marcos analíticos. En particular, el capítulo se enfoca en las dos premisas más influyentes en los estudios de creación cultural: 1) la idea de que los campos culturales están estructurados en torno a los polos de reputación artística y éxito comercial y 2) la noción de que la innovación suele surgir de las posiciones sociales de alto o bajo estatus en un campo. La principal aportación de este capítulo es cuestionar ambas premisas. Los resultados de mi investigación muestran que los campos de la alta cocina no poseen dicha estructura y tampoco siguen tales patrones de innovación; de hecho, el hallazgo más significativo en este caso es que la innovación suele surgir de las posiciones sociales intermedias en los campos culinarios.
La definición del campo culinario que propongo en este capítulo difiere de otras, en particular de la definición fundacional de Ferguson (1998; véase también Rao, Monin y Durand, 2003, 2005). Ferguson escribe sobre el campo gastronómico, un espacio social que incluye a todos los actores interesados en la gastronomía, y no sólo el mundo de los restaurantes de alta cocina que constituye el campo culinario, que es mi estudio de caso. Por ende, el campo gastronómico, para Ferguson, posee límites que se extienden hasta el nivel nacional, mientras que el mundo de los restaurantes (un mundo inherentemente localizado) genera campos con límites más estrechos, una característica clave que explicaré en este capítulo. En la medida en que el concepto de campo es una herramienta heurística, el objeto de estudio determinará la demarcación de los límites de un campo.
En las próximas páginas describo las características generales de los campos de la alta cocina y los atributos particulares de los campos donde conduje la investigación etnográfica: Nueva York y San Francisco. Tal descripción permitirá explicar por qué estos campos poseen una morfología distinta y, de ese modo, evaluar las premisas que rigen las investigaciones sobre creatividad e innovación. A fin de ofrecer un marco analítico que explique la variación (en lugar de la similitud, que es lo que los estudios previos suelen hacer) entre campos con distintas características, ofrezco dos conceptos: «modo de producción cultural» y «autoconcepto». Mientras el primero permite la explicación de la variación en los patrones de creación cultural, el segundo es una herramienta analítica necesaria para explicar la variación en la acción individual, y para ofrecer un marco analítico que combina el estudio de factores estructurales y organizacionales con el análisis de la experiencia fenomenológica del actor.
2. Los campos de la alta cocina
La alta cocina posee características de los campos culturales y del ámbito corporativo dado que los restaurantes de élite han de ofrecer un producto creativo (no simplemente una comida) y a la vez han de generar un negocio que sea rentable. Aún más importante, los chefs —quienes ocupan el puesto más importante en un restaurante— son los responsables de la creación de la comida y la administración del negocio; un negocio que posee altos costos y bajos márgenes de ganancia. A fin de tomar decisiones para mantener la competitividad de sus restaurantes, los chefs observan las acciones de otros chefs (sus platos, la decoración, el servicio y los precios) y orientan sus acciones hacia ellos. Por supuesto, no prestan la misma atención a cada chef, puesto que orientan sus acciones hacia aquellos cuyas acciones pueden afectar a sus restaurantes; es decir, chefs en otros restaurantes de élite en la misma localidad geográfica. Éstos son los actores que constituyen un campo culinario.
Los chefs necesitan información sobre las acciones de los miembros de su campo porque esa información es necesaria para crear platos que combinan una dosis de familiaridad para la clientela (es decir, los platos que la clientela consume en otros restaurantes) y originalidad a fin de distinguirse de la competencia. El balance entre la conformidad con estilos tradicionales y la originalidad es importante en cualquier campo organizacional, porque es lo que permite que un producto se presente como una opción legítima y reconocible para la audiencia, pero a la vez distinta del resto de los productos a fin de sobresalir en el mercado (Peterson, 1997; Zuckerman, 1999). Este balance es en especial delicado en la alta cocina, ya que los restaurantes de élite han de ofrecer creatividad y originalidad pero no pueden alejarse demasiado de las convenciones culinarias. Mientras que, por ejemplo, un artista plástico tiene más margen de acción para subvertir convenciones artísticas ...