
- 192 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
La enseñanza del psicoanálisis se está introduciendo más y más en las universidades y en cursos de postgrado y la promesa de títulos oficiales parece tranquilizar tanto a estudiantes como a autoridades sobre la legitimidad de esta práctica terapéutica. Joël Dor señala aquí los límites y las posibilidades de esta enseñanza discutiendo los criterios de Sigmund Freud y de Jacques Lacan y propone valiosas pautas para combinar adecuadamente la transmisión del psicoanálisis a través de la experiencia de la propia cura con la participación en los programas de enseñanza en un espacio común de formación, donde se pone en acto la transferencia.
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Información
Categoría
PsicologíaCategoría
Psicología del desarrolloTERCERA PARTE
ESTUDIOS CLINICOS
5
La dinámica identificatoria en la histeria
La relación de la mujer histérica con su propio padre suele ser objeto de una dialéctica identificatoria particularmente marcada por la ambivalencia. De hecho, en el discurso de la histérica, el padre está constantemente significado como un objeto de investidura, alternativamente positivo y negativo. Así como la histérica puede presentarlo como un objeto de amor, del mismo modo ese objeto es un objeto de amor caído que reclama enternecimiento.
Innumerables fórmulas de la vida cotidiana atestiguan dicha ambigüedad: “Mi madre no es la mujer que le convenía a mi padre”; “A causa de ella él es el que es”, etcétera. Ahora bien, “lo que él es” es siempre más o menos la manera de evocar a ese padre impotente, víctima de la adversidad femenina, es decir un padre insatisfecho que merece un apoyo. Naturalmente, ese “sostén” está movilizado por el resurgimiento de componentes edípicos, sobre todo en lo que respecta a la rivalidad fálica a través de la cual la niña entra en competencia con la madre en relación con el padre.
Una posibilidad muy diferente de investidura puede conducir a la mujer histérica a una actitud diametralmente opuesta, es decir deliberadamente hostil hacia su padre, quien es entonces considerado como responsable de la desdicha familiar. Por su culpa todo anda mal, y en particular el sufrimiento de la madre. Nos vemos entonces aparentemente llevados a una configuración inversa a la anterior. El padre es un tirano que aniquila simultáneamente a la madre y a la hija, en cuyo caso se impone sostener a la madre. La hija se alia con la madre para hacer un frente común. Al ratificar la queja de la madre insatisfecha, la histérica puede aparecer así, por medio de una identificación inconsciente, como la víctima de un padre —por lo general suele ser un hombre— que no comprende en absoluto a las mujeres.
Estos dos casos de la posición histérica en relación con el padre tienen algo en común. Tanto en un caso como en el otro, la histérica ahorra su propio deseo: por un lado está sujeta al deseo del otro, el padre víctima de una mujer que no lo ha comprendido; por el otro, se pone al servicio de la causa materna. Es la prueba misma de una capitulación a través de la cual la histérica, renunciando a su deseo, se moviliza prioritariamente en la cuestión del deseo del otro, ya sea caído o maltratado.
Por lo general, la histérica se encuentra ella misma “coagulada” en ese lugar como consecuencia de una captura significante. En efecto, está atrapada en la trampa de un mensaje paterno que le significa un avatar de su propio deseo: su deseo no encuentra respuesta por el lado materno. No hace falta más para que tal alusión implícita movilice a la histérica para intentar hacerse cargo del deseo paterno insatisfecho. Puede hacerse cargo de él de múltiples maneras.
Un caso típico bastante frecuente se ordena alrededor de una modificación de la actitud paterna hacia la hija. Recordemos por ejemplo esos padres que se mantienen a distancia mientras la hija es una niña y que bruscamente se interesan en ella, después de la pubertad, cuando la hija se convierte en adolescente: otra manera de subrayar que la hija se encuentra entonces directamente interpelada por la dinámica deseante paterna. Por otro lado, es casi siempre en ese momento cuando el padre se deja llevar por algunas confidencias sobre su propio deseo, por ejemplo, que no halla eco favorable en la madre. Esta actitud reactiva inmediatamente toda una vertiente de la problemática edipica. La adolescente se encuentra potencialmente en situación de tener que reparar la insatisfacción paterna. Pero no puede hacerlo sino haciéndose cómplice del malentendido en el que el padre la encierra. Por otro lado, la hija es llevada a ocupar un lugar de objeto posible del deseo del padre; pero por otra parte, al intervenir la Ley, ese lugar no puede aparecer de otro modo que como un lugar de apariencia. Desde el comienzo va a expresarse el equívoco, compartido por ambas partes, en manifestaciones psíquicas estereotipadas.
La hija no dejará de quejarse por no comprender por qué su padre bruscamente se interesa en ella. Se trata de una artimaña psíquica sostenida por la represión en la medida en que la adolescente ha captado perfectamente el sentido de la modificación de la actitud paterna hacia ella. Sin embargo, como el cambio brusco de comportamiento es demasiado comprometedor, no se puede expresar, en la realidad, sino bajo formas travestidas, por lo general proyectivas. La adolescente se queja, por ejemplo, de que su padre se muestra demasiado solícito para con ella, y muy especialmente en lo relativo a su cuerpo. Entra entonces de buena gana en la interpretación proyectiva: una mirada del padre posada en ella se vuelve inmediatamente una mirada concupiscente. También la ocasión da lugar a una producción rica de sueños y fantasmas a través de los cuales el padre suele aparecer en posiciones ambiguas. El ejemplo más común es incluso el fantasma o el sueño de violación. Existe todo un discurso atinente a la servidumbre física. La hija se queja decididamente de la tiranía que supuestamente su padre ejerce en el nivel de las imposiciones indumentarias, deportivas, e incluso de las diversas imposiciones respecto del comportamiento. Se trata de un material proyectivo bastante claro ya que es el envés del deseo que se manifiesta bajo una forma tanto más inconfesada cuanto que se ha abierto una brecha por la posición deseante del padre. De allí la indignación fingida de la joven, quien encuentra su mejor medida en toda situación en la que el equívoco histérico se consuma en presencia de un tercero.
Recordemos el caso común en que el padre y la hija comparten una complicidad de exhibición tal que toda tercera persona se ve inevitablemente conducida a suponer que la hija podría ser la amante del padre. Algunas fórmulas triviales recuerdan el sentido de este equívoco: “¿Es su hija? ¡Felicitaciones!” Todos sabemos que las “felicitaciones”, por regla general, vienen a traicionar aquí otra proposición reprimida: “¡Qué pena para usted que sea su hija!”
Hay asimismo una variación de la situación anterior en la prisa que ponen algunos padres en “presentar” a su hija a los otros en cualquier circunstancia. Semejante apresuramiento no es nunca sino la confesión de un deseo inconsciente a través del cual anhelan que se pueda imaginar que no se trata de su hija.
Revisemos ahora el caso inverso, en el que la madre le hace algunas confidencias a la hija sobre su propio deseo insatisfecho. Aunque la hija se solidarice con la confesión del deseo insatisfecho de la madre, el problema no cambia en la medida en que sigue siempre identificada imaginariamente con una mujer posible del padre. No obstante, en el caso presente, el deseo travestido va a entrar en escena en la vertiente de la protesta. El padre deviene entonces el objeto de un descontento radical. Así, a los ojos de la hija, aparece como el hombre que no entiende nada de mujeres. Es aquel que una madre como la suya no merecía. Diga lo que dijere, haga lo que hiciere, sigue siempre apartado de la cuestión.
Así, la hija es capturada en el deseo histérico de la madre desde el momento en que debe compartir la desdicha materna y sostener todos sus desfallecimientos. La solidaridad neurótica se anuda aquí en el plano de una reparación cuyo componente principal es una homosexualidad inconsciente. Por ende, no es sorprendente ver cómo se juega esta ambigüedad en la realidad bajo la forma de un discurso de rebeldía y de repulsión hacia el padre. El discurso rebelde se moviliza a propósito de los reproches falocráticos que se le dirigen; el discurso de repulsión se centra, por el contrario, en el cuerpo del padre.
Propongo ilustrar estos diferentes aspectos de la relación de la histérica con el padre a partir de un fragmento clínico en el que se ve precisamente la conjugación de estos dos aspectos ambivalentes con las consecuencias identificatorias que implican.
Se trata de una joven que, a los dieciocho años, desarrolló bruscamente una serie de síntomas y de manifestaciones histéricas que la llevarían, unos años más tarde, a emprender un tratamiento psicoanalítico.
Precisemos enseguida el contexto en el que se ha situado esta eclosión psicopatológica, a la luz de una serie de acontecimientos que han puntuado la adolescencia de esta joven. Su padre y su madre son dos profesores que, aunque enseñan disciplinas diferentes, trabajan en la misma escuela secundaria donde la muchacha ha cursado buena parte de sus estudios. Si bien siempre ha podido evitar las clases de su madre, no pudo, en cambio, sustraerse un año a la enseñanza de su padre, guardando de ello un recuerdo bastante perturbador.
Los cursos del padre a los que asiste la joven le confirman muy pronto la reputación de la que éste se había hecho merecedor: la de un profesor muy brillante que seducía a sus alumnos por la calidad dé su enseñanza. Esta confirmación no hizo sino ratificar una sospecha que ya venía alimentando: su padre no merecía tener una mujer como su madre, triste, hogareña, y que no le ofrecía placer alguno. Otra manera de decir que parecía austera y poco deseable, y no sabía apreciar las cualidades del hombre con el que se había casado.
Toda la infancia y la adolescencia de esta persona parecían marcadas por esta desvalorización de una madre descolorida, sin deseo, y encerrada en la servidumbre doméstica, junto a un padre de quien no se cesaba de cantar loas fuera de su casa.
Hacia fines del año lectivo en el que la joven había asistido a las clases de su padre, un acontecimiento inesperado ...
Índice
- Portada
- Título
- Créditos
- Dedicatoria
- Contenido
- Primera parte. Clínica psicoanalítica y enseñanza
- Segunda parte. Reflexiones sobre la conducción de la cura
- Tercera parte. Estudios clínicos
- BIBLIOGRAFÍA
- INDICE TEMÁTICO
- INDICE DE AUTORES CITADOS