Prácticas alienadoras familiares

El "Síndrome de Alienación Parental reformulado"

Juan Luis Linares

• Editorial: Gedisa Editorial
• Año: 2015
• ISBN del libro electrónico: 9788497849234
• Categoría: Psicología
• Categoría: Psicoterapia

Este libro trata de las prácticas alienadoras familiares, una modalidad de maltrato infantil especialmente correosa y difícil de combatir, ya que se encuentra en la encrucijada entre la parentalidad y la relación conyugal. Cuando las tormentas que azotan a la relación de pareja alcanzan su mayor intensidad la protección de los hijos queda amenazada. El maltrato parento-filial es el más claro exponente del fracaso del amor como fenómeno relacional complejo propio de la condición humana. Este tipo de maltrato existió desde los orígenes de la especie, pero fue con la llamada revolución neolítica cuándo alcanzó una expansión significativa. La obra se compone de varios bloques temáticos que abordan la parte teórica, las bases para la definición de los fenómenos de alienación familiar, y una descripción de las Prácticas Alineadoras Familiares (PAF) como una alternativa al Síndrome de Alienación Parental (SAP). También se describen casos que ilustran algunas de las ideas centrales del libro y sus aplicaciones en España, Italia, Chile y Perú.

Tercera parte

9
Sobre las Prácticas Alienadoras Familiares en Italia

Lia Mastropaolo

(Traducción: Juan Luis Linares)

La situación legal en Italia

En Italia la estadística muestra que las parejas en crisis se dirigen cada vez más al juez para poner fin a su matrimonio. Concretamente, de 1994 a 2010 se ha pasado de 51.445 a 88.191 separaciones al año. Como, simultáneamente, el número de matrimonios ha disminuido, la incidencia de las separaciones es aún más alta.

El sistema judicial italiano prevé dos modalidades de separación: 1. La separación consensual, en la cual el juez homologa el acuerdo alcanzado por los cónyuges sobre la tutela de los hijos, sobre la casa y sobre los aspectos económicos, a condición de que no perjudique los intereses de aquéllos; y 2. La separación judicial, en la cual, en ausencia de un acuerdo entre las partes, corresponde al juez tomar las decisiones correspondientes, incluidas las relativas a la prole.

En el ordenamiento jurídico italiano está previsto que la tutela de los hijos se decida en el exclusivo interés de los menores, principio confirmado por la reforma de la ley de divorcio de 1987, que reduce de cinco a tres los años necesarios de separación previa.

De las tres modalidades de tutela previstas por la ley, a saber, exclusiva, compartida y alternante, hasta el año 2005 la tutela materna exclusiva era la prevalente, pero en los últimos años se ha producido una inversión de tendencia. La nueva ley del 8 de febrero de 2006 sobre la tutela compartida, prevé que, de entrada, el juez valore que el menor pueda ser tutelado conjuntamente por ambos progenitores, y sólo cuando ello no sea posible por resultar contrario a los intereses de éste, disponga otorgar la tutela a uno sólo. Esta ley nace de la necesidad social y cultural de refundar el principio de la biparentalidad, reconociendo iguales derechos a ambos progenitores y sustituyendo el concepto de patria potestad por el de responsabilidad compartida.

Esta nueva modalidad ha pasado de ser la excepción a convertirse en la regla, habiéndose producido el verdadero «adelantamiento» en el año 2007, al alcanzarse el 72,1% de tutelas compartidas, frente al 25,6% de tutelas exclusivas, mayoritariamente maternas. Desde entonces, la tendencia se ha incrementado. El juez, si los padres están de acuerdo, envía el procedimiento a profesionales para intentar una mediación.

Los consultores técnicos (peritos)

El ordenamiento jurídico italiano prevé que, en los casos de separación o divorcio conflictual, el juez se valga de la consulta con un experto (Consultor Técnico de Oficio, CTO), con objeto de valorar cuál de los progenitores es el idóneo para obtener la tutela. En base a la normativa vigente, el CTO no debe tonar decisiones, sino aportar al juez elementos «objetivos» de valoración que puedan ayudarlo a decidir. A tal efecto, presentará al juez un informe (consulta técnica de oficio) en el que expondrá su valoración del caso. Las partes también pueden consultar a un Consultor Técnico de Parte (CTP) y presentar los correspondientes informes, confirmando o criticando lo expuesto por el CTO.

En cualquier caso, la decisión corresponde al juez, que, al pronunciar la sentencia de separación, señala al progenitor que ostentará la tutela y adopta las resoluciones necesarias relativas a los hijos, considerando exclusivamente los intereses morales y materiales de éstos.

El Síndrome de Alienación Parental: una visión alternativa

El SAP nace en los tribunales, en el sistema legal, y sigue la lógica lineal víctima/culpable.

Es necesario hacer referencia a algunos conceptos sistémicos básicos, como el «doble vínculo» de Bateson (1976) y la «triangulación» de Bowen (1966). Las triangulaciones son disfuncionales porque impiden la resolución de un conflicto entre dos personas competentes, mediante la involucración de una tercera. Ésta, generalmente el hijo, recibe el peso de la infelicidad de los padres, convirtiéndose a menudo en el «portador del síntoma» o en el «paciente designado» de la familia. En la triangulación, la alianza entre al menos dos personas se convierte en coalición negada contra el tercero. Con frecuencia, los hijos se encuentran presos en conflictos de lealtades (Boszormenyi-Nagy, 1973, 1984). Las investigaciones de Fivaz-Depeursinge y Corboz-Warnery (1999) han evidenciado que, a los tres meses, el niño es capaz de adoptar estrategias triangulares, participando activamente en dinámicas triádicas.

Estas reflexiones se inscriben en la óptica de Linares (2001), que describe la «triangulación manipulatoria» como el resultado de una relación simétrica, en la cual el niño recibe mensajes contradictorios generadores de confusión y angustia. Se trata de salir de una lógica lineal introduciendo una lectura relacional de un fenómeno que, en la literatura clásica del SAP, ha venido siendo descrito en términos de causa y efecto: un progenitor programa una campaña denigratoria contra el otro, usando al hijo como el más afilado estilete con el que lanzarle su rabia; el segundo se define como víctima, demostrando públicamente la maldad del primero. La triangulación está servida, porque el hijo participa plenamente en el juego.

Se trata de un juego simétrico que mantiene el conflicto en el tiempo con armas siempre más afiladas, aunque los dos actores principales se sitúan en posiciones aparentemente pasivas. En comparación con las situaciones de agresividad actuada, de luchas abiertas, que encuentran a un interlocutor en el juez, aquí se trata de modalidades de expresión de la rabia más solapadas y rastreras, menos aparentes, a modo de puñaladas por la espalda. El grave conflicto se manifiesta bajo una apariencia de inactividad: «no me peleo contigo, ni siquiera te hablo». En realidad, el sentimiento de rencor se convierte en un pique: «ya lo verás, te lo haré pagar».

La pelea profunda no se expresa abiertamente, pero está «dedicada». Es demostrativa ante un tercero: la sociedad, el tribunal, los amigos o los parientes. Es un mensaje para todos, pero dedicado al «ex». Ambos se colocan en posición pasiva. Uno, el alienado, hace la víctima: «Yo quiero ver a mi hijo, pero él no quiere tratar conmigo porque tú conspiras contra mí y no me lo permites. Iré al juez para hacer respetar mis derechos». En ésas, pierde la relación con el hijo. El otro, el alienante, también se coloca en posición pasiva: «Yo querría que lo pudieras ver, pero es él quien no quiere, y debe de tener sus motivos. No puedo forzarlo».

Ambos se posicionan como víctimas pasivas, pero en realidad se arrojan mutuamente al hijo. Y éste es el que toma posición, ante el pulso simétrico de las dos posturas de víctima. Es la pasividad de los padres la que provoca la actividad del hijo, empujándolo a moverse hasta la agitación, al estilo del molino movido por el viento y por el agua.

¿Qué ocurriría si en el hijo no actuara la rabia? Pero no hay que preocuparse, porque el hijo se inmola tomando el peso del conflicto sobre sí. El comportamiento del hijo es relevante. De hecho, toma posición porque, en caso contrario, él mismo se convertiría en terreno de confrontación. Se alía con un progenitor contra el otro para sobrevivir, se inclina para seguir siendo sujeto, garantizándose la posibilidad de percibirse como persona. Acepta e impone un amor exclusivo, quizás con el progenitor al que ve más débil: cumpliendo su misión, adquiere seguridad en sí mismo.

Cabe hipotetizar que se crea un círculo vicioso en el cual el hijo se propone y es aceptado como par, como tercer adulto participante del conflicto; por una servidumbre de lealtad juega la baza de sustituto del otro progenitor y, de hijo, se convierte en cónyuge. El progenitor alienado se enfurece y no lo ve más como hijo, sino como igual, como antagonista, mientras que el alienante lo percibe también como par, pero aliado y cómplice.

A veces se asiste a una inversión de las alianzas y de las coaliciones negadas: el hijo que desde niño se había inclinado de parte de la madre contra el padre, al llegar a la adolescencia se alía con el padre alejándose de la madre. Padre e hijo se presentan a la entrevista como dos amigotes adultos que hacen ahora muchas cosas juntos. De las palabras del muchacho se podrá entonces deducir cuánto han cambiado las alianzas, en la lógica de «estar con uno contra el otro». Él ha interpretado como alejamiento y traición la actitud del progenitor que, en la adolescencia, ha intentado dejarle espacios más libres; y es entonces cuando el otro se le ha aproximado más, adoptando aires de «amigote».

Se abren así nuevos escenarios donde perpetuar la disputa. En una separación conflictiva simétrica es difícil para los hijos permanecer fuera del juego y no tomar parte activa, siempre en la lógica del «conmigo/contra ti».

Un juego relacional, una madeja enredada

Sin compartir la visión del SAP descrita en la literatura pro-Gardner, no hay duda de que se trata de una modalidad específica de conflicto, con características propias: padres separados, en grave conflicto, que asumen actitudes aparentemente pasivas, permaneciendo implicados en una confrontación tan feroz y desgarradora que implica directamente al hijo, el cual adopta un rol activo, posicionándose en la exteriorización de su rabia.

Se trata de una maraña relacional que hay que desembrollar, distinta de otras situaciones conflictuales, por emerger de intersecciones diversas. Todos los protagonistas de la historia que se crea reúnen méritos parecidos, y todos están enganchados en ella. No abordar los juegos relacionales subyacentes supone un riesgo de incrementar la dinámica constrictiva, impidiendo el crecimiento personal y confiriendo a la enfermedad la posibilidad última de expresar el malestar.

También se puede encon...

Índice

• Prólogo
• Primera parte
• Segunda parte
• Tercera parte
• Colaboradores
• Bibliografía