Capítulo 1
De los principios de la civilización hasta la industrialización
La historia es una base muy importante en el estudio de la política porque nos permite el explorar los más amplios factores económicos, sociales y culturales que dan forma al cómo se distribuyen y utilizan los recursos. El uso de los recursos está al centro del ejercicio del poder, que al turno es el foco principal de la ciencia política. Un punto de partida en el estudio de toda la historia es el entender la narrativa que se enfatiza – quien la escribió y por qué– y la historia de la ecología no es diferente. Esta tiene como su enfoque principal al mundo natural y nuestra interacción con éste, pero como en todas las variantes de la historia puede tomar muchas formas, subrayar factores distintos y tener objetivos contrastantes. En el caso de Latinoamérica y del Caribe, la historia del medio ambiente relativamente sigue siendo un campo nuevo. Este capítulo comienza por poner dicha disciplina emergente en contexto y por considerar los asuntos en que interesan principalmente los historiadores. Cómo este es un libro sobre política, toma como marco de trabajo el cómo la sociedad humana interactúa con un entorno natural que provee recursos los cuales influyen la manera en que se ejercita el poder. Explora esta interacción en Latinoamércia y el Caribe según discernibles períodos generales comunmente encontrados en el estudio de la historia de la región: la era pre-colombina; la conquista ibérica y la época colonial; el período que sigue la independencia en el siglo XIX; las relaciones neocoloniales que se desarrollaron en medio de la emergente economía global de finales del siglo XIX y a principios del siglo XX; la creación de estados modernos en favor de la industrialización, eventualmente conduciendo a un período de autoritarismo en los años 1960s–70s; después la crisis de deuda, las reformas al mercado y la democratización desde los 1980s. Una característica inevitable del desarrollo en la región desde la época colonial ha sido la ‘globalización’ de una u otra forma, que yace al corazón del cambio ecológico. Por último, el capítulo identifica temas clave que pueden recurrir en cualquier análisis sobre cómo el medio ambiente y los recursos han influido en el desarrollo político de Latinoamérica y del Caribe: el imperialismo, el neo-colonialismo y la dependencia; la construcción del estado; las relaciones sociales y conflicto; y la democracia.
Historia Ambiental
Como en todas las disciplinas, la historia del medio ambiente se ha distinguido por los debates y desacuerdos, y una discernible cisma está relacionada con el papel que juega la agencia humana. Los investigadores a menudo consideran a la naturaleza en relación con la historia de la humanidad y como, en turno, hemos influido la dinámica de la naturaleza. Y en verdad, la historia del medio ambiente puede trazar su desarrollo como disciplina hacia las preocupaciones que comenzaron a surgir en los años 70s, generadas por una creciente conciencia del impacto de la humanidad sobre la biósfera. Worster al escribir en 1990 declaró que la ‘nueva’ disciplina de la historia del medio ambiente – a la que se refería como una perspectiva ‘agroecológica’ en el estudio de la historia– “rechaza la suposición general de que la experiencia humana ha sido exenta de restricciones naturales, que la gente son una extraordinaria y únicamente aparte especie, que las consecuencias de nuestras obras pasadas sobre el medio ambiente pueden ser ignoradas” [p. 1088]. La meta de la historia del medio ambiente, dice Worster, es el profundizar nuestra comprehension de cómo los humanos se han visto afectados por su ambiente natural a través del tiempo, y a la inversa como han afectados ellos al mismo medio ambiente y con qué resultados. La interacción humana con el medio ambiente se estudia en muchas maneras –pero a menudo se concentra en cómo las sociedades ejercitan el control sobre la naturaleza al dar forma a los paisajes o estimulando el intercambio de plantas, animales y patógenos. Este enfoque alude a la cuestión que se preguntan los mismos historiadores de la ecología sobre el objetivo principal de su labor: deberá informar debates sobre las preocupaciones ecológicas actuales en un esfuerzo para influir a las políticas públicas relacionadas con el ¿cómo controlamos a la naturaleza? Desde los años 80s la historia del medio ambiente ha sido informada por una urgencia sobre el cambio climático y nuestra responsabilidad por éste.
Un debate clave en este campo ha sido entre el tecnocentrismo –una creencia optimista en la habilidad de la sociedad para resolver los problemas ambientales que se deriva de una fe en la ciencia y la tecnología– contra el ecocentrismo, una posición más radical, escéptica sobre tecnología, de que los sistemas naturales proveen modelos para la sociedad humana sobre las bases de las que somos parte y no separados de, la naturaleza (ver Brannstrom y Gallini 2004). Las diferencias en puntos de vista hacia la historia del medio ambiente de Latinoamérica y el Caribe han reflexionado a menudo sobre esta distincción. Por ejemplo, una historia del bosque atlántico de Brasil por Dean (1995) hace énfasis en cómo la actividad humana destruyó al bosque, mientras que una historia más reciente por Miller (2000) discutía que el daño al bosque fue el resultado de barreras para su uso productivo.
Al mismo tiempo, la historia del medio ambiente ha tendido a enfocarse sobre el sistema económico, social y político que ha emergido en una escala global sobre los últimos 500 años (ver Castro Herrera 2008). Ésto es de particular importancia a las Américas, la conquista y el asentamiento de lo que inauguró lo que ahora entendemos como la “modernidad”. Sin embargo, como una disciplina, la historia medioambiental de América latina y del Caribe sigue en la etapa infantil, y hasta el momento han habido un número limitado de obras exhaustivas en este campo y la mayoría de ellos han sido escritos por investigadores de fuera de la región. Esta es una observación clave: Castro Herrera (2001) nos da una valiosa historiografía de este tema en Latinoamérica y el Caribe mismos desde los años 70s hasta el presente, y enfatiza la importancia de la tradición cultural de donde se escribe ésta. Mientras en las historias de Norteamérica y Europa del medio ambiente Latinoamericano ha llegado a dominar el campo, sería erróneo sugerir que han sido los pioneros de este tema. Castro Herrera subraya algunas obras anteriores de investigadores latinoamericanos mismos que representan un “comienzo promisorio” a esta disciplina pero que durante los años 80s plagados de crisis se diluyó den relativa oscuridad (ver Sunkel y Gligo (eds) 1980; Vitale 1983; Ortiz Monasterio et al 1987). Tales limitaciones ofrecen claves para saber porqué el medio ambiente en América latina y el Caribe raramente se han considerado como nada más que un fondo pasivo a historias políticas y económicas. La búsqueda ahora es por un punto de vista discerniblemente latinoamericano a la historia del medio ambiente basado en los singulares patrimonio y prioridades de la región.
Tres asuntos han emergido como de interés particular para los historiadores del medio ambiente: territorios, materias primas y conocimiento (ver Brannstrom (ed) 2004). Dichos asuntos generan interrogantes sobre cómo la comprensión social del medio ambiente influyó sobre las prácticas y las tecnologías que determinaron su suerte (ver capítulo 2). Un ejemplo de ello es la noción de “la tierra salvaje” encontrada en la historiografía de los Estados Unidos comparada con las actitudes hacia la naturaleza dentro de la historia cultural latinoamericana, en la que las inclinaciones románticas hacia los paisajes desolados ha estado ausente en gran parte (ver Miller 2007).
Si la obra de los historiadores ecologistas es el informar debates contemporáneos, entonces las fronteras políticas y los procesos también se convierten en un inevitable factor en el entendimiento de cómo la sociedad humana ha ejercitado control sobre la naturaleza. Castro Herrera (2001) discute que las particularidades regionales de América Latina y el Caribe son probablemente de importancia decisiva en el diseño de las políticas del medio ambiente. Esto particularmente en el siglo XXI, alega, mientras América Latina se esfuerza por crear sociedades integradas contra el fondo de una visión dominante de la naturaleza que proclama como “natural”, no históricas, las maneras en que se ha visto reducido a verse como un recurso que debe ser “gestionado” según las demandas del mercado.
La sociedad pre-colombina y la conquista
La sociedad humana fue transformando el medio ambiente de las Américas desde mucho antes de las grandes sociedades que encontraran los españoles y los portugueses, y el paisaje de 1492 había tomado forma durante 15,000 años de actividad. En la era pre-colombina sociedades complejas florecieron en ecosistemas fragile como el de las áreas secas de Mesoamérica, las altas altitudes de los Andes, o las tierras bajas de las llanuras de inundación del Amazonas (Baud, de Castro and Hogenboom 2011). Las técnicas de agricultura desarrolladas por las civilizaciones que precedieron a los Aztecas, Incas y los Tupi de Brasil amazaron el paisaje a través de patrones establecidos de tenencia de la tierra y de irrigación masiva y sistemas de terrazas. Los ricos recursos ofrecidos por los ríos, áreas de marea y manglares nutrieron a grandes comunidades y evidencia arqueológica de la Cuenca del Amazonas indica que las fértiles tierras bajas puede que alguna vez hallan mantenido a millones de personas en enormes asentamientos (ver Roberts y Thanos 2003). Los cacicazgos emergieron en Perú alrededor del 2500AC mediante la abundancia que rindiera un superávit –y por ende crearan riqueza. En Mesoamérica, por el 500– 250AC el cultivo del maíz había conducido al crecimiento de las ciudades más grandes como Teotihuacán nutriendo a150,000 personas.
Los Taínos, quienes ocuparan las islas del Caribe, tuvieron una agricultura exitosa cultivando la yuca, la batata y el maíz. Los primeros visitantes a la Española notaron el extenso cultivo de la mandioca y la batata. Junto con el maíz y el frijol los Aztecas consumieron diversas fuentes de proteínas provenientes de la caza de animales, la pesca, y los insectos hasta el ...