Diálogos
eBook - ePub

Diálogos

  1. 112 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

Nos ocurre a veces con los grandes investigadores: reducimos la complejidad de su mirada sobre la condición humana a una sola gran idea. En el caso del neuropsiquiatra y psicoanalista Boris Cyrulnik, sería sin duda la noción de resiliencia. Pero más allá de sus fascinantes trabajos sobre cómo hacemos frente al trauma, Cyrulnik ha ido elaborando toda una visión del mundo y nuestro lugar en él que es interesante e inspiradora por derecho propio.

Cuestiones éticas, pedagógicas y epistemológicas van apareciendo de manera natural en esta conversación, que constituye una excelente introducción al conjunto de su obra, a la vez que una precisa exposición de sus ideas filosóficas, científicas y sobre la propia vida.

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Información

Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788416572922
SEIS
Educación y cultura contra el sufrimiento
CARLES CAPDEVILA: La educación es la solución, usted dice que lo es. ¿Cuáles cree que son los problemas de la educación? ¿Qué se puede hacer mejor? Sobre todo durante los primeros años de vida.
BORIS CYRULNIK: Creo que la mayor parte de los sufrimientos psíquicos que padecen los seres humanos hoy en día en Occidente tienen que ver con una carencia en la educación y en la cultura. No se trata de locura. Es sufrimiento. Pero creo que el sufrimiento forma parte de la condición humana. No hay historia vital sin sufrimiento. Es la condición humana, incluso quizás la condición de lo vivo. Entonces, o nos sometemos y sufrimos, o buscamos no sufrir y nos convertimos en seres humanos dignos. Vamos a recuperar nuestra dignidad. Sufrimos y no queremos someternos al sufrimiento. Creo que ello depende de la educación y de la cultura. Educación pre-verbal: un niño que ha estado bien acompañado durante los primeros años de vida, en el embarazo y los años antes de la palabra... un niño bien acompañado adquiere un factor de protección. Y cuando la desgracia llegue a su vida sufrirá, pero la afrontará mejor y desarrollará mejor un proceso de resiliencia. Sufrirá, pero no se someterá. Así que la educación pre-verbal es muy importante para aportar esta pequeña fuerza a los niños. Las madres, los padres y la cultura aportan esta fuerza, o no la aportan. Si los padres están ausentes, si la cultura lo está, si las madres son infelices, el niño no adquiere este factor de protección; al revés incluso, adquiere un factor de vulnerabilidad. Y en adelante, durante toda su vida, el más mínimo acontecimiento puede resultar traumático para él. Va a sufrir mucho por ello. Mientras que a un niño bien protegido el mismo hecho también le hará sufrir, pero no será traumático. Sufrirá, pero reanudará la vida.
Así pues, se trata de la adquisición pre-verbal de un factor de protección. Y el segundo factor es la cultura. Si la cultura dice «señor, señora, usted es esquizofrénico, no es un verdadero ser humano», o «señor, señora, es usted un lisiado, no es un verdadero ser humano»... Esto dijeron los nazis. Había un relato cultural que decía que tan sólo los animales superiores, los hombres superiores, eran dignos de vivir, y que, por lo tanto, se podía eliminar al resto. Era moral eliminar a los seres inferiores. En nombre de la moral, los nazis mataron a cuatrocientos mil enfermos mentales; los franceses, cincuenta mil. En nombre de la moral. La moral era perversa, es la moral lo que resultaba perverso. Así que la cultura es muy importante, la ficción, el cine por ejemplo, son importantes para descentrarse con respecto a uno mismo y llegar a comprender que un niño con síndrome de Down, condición causada por una anomalía genética, tiene un mundo mental, y que este mundo es respetable. Pero no es el mismo que el nuestro. Y desde que se cuida mejor a las personas con síndrome de Down éstas van a la escuela, sufren menos y su esperanza de vida ha aumentado. Cuando empecé mis estudios de medicina las personas con síndrome de Down morían a los veinticinco o treinta años. Hoy en día viven hasta los sesenta y cinco, cosa que de hecho supone un problema social, puesto que tienen dificultades para vivir solos. Aunque algunos de ellos ahora pueden aprender un oficio, la mayoría tiene dificultades para hacerlo. ¿Qué haremos con ellos cuando mueran sus padres y ellos tengan cuarenta o cincuenta años? Humanamente, han hecho progresos porque hemos entendido que tenían un mundo mental. Lo mismo vale para los esquizofrénicos y para los autistas. Tienen un mundo mental muy diferente del nuestro y cuando una novela, un artículo de psicología, una película, nos hacen descubrir su mundo mental, se les acompaña mejor, viven mejor y nosotros también. Porque cuando hay un esquizofrénico en una familia hay hasta cuatro veces más depresiones dentro de ella que en la población en general. Cuando se ayuda a la familia del esquizofrénico, se consumen dos veces menos medicamentos, hay dos veces menos recaídas y dos veces menos de depresiones en la familia.
C. C. Hay un debate entre las teorías del apego y las de los psicólogos conductistas. Simplificando mucho, por un lado están las teorías del apego, que postulan que la madre debe dormir con los hijos, y luego hay conductistas que dicen más bien que hay que «domesticar» al niño con una serie de métodos. Son dos extremos. ¿De qué lado está usted en este debate?
B. C. Bueno, la evolución normal de un ser humano comporta que primero estemos dentro de una mujer, luego nos hallamos en brazos de una mujer, y después... ¡nos colgamos de ella toda la vida! Pero llega un momento en que hay que convertirse en personas autónomas. A los tres años tenemos la edad del «no». Primera autonomía. Yo, niño de tres años, estoy orgulloso cuando no me apetece estar totalmente sometido a mi madre. La segunda autonomía se da en la adolescencia. Cuando la sexualidad aparece, es necesario que yo vaya a cortejar a una mujer o a un hombre fuera de mi familia, y esto nos lleva a la autonomía social. La autonomía psíquica nos prepara para la independencia social. Entonces hay un proceso de separación, de individuación. Primero estamos dentro de una mujer, y luego nos separamos de ella progresivamente para convertirnos en autónomos y llegar a ser independientes socialmente. Así pues, tiene que haber una conjunción entre el desarrollo del niño o la niña y la cultura que le ayuda a ser autónomo. Si la cultura se ocupa de los adolescentes y les enseña un oficio —cosa que no pasa en la nuestra, donde creamos cada vez más parados— ser autónomo resultará fácil. Si la cultura impide a los jóvenes ser autónomos, tendrán miedo de la sociedad y no se hallarán bien dentro de sus familias. Esto crea conflictos entre las generaciones, conflictos muy dolorosos. En Estados Unidos, por ejemplo, hay asociaciones que militan para que las mujeres dejen de dar el pecho a los bebés, porque consideran que es un acto incestuoso, puesto que cuando el bebé mama, la madre siente placer: es un acto incestuoso y proponen prohibir la lactancia materna. Ahora bien, sabemos que una mujer que da el pecho a su bebé le trasmite sus anticuerpos mediante su leche de forma totalmente natural, y esto protege al bebé biológicamente durante años. Así que, biológica y culturalmente, hay una disociación. Vemos que se dan extremos. Hay mujeres que ya no quieren traer niños al mundo, pero no son la mayoría: aunque en Estados Unidos, en Francia o en Quebec son el 5%, no es la mayoría. Pero pronostico que van a aumentar un poco hasta el 10%, aunque la mayoría de las mujeres siguen queriendo tener hijos. Hay un número creciente que decide no tener hijos, e incluso las hay que piden la ligadura de trompas. De eso ya no se pueden recuperar. Es el fin de la fecundidad: estériles para toda la vida. Ellas lo piden. Y también hay hombres en Estados Unidos que se hacen la vasectomía para ser estériles. De modo que no es la mayoría, pero se trata de todos modos de un síntoma social, porque nuestra sociedad se organiza de tal manera que los niños salen demasiado caros a las madres. Si una mujer trae al mundo a un bebé, si su marido es simpático, si su nivel de vida es bueno, ella seguirá teniendo aspiraciones sociales. A los dos bebés, las mujeres que no reciben ayuda de sus maridos o de la sociedad dejarán de tener hijos. Cuando tienen tres, ya ninguna sigue. Esto quiere decir, por lo tanto, que el bebé que ellas desean dar a luz puede muy fácilmente convertirse en ocasión de injusticia social. Mientras que mediante decisiones culturales y sociales se pueden desarrollar bien la puericultura, los permisos de maternidad y paternidad, y permitir así a las mujeres mantener sus aspiraciones sociales y seguir teniendo hijos. Todo a condición de que se desarrollen las profesiones de la infancia temprana.
C. C. ¿Qué piensa usted de los nuevos modelos de familia?
B. C. Bueno, depende de la estructura de la familia, porque cada vez hay más mujeres que solicitan el divorcio, creo que en Francia el 80% de los divorcios los piden las mujeres y ellas se quedan con los hijos el 80% de los casos. Y los hombres trabajan, les pasan una pensión —cuando se la pasan—. Aportan pensiones y a partir de ese momento trabajan para mujeres que los detestan y para hijos que los menosprecian. Estos hombres son infelices, ellas son infelices y los hijos tampoco son felices. Así que esta solución, que se está desarrollando rápidamente, provoca sufrimiento e infelicidad. A veces resulta necesaria la separación, cuando los hombres son violentos, cuando las mujeres son alcohólicas. No sucede en la mayoría de los casos pero a veces es necesario. En la mayoría de los casos, los divorcios se producen porque hombres y mujeres tienen menos sentido de esa trascendencia de la que hablábamos hace un rato y ya no quieren hacer sacrificios. Quieren gozar de la vida constantemente. Y como quieren gozar constantemente de la vida, abandonan a sus mujeres y a sus hijos. También hay cada vez más mujeres que lo hacen, menos que los hombres, pero cada vez más. Y todo el mundo sufre. No es una buena solución. Ah, las nuevas familias... hace tiempo que las familias son nuevas. Siempre han sido nuevas. Esto depende de la estructura técnica, depende de las religiones, depende de los relatos. Lévi-Strauss, antes de morir, pidió a sus alumnos, antropólogos, que hicieran un catálogo de estructuras familiares. Murió hace algunos años. Por entonces, había en el mundo cinco mil formas de familia diferentes. De manera que, cuando se habla de familia tradicional, ¿qué quiere decir familia tradicional? La familia cristiana, occidental, nacida a finales del siglo XIX… a finales del siglo XVIII, al mismo tiempo que la Revolución Industrial. He aquí la «familia tradicional». La familia tradicional acaba de aparecer y ya está empezando a desaparecer, es decir, no ha vivido mucho tiempo. Los hindúes, los musulmanes, tienen otras formas de familia. Incluso en las culturas cristianas las familias no estaban estructuradas de la misma forma. Antes había grupos de mujeres que se ocupaban de los bebés, los cuales pertenecía al grupo de mujeres. Los hombres se iban. No se sabía quién era el padre. El padre era un señor, no era un padre. Existen, por tanto, contradicciones en las culturas. Por ejemplo, en Sudáfrica, antes del apartheid, me acuerdo de una señora que vino a verme un día, era profesora de francés en Ciudad del Cabo, tenía una sirvienta zulú que un día le dijo: «Señora, tiene que llamar a mi hermano: mi hermano y padre de mis cuatro hijos ya no me da dinero para criarlos». Esta señora era protestante: «¿Ah, su hermano es el padre de sus cuatro hijos?». «Sí señora». «¡Ah, es horrible, horrible! Que venga a verme». Entonces la sirvienta y el hermano se sentaron delante de la señora y ésta dijo: «Señor, ¿usted es el padre de los cuatro hijos de su hermana?». «Sí, señora». «Ah, ¿su hermano le ha hecho cuatro hijos?». La sirvienta, sorprendida, dijo: «Señora, ¿pero usted que se cree? Mi hermano es el padre de mis cuatro hijos pero nunca ha sido mi amante», porque la palabra «padre» en la cultura zulú designa al hermano de la madre, pero no a quien ha tenido relaciones sexuales con ella. El que tiene relaciones sexuales con la madre es el amante, no el padre; el padre es el que se ocupa de los hijos y el que se apega a los hijos. La palabra «padre», de este modo, no designa la misma cosa según la cultura, e incluso la palabra «madre» tampoco designa el mismo concepto en culturas diferentes, porque los alumnos argelinos musulmanes que se convirtieron en profesores de psicología en Argelia tienen familias polimaternas. Sus padres tenían cuatro mujeres que se llevaban muy bien, y cuando le dije a una de mis alumnas, que se convirtió en profesora de psicología en Orán: «Pero ¿cómo es esto de tener cuatro o cinco madres?, ¿cómo se puede tener cuatro o cinco madres? Nosotros, los occidentales cristianos… no nos lo podemos imaginar, sólo se tiene una madre. ¿Cómo es esto de ser criado por cuatro o cinco madres?». Badra —era su nombr...

Índice

  1. Después...
  2. UNO Infancia y memoria
  3. DOS La vida te llama
  4. TRES Apego, trauma y resiliencia
  5. CUATRO Aprender de los animales
  6. CINCO El humor que nos salva
  7. SEIS Educación y cultura contra el sufrimiento
  8. SIETE Decir adiós al psiquiatra
  9. OCHO Felicidad y miedo
  10. NUEVE Progresar desde la catástrofe
  11. DIEZ El niño huérfano, el padre, el abuelo