Notas sobre literatura
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Notas sobre literatura

Obra completa 11

  1. 696 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Notas sobre literatura

Obra completa 11

Descripción del libro

El presente volumen de la obra completa de Adorno recoge los textos del filósofo alemán en los que se ocupa de la creación literaria. Desde autores hasta obras, pasando por movimientos culturales, crítica literaria, etc., en sus páginas el autor ofrece una rica y profunda reflexión sobre la cultura, el arte y la filosofía contemporáneos.

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Información

Año
2018
ISBN de la versión impresa
9788446016717
ISBN del libro electrónico
9788446046622
Categoría
Literatura
Intento de entender Fin de partida
A S. B. en recuerdo del otoño de 1958 en París
La obra de Beckett tiene varias cosas en común con el existencialismo parisino. Reminiscencias de la categoría del absurdo, de la situación, de la decisión o de su contrario se entreveran como las ruinas medievales en la terrible casa suburbial de Kafka; a veces las ventanas se abren de repente y ofrecen a la vista el cielo negro sin estrellas de algo así como la antropología. Pero la forma, en Sartre como en las obras de tesis concebida de modo hasta cierto punto tradicional, para nada atrevido sino para el efecto, en Beckett asume lo expresado y lo altera. Los impulsos son llevados al nivel de los medios artísticos más avanzados, los de Joyce y Kafka. Para él el absurdo ya no es un estado de la existencia diluido hasta convertirlo en una idea y luego ilustrado. El procedimiento poético se entrega al absurdo sin intención. A éste se lo despoja de aquella universalidad de la teoría que en el existencialismo, la doctrina de la irreductibilidad de la existencia individual, lo unía pese a todo al pathos universal de lo universal y permanente. Se rechaza así el conformismo existencial, se ha de ser lo que se es, junto con la accesibilidad de la exposición. Lo que de filosofía ofrece Beckett él mismo lo degrada a basura cultural, lo mismo que las innumerables alusiones y fermentos culturales que utiliza siguiendo la tradición de la vanguardia anglosajona, especialmente de Joyce y Eliot. Para él la cultura es un hormiguero como lo fue para el progreso anterior a él el mondongo de los ornamentos del Jugendstil, el modernismo como lo envejecido de la modernidad. El lenguaje regresivo demuele esto. Tal sobriedad acaba en Beckett con el sentido que era la cultura y con los rudimentos de éste. Así comienza la cultura a florecer. Beckett consuma con ello una tendencia de la novela más reciente. Lo que según el criterio cultural de la inmanencia estética se había proscrito como abstracto, la reflexión, se empalma con la representación pura, el principio flaubertiano de la cosa puramente cerrada en sí se carcome. Cuantos menos acontecimientos puedan suponerse como en sí plenos de sentido, más deviene una ilusión la idea de la forma estética como una unidad de lo que aparece y lo que se quiere decir. Beckett se deshace de la suya acoplando ambos momentos como dispares. El pensamiento se convierte tanto en un medio para producir un sentido no inmediatamente sensibilizable como en una expresión de la ausencia de éste. Aplicada al drama, la palabra sentido es polisémica. Cubre en la misma medida el contenido metafísico que se representa objetivamente en la complexión del artefacto; la intención del todo como coherencia de sentido que significa a partir de sí; finalmente, el sentido de las palabras y frases que dicen los personajes, el de su sucesión, el dialógico. Pero estos equívocos remiten a algo común. De esto se hace en Fin de partida un continuo. Desde el punto de vista de la filosofía de la historia, lo que lo sostiene es una modificación del a priori dramático: el hecho de que ningún sentido metafísico positivo sea ya lo bastante sustancial, si es que alguna vez hubo tal, para que en él y en su epifanía la forma dramática halle su ley. Esto, sin embargo, perturba la forma hasta en su estructura lingüística. El drama no puede sencillamente tomar de modo negativo el sentido o la ausencia de éste como contenido sin que por ello todo lo que le es peculiar se vea afectado hasta convertirse en lo contrario. Lo que es esencial al drama lo constituía ese sentido. Si quisiera sobrevivirlo estéticamente, se convertiría inadecuadamente en contenido, devendría una maquinaria matraqueante para la demostración de una concepción del mundo, como muchas veces en las obras existencialistas. La explosión del sentido metafísico, el único que garantizaba la unidad de la coherencia estética de sentido, hace que éstas se fragmenten con una necesidad y un rigor no menores que los de la del canon formal en la dramaturgia tradicional. El sentido estético unívoco, sobre todo su subjetivación en una intención sólida, tangible, surrogaba precisamente aquella trascendente posesión de sentido cuyo desmentido mismo es lo que constituye al contenido. Mediante la propia ausencia organizada de sentido, la acción debe amoldarse a lo que sucedía en el contenido de verdad de la dramaturgia en general. Tal construcción de lo sin sentido tampoco se detiene ante las moléculas lingüísticas: si éstas, y sus combinaciones, tuviesen un sentido racional, en el drama se sintetizarían necesariamente en aquella coherencia de sentido del todo que el todo niega. Por eso la interpretación de Fin de partida no puede perseguir la quimera de expresar su sentido por mediación de la filosofía. Entenderla no puede significar otra cosa que entender su ininteligibilidad, reconstruir concretamente la coherencia de sentido de lo que carece de él. Escindido, el pensamiento ya no pretende, como antes la idea, ser el sentido de la obra misma; una trascendencia que sería engendrada y garantizada por su inmanencia. En lugar de eso, se transforma en una especie de material de segundo grado, lo mismo que los filosofemas que incluyen en La montaña mágica y el Doctor Faustus de Thomas Mann tienen, como los temas, su destino, el cual sustituye a aquella inmediatez sensible que disminuye en la obra de arte reflejada en sí. Si hasta ahora tal materialidad del pensamiento era involuntaria, la pobreza de obras que forzosamente se confundían con la idea inalcanzable para ellas, Beckett acepta el desafío y utiliza pensamientos sans phrase como frases, materiales parciales del monologue intérieur en los que el espíritu mismo se ha convertido, residuos reificados de la cultura. Si el existencialismo prebeckettiano explotó, cual Schiller redivivo, la filosofía como pretexto poético, Beckett, más culto que ninguno, le presenta la factura a aquél: la filosofía, el espíritu mismo, se declara género invendible, escoria onírica del mundo de la experiencia, y el proceso poético un desgaste. El dégout, desde Baudelaire una fuerza productiva artística, es insaciable en los impulsos históricamente mediados de Beckett. Todo lo que deja de funcionar se convierte en canon que rescata del reino de sombras de la metodología un motivo de la prehistoria del existencialismo, la destrucción universal del mundo de Husserl. Los totalitarios como Lukács, que braman contra el simplificador verdaderamente terrible como decadente, no están mal aconsejados por el interés de sus jefes. Odian en Beckett lo que ellos han traicionado. Sólo la nausea de la saciedad, el taedium del espíritu en sí mismo, quiere lo que sería completamente diferente; la salud por decreto, sin embargo, se contenta con el alimento ofrecido, con la comida casera. El dégout de Beckett no se puede forzar. A la invitación a compartir responde con la parodia, la de la filosofía que escupe sus diálogos tanto como la de las formas. Se parodia al existencialismo mismo; de sus invariantes no queda más que el mínimo existencial. La oposición del drama a la ontología en cuanto el proyecto de algo de alguna manera también primero y permanente se hace inequívoca en un pasaje del diálogo que sin querer caricaturiza lo dicho por Goethe sobre la vieja verdad, lo cual degeneró en convicción burguesa universal:
HAMM.–¿Te acuerdas de tu padre?
CLOV.–(Con cansancio.) La misma contestación. (Pausa.) Me has hecho esas preguntas millones de veces.
HAMM.–Me gustan las viejas preguntas. (Con arrebato.) ¡Ah, no hay nada como las viejas preguntas y las viejas respuestas![1]
Los pensamientos se arrastran y deforman como restos del día, homo homini sapienti sat. De ahí lo fastidioso de aquello a lo que Beckett se niega a ocuparse, su interpretación. Él se encoge de hombros con respecto a la posibilidad de la filosofía hoy en día, de la teoría en general. La irracionalidad de la sociedad burguesa en su fase tardía se resiste a dejarse comprender; qué buenos tiempos aquellos en que se podía escribir una crítica de la economía política de esta sociedad que la tomaba por su propia ratio. Pues desde entonces se ha deshecho de ella como de un trasto viejo y la ha virtualmente sustituido por el control inmediato. Por eso la ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. NOTAS SOBRE LITERATURA I
  5. Dedicatoria
  6. El ensayo como forma
  7. Sobre la ingenuidad épica
  8. La posición del narrador en la novela contemporánea
  9. Discurso sobre poesía lírica y sociedad
  10. En recuerdo de Eichendorff
  11. La herida Heine
  12. Retrospectiva sobre el surrealismo
  13. Signos de puntuación
  14. El artista como lugarteniente
  15. NOTAS SOBRE LITERATURA II
  16. Sobre la escena final de Fausto
  17. Lectura de Balzac
  18. Desviaciones de Valéry
  19. Pequeños comentarios sobre Proust
  20. Extranjerismos
  21. Rastros de Bloch
  22. Reconciliación extorsionada
  23. Intento de entender Fin de partida
  24. NOTAS SOBRE LITERATURA III
  25. Títulos
  26. Para un retrato de Thomas Mann
  27. Chifladuras bibliográficas
  28. Discurso sobre un folletín imaginario
  29. Decencia y criminalidad
  30. El curioso realista
  31. Compromiso
  32. Presupuestos
  33. Parataxis
  34. NOTAS SOBRE LITERATURA IV
  35. Sobre el clasicismo de la Ifigenia de Goethe
  36. Conferencia sobre La tienda de antigüedades de Charles Dickens
  37. George
  38. El lenguaje conjurado
  39. El asa, la jarra y la experiencia temprana
  40. Introducción a los Escritos de Benjamin
  41. El Benjamin epistolar
  42. Carta abierta a Rolf Hochhuth
  43. ¿Es jovial el arte?
  44. APÉNDICE
  45. El expresionismo y la veracidad artística
  46. Plaza. Sobre el drama de Fritz von Unruh
  47. Franz Wedekind y su cuadro de costumbres Música
  48. Sobre el legado póstumo de Franz Wedekind
  49. Romanticismo fisiológico
  50. La crisis económica como idilio
  51. Sobre el uso de extranjerismos
  52. Tesis sobre el arte y la religión hoy
  53. Un título
  54. La basura y el ángel
  55. Sobre la crisis de la crítica literaria
  56. A propósito de las Observaciones sobre el arte del poema de Wilhelm Lehmann
  57. Sobre Proust
  58. De una carta sobre La engañada a Thomas Mann
  59. Dirección única, de Benjamin
  60. Sobre el libro de cartas Personajes alemanes, de Benjamin
  61. Reflexión sobre el drama popular
  62. APOSTILLA DEL EDITOR
  63. Apostilla del editor
  64. Publicidad