Terapia craneosacra II
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Terapia craneosacra II

Más allá de la duramadre

John E. Upledger

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Terapia craneosacra II

Más allá de la duramadre

John E. Upledger

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Este libro, que es la continuación del volumen I, se divide en cuatro capítulos. En el primero, el autor describe los pares craneales y la forma de influir con eficacia en ellos con la terapia craneosacra; asimismo, al integrar los sistemas de nervios craneales periféricos con sus conexiones en el encéfalo, se estudia el efecto que las disfunciones del sistema craneosacro tienen en la conducta de las personas.En el capítulo siguiente se presenta la anatomía fascial del cuello desde la perspectiva del sistema craneosacro, aportando una visión útil de esta compleja parte del cuerpo humano. Utilizando ese modelo de anatomía de los tejidos blandos del cuello, el practicante estará en mejor disposición para comprender y corregir problemas funcionales de esta zona. Luego, en el tercer capítulo se lleva a cabo un estudio a fondo de la articulación temporomandibular y el "síndrome TM". Por último, en el capítulo cuarto, se exponen las técnicas clínicas.

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Información

Editorial
Paidotribo
Año
2019
ISBN
9788499108735
Capítulo 1
Nervios craneales
I. INTRODUCCIÓN
Los nervios craneales se consideran con frecuencia doce pares de nervios periféricos relacionados con actividades motoras y sensoriales de la cabeza. No es estrictamente correcto considerar los nervios olfatorio y óptico (nervios craneales I y II, respectivamente) como nervios periféricos. En realidad son extensiones periféricas de los tractos de fibras neuronales, dado que no hay sinapsis entre sus órganos sensoriales finales y las entradas en la sustancia del encéfalo. A pesar de la confusión nominal y con el fin de evitarla, nuestra exposición se centrará en la nomenclatura tradicional y nos referiremos a ellos como parte de los doce pares de nervios craneales.
Los nervios craneales III a XII son verdaderos nervios periféricos porque forman sinapsis fuera del sistema nervioso central. Estos diez pares de nervios craneales tienen entradas y salidas superficiales hacia y desde el tronco cerebral. Todos tienen también sus núcleos en el tronco cerebral, excepto el nervio accesorio (XI) que presenta una porción de su núcleo en las porciones medulares cervicales superior y media. Este núcleo se conoce como núcleo espinal del nervio accesorio.
Además de la cabeza, los nervios craneales también ejercen funciones significativas en el cuello, tórax y abdomen. El nervio glosofaríngeo (IX) aporta fibras sensoriales y motoras a la faringe y laringe, las cuales se extienden por el cuello. El nervio vago (X) inerva los órganos de los sistemas digestivo, circulatorio y respiratorio, además de sus funciones en la cabeza. El nervio accesorio aporta inervación motora a la faringe y laringe, además de a los músculos esternocleidomastoideo y trapecio del cuello.
Los nervios craneales se consideran a menudo y erróneamente como la porción craneal de la división parasimpática del sistema nervioso vegetativo. Probablemente se deba a que a veces la división parasimpática se llama división craneosacra del sistema nervioso vegetativo. Aunque varias fibras parasimpáticas «viajan con» los nervios craneales, eso es todo. Los nervios craneales contienen en abundancia fibras sensoriales periféricas. Todas estas fibras sensoriales presentan células de origen externo al tronco cerebral, por lo general de los ganglios, que pueden considerarse análogas a los ganglios de las raíces dorsales de la médula espinal. Los nervios craneales también contienen fibras motoras periféricas voluntarias que inervan estructuras de los sistemas musculosquelético y miofascial. Claramente, los nervios craneales son muy heterogéneos en su composición, y contienen fibras parasimpáticas y fibras sensoriales periféricas y motoras voluntarias.
Se puede pensar que un tronco nervioso específico es una ruta de transporte que ofrece un medio adecuado a fibras nerviosas especializadas de una región a otra del cuerpo. En la mayoría de los casos, las fibras del tronco común realizan muchas funciones individualizadas o especializadas. No siempre es el caso, ya que algunos troncos nerviosos portan sólo un tipo de fibras para un propósito específico. Un ejemplo de función singular sería la del nervio troclear (IV). Por lo que sabemos, este nervio sólo contiene fibras motoras que inervan el músculo oblicuo superior del ojo.
Lo importante que debemos tener presente es que, con frecuencia, el nervio periférico es un medio conveniente para conducir fibras nerviosas especializadas con funciones muy distintas de una región a otra del cuerpo. A medida que el tronco nervioso principal pasa de un área de asignación específica a un tracto de fibras motoras, las fibras especializadas salen del tronco nervioso formando un ramo, mientras el tronco sigue hacia su destino más periférico. Empleo la palabra «salen» para describir la «ramificación» de los nervios motores. En el caso de la entrada sensorial, debemos considerar las fibras aferentes sensoriales como «tributarias» que «entran» en el tronco nervioso como medio para conducir impulsos en una dirección central.
La decisión sobre qué fibras se unen con unos u otros nervios está determinada por el origen y destino del impulso nervioso. Un ejemplo por analogía es un programa rutinario para un viaje de Chicago a Los Ángeles en camión con el fin de llevar los muebles de varias casas en un mismo viaje, cargando y descargando en puntos específicos. Teniendo esto presente, muchos de los síndromes y disfunciones más enigmáticos que se originan por deformaciones mecánicas y/o procesos de deterioro de nervios específicos en localizaciones anatómicas específicas resultan más fáciles de entender.
He llegado a considerar que los nervios craneales se parecen a los nervios espinales o raquídeos en su disposición de entrada y salida del tronco cerebral. Su parecido es evidente si vemos la médula espinal como una extensión caudal del tronco cerebral. Por lo general, se puede pensar en «segmentos del tronco cerebral» con los nervios craneales como raíces segmentarias de los nervios. Así se organiza de modo conveniente lo que a simple vista parece ser un sistema muy complejo (ILUSTRACIÓN 1.1). Para seguir con esta analogía, puedes concebir los agujeros yugulares como agujeros intervertebrales entre el occipital y los temporales. Estos agujeros permiten el paso de los nervios craneales IX, X y XI justo cuando las raíces de los nervios espinales atraviesan por debajo los agujeros intervertebrales (ILUSTRACIÓN 1.2). Cuando hablemos de la anatomía funcional y disfuncional de los distintos nervios craneales, resultará evidente la utilidad de este modelo.
Ilustración 1.1.
Nervios craneales vistos por debajo del encéfalo.
Ilustración 1.2.
Analogía entre los agujeros yugulares y los agujeros intervertebrales.
He aquí los nervios craneales:
I
Olfatorio (sensorial especial)
II
Óptico (sensorial especial)
III
Oculomotor (motor somático y visceral)
IV
Troclear (motor somático)
V
Trigémino (somatosensorial y motor somático)
VI
Motor ocular externo (motor somático)
VII
Facial (sensorial/motor somático y visceral)
VIII
Vestibulococlear (auditivo o acústico) (sensorial especial)
IX
Glosofaríngeo (sensorial/motor somático y visceral)
X
Vago (sensorial/motor somático y visceral)
XI
Accesorio (motor somático; ayuda al nervio vago)
XII
Hipogloso (motor somático)
Estudiaremos cada uno de los nervios craneales y sus sistemas respecto a las manifestaciones funcionales y disfuncionales y vulnerabilidades.
II. SISTEMA OLFATORIO
A. ANATOMÍA GENERAL
El nervio olfatorio (I) no es realmente un nervio periférico. Es un tracto de fibras del encéfalo que entra en la superficie inferior del lóbulo frontal. El par de nervios olfatorios surge de los receptores sensoriales localizados en la mucosa nasal de las fosas nasales superiores. Hay unas 20 fibras amielínicas a cada lado que discurren de estos receptores sensoriales a través de diminutos agujeros en la lámina cribosa del etmoides hasta los bulbos olfatorios del encéfalo (ILUSTRACIÓN 1.3). Las láminas cribosas del etmoides se ajustan en la escotadura etmoidal del hueso frontal entre las dos órbitas de los ojos (ILUSTRACIÓN 1.4).
Ilustración 1.3.
Paso de los nervios olfatorios por la lámina cribosa del etmoides.
Ilustración 1.4.
Fosa craneal anterior que incluye la lámina cribosa del etmoides.
Después de entrar en la sustancia del encéfalo por los bulbos olfatorios, estas fibras sensoriales forman su primera sinapsis. Las fibras amielínicas, que han ascendido desde las mucosas de las fosas nasales, establecen sinapsis con las fibras mielínicas del tracto olfatorio de los lóbulos frontales del encéfalo. Estos tractos olfatorios viajan a continuación en sentido posterior por la sustancia del encéfalo hasta las circunvoluciones paraterminal y del hipocampo. Aquí se produce otra unión sináptica con fibras que van a las áreas piriforme y del hipocampo del encéfalo. Estas conexiones se establecen a través de las estrías olfatorias lateral y medial.
Fibras asociadas conectan estas áreas con el tegmento mesencefálico, la protuberancia y el tálamo. También hay conexiones reflejas que permiten la comunicación entre el sistema olfatorio y los núcleos de los nervios trigémino (V), glosofaríngeo (IX), vago (X) e hipogloso (XII) (ILUSTRACIÓN 1.5).
B. FUNCIÓN Y DISFUNCIÓN
¿Qué sentido tiene toda esta anatomía? Cuando un olor (compuesto de diminutas partículas químicas, moléculas e iones) llega al techo de las fosas nasales, los receptores sensoriales de la mucosa nasal convierten la estimulación química en impulsos nerviosos. Para que los receptores sensoriales respondan al olor, la sustancia química debe disolverse en el líquido que segregan las mucosas. Si las partículas no entran a formar parte de la solución, los receptores no se activan. Una causa habitual de cierta pérdida de la agudeza del olfato es la sequedad nasal. Tal vez hayas notado cierta pérdida del olfato cuando el clima es muy seco o cuando utilizas agentes medicinales que sequen las mucosas nasales. Por supuesto, la nariz también debe estar despejada para que las partículas odoríferas lleguen a las fosas nasales superiores. Cuando se tiene un resfriado fuerte con rinitis (nariz moqueante) e hinchazón de los cornetes nasales, el acceso a las áreas sensoriales queda limitado y también se reduce el sentido del olfato.
Ilustración 1.5.
Representación esquemática del sistema olfatorio.
A medida que las fibras sensoriales ascienden formando fascículos desde las fosas nasales, cada fascículo queda envuelto por la duramadre y la piamadre. Las membranas durales son contiguas al periostio de los huesos nasales, y la piamadre es contigua al perineurio de los fascículos del tracto. Esta relación con la membrana dural es una posible fuente de interferencia con la transmisión de impulsos de los receptores del sentido del olfato al encéfalo. La membrana dural debe ser flexible, porque puede causar deformación mecánica y tensión anormal en los fascículos del nervio olfatorio. Puede quedar comprometido el sentido del olfato.
La membrana dural se inserta en el etmoides y el frontal. La interferencia mecánica de la libertad de movimiento de cualquiera de estos dos huesos puede provocar una tensión dural anormal y problemas secundarios en el sentido del olfato.
Los traumatismos en la nariz que generan tensión sobre las vainas durales también pueden interferir el sentido del olfato. Como la duramadre se convierte en el periostio de los huesos nasales, es fácil apreciar cómo una posición postraumática errónea de estos huesos puede causar tensión dural anormal.
1. Etmoides. Hay que tener en cuenta los efectos de la disfunción del vómer, etmoides, frontal y esfenoides en casos de deficiencia olfatoria. Las células olfatorias se localizan en el cornete superior y en el tabique superior del etmoides. Los fascículos del nervio olfatorio deben pasar sin interferencia a través de agujeros diminutos en la lámina cribosa del etmoides. Los bulbos olfatorios se hallan en la superficie superior del etmoides, laterales a la cresta etmoidal. La función normal del etmoides es esencial para la normalidad del sentido del olfato.
El etmoides es muy vulnerable a sufrir disfunción secundaria a problemas con el frontal, vómer o esfenoides (ILUSTRACIÓN 1.6).
Ilustración 1.6.
Vista sagital media de las estructuras óseas que afectan el nervio olfatorio.
El etmoides soporta la presión lateral del frontal, así como inmovilidad por flexión, extensión, torsión o compresión del frontal. Además, el frontal está a merced de tensiones anormales en la hoz del cerebro, procedentes de casi cualquier punto a lo largo del sistema de membranas verticales (UPLEDGER, 1983, CAPÍTULO 6).
2. Vómer. El vómer está sometido a la actividad del esfenoides. Presenta una articulación extensa con el etmoides, adyacente y delante de su articulación con el esfenoides. La articulación del vómer y el esfenoides tiene forma de tabique y rostro que sirve bien a su propósito, pero que también la vuelve muy vulnerable a la compresión. He visto muchos casos en los que un traumatismo facial c...

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