Terapia craneosacra I
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Terapia craneosacra I

John E. Upledger, Jon D. Vredevoogd

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Terapia craneosacra I

John E. Upledger, Jon D. Vredevoogd

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En el empleo de la terapia craneosacra en el diagnóstico y tratamiento requiere considerar al individuo como una totalidad integrada.En este primer volumen se presenta el concepto de craneosacro y se introduce la terminología básica de la disciplina: se detalla las habilidades palpatorias para detectar el ritmo craneosacro y las técnicas para modificarlo; se tratan las disfunciones y diagnósticos de la base del cráneo, del hueso temporal y del sistema neuromusculosquelético. También, mediante ilustraciones claras, se ayuda al lector a desarrollar y ampliar el sentido del tacto y aprender a palpar patrones sutiles de deformación.Este libro es de particular interés para aquellas personas implicadas en profesiones sanitarias que emplean las manos como herramientas diagnósticas o terapéuticas.

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Información

Editorial
Paidotribo
Año
2019
ISBN
9788499108728
Capítulo 1
Introducción al concepto craneosacro
El concepto craneosacro es una potente visión terapéutica enraizada en ciertas observaciones anatómicas, fisiológicas y terapéuticas. El empleo de la Terapia craneosacra en el diagnóstico y tratamiento requiere un punto de vista particular: considerar al individuo como una totalidad integrada.
Por desgracia, por razones educativas debemos separar inicialmente anatomía y fisiología del tratamiento, y exponer las distintas partes del cuerpo como apartados diferentes. Este enfoque lineal y artificial de lo que en realidad es un todo integrado necesita cierto grado de repetición. Los conceptos y técnicas aquí expuestos se modifican o se ven desde distintos ángulos en otros puntos del libro.
Como punto de partida, en el capítulo 1 presentaremos el concepto de ritmo craneosacro, también conocido como impulso rítmico craneal. Este capítulo, junto con las definiciones anatómicas y fisiológicas del capítulo 2, fundamentará los cimientos para el resto del libro.
EL SISTEMA CRANEOSACRO Y SU RELACIÓN CON OTROS SISTEMAS CORPORALES
El sistema craneosacro puede definirse como un sistema fisiológico funcional, reconocido recientemente. Las partes anatómicas del sistema craneosacro son:
1.Las meninges.
2.Las estructuras óseas en las que se insertan las meninges.
3.Otras estructuras de tejido conectivo íntimamente relacionadas con las meninges.
4.El líquido cefalorraquídeo.
5.Todas las estructuras relacionadas con la producción, reabsorción y contención del líquido cefalorraquídeo.
El sistema craneosacro está íntimamente relacionado, influye y está influido por:
1.El sistema nervioso.
2.El sistema musculosquelético.
3.El sistema vascular.
4.El sistema linfático.
5.El sistema endocrino.
6.El sistema respiratorio.
Las anomalías en la estructura o función de cualquiera de estos sistemas influyen en el sistema craneosacro. Las anomalías en la estructura o función del sistema craneosacro tendrán necesariamente efectos profundos y con frecuencia perniciosos sobre el desarrollo o función del sistema nervioso, en especial el encéfalo.
El sistema craneosacro aporta el «medio interno» para el desarrollo, crecimiento y eficacia funcional del encéfalo y la médula espinal desde el momento de la formación embrionaria hasta la muerte.
¿QUÉ ES EL RITMO CRANEOSACRO?
El sistema craneosacro se caracteriza por una actividad móvil y rítmica que se mantiene de por vida. Este ritmo craneosacro se manifiesta en el hombre, en otros primates, cánidos, felinos y probablemente todos o casi todos los vertebrados. Se diferencia claramente de los movimientos fisiológicos relacionados con la respiración, y también de la actividad cardiovascular. Tal vez sea el mecanismo fundamental o relacionado con el fenómeno de Traube-Herring, que ha sido observado pero no explicado adecuadamente. El movimiento rítmico craneosacro se palpa directamente en la cabeza. Con práctica y el desarrollo de habilidades para la palpación, también se percibe en cualquier parte del cuerpo.
La frecuencia normal del ritmo craneosacro de los seres humanos es de 6 a 12 ciclos por minuto. (No debe confundirse con el ritmo alfa del encéfalo, que presenta entre 8 y 12 ciclos por segundo). En circunstancias patológicas, hemos observado frecuencias en el ritmo craneosacro de menos de 6 y más de 12 ciclos por minuto.
Durante el verano de 1979, uno de los autores (Upledger) tuvo el privilegio de examinar varios casos de coma profundo en el Instituto Loewenstein de Ra’-anana, Israel. No estábamos específicamente interesados en el ritmo craneosacro. En varios casos, el coma por anoxia y lesiones intracraneales que afectaba el encéfalo provocó en su mayoría una reducción del ritmo craneal hasta 3 ó 4 ciclos por minuto. Unos pocos casos de coma causados por sobredosis medicamentosa presentaron un ritmo craneal superior a 12 ciclos por minuto. Estos ritmos se tomaron mediante palpación de la cabeza de los pacientes.
OBSERVACIONES DEL RITMO CRANEOSACRO
Se ha observado que los niños hipercinéticos presentan frecuencias de ritmo craneosacro anormalmente rápidas, al igual que los pacientes que padecen enfermedades agudas con fiebre. Moribundos y pacientes con lesiones cerebrales suelen presentar frecuencias rítmicas anormalmente bajas. A medida que mejora el estado clínico, las frecuencias rítmicas se aproximan a la amplitud normal.
En circunstancias no patológicas, la frecuencia del ritmo craneosacro es muy estable. No fluctúa como lo hace la frecuencia del ritmo de los sistemas cardiovascular y respiratorio como respuesta al ejercicio, a las emociones, al descanso, etc. Por tanto, parece ser un criterio fiable para la evaluación de procesos patológicos.
En circunstancias razonablemente normales, esta actividad rítmica se manifiesta en el sacro como un balanceo sobre un eje transverso localizado aproximadamente 2,54 cm por delante del segundo segmento sacro. El balanceo del sacro mantiene una correlación rítmica con el ensanchamiento o estrechamiento del diámetro transversal de la cabeza. A medida que se ensancha la cabeza, el vértice del sacro se mueve en dirección anterior. Esta fase del movimiento se denomina flexión del sistema craneosacro. El movimiento correlativo a la flexión es la extensión. La base del sacro se mueve anteriormente mientras el vértice del sacro lo hace posteriormente.
Durante la fase de flexión del ritmo craneosacro, todo el cuerpo rota externamente y se ensancha. Durante la fase de extensión, el cuerpo rota internamente y parece estrecharse un poco. Un ciclo completo del ritmo craneosacro se compone de una fase de flexión y otra de extensión. Hay una zona neutra o de relajación entre el final de una fase y el inicio de la siguiente fase de cada ciclo. La zona neutra se percibe como una pausa breve que sigue a la vuelta de una amplitud extrema de una fase, y antes de que las fuerzas fisiológicas inicien la fase opuesta del movimiento (ILUSTRACIÓN 1.1A).
Ilustración 1.1A.
Representación del ritmo craneosacro normal.
Los terapeutas expertos son capaces de palpar el ritmo craneosacro en cualquier parte del cuerpo. Valiosa información diagnóstica y pronóstica puede reunirse con rapidez palpando la frecuencia, amplitud, simetría y calidad del ritmo craneosacro. Este potencial diagnóstico quedó probado en el Instituto Loewenstein cuando se examinaron pacientes neurológicos con las técnicas de evaluación del ritmo craneosacro, y se sugirieron diagnósticos sin más datos sobre los pacientes. Mediante la exploración directa de cambios en el ritmo craneosacro, pudimos localizar con precisión niveles de la médula espinal responsables de paraplejías y tetraplejías en casos de poliomielitis, síndrome de Guillain-Barré, tumor medular y sección de la médula espinal por traumatismo. También pudimos localizar problemas neurológicos en el cráneo que se debieron a hemorragia cerebral, trombosis y tumor.
Se observó que el ritmo craneosacro se situaba entre 20 y 30 ciclos por minuto en esas porciones del cuerpo que ya no estaban bajo la influencia de los centros superiores del sistema nervioso central. Por tanto, mediante la palpación para determinar el nivel vertebral del cambio del movimiento rítmico en la musculatura paravertebral, también se determina el nivel de lesión de la médula espinal. La función de la médula se ve interrumpida unos dos segmentos por encima del cambio palpable en el ritmo de los músculos paravertebrales.
Los músculos denervados se mueven rítmicamente entre 20 y 30 ciclos por minuto, mientras que los músculos inervados se mueven fisiológicamente en correspondencia con el ritmo craneosacro (6 a 12 ciclos por minuto es normal).
Un ritmo craneosacro de baja amplitud manifiesta una nivel bajo de vitalidad en el paciente; es decir, la resistencia del paciente es escasa, y de ahí que la susceptibilidad a sufrir enfermedades sea alta.
En ocasiones, la frecuencia craneosacra, palpada en la cabeza, es el doble de lo normal y la amplitud es baja, si bien la energía interna que mantiene el sistema craneosacro parece bastante alta. Interpretamos este dato como indicador de que el límite del sistema hidráulico, que son las meninges del sistema craneosacro, está restringido y no consigue acomodarse al ritmo craneosacro. Por tanto, la frecuencia se dobla mientras la amplitud se reduce aproximadamente un 50%. Esta situación mantiene una distancia normal de movimiento por minuto (ILUSTRACIÓN 1.1B). A menudo encontramos esta situación en casos de problemas inflamatorios que en la actualidad afectan, o lo hicieron en el pasado, las meninges y/o el sistema nervioso central. Con frecuencia también hallamos esta anomalía clínica en autistas. Esto tal vez signifique que el autismo es el resultado de un problema fisiológico previo que afectó las meninges, y que las volvió menos flexibles.
La falta de simetría en el ritmo craneosacro por todo el cuerpo es un indicador que se emplea para localizar problemas patológicos de cualquier tipo y que causan pérdida de movimiento fisiológico, como una lesión osteopática del sistema musculosquelético (disfunción somática), respuestas inflamatorias, adherencias, traumatismos con cicatriz, cicatrices quirúrgicas, accidentes vasculares, etc. Aunque la asimetría del movimiento no determine el problema, sí señala su localización. Una vez localizado, hay que pasar a otros métodos diagnósticos para determinar la naturaleza patológica exacta del problema. El restablecimiento del ritmo craneosacro simétrico en el área de restricción se emplea como herramienta pronóstica. A medida que se elimina la asimetría y se restablece el movimiento fisiológico normal, tal vez se haga una predicción fiable de que el problema se está solucionando o se ha resuelto.
Ilustración 1.1B.
Representación del ritmo craneosacro: efecto de las barreras.
PAPEL DE LA FASCIA CORPORAL
Se puede considerar la fascia corporal como una vaina laminada móvil, ininterrumpida de la cabeza a los pies, de tejido conjuntivo que reviste y envuelve (entre láminas) todas las estructuras somáticas y viscerales del cuerpo humano. Teniendo presente este modelo, resulta evidente que cualquier pérdida de movilidad de este tejido en un área específica puede ayudar a localizar el proceso patológico que ha causado esa falta de movilidad. Por varios medios, probablemente a través del sistema nervioso, este sistema fascial suele mantenerse en constante movimiento en correspondencia con el ritmo craneosacro. Mediante conexiones directas y puntos óseos comunes de inserción, la fascia extradural y las meninges están interrelacionadas y son interdependientes en lo que a su movimiento se refiere. Por tanto, la cantidad de información diagnóstica y pronóstica que puede obtenerse de la exploración de la movilidad o restricción fascial sólo queda limitada por la habilidad para la palpación y los conocimientos anatómicos del examinador. La atención se dirige a la frecuencia, amplitud, simetría y calidad del ritmo craneosacro y su reflejo en todo el cuerpo.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Mientras todavía se cuestiona el origen del ritmo craneosacro, la teoría de que el cráneo se mueve constantemente en condiciones normales no es nueva. Se dio a conocer a la profesión osteopática hace más de 50 años.
MODELO DE SUTHERLAND
Mientras cursaba estudios en la American School of Osteopathy en Kirksville (Missouri), a comienzos de la década de 1900, William G. Sutherland quedó fascinado por la estructura anatómica de los huesos del cráneo humano. Le pareció que habían sido concebidos para moverse, a pesar de que le habían enseñado que en los adultos normales los huesos del cráneo están sólidamente fusionados mediante su calcificación y que el movimiento era, por tanto, imposible. Se decía que las únicas excepciones a esta condición de inmovilidad en el cráneo humano se hallan en los diminutos huesos móviles del oído y en las articulaciones temporomandibulares. Los anatomistas enseñaron a Sutherland, tal y como muchos lo siguen haciendo hoy en día, que el cráneo sólo tiene funciones protectoras y hematopoyéticas.1
Imbuido de la profunda convicción de que todas las estructuras de la naturaleza tienen un propósito, Sutherland llegó al convencimiento de que los huesos del cráneo debían moverse unos respecto a otros durante la vida normal. Ciertamente, el estudio detallado del cráneo humano y sus suturas muestra la posibilidad potencial de un movimiento craneal interóseo.
Cuando Sutherland se familiarizó con el movimiento del cráneo mediante experimentación consigo mismo, comenzó a experimentar con otros usando la palpación suave de sus cabezas. Pronto fue capaz de percibir movimientos rítmicos mínimos del cráneo de humanos de distintas edades. Un hallazgo correlativo inicial fue el movimiento palpable del sacro en sincronía con el movimiento del cráneo.
Sutherland explicó la sincronía rítmica del movimiento entre el cráneo y el sacro sobre la base de la continuidad de la duramadre del tubo dural espinal que conecta firmemente el occipital con el sacro mediando pocas inserciones óseas significativamente restrictivas. Razonó que el movimiento del occipital en la inserción dural del agujero magno debía influir necesariamente en el movimiento fisiológico del sacro y viceversa, excepto en procesos patológicos restrictivos.
A continuación elaboró un modelo que colocaba el esfenoides como piedra angular del cráneo óseo. El esfenoides aporta la fuerza conductora que se transmite al resto del cráneo a través de sus relaciones articulares con occipital, temporales, parietales, frontal, etmoides, vómer, palatinos y cigomáticos. (Existe también una relación articular inconstante del maxilar superior con el esfenoides.) Del análisis de este modelo, resulta evidente que una fuerza que mueva el esfenoides debe generar necesariamente movimiento en todos los otros huesos con los que se articula. Huesos como la mandíbula, con el cual no tiene articulación directa el esfenoides, sufren la influencia indirecta del esfenoides a través de los temporales y otros huesos. El esfenoides influye en los maxilares superiores mediante el vómer y los palatinos. Desde un punto de vista mecánico, es bastante plausible este modelo de relaciones interóseas con el esfenoides como fuerza conductora.
Varias han sido las dudas sobre la posibilidad de movimiento en la articulación esfenobasilar de los humanos adultos, si bien el movimiento en esta articulación forma parte esencial del modelo de funcionamiento de Sutherland. Al comienzo de la vida embrionaria, la articulación esfenobasilar es una sincondrosis. Se localiza justo posterior a la silla turca y anterior al agujero magno, donde la proyección posterior del cuerpo del esfenoides se une con la proyección anterior de la base del occipital. Es...

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