La interpretación de los sueños
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La interpretación de los sueños

Sigmund Freud, Alfredo Brotons Muñoz

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La interpretación de los sueños

Sigmund Freud, Alfredo Brotons Muñoz

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En 1899 Freud publicaba por primera vez la obra que sería considerada como la más importante, representativa e influyente de su toda su producción: La interpretación de los sueños. Con ella daba inicio a una nueva disciplina, el psicoanálisis, que proponía el modo a través del cual acceder al inconsciente tomando elementos de las experiencias vividas. Por primera vez se introdujo el concepto del Yo y los sueños fueron objeto de un estudio científico. Gracias al método propuesto por Freud, pudieron interpretarse los contenidos de aquellos, generalmente como la representación de deseos latentes.La interpretación de los sueños es un libro fundamental para quienes quieran conocer o profundizar en las teorías del padre de psicoanálisis.

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Información

Año
2013
ISBN
9788446038184
Edición
1
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis
VI
El trabajo onírico
Todos los demás intentos hechos hasta ahora para solucionar los problemas de los sueños enlazaban directamente con el contenido onírico manifiesto dado en el recuerdo y se esforzaban por extraer de este la interpretación de los sueños, o bien, cuando renunciaban a una interpretación, por fundamentar su juicio sobre los sueños remitiendo al contenido onírico. Nosotros somos los únicos en plantearnos una situación diferente; para nosotros, entre el contenido onírico y los resultados de nuestra indagación se inserta un nuevo material psíquico: el contenido onírico latente o los pensamientos oníricos obtenidos gracias a nuestro procedimiento. Es este último contenido onírico, no el manifiesto, a partir del cual desarrollamos la solución de los sueños. Por eso se nos presenta también como una nueva tarea antes no existente la de investigar las relaciones del contenido onírico manifiesto con los pensamientos oníricos latentes y averiguar por qué procesos ha surgido de los últimos el primero.
Los pensamientos oníricos y el contenido onírico se nos ofrecen como dos versiones del mismo contenido en dos idiomas distintos o, mejor dicho, el contenido onírico se nos aparece como una traslación de los pensamientos oníricos a otro modo de expresión cuyos signos y leyes de funcionamiento hemos de aprender mediante la comparación del original con la traducción. Los pensamientos oníricos nos resultan sin más comprensibles en cuanto los descubrimos. El contenido onírico se da, por así decir, como un jeroglífico cada uno de cuyos signos se ha de trasladar al lenguaje de los pensamientos oníricos. Evidentemente, se cometería una equivocación si estos signos se quisieran leer según su valor en cuanto imágenes en lugar de según su referencia simbólica. Tengo ante mí un enigma en imágenes (un jeroglífico de prensa): una casa sobre cuyo tejado puede verse una barca, luego una letra, luego una figura descabezada corriendo, etc. Ahora bien, yo podría incurrir en la crítica de explicar esta yuxtaposición y sus componentes como carentes de sentido. Una barca está fuera de lugar sobre un tejado, y una persona decapitada no puede correr; además, la persona es más grande que la casa, y si el conjunto ha de representar un paisaje, no encajan las letras, que en la naturaleza libre no se dan. Evidentemente, la apreciación correcta del jeroglífico sólo se produce cuando no elevo tales objeciones contra el conjunto y los detalles de este, sino que me esfuerzo por sustituir cada imagen por una sílaba o una palabra que la imagen pueda representar según tal o cual relación. Las palabras así reunidas ya no carecen de sentido, sino que pueden dar como resultado la frase poética más bella y rica en sentidos. Pues bien, el sueño es uno de esos jeroglíficos, y nuestros predecesores en el campo de la interpretación de los sueños han cometido el error de considerar el jeroglífico como una composición gráfica. En cuanto tal, les parecía carente de sentido y de valor.
A. El trabajo de condensación
Lo primero que la comparación entre el contenido onírico y los pensamientos oníricos le deja claro al investigador es que aquí se ha llevado a cabo un gran trabajo de condensación. Los sueños son concisos, pobres y lacónicos por comparación con la extensión y la riqueza de los pensamientos oníricos. Un sueño, transcrito, llena media página; el análisis en el cual se contienen los pensamientos oníricos ha menester seis, ocho o doce veces más espacio. La proporción varía según los diferentes sueños; hasta donde lo he podido controlar, no cambia nunca su sentido. Por lo general, el grado de compresión se subestima, pues los pensamientos oníricos sacados a la luz se toman por todo el material, cuando si se prosigue el trabajo de interpretación se pueden descubrir nuevos pensamientos detrás del sueño. Ya hemos indicado antes que, propiamente hablando, nunca se puede estar seguro de haber interpretado por entero un sueño; aunque la resolución parezca satisfactoria y sin lagunas, siempre resulta posible que el mismo sueño revele aún otro sentido. La cuota de condensación es por consiguiente –rigurosamente hablando– indeterminable. Contra la afirmación de que de la desproporción entre contenido onírico y pensamientos oníricos cabe concluir que en la formación de los sueños se produce una considerable condensación del material psíquico, podría objetarse que en una primera impresión parece sumamente plausible. Con harta frecuencia tenemos la sensación de haber soñado mucho a lo largo de toda la noche y luego haber olvidado de nuevo la mayor parte. El sueño que al despertar recordamos sería entonces meramente un resto de todo el trabajo onírico, el cual igualaría sin duda en amplitud a los pensamientos oníricos si justamente pudiésemos recordarlos en su totalidad. Una parte de esto es seguramente cierta: no anda descaminada la observación de que cuando más fielmente se reproduce un sueño es cuando se lo intenta recordar nada más despertar y conforme se aproxima la noche su recuerdo va llenándose de más y más lagunas. Pero, por otro lado, se puede comprobar que la sensación de haber soñado mucho más de lo que se puede reproducir se basa muy a menudo en una ilusión cuyo origen se tratará más adelante. Además, la hipótesis de una condensación en el trabajo onírico no se ve afectada por la posibilidad del olvido de los sueños, pues queda demostrada por las masas de representaciones pertenecientes a cada uno de los fragmentos del sueño conservados. Si realmente una gran parte del sueño se ha perdido para el recuerdo, con ello se nos cierra tal vez el acceso a una nueva serie de pensamientos oníricos. Nada justifica la expectativa de que los fragmentos oníricos desaparecidos no se habrían referido igualmente sino a aquellos pensamientos que ya conocemos por el análisis de los conservados[1].
A la vista de la sobreabundante cantidad de ocurrencias que el análisis aporta a cada elemento individual del contenido onírico, surgirá en no pocos lectores la duda sobre una cuestión de principio: si todo, pues, lo que a uno se le ocurre retrospectivamente en el análisis se puede contar entre los pensamientos oníricos, esto es, si se puede suponer que todos estos pensamientos ya estaban activos mientras se dormía y habrían contribuido a la formación del sueño; si no es más bien durante el análisis cuando nacen nuevas conexiones de pensamientos que no participaron en la formación del sueño. Sólo condicionalmente puedo unirme a esta duda. Que algunas conexiones de pensamientos surgen por primera vez durante el análisis es, desde luego, cierto; pero uno siempre puede convencerse de que tales nuevas conexiones sólo se establecen entre pensamientos que ya se hallaban conectados de otra manera en los pensamientos oníricos; las nuevas conexiones son, por así decir, corolarios, cortocircuitos, posibilitados por la existencia de otras y más profundas vías de conexión. Por lo que se refiere a la mayor parte de las masas de pensamientos descubiertas en el análisis, debe admitirse que ya estaban activas en la formación del sueño, pues cuando se ha seguido una cadena de tales pensamientos que parecen exentos de todo nexo con la formación del sueño, entonces se tropieza súbitamente con una idea que, representada en el contenido onírico, es indispensable para la interpretación de los sueños y no era accesible más que a través de esa cadena de pensamientos. Véase a este respecto, p. e., el sueño de la monografía botánica, que parece el resultado de una asombrosa operación de condensación, aunque no hemos comunicado completamente su análisis.
Pero ¿cómo entonces ha uno de representarse el estado psíquico mientras se duerme antes de soñar? ¿Están todos los pensamientos oníricos juntos, se recorren uno tras otro, o, a partir de diversos centros, se constituyen varias ilaciones simultáneas de pensamientos que luego convergen? En mi opinión, no hay ninguna necesidad de crearse una representación plástica del estado psíquico en la formación de los sueños. Basta con no olvidar que se trata de pensamiento inconsciente y que fácilmente el proceso puede ser distinto del que percibimos en nosotros en la reflexión deliberada acompañada de consciencia.
Pero el hecho inamovible es que la formación de los sueños se basa en una condensación. Ahora bien: ¿cómo se lleva a cabo esta condensación?
Si se pondera que de los pensamientos oníricos hallados sólo una minoría queda representada en los sueños por uno de sus elementos de representación, debería concluirse que la condensación se produce por la vía de la exclusión, no siendo los sueños fieles traducciones o proyecciones punto por punto de los pensamientos oníricos, sino una reproducción de estos sumamente incompleta y llena de lagunas. Esta concepción es, como pronto constataremos, muy equivocada. Pero tomémosla como base de partida y a continuación preguntémonos: si al contenido onírico sólo llegan pocos elementos de los pensamientos oníricos, ¿qué condiciones determinan la selección de estos?
Ahora bien, para aclarar esto préstese atención a los elementos del contenido onírico que tienen que haber cumplido las condiciones buscadas. El material más propicio para esta investigación será un sueño a cuya elaboración ha contribuido una condensación particularmente enérgica. Elijo el comunicado en las pp. 184 s.:
i
«Sueño de la monografía botánica»
Contenido onírico: He escrito una monografía sobre una especie botánica (no especificada). El libro ante mí, estoy justamente volviendo una página que contiene una lámina color plegada. El ejemplar lleva pegado un espécimen desecado de la planta.
El elemento más patente de este sueño es la monografía botán...

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