Filosofía del sur
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Filosofía del sur

Descolonización y transmodernidad

Enrique Dussel

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Descolonización y transmodernidad

Enrique Dussel

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"La obra de Enrique Dussel (Argentina, 1934) se ha destacado por cuestionar radicalmente el protagonismo de la filosofía eurocéntrica. En su propuesta –construida a través de cinco décadas– se ofrece un sitio a todas las tradiciones de pensamiento y a los "excluidos" en el diálogo internacional contemporáneo. De esta forma, los textos amerindios, el pensamiento árabe y la narrativa del África bantú se separan de su carácter "exótico" y se ofrecen como esquemas críticos, con razonamientos que parten de una realidad específica para hacer comprensible la conformación compleja del mundo actual.Con una renovadora lectura de Pablo de Tarso, Hegel, Benjamin, Levinas y Žižek (por mencionar algunos nombres), este libro constituye una síntesis de las principales aportaciones de Dussel en el campo de la descolonización filosófica y la política de liberación. Asimismo, expone su perspectiva en cuanto a las relaciones de poder hacia un mundo transmoderno –más allá de la Modernidad centrada en Europa– y ofrece algunos de los diálogos que el autor ha sostenido con la obra de Marx y marxistas reconocidos.Gracias a esta reunión, el lector conformará una idea sólida de los temas que se han fermentado en escenarios internacionales; todos resultado de un pensamiento crítico sin precedentes, que surge de la novedad misma de la historia inmediata de muchos pueblos. Éste es un panorama abierto al trabajo de un escritor que parte de la realidad concreta y abre camino hacia lo inesperado, hacia lo nuevo."

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Información

Año
2017
ISBN
9786079753733
Capítulo 1
Una Nueva Edad mundial en la historia
de la filosofía
[1]
Intentaremos pensar un tema que creo deberá ocupar buena parte del siglo xxi: la aceptación, por parte de cada una de las tradiciones filosóficas regionales (europea, norteamericana, china, hindú, árabe, africana, latinoamericana, etc.) del sentido de las temáticas, del valor y la historia de las demás tradiciones. Sería la primera vez en la historia de la filosofía que las diversas tradiciones se dispongan para un auténtico y simétrico diálogo, gracias al cual aprenderían muchos aspectos desconocidos o más desarrollados en otras tradiciones. Además, ésta sería la clave para la comprensión del contenido de las otras culturas hoy presentes en la vida cotidiana de toda la humanidad, por los gigantescos medios de comunicación que permiten en el instante recibir noticias de otras culturas de las que no se tiene un mínimo conocimiento. Será éste un proceso de mutuo enriquecimiento filosófico que exige situarse éticamente, reconociendo a todas las comunidades filosóficas de otras tradiciones con iguales derechos de argumentación, superando así un moderno eurocentrismo hoy imperante, que lleva a la infecundidad, y frecuentemente a la destrucción de notables descubrimientos de otras tradiciones.
1. Los núcleos problemáticos universales
Llamaremos núcleos problemáticos universales al conjunto de preguntas fundamentales (es decir, ontológicas) que el Homo sapiens debió hacerse llegado a su madurez específica. Dado su desarrollo cerebral, con capacidad de conciencia, auto-conciencia, desarrollo lingüístico, ético (de responsabilidad sobre sus actos) y social, el ser humano enfrentó la totalidad de lo real para poder manejarla, a fin de reproducir y desarrollar la vida humana comunitaria. El desconcierto ante las posibles causas de los fenómenos naturales que debía enfrentar y lo imprevi­sible de sus propios impulsos y comportamientos lo llevó a hacer preguntas en torno a algunos núcleos problemáticos, tales como: ¿Qué son y cómo se comportan las cosas reales en su totalidad; desde los fenómenos astronómicos hasta la simple caída de una piedra o la producción artificial del fuego? ¿En qué consiste el misterio de la propia subjetividad, el yo, la interioridad humana? ¿Cómo puede pensarse el hecho de la espontaneidad humana, la libertad, el mundo ético y social? Y al final, ¿cómo puede interpretarse el fundamento último de todo lo real, del universo? —lo que levanta la pregunta sobre lo ontológico en aquello de que “¿Por qué el ser y no más bien la nada?”—. Estos núcleos problemáticos debieron inevitablemente hacerse presentes cuestionando a todos los grupos humanos desde el más antiguo Paleolítico. Son núcleos problemáticos racionales o preguntas, entre muchas otras, de los porqués universales que no pueden faltar en ninguna cultura o tradición.
El contenido y el modo de responder a estos núcleos desatan, lanzan, disparan desarrollos muy diversos de narrativas racionales, si por racionales se entiende el simple “dar razones” o fundamentos que intentan interpretar o explicar los fenómenos, es decir, lo que “aparece” en el nivel de cada uno de esos núcleos.
2. El desarrollo racional de las narraciones míticas
La humanidad, siempre e inevitablemente, sea cual fuere el grado de su desarrollo y en sus diversos componentes, expuso lingüísticamen­te las respuestas racionales (es decir, dando fundamento, el que fuera, mientras no sea refutado) a dichos núcleos problemáticos por medio de un proceso de “producción de mitos” (una mito-poiésis). La producción de mitos fue el primer tipo racional de interpretación o explicación del entorno real (del mundo, de la subjetividad, del horizonte práctico ético, o de la referencia última de la realidad que se describió simbólicamente).
Los mitos, narrativas simbólicas entonces, no son irracionales ni se refieren sólo a fenómenos singulares, tienen un “doble sentido”, lo cual exige para su comprensión todo un proceso hermenéutico que descubre las razones. En este sentido son racionales y contienen significados universales (por cuanto se refieren a situaciones repetibles en todas las circunstancias) y están construidos con base en conceptos (categorizaciones cerebrales de mapas cerebrales que incluyen millones de grupos neuronales, por las que se unifican en su significado múltiples fenómenos empíricos y singulares que enfrenta el ser humano).
Los numerosos mitos, que se ordenan en torno a los núcleos problemáticos antes mencionados, se guardan en la memoria de la comunidad; al comienzo por tradición oral, y desde el tercer milenio a.C., ya escritos, donde serán colectados, recordados e interpretados por comunidades de sabios que se admiran ante lo real, “pero el que no halla explicación y se admira reconoce su ignorancia, por lo que el que ama el mito (filómythos) es como el que ama la sabiduría (filósofos)”, según la expresión de Aristóteles.[2] Nacen así las “tradiciones” míticas que dan a los pueblos una explicación con razones de las preguntas más arduas que acuciaban a la humanidad, y que hemos denominado núcleos problemáticos. Pueblos tan pobres y sencillos como los tupinambá del Brasil, estudiados por Lévy-Strauss, cumplían sus funciones en todos los momentos de sus vidas gracias al sentido que les otorgaban sus numerosísimos mitos.
Las culturas, al decir de Paul Ricoeur, tienen por su parte un “núcleo ético-mítico”,[3] es decir, una “visión del mundo” (Weltanschauung) que interpreta los momentos significativos de la existencia humana y los guía éticamente. Por otra parte, ciertas culturas (como la china, la indostánica, la mesopotámica, la egipcia, la azteca, la árabe, la helénica, la romana, la rusa, la inca, etc.) alcanzaron, debido a su dominio político, económico y militar, una extensión geopolítica que subsumió a otras culturas. Éstas, con cierta universalidad, superpusieron sus estructuras míticas a las de las culturas subalternas y esta dominación cultural es constatada por la historia en todo su desarrollo.
En estos choques culturales, ciertos mitos perdurarán en las etapas posteriores (aún en la edad de los discursos categoriales filosóficos y de la ciencia de la misma Modernidad, hasta el presente). Nunca desaparecerán todos los mitos, porque algunos siguen teniendo sentido, como bien lo anota Ernst Bloch en su obra El principio esperanza.[4]
3. El nuevo desarrollo racional de los discursos con categorías filosóficas
Se nos tiene acostumbrados, en referencia al pasaje del mythos al lógos (dando en este ejemplo a la lengua griega una primacía que pondremos inmediatamente en cuestión), a verlo éste como un salto que parte de lo irracional y alcanza lo racional; de lo empírico concreto a lo universal; de lo sensible a lo conceptual. Esto es falso. Dicho pasaje se cumple de una narrativa con un cierto grado de racionalidad a otro discurso con un grado diverso de racionalidad. Es un progreso en la precisión unívoca, en la claridad semántica, en la simplicidad, en la fuerza conclusiva de la fundamentación, pero es una pérdida de los muchos sentidos del símbolo que pueden ser hermenéuticamente redescubiertos en momentos y lugares diversos (característica propia de la narrativa racional mítica). Los mitos prometéico o adámico[5] siguen teniendo significación ética en el presente.
Entonces el discurso racional unívoco o con categorías filosóficas, que puede de alguna manera definir su contenido conceptual sin recurrir al símbolo (como el mito), gana en precisión pero pierde en sugestión de sentido. Éste es un avance civilizatorio importante, en que se abre camino la posibilidad de efectuar actos de abstracción, de análisis, de separación de los contenidos semánticos de la cosa o del fenómeno observado, del discurso, y en la descripción y explicación precisa de la realidad empírica, para permitir al observador un manejo más eficaz en vista de la reproducción y desarrollo de la vida humana en comunidad.
La mera sabiduría, entendida como la capacidad para exponer con orden los diversos componentes de las respuestas a los núcleos problemáticos indicados, se torna ahora como el contenido de un “oficio” social diferenciado que se ocupa del esclarecimiento, exposición y desarrollo de la dicha sabiduría. En una sociología de la filosofía, las comunidades de filósofos forman agrupaciones diferenciadas de los sacerdotes, artistas, políticos, etc. Los miembros de estas comunidades de sabios, ritualizados, constituyendo “escuelas de vida” estrictamente disciplinadas (desde el calmécac azteca hasta la academia ateniense o los sabios de la ciudad de Menfis en el Egipto del milenio III a.C.), fueron los llamados “amantes de la sabiduría” (philo-sóphoi) entre los griegos. En su sentido histórico, los “amantes de los mitos” eran también y estrictamente “amantes de la sabiduría”, y por ello los que posteriormente serán llamados filósofos deberían más bien ser denominados filo-lógos, si por lógos se entiende el discurso racional con categorías filosóficas, que ya no usan los recursos de la narrativa simbólica mítica, sino de manera excepcional y a modo de ejemplo, para ejercer sobre ellos una hermenéutica filosófica.
Este comenzar a dejar atrás la pura expresión racional mítica y depurarla del símbolo para, semánticamente, dar a ciertos términos o palabras una significación unívoca, definible, con contenido conceptual fruto de una elaboración metódica, analítica, que puede ir del todo a las partes para fijar gradualmente su signi...

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