Miradas en torno al problema colonial
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Miradas en torno al problema colonial

Pensamiento anticolonial y feminismos descoloniales en los Sures globales

Karina Ochoa Muñoz, Karina Ochoa Muñoz

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Miradas en torno al problema colonial

Pensamiento anticolonial y feminismos descoloniales en los Sures globales

Karina Ochoa Muñoz, Karina Ochoa Muñoz

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El problema colonial es uno, y las experiencias de transformación son múltiplesContra la colonialidad no hay antídoto, sino resistencias. La presente es una reunión de aportes reflexivos diversos que comparten un carácter como prácticas transformadoras (en palabras de Sylvia Marcos). Su base crítica son los feminismos descoloniales que, con sus —finos y corrosivos— aparatos críticos y sentipensantes ensanchan las grietas en los constructos de poder hegemónicos para observar la realidad en otras latitudes.El objetivo principal es reinscribir lo político en lo cotidiano para leerlo desde la óptica descolonial. Es con este fin que se presentan conceptos como el de colonialidad del género, formulado por María Lugones —y retomado en esta compilación por Breny Mendoza—, o el de esquizofrenia de la subalternidad, acuñado por Pastora Filigrana, que señala la incongruencia que niega derechos a la cultura gitana pero la utiliza como bandera en el mercado turístico español.Un puente articulador de experiencias se tiende en estas páginas, donde se incluyen apuestas descoloniales y anticoloniales, sabiendo que el problema colonial es uno y las experiencias de resistencia y transformación son múltiples. "La alianza [como dice Natalia Cabanillas] no emerge de las demandas en común, sino del sincero deseo de ser más fuertes juntas".

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Información

Año
2020
ISBN
9788446048503
CAPÍTULO V
Institucionalizar el cuidado comunitario: Redefiniendo lo público
Natalia Cabanillas[1]
INTRODUCCIÓN
El presente texto debate la “construcción de comunidades” promovida por la organización de mujeres musulmanas, Mustadafim Foundation (MF), situada en los Cape Flats, periferia de Ciudad del Cabo, Sudáfrica.[2] Aborda la institucionalización del cuidado comunitario, ejercicio de derechos y acceso a recursos para mujeres Negras.[3] Las políticas de cuidado promovidas por MF desafían el orden racial-sexual vigente en varios niveles, incluso cuando se presentan como aparentemente despolitizadas; en ese sentido, crean espacios simbólicos, políticos y físicos para el ejercicio de derechos y acceso a recursos, en una construcción artesanal de la ciudadanía (Sophie Oldfield, Elaine Salo y Ann Schlyter, 2011).
MUSTADAFIN FOUNDATION: UN LUGAR EN EL MAPA, UN LUGAR EN LA HISTORIA
Desde el boom editorial y académico de los estudios de género en y sobre Sudáfrica (1994 hasta la actualidad), mucho se ha escrito sobre las organizaciones feministas y de mujeres sudafricanas. Mustadafin (MF) es una de las mayores y más duraderas organizaciones de mujeres de la Provincia del Cabo Occidental, y posee un extenso trabajo capilar. Esta relevancia contrasta con el mutismo académico sobre su existencia histórica y sociológica: por ejemplo, su nombre, Mustadafin, no aparece en los buscadores de los dos journals feministas más importantes del país: Feminist Africa Journal y Agenda. Es mencionada tangencialmente en estudios sobre el Islam en Sudáfrica, como en las tesis doctorales de Sindre Bangstad (2007) y Ala Rabiha Hourani (2015); en las investigaciones de Adam Habib y Brij Maharaj sobre organizaciones de ayuda mutua y alivio de la pobreza (2008). Feministas locales hablan de MF sólo cuando son interpeladas: “¡Ahhh, toda una leyenda!” Refiriéndose a la capacidad de “hacer que las cosas pasen” de la organización. Fuera del mundo activista, también vecinos/as de los Cape Flats usualmente conocen la organización. Una de sus voluntarias sonríe: “tenemos esa reputación: podemos cocinar 400 ollas de 100 litros cada una en cualquier momento”. Su directora, Ghairunisa Johnstonne confirma: “si hay una inundación, un incendio, primero entramos nosotras, después el gobierno” (2015).
Hoy día, MF desarrolla un conjunto de programas orientados por la filosofía del Islam y ejecutados por mujeres musulmanas que “trabajan para sus comunidades”[4] en las áreas de alimentación, salud, educación, desarrollo comunitario y juventud. Históricamente, MF surgió en 1986, en Hannover Park, cuando un grupo de mujeres activistas comunitarias y estudiantiles organizó refugios para mujeres y niños/as víctimas de la violencia estatal y de las gangues (pandillas). MF nace asociada a la lucha contra el apartheid, lo que les valió antipatías, miedos, exilios internos y recelos: “no tuvimos mucho apoyo de la comunidad [islámica india], porque nadie quería asociarse con las problemáticas” (Jonhstonne, 2015). La represión estatal alcanzó su máxima dureza en los años ochenta, periodo conocido como “la guerra”, en esos términos es mencionada por Heidi Grunebaum (2012) y por las activistas que escriben en la compilación de Shirley Grunn y Sinazo Krwala (2008).
Ghairunisa Jonhstonne (2015) —nacida en una familia de activistas— recuerda que: “tanta gente pasaba por mi casa, que lo único que yo quería era poder dormir sola en una cama”. Como en casi todas las biografías de activistas sudafricanas, el compromiso político entronca con generaciones y generaciones de una misma familia. Antes que fuera nombrado el feminismo en Sudáfrica (Hassim, 2006), Ghairunisa recuerda a su madre ofreciendo refugio en casa a mujeres víctimas de violencia, y con la sola mirada evitar que el marido violento atravesase la puerta en busca de su esposa. La visualidad que construye Ghairunisa sobre cómo su madre se interponía corporalmente me transporta a decenas de situaciones que presencié en las periferias de Ciudad del Cabo, donde mujeres Negras adultas bloqueaban físicamente una agresión a otra mujer, con un gesto, una mirada o una palabra, como una fuerza más allá de cualquier temor. Reconozco, imagino el inter-poner-se como un aprendizaje colectivo, un feminismo en acto. Resuena la voz de Ghairunisa: “¿Acaso no sé que es mi obligación asistir a quien lo necesita?”. En la Ciudad del Cabo, en la Ciudad del Miedo, actuando como si el miedo —o el riesgo— no existiese.
Hannover Park —lugar donde nació MF— es un township o barrio segregado ubicado en los Cape Flats, periferia de Ciudad del Cabo. El apartheid (1948-1994) creó los townships en áreas distantes del centro, separados por autopistas de entre 5 a 30 km. La Ley de Áreas por Grupo (1950) obligaba a la población clasificada como no blanca a vivir en esas áreas distantes después de haber sido desalojados de las áreas centrales declaradas blancas (Grunebaum y Yazir, 2003). Así, el urbanismo modernista del apartheid buscaba reducir al mínimo los puntos de contacto entre zonas racialmente definidas. Cada township sería cercado y tendría una o dos entradas controlables, con las casas a 60 m de distancia prudencial de las avenidas por donde circulaban los carros blindados de la policía. Son barrios creados para ser hostiles, sin saneamiento, sin luz, sin agua de red, con baldíos oscuros para atravesar cuando se va de camino a las paradas de transporte público.
El apartheid destinaba el mínimo posible de infraestructura a los barrios negros, bajo la premisa de que tales personas no debían residir de forma permanente en las periferias; prohibía la autoconstrucción, creando un sentido de enajenación respecto del espacio urbano, que se imbrica con la apropiación colonial de la tierra y del paisaje (Castillejo, 2009). La “nueva” Sudáfrica (1994-hoy) mantiene en Ciudad del Cabo una dolorosa inercia entre el apartheid y el post apartheid, con su demora para la provisión de trabajo, servicios y viviendas (Vainola Makan, 2015). Según Pumla Gqola (2010: 2), el post apartheid se compone tanto del post como del apartheid: el deseo ineludible de trascender y avanzar, dejar atrás, unido a la perenne presencia del apartheid en diversos órdenes de la vida. El apartheid y el post apartheid están conectados y opuestos al mismo tiempo. En palabras de YougstaCPT, artista hip hop capetownian, mestizo y musulmán de los Cape Flats, las continuidades se evidencian más que las rupturas (en “Arabian Gangster”): “Somos los olvidados. Encarnamos el dolor, la furia, la frustración y el encanto de toda una generación. No estamos dudando, no estamos esperando, somos jóvenes-bomba […] 20 años después estamos en el mismo lugar”.
Según activistas de MF, el apartheid destruyó sistemáticamente las comunidades negras, sus redes familiares y de solidaridad, a través de la relocalización forzada lejos de sus centros de trabajo, el desempleo, el sistema de trabajo forzado migratorio para la población africana; la proliferación de gangues en los barrios mestizos; la segregación racial de la población negra, india y mestiza, entre otros (Cock, 2008 y 1980; Ramphele, 1993). Mustadafin se propone reconstruir y reparar los lazos comunitarios en el escenario de muerte de los townships. Propone una forma feminizada de conducir todos los aspectos de la vida comunitaria, al incluir el combate a la desigualdad de género y excluir el control de los poderes armados de las gangues. Las integrantes de MF perciben sus tareas como una continuidad de la lucha contra el apartheid y contra todas-las-formas-de-injusticia.
PROGRAMAS Y ACCIONES
MF es la mayor organización de la provincia del Cabo Occidental y —a diferencia de las ONGs— ni su agenda ni sus recursos dependen de los donantes de los países del Norte. Tiene 30 años de existencia ininterrumpida: atravesó el derrocamiento del apartheid y la esperanza de 1994; la institucionalización de movimientos de liberación; los posteriores ajustes neoliberales del ANC y el gobierno liberal de la Alianza Democrática en la Provincia.[5] Dicha estabilidad es poco común entre las organizaciones de mujeres sudafricanas: las federaciones regionales de mujeres de los años ochenta se diluyeron en las organizaciones paraguas como el Frente Democrático Unido primero, y la Coalición Nacional de Mujeres después, y el auge de las demandas feministas de los años noventa retrocedió enormemente durante el gobierno de Zuma (2008-2018) (Cejas, 2008; Cherry, 2007; Fester, 2015; Hassim, 2006; Thipe, 2010; Tshoaedi y Hlela, 2006; Salo, 1995).
Las integrantes de MF son mujeres Negras provenientes de townships, donde se localizan los centros comunitarios de la organización. Las ONGs que operan en Ciudad del Cabo, en cambio, tienen sus sedes en las áreas blancas, aunque sus proyectos estén en las periferias. Ala Hourani (2015) calcula que aproximadamente 100,000 personas por mes participan de algún servicio de la organización, en una provincia de 4 millones ...

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