El pueblo gitano contra el Sistema-Mundo
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El pueblo gitano contra el Sistema-Mundo

Reflexiones de una activista para el debate

Pastora Filigrana

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El pueblo gitano contra el Sistema-Mundo

Reflexiones de una activista para el debate

Pastora Filigrana

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El varón blanco, occidental y heterosexual se sitúa en la cúspide de la escala de lo humano; todo lo demás es la otredad. Pastora Filigrana propone una mirada a las estrategias de resistencia al capitalismo, el patriarcado y el colonialismo históricas y actuales del pueblo gitano, la otredad por excelencia en Europa. En estas formas de vida encontramos prácticas propias de autogestión de conflictos, resistencias al modelo de producción y consumo neoliberal, o avanzadas formas de mutualismo de base. Todo ello ha sido y es objeto de castigo, criminalización e invisibilización por parte del discurso dominante, por lo que urge poner en valor estas formas de vida y combatir la estigmatización social."En este libro hablo de sindicalismo social, de eco-feminismo, de mutualismo de base, de autogestión del conflicto y vías de fuga al chantaje renta-trabajo. Lo hago porque salirme del paradigma académico de la izquierda blanca me mata de miedo. Lo hago porque quiero vuestra solemnidad, la de los payos. Para convenceros en vuestro lenguaje, que es el 50 por 100 del mío. Deberíais ser vosotros quienes buscaran en las formas de cooperación y resistencia al modelo de producción y consumo propias de los gitanos la inspiración para salir de este sistema-mundo que se sustenta sobre la muerte de dos tercios de la humanidad. Pero no haréis esas tesis doctorales en la carrera de Ciencias políticas. O al menos no todavía." Pastora Filigrana

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Información

Año
2020
ISBN
9788446048787
CAPÍTULO II
El pueblo gitano contra el sistema-mundo
Me propongo contar cómo la resistencia del pueblo gitano a vender la fuerza de trabajo a cambio de salario y adaptarse a las for­mas de producción capitalista ha sido perseguida y castigada por el poder desde 1499 hasta la actualidad. Gran parte de esta legislación represiva ha tenido como objetivo principal el sometimiento a las formas de producción imperantes. Sin embargo, este pueblo ha buscado y perseguido las vías de fuga a este chantaje renta-trabajo, al tiempo que mayores cotas de libertad. Una especial forma de cooperación dentro de los grupos ha sido la clave de esta economía gitana. Estas estrategias culturales pueden tener algo que enseñar, y quizás arrojen pistas para perfilar esa propuesta emancipatoria que nos salve a todos y todas de un sistema anti-vida. Y en el peor de los casos, si quien las conozca concluye que nada tiene que aprender de ellas, al menos que consten escritas y aporten a la reparación del agravio histórico contra este pueblo.
No contaré una historia cronológica, la contaré a partir de los estereotipos más comunes sobre el pueblo gitano. Es posible que muchas de las personas que lean este libro sólo conozcan a los gitanos y las gitanas a través de tópicos repetidos por la mayoría: “los gitanos no quieren trabajar”, “los gitanos viven de las ayudas”, “los gitanos no quieren integrarse”, “los gitanos aplican la ley de la venganza” o “los gitanos son machistas”. A partir de estos lugares comunes iremos conociendo su historia y sus resistencias a doblegarse a las reglas del juego de este sistema-mundo. Un camino que nos llevará de los estereotipos a una forma de vida en resistencia.
Pero veamos esta historia sin demasiada prisa ni titulares de Twitter: ¿quiénes son estos gitanos y gitanas?, ¿cuáles han sido sus vicisitudes y dificultades para desarrollar sus particulares modos de vida? Así lo cuenta la historia oficial.
¿Quiénes son los gitanos y las gitanas?
Más allá de La gitanilla de Miguel de Cervantes, de la Carmen de Merimée y de los cantaores de flamenco, ¿quiénes son estas personas?, ¿por qué son tan diferentes?, ¿de dónde han salido?
El origen del pueblo gitano aún es objeto de controversia, pero los estudios lingüísticos confirman que su lengua, la romaní, guarda un importante parentesco con el hindi occidental. Todas las hipótesis apuntan a que se trata de un movimiento migratorio proveniente del noreste de la India, de la región del Punyab, que abandonó aquellas tierras en torno al año 1000 y comenzó un recorrido por Oriente Medio y el continente europeo.
Los primeros grupos gitanos llegan a la península Ibérica a principios del siglo xv en calidad de peregrinos religiosos y hasta la primera normativa antigitana, dictada en 1499, tuvieron una buena acogida. Existe un documento de 1425 en el que el rey Alfonso V de Aragón (el Magnánimo) concede una carta de paso al primer grupo gitano, en la que ordena que sea “bien tratado y acogido”. Los documentos históricos muestran cómo a lo largo del siglo xv existen dos corrientes migratorias gitanas en la península Ibérica, una más temprana, en las primeras décadas del siglo, que entra a través de los Pirineos, y otra a partir de los años ochenta del mismo siglo, que llega a la costa mediterránea y que se cree consecuencia de la invasión turca de Constantinopla.
Estos salvoconductos de peregrinos les permiten cierta protección y beneficios por un tiempo corto. No olvidemos que es un momento de euforia política y religiosa: la culminación de la Reconquista está al caer, y la asociación de monarquía e Iglesia va a ser fundamental para el nuevo Estado. Por lo tanto, esa imagen de peregrinos penitentes presentados por cartas pontificias tiene un impacto ventajoso que les abre las puertas de muchos caminos, con mayor eficacia aún que en otros países de Europa (San Román, 1997), e incluso obtienen el apoyo de la nobleza. En Andalucía, se viene celebrando el 22 de noviembre como el día institucional del pueblo gitano andaluz en conmemoración de la primera crónica que documenta su presencia en esta tierra. Se trata de Hechos del condestable D. Miguel Lucas de Iranzo, gobernador de Jaén:
A veinte y dos días del mes de noviembre de este año [1462] llegaron a la ciudad de Jaén dos condes de la pequeña Egipto, que se llamaban el uno don Tomás y el otro don Martín, con hasta cien personas entre hombres, mujeres y niños, sus naturales y vasallos. Y como llegaron a la ciudad de Jaén, el señor condestable los recibió muy honorablemente y los mandó aposentar y hacer grandes honras. Y quince o veinte días que estuvieron con él, continuamente les mandó dar todas las cosas que les hizo falta, a ellos y a toda su gente, de pan, vino, carne, aves, pescados, frutas, paja y cebada abundantemente.
Así pues, la estrategia de supervivencia de estos primeros grupos parece ser la de representar la imagen de peregrinos religiosos y hacer llamar duques y condes a sus líderes para obtener una reciprocidad y respeto por parte de la población autóctona. Lo poco que podemos saber de su organización es a través de crónicas y de documentos oficiales. Solían constar de entre una decena y un centenar de personas al parecer lideradas por hombres —al menos en su interlocución con los poderes públicos—. A veces varios grupos viajaban juntos durante un tiempo, con un liderazgo compartido por varios hombres. Las investigaciones llevadas a cabo por Teresa San Román (1997) y María Helena Sánchez (1977 y 1986) concluyen que diversos grupos se siguen unos a otros por las mismas rutas y a corta distancia, y que en total no superaban las tres mil personas en el siglo xv. Ese moverse por las mismas zonas en un intervalo de tiempo breve indica que entre ellos existían relaciones estrechas y comunicación; incluso cabe pensar que se trataba de grupos amplios a su vez divididos en otros más pequeños y compactos, pero con una organización mutualista que les permitía compartir las experiencias acerca de los lugares que representaban ventajas, alianzas y posibilidades de supervivencia, y de cuáles eran hostiles, para así ir trazando una estrategia y unos mapas para uso de todos. Por ejemplo, poner en común los lugares donde existía una vecindad que podría suponer protección o que requería alguna actividad económica concreta que podrían cubrir los grupos gitanos, sería parte de estas estrategias de apoyo entre familias que se seguían a corta distancia. Podríamos corroborar esta hipótesis con dos apuntes: por un lado, esta misma forma de organización grupal basada en el parentesco se ha mantenido hasta nuestros días como un recurso básico de supervivencia ante situaciones adversas; por otro, este “permanecer juntos” ha sido una de las formas de vida más perseguidas por el poder político en los siglos posteriores, tal como iremos viendo.
A partir de 1499 la suerte cambia y los Reyes Católicos dictan la primera de las leyes antigitanas:
[…] Cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den do hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida.[1]
Los motivos de este cambio de política varían según la voluntad de quien lo enuncie. Hay quien lo justifica con los conflictos y enfrentamientos locales que se iban dando en los diferentes municipios por donde pasaban estos eternos peregrinos. Otros autores, como Jules Klein (Klein, 1979), cuentan que esta pragmática fue la respuesta de los Reyes Católicos a las repetidas quejas del Honrado Concejo de la Mesta, que representaba los intereses de los ganaderos de Castilla y que encontraba una competencia en los gitanos que se dedicaban a la compra y venta de ganado. En cualquier caso, la justificación de este inicio de persecución se basa una y otra vez en conflictos entre estos extranjeros y la población autóctona. Estaría por acreditar si el discurso del conflicto y la difícil convivencia comienzan antes o después de esta normativa represora; esto es, cuánto de necesidad hubo en la creación de un discurso de formas de vida de extranjeros que atentan contra la paz social.
Tal vez la teoría más razonable es la que se basa en la necesidad de una homogenización racial y cultural que tenía el proyecto político-militar de las Coronas de Castilla y Aragón, encaminado a la creación de un proto-Estado-nación. Así se explicarían, por ejemplo, la aparición del Tribunal del Santo Oficio (1480); unos años más tarde, tras la conquista de Granada, la expulsión de los judíos (1492), o, por último, ya entrado el siglo xvi, la de los mudéjares (1501). Estos dos últimos decretos ofrecían una clara dis­yuntiva: o conversión al cristianismo, o expulsión; es decir, o la integración con el resto de la población, o la salida de tierras españolas (Cortés Peña, 1995).
Idéntico trato comienza a darse con la cuestión gitana, dentro de un proyecto encaminado a la aniquilación de la diferencia. Sin embargo, en este último caso el rasgo diferenciador no era la religión, sino las formas de vida asociadas a una cuestión étnica. Los gitanos no eran blancos y vivían de una manera inconveniente. Lo que mantengo a lo largo de estas páginas es que estas formas de vida no fueron toleradas por su resistencia intrínseca a ese modelo económico que empezaba a perfilarse y que con el paso del tiempo conoceríamos con el nombre de capitalismo.
A esta primera normativa de 1499 ...

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