Asamblea
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Asamblea

  1. 448 páginas
  2. Spanish
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Descripción del libro

"Una vuelta de tuerca más en la trayectoria intelectual de Negri y Hardt para pensar un futuro más allá del capitalismo.Los nuevos movimientos sociales "sin líderes" irrumpen por todas partes, dejando a periodistas y analistas políticos, a fuerzas policiales y gobiernos, desorientados y perplejos. Los activistas también luchan por comprender y evaluar el poder y la efectividad de estas mareas horizontales. ¿Por qué tales movimientos, que responden a las necesidades y deseos de tantos, no han sido capaces de establecer cambios duraderos y de engendrar una sociedad nueva, más democrática y justa? No son pocas las voces que defienden la necesidad de liderazgos renovados para que tales movimientos alcancen el esplendor de antaño, y, en consecuencia, se preguntan: ¿dónde están los nuevos Martin Luther King, Rudi Dutschke o Steve Biko?Aunque las organizaciones políticas sin líderes y espontáneas sean hoy insuficientes, tampoco es posible ni deseable volver a las viejas formas centralizadas de liderazgo político. Es crucial en cambio, como sostienen los autores, invertir los roles de la multitud y el liderazgo en las organizaciones políticas: los líderes deben limitarse a la acción táctica, de corto plazo, mientras que es la multitud la que debe definir la estrategia. En otras palabras, la formulación de metas y objetivos a largo plazo debe provenir más del colectivo que de sus cabezas visibles.A partir de su célebre trilogía conformada por Imperio, Multitud y Commonwealth, y de las ideas que desarrollaban en ella, Hardt y Negri elaboran aquí propuestas clave para dotar a los actuales movimientos, horizontales y masivos, de capacidades de estrategia política y de toma de decisiones que conduzcan a cambios de calado, duraderos y democráticos.

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Información

CAPÍTULO XI
El dinero institucionaliza una relación social
El dinero es una de las características más ubicuas de nuestra existencia diaria y, aun así, está entre las menos comprendidas. Es difícil entender no sólo lo que es el dinero sino también cómo nos gobierna. Las teorías tradicionales presentan el dinero como un instrumento que facilita el intercambio de bienes y el almacenaje de valor y, por tanto, como un instrumento neutral. El dinero puede ser un instrumento de los poderosos e incluso la expresión plena de su poder, según este punto de vista, pero el dinero de por sí no impone o favorece una determinada disposición social o estructura de clase. El dinero es poder sólo en el sentido de que aquellos que lo poseen pueden utilizarlo para cumplir su voluntad.
Muchos análisis sociales y culturales del dinero cuestionan la supuesta neutralidad del dinero al explicar los modos en los que el dinero se ve afectado por relaciones sociales o culturales, depende de relaciones de confianza, es aceptado por convención, etc. Todo ello es cierto, pero, cuando miramos más en profundidad, vemos que al dinero no le afectan simplemente las relaciones sociales; el dinero es, en sí mismo, una relación social. La dinámica entre dinero y relaciones sociales, en otras palabras, no es externa sino interna. Nos resulta más preciso y útil, de hecho, definir el dinero no por lo que es, sino por lo que hace. El dinero designa y reproduce una estructura social específica. El dinero institucionaliza una relación social –o, más bien, un conjunto de relaciones de producción y reproducción social[1].
Decir que el dinero se define por cómo institucionaliza una relación social está ya implícito en la afirmación de Keynes de que «el dinero contable, esto es, aquel en el que se expresan las deudas y precios y el poder adquisitivo general, es el concepto principal para una teoría del dinero»[2]. La expresión «dinero contable» subraya cómo el dinero determina un esquema de medición del valor en todo un campo social. Si la medición fuera una mera cuestión de honesta contabilidad, que asignara a todo su auténtico valor, entonces sería razonable considerar el dinero como un instrumento neutral. Pero, puesto que el valor no tiene medida intrínseca, natural o necesaria, puesto que un estándar y un esquema de medición expresan y reproducen todo un conjunto de relaciones sociales y un modo de producción, entonces el dinero contable, a través de su función de medición, abre la teoría del dinero al terreno social y político. En el periodo actual, la inestabilidad y sus determinantes sociales y políticos son cada vez más claros, como vimos antes, en un momento en que diversos instrumentos financieros sirven para medir los valores capitalistas.
No llegaremos demasiado lejos, sin embargo, si intentamos definir lo que es el dinero, o incluso lo que hace en general. El dinero puede entenderse sólo si se percibe cómo se inserta en una formación social determinada y, en especial, en un modo específico de producción y explotación[3]. Los numerosos tratados sobre el dinero que rehúyen la pregunta sobre la naturaleza esencial del dinero y, en vez de ello, comienzan por relatar la historia del dinero están trabajando a partir de una intuición correcta. En contraste con ellos, sin embargo, no llevaremos nuestra mirada al pasado, a las monedas en el mundo antiguo o los bancos medievales, sino a la historia del dinero dentro del modo de producción capitalista, esto es, a cómo el dinero institucionaliza y, por tanto, reproduce las relaciones sociales capitalistas y las jerarquías económicas a través de sus diferentes fases. Marx concibe una relación directa en las sociedades capitalistas entre la producción de riqueza y la acumulación en la forma de dinero. Esto es cierto en general dado que «el supuesto elemental de la sociedad burguesa es que el trabajo produce inmediatamente el valor de cambio; en consecuencia, dinero»[4]. Pero la relación específica que vincula modos de producción con la producción monetaria cambia de manera significativa en las diferentes fases o periodos de producción capitalista.
¿QUÉ ES EL DINERO Y CÓMO GOBIERNA?
El único modo de obtener una visión clara de lo que es el dinero (y, lo que es más importante, de su función) es mapear las correspondencias que lo vinculan con las relaciones sociales y productivas que lo rodean. Y, puesto que estas correspondencias cambian a medida que se transforma el modo de producción, deberíamos aproximarnos al papel contemporáneo del dinero de manera histórica, siguiendo tres fases del capital: la fase de la llamada acumulación primitiva, mediante la cual nos referimos al periodo en el que el capital se acumuló, sobre todo, mediante la expropiación y cercados de los bienes comunes en Europa y otros lugares a través de las diversas formas de robo que acompañaron a la conquista y colonización europeas; la fase que se extiende desde el nacimiento de la manufactura hasta el dominio de la industria a gran escala en la economía global y, finalmente, la fase contemporánea, posfordista, caracterizada por la realización de un mercado mundial y las formas de extracción típicas de las finanzas. Carlo Vercellone la llama «fase del general intellect», asumiendo que la producción de riqueza se caracteriza ahora, dentro del sistema capitalista, por la hegemonía del trabajo cognitivo, la cooperación laboral, la digitalización y la socialización biopolítica de la producción. Vemos que esta fase se define, más en general, por la producción social. Estas son sólo las primeras coordenadas de un mapa (o, en realidad, tres mapas) que podría ampliarse indefinidamente.
Las diferentes formas de dinero se corresponden, en cada periodo, con temporalidades específicas de producción, consumo y explotación. En la fase de acumulación primitiva, (1a) el tiempo de trabajo estaba vinculado a los ritmos de la tierra y el mundo natural: el trabajo de pescadores y agricultores se medía por las mareas, la luz del día, los ciclos de las estaciones, el tiempo de las diferentes labores –el tiempo que se tarda en ordeñar las vacas, el tiempo para tejer una sábana y demás–. El paso al predominio de la industria crea, según E. P. Thompson, (2a) un nuevo sentido interno del tiempo, dictado por las precisas y homogéneas unidades del reloj, y divididas por la jornada laboral en periodos de producción y reproducción[5]. Un nuevo sentido del tiempo emerge en la fase actual (3a), un tiempo continuo y ondulado que derriba las sólidas fronteras del tiempo industrial y de la acumulación primitiva. Hoy las divisiones de la jornada laboral se han derrumbado a medida que trabajo y tiempo de vida se mezclan cada vez más y se apela a nosotros para que seamos productivos en todos los momentos de la vida[6]. Con tu smartphone en la mano, nunca estás realmente lejos del trabajo o del reloj y, para un número creciente de personas, el acceso constante no sólo confunde las fronteras entre trabajo y ocio, sino que también devora la noche y el sueño. En cualquier momento del día y de la noche, puedes comprobar tu e-mail o comprar zapatos, leer actualizaciones de noticias o visitar páginas porno. La captura de valor tiende a ampliarse hasta englobar todo el tiempo de vida. Producimos y consumimos en un sistema global que nunca duerme. En los ritmos sin pausa del neoliberalismo nos vemos, como dice Jonathan Crary, progresivamente «desposeídos de tiempo»[7]. En correspondencia con estas temporalidades cambiantes, el dinero se hace hoy aún más fluido y su medición menos clara, comenzando quizá por las tasas de cambio «flotantes» a partir de la desconexión del dólar norteamericano con respecto al patrón-oro, en 1971. «Quizá sea el dinero», escribe Gilles Deleuze al analizar este cambio, «el que expresa mejor la distinción entre las dos sociedades [sociedad disciplinaria y sociedad de control], puesto que la disciplina siempre se ha vinculado al dinero acuñado que fijaba el oro como patrón numérico, mientras que el control se vincula a tasas flotantes de cambio, moduladas según un índice establecido por un conjunto de divisas definido»[8]. Las garantías y sólidos pilares que sostienen el funcionamiento del dinero en la fase de disciplina industrial se han disuelto progresivamente y el dinero se ha desvinculado en la fase del control financiero.
El dinero se corresponde, en cada fase, a diferentes formas de extracción de valor, es decir, diferentes medios de explotación. En la fase de acumulación primitiva, (1b) la explotación se acumula en el plusvalor absoluto a través de la desposesión y extracción del común y, a nivel monetario, como dinero estandarizado, adecuado a una acumulación basada en la posesión, una medida fija y fuerte como garantía de poder. En la fase que se extiende desde el nacimiento de la manufactura hasta el capital industrial, este se convierte en el protagonista de la economía, y tenemos (2b) una explotación ejercida, principalmente, a través de la extracción de plusvalor relativo a una estable clase obrera centrada en la industria a gran escala, cuya reproducción se garantizaba mediante el salario familiar y las estructuras de bienestar. El dinero correspondiente fue modelado según las necesidades de inversión y crédito de la administración industrial y la sociedad industrial. En el momento del New Deal en Estados Unidos, resultaron cruciales una serie de garantías estatales de inversiones y crédito, como el Seguro Federal de Depósitos, como símbolo de hasta qué punto esta concepción monetaria era un pacto de la clase industrial. Cuando emergen las formas productivas del posfordismo, dominadas por el capital financiero, tenemos (3b) una explotación social, cognitiva y biopolítica dirigida al plusvalor biopolítico extraído de una precaria clase de trabajadores, así como de las actividades reproductivas y los ámbitos definidos por los nuevos comunes. El dinero creado por las convenciones financieras vincula la plusvalía biopolítica y la renta (renta financiera, renta de propiedad, etc.) y también elimina todas las garantías del periodo previo. Melinda Cooper llama a esto «dinero en la sombra», esto es, dinero cuyo valor no está formalmente adscrito o cubierto por el Estado. Mientras que anteriormente las garantías monetarias correspondían a garantías de empleo, ahora la inestabilidad monetaria de las finanzas y la especulación se corresponde con la precariedad del trabajo[9].
La figura del dinero en cada una de estas fases se corresponde también con diversas modalidades y esferas de la extracción de valor. Podemos, por tanto, añadir a nuestro mapa (1c) aquellos procesos en los que la extracción implica la captura localizada, inmediata y violenta: la desposesión del trabajo y los bienes comunes; (2c) formas de extracción que se corresponden con la explotación industrial, extracción que se mide por las fracciones de la jornada laboral, y (3c) la extracción de valor a partir de la circulación de mercancías, creada por los bancos y tomada de la riqueza común producida por la cooperación social productiva. La intensificación de la explotación aumenta de manera paralela a su extensión espacial –hasta que el valor se extrae de toda la sociedad–. Aquí el capital financiero representa el tejido material de la constitución del valor. Pero, en la misma medida en que la formación de valor implica todo un sistema social, aquí la forma de v...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Citas
  5. Dedicatoria
  6. Prefacio
  7. PRIMERA PARTE. EL PROBLEMA DEL LIDERAZGO
  8. I. ¿Dónde están los líderes?
  9. II. Estrategia y tácticas del centauro
  10. III. Contra Rousseau, o pour en finir avec la souveraineté
  11. IV. El espejo oscuro de los movimientos de derechas
  12. V. El auténtico problema está en otra parte
  13. SEGUNDA PARTE. PRODUCCIÓN SOCIAL
  14. VI. Cómo abrir la propiedad para el común
  15. VII. Nosotros, sujetos maquínicos
  16. VIII. Weber del revés
  17. IX. Emprendizaje de la multitud
  18. TERCERA PARTE. PODER DE MANDO FINANCIERO Y GOBERNANZA NEOLIBERAL
  19. X. Las finanzas capturan valor social
  20. XI. El dinero institucionaliza una relación social
  21. XII. La administración liberal fuera de quicio
  22. CUARTA PARTE. UN NUEVO PRÍNCIPE
  23. XIII. Realismo político
  24. XIV. El reformismo imposible
  25. XV. Y, ahora, ¿qué?
  26. XVI. Portulano
  27. Agradecimientos