Dostoievski en 90 minutos
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Dostoievski en 90 minutos

Paul Strathern, Sandra Chaparro Martínez

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  1. 128 páginas
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Dostoievski en 90 minutos

Paul Strathern, Sandra Chaparro Martínez

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Tras sobrevivir a un pelotón de fusilamiento a los 28 años, Dostoievski nunca se tomó las cosas a la ligera. Sus grandes novelas irrumpen en la escena literaria europea como una sucesión de tormentas y su entendimiento de los recovecos más oscuros y extremos de la mente humana arrojan mucha luz sobre la psicología y la pasión. Sus libros, clásicos de la literatura, inspiraron a escritores y pensadores tan dispares como Nietzsche y Kafka.En "Dostoievski en 90 minutos", Paul Strathern nos ofrece el relato conciso de un experto sobre la vida e ideas de Dostoievski y explica su influencia sobre la literatura y la lucha de los hombres por entender su lugar en el mundo. El libro también incluye una selección de textos de las obras de Dostoievski, una cronología de la vida y época del autor y una selección de lecturas recomendadas para quienes deseen seguir leyendo.

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Información

Año
2016
ISBN
9788432318054
Edición
1
Categoría
Literatur
Categoría
Literaturkritik
Vida y obra de Dostoievski
Fiódor Mijáilovich Dostoievski nació en Moscú en 1821, un domingo, 30 de octubre u 11 de noviembre según el calendario moderno. Por entonces Rusia iba doce días por detrás de Europa occidental, pero en muchos aspectos, como la vida de los campesinos en las zonas rurales, Rusia estaba siglos por detrás de Europa occidental. La vida en las dos grandes ciudades, San Petersburgo, la capital «europea», y Moscú, la ciudad de la «Santa Rusia», tampoco tenía nada que ver con Europa o la costa atlántica de Norteamérica. En Rusia aún gobernaba un zar autocrático (zar tiene la misma raíz que Kaiser en alemán o césar en latín). Gobernaba por derecho divino con la ayuda de la Iglesia ortodoxa, que descendía directamente de la Iglesia oriental de Constantinopla, no de Roma, y al contrario que la cristiandad occidental no había pasado por Reforma alguna. La civilización rusa tampoco había vivido un Renacimiento. Hasta el siglo anterior los rusos no habían empezado a adoptar los modos europeos y Pedro «el Grande» hubo de obligarles a ello. Matemáticos y científicos habían empezado a prosperar en la Corte, pero la gente no se acostumbraba a la patata.
Por lo demás, Rusia era uno de los mayores y más poderosos imperios del mundo, a la altura del francés o el británico de la época, así como de otros imperios vecinos, como el austrohúngaro o el otomano. La sociedad rusa estaba muy militarizada. Hasta los funcionarios llevaban uniformes que denotaban su rango. Pero lo que más abundaba en Rusia eran personas y territorio. Su enorme población estaba compuesta por decenas de millones (la cifra exacta era un secreto de Estado), pero nadie sabía a ciencia cierta la cifra porque carecían de censos sistemáticos, una anomalía típica de Rusia, donde lo único sistemático eran las conjeturas. Su territorio, que abarcaba Finlandia, Polonia y los estados bálticos hacia el oeste, se extendía por el este desde el mar Caspio hasta Kazajistán, Persia y la India. Ya habían cruzado el estrecho de Bering y llegado a América, donde habían ocupado Alaska. De este a oeste, el Imperio ruso se extendía por medio mundo.
El padre de Dostoievski, Mijaíl (de quien Fiódor heredó su segundo nombre, Mijaílovich, «hijo de Mijaíl» según la tradición rusa), descendía de una familia de nobles en decadencia cuyos orígenes se remontaban a varios siglos atrás. Mijaíl Andreievich Dostoievski era cirujano militar, pero había dejado el ejército recientemente y ejercía la medicina en el Hospital Mariinski para los pobres de Moscú. Era un hombre dado a violentos ataques de ira y graves e introspectivas depresiones. La madre de Dostoievski, María Nechaeva, era hija de un rico comerciante algo venido a menos. Según una de las fantasiosas fábulas de María, su padre había perdido la mayor parte de su fortuna al huir de Moscú ante la inminente llegada de las tropas de Napoleón. Cuando cruzaba un río helado en su carruaje, el hielo se rompió y sus pertenencias cayeron al agua, siendo así que los fajos de billetes que llevaba se habían mojado tanto que no pudieron separarlos. María era una mujer amable y culta, de mala salud, muy religiosa y extremadamente supersticiosa. Estas cualidades tan diferentes de sus padres se fusionarían en el carácter de Dostoievski dotándole de una personalidad altamente impredecible y compulsiva, tendente tanto a impulsos autodestructivos como a veleidades religiosas.
El joven Fiódor creció con su hermano mayor y sus hermanas pequeñas en los sótanos del Hospital Mariinski, en un anexo del edificio principal. Originalmente había sido la grandiosa residencia de un exitoso arquitecto italiano, que había incorporado cosas como un frontón con columnas dóricas. Sin embargo, el barrio en el que se encontraba la «Casa de los Pobres» era uno de los peores suburbios de Moscú, repleto de delincuentes y obreros empobrecidos, famoso por el alcoholismo, los asesinatos y la enfermedad. Los habitantes de sus estrechas calles y destartaladas viviendas proveían al hospital de pacientes.
El padre de Dostoievski no recibía visitas en su residencia y sus hijos crecieron aislados del mundo. Recibían educación en casa, tiranizados por un padre cada vez más alcoholizado y sin que su madre, con quien Fiódor tenía un estrecho vínculo, fuera capaz de protegerles. A veces, Fiódor y su hermano se aventuraban por zonas del hospital donde paseaban los temblorosos y encogidos pacientes en sus anchas camisolas de hospital hechas de tela gris. Por aquella época, Fiódor cayó enfermo y perdió su voz. Cuando la recuperó tenía cierto tono bajo «artificial», que hacía sentirse extrañamente incómodos a quienes le escuchaban; una peculiaridad que nunca perdería. No había normalidad ni frescura en casa de los Dostoievski; como diría uno de los últimos personajes que creó el escritor: «Ninguno nos acostumbramos a la vida».
En 1827 ascendieron al padre de Fiódor a un rango funcionarial que le daba acceso a privilegios de terrateniente. Gracias a ello pudo comprar cuatro años después una propiedad en Darovoe, en la campiña de la región de Tula, 160 kilómetros al sur de Moscú. Los terrenos de la propiedad medían unos 12 kilómetros de largo por 5 de ancho e incluían dos aldeas con un total de «cien almas», es decir, de siervos, que eran literalmente parte de la propiedad. (Gran Bretaña aboliría la esclavitud dos años después; Rusia no lo haría hasta 1861; cuatro años antes Estados Unidos había aprobado la Decimotercera Enmienda a la Constitución que abolía la esclavitud tras la Guerra Civil.) La propiedad de Daravoe no era próspera. No tenía ríos ni bosques y consistía mayoritariamente en tierras de matorral y suelos poco fértiles hendidos de barrancos. Los siervos se hundían en la pobreza viviendo en chozas con tejados de paja (que se utilizaban en los años malos para alimentar al ganado). La residencia principal era una casa solariega de ladrillo rojo, también con tejado de paja. En las largas vacaciones de verano que los Dostoievski pasaban allí, la vida familiar era más solitaria y triste que de costumbre.
A los 13 años, Fiódor se reunió con su hermano en un colegio privado de Moscú, y a los 16 le enviaron a la Academia de Ingeniería Militar de San Petersburgo. Por entonces su madre estaba tan débil y enferma, que se veía confinada a la cama en una habitación oscura, donde murió en 1837.
La madre de Fiódor siempre le había animado a leer, y desde que aprendió a hacerlo literalmente se perdía en sus libros; llegó incluso a empezar una novela en Viena. Por entonces su padre se había jubilado del Hospital Mariinski y vivía en la casa de Darovoe sumido en el alcoholismo y la degeneración. En sus peores ataques de rabia, pegaba a los siervos sin piedad y se portaba como un auténtico libertino con sus jóvenes hijas. Llegó un momento en el que los siervos no pudieron aguantarlo más. Una mañana de verano, cuando se dirigía a Darovoe en su carruaje, un grupo de siervos le tendieron una emboscada en un camino desierto, le aplastaron los testículos con sus propias manos y le hicieron beber vodka hasta que se asfixió. Cuando Fiódor se enteró en San Petersburgo, experimentó tal aluvión de sentimientos contradictorios que cayó al suelo entre convulsiones antes de desmayarse. Se cree que esta fue la primera manifestación de la epilepsia que atormentaría a Dostoievski el resto de su vida.
Durante su último año en la Academia Militar, Dostoievski siguió leyendo con avidez, devorando los grandes clásicos europeos como Homero, Shakespeare y Schiller. También desarrolló un gusto por las historias de terror gótico, y este interés en este material extraordinario tendría un efecto formativo. Pero, por encima de todo, fue hechizado por el escritor ruso contemporáneo Gogol, quien había alcanzado recientemente la fama con sus tragicomedias. Su obra fue uno de los primeros retratos realistas de la vida rusa, sosteniendo un espejo frente la sociedad de la época. Su mezcla de realismo y sátira formó un temperamento romántico conducido a la distracción por la grosería y el mal del mundo corrupto en el que se encontraba. Dostoievski empatizó profundamente con este escritor que no podía aceptar el mundo ni aislarse de sus dolores con éxito. En el año 1842, vio la luz la obra maestra de Gogol, Las almas muertas, que muestra fielmente la servidumbre y la corrupción burocrática de una tierra, que en gran parte de su extensión permanecía feudal. Los lectores pronto apreciaron la verdadera imagen que se encontraba detrás de la sátira; Dostoievski se tomó el libro muy en serio.
En 1843, Dostoievski se graduó en la Academia Militar y tras completar el año de servicio obligatorio dejó su puesto para convertirse en escritor. Fue una decisión valiente, pues hubo de renunciar a la seguridad económica que le permitía llevar una vida bohemia en San Petersburgo, donde en los largos inviernos morían de frío en sus buhardillas los intelectuales empobrecidos. Sin embargo, este periodo de oscuridad no fue muy largo. En 1846 publicó su primera novela, Pobre gente, que obtuvo rápidamente el reconocimiento de los críticos y se convirtió en un gran éxito de la noche a la mañana.
Pobre gente es una obra curiosa con muchas anomalías. Para empezar estaba redactada en un estilo epistolar muy pasado de moda. La trama tampoco era excesivamente original. Un escribano, pobre pero válido, de 47 años, Makar Dévushkin, que vive en la sucia esquina de una cocina, intercambia cartas con Varvara Dobrosiólova, de 17 años, quien en cierta forma sabe mucho más del mundo. La novela se parece bastante al relato «El abrigo» de Gogol, que también trata de un escribano. Sin embargo, la obra de Dostoievski incorpora una perspectiva psicológica realmente original. Al contrario que el héroe cómico de Gogol, Dévushkin es muy autoconsciente y experimenta profundas humillaciones. Como es pobre, prometen a Varvara a un hombre rico e insensible. Ella hace caso omiso de sus proposiciones hasta que consigue que la pida en matrimonio. Cuando acepta, Dévushkin se hunde. Aparte de la increíble descripción de los caracteres que logra Dostoievski con la forma epistolar, la novela también evoca la atmósfera de San Petersburgo surgida unos 50 años atrás.
El famoso crítico literario, Visarión Belinski, reconoció el mérito de Pobre gente e introdujo a Dostoievski en su círculo, en el que figuraban escritores tan brillantes como Nekrásov y Turguénev. Pero Dostoievski no se sentía a gusto entre estas luminarias. Era tímido e irritable; su voz y modales incomodaban a quienes estaban con él y muchos eran conscientes de que los despreciaba. En Pobre gente Belinski había visto una preocupación real por los pobres que casaba bien con sus propias opiniones reformistas. Pero si bien es cierto que Dostoievski simpatizaba con los pobres, le preocupaban más los aspectos espirituales y psicológicos de sus personajes. Esto fue muy evidente en su siguiente obra importante, una novela titulada El doble. Nos introduce en un mundo de pesadilla, el de un funcionario de rango medio llamado Goliadkin, cuya mente parece estarse desintegrando. A lo largo de la novela encuentra a su «doble», que en un determinado momento parece ser solo su reflejo en un cristal, pero en otros puntos es un ser humano que comparte con él su nombre y apariencia. A veces parece solo un aspecto «escindido» del carácter de Goliadkin que le reprende por su sensibilidad morbosa. Encontramos aquí muchos rasgos de esquizofrenia, aunque entonces ese tipo de patologías no se reconocieran ni entendieran. Desde este punto de vista es una obra pionera. Acompañamos a Goliadkin en su recorrido, vemos la angustia que le producen las diversas personas con las que se encuentra y cómo él, a su vez, sume a sus interlocutores en la ansiedad. (Por ejemplo, a su desconcertado médico, a los invitados a una atroz cena y a su desaprobador siervo Petrushka [«La gente respetable no tiene dobles»].)
En opinión de Dostoievski El doble era diez veces mejor que Pobre gente y se frustró mucho cuando no gustó a la crítica. En realidad no era nada sorprendente. El doble es una obra extraña, a menudo tan tediosa como su «héroe», que acaba internado en un asilo para enfermos mentales. «Nuestro héroe gritó y se agarró la cabeza. ¡Dios! ¡Esto es lo que sabía que iba a pasar hacía tiempo!» Resulta difícil simpatizar con el pretencioso y a menudo desconcertante Goliadkin. Lo único excepcional es el gran análisis psicológico de la enfermedad mental que realiza el autor, un arte que perfeccionaría en sus grandes obras posteriores. Dostoievski ...

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