IV. Las inversiones chinas en España
Un diagnóstico de las relaciones bilaterales
Siendo el poder público y las empresas públicas quienes en China desempeñan un protagonismo de primer orden en relación a las inversiones en el exterior, sin duda, en sus decisiones guiadas por intereses económicos y comerciales también pesan los factores de índole política. Así, el buen o mal estado de las relaciones bilaterales con un determinado país, entre otras variables, puede influir de manera importante en la concreción de oportunidades de negocio e inversión.
Tradicionalmente se da por sentado que las relaciones políticas e institucionales de China y España son excelentes. La fluidez ha sido la característica más destacable durante mucho tiempo, demostrada por el intercambio de visitas al máximo nivel, un síntoma que refleja el tono vital de dicha relación. En los últimos tiempos, no obstante, especialmente a raíz de la decisión de la Audiencia Nacional de dar trámite a la causa contra altos dirigentes chinos por la represión en Tíbet, estas se han enrarecido. Las autoridades chinas veían en España a un fuerte aliado en Europa, y España hacía valer su posición geográfica para intentar atraer inversión china de cara al Norte de África y también, por sus vínculos históricos, económicos y culturales, hacia América Latina.
Hasta 2012, prácticamente todos los miembros del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del PCCh, a excepción del recientemente caído en desgracia Zhou Yongkang, habían visitado España en los últimos años. También muchos otros altos funcionarios del gobierno y del partido. Igualmente, del lado español, desde la Jefatura del Estado a la Presidencia del Gobierno, ministros, etc., las visitas han constituido un hecho normal. Durante su mandato, Rodríguez Zapatero visitó China en cuatro ocasiones y fue el único dirigente europeo invitado al foro Boao, el Davos asiático, de 2011. El presidente Hu Jintao sentenciaba en una escala en Canarias (ahora los dirigentes chinos prefieren hacerlas en Grecia) a su regreso de la cumbre del G20 (Los Cabos, México), que las relaciones entre China y España se encontraban en el mejor momento de su historia.
Por su parte, Mariano Rajoy, que inició su mandato en diciembre de 2011, tenía prevista su primera visita a China en 2013, coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de las relaciones bilaterales, que no se llegó a materializar (el viaje se realizaría del 24 al 27 de septiembre de 2014). De los máximos dirigentes chinos actuales, el primer ministro Li Keqiang visitó España en enero de 2011, en el tramo final del mandato del presidente Zapatero, mientras que el ahora presidente Xi Jinping (desde marzo de 2013) hizo una escala en Mallorca en noviembre de 2010 procedente de Angola.
Debe señalarse que la relación de España con China siempre ha sido, ante todo, mucho más que una relación económica. El ex ministro de asuntos exteriores Yang Jiechi o el ex primer ministro Wen Jiabao lo dijeron con claridad: España es el mejor amigo de China en Europa, un título hoy en cuestión. Ello se debía en buena medida a una gestión cuidadosa de las llamadas «3T» (Tiananmen, Taiwán y Tíbet) muy atenta a la sensibilidad china, con posicionamientos muy próximos a sus planteamientos, cosa que China agradece especialmente, más en un contexto como el europeo donde abundan los matices y las discrepancias. Baste recordar las giras por el continente del Dalai Lama, recibido al máximo nivel en algunas capitales, actitud altamente improbable en Madrid.
China y España comparten desde 2005 una Asociación Estratégica Integral (hasta la fecha, China ha establecido asociaciones estratégicas integrales con 18 países y organizaciones en todo el mundo), lo que nos sitúa al nivel formal de Francia, Italia o Reino Unido, aunque no exactamente al mismo nivel si bajamos los escalones y nos adentramos en otros segmentos de la relación bilateral, los cuales nos ofrecen un contenido de menor enjundia y que no se corresponde con la dimensión alcanzada en el plano político.
En el marco de la UE, España comparte los objetivos de la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) en relación a China: apoyo para completar su transición, fomento de la apertura política, defensa de los derechos humanos, definición de un marco de relaciones económicas mutuamente provechoso, hacer de China un actor responsable en el orden internacional, etc. Los hemos tenido presentes durante la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010, añadiendo puntos de vista propios como la postulación del reconocimiento de China como una economía de mercado o del levantamiento del embargo de armas que pesa sobre China desde los sucesos de Tiananmen (1989), evidenciando que esa sintonía no se limita al ámbito bilateral sino que España no tiene complejo en proyectarla en los escenarios regionales e internacionales, lo que con independencia del éxito o no de dicha vocación, agrada a China y refuerza su convencimiento acerca de la sinceridad de la actitud oficial española.
China figura como país destacado en los planes Asia-Pacífico que el gobierno español ha aprobado desde 2000 (un total de tres), de los que se han derivado planes sectoriales en varios ámbitos con el objeto de superar carencias estructurales de valor cualitativo. Es verdad que no se han superado del todo dichas deficiencias, pero sin duda han aportado un cierto dinamismo en el que convendría perseverar.
Por otra parte, cabe referirse al Foro España-China, creado en 2003 como ente aglutinador y contextualizador de las relaciones bilaterales, enfrentado siempre al doble reto de dotarse de más contenidos sustanciales y de lograr una participación más amplia, plural y equilibrada.
Por último, se debe destacar el creciente papel de la diplomacia pública, a la que China concede cada vez más importancia. En tal sentido, es aconsejable ampliar y diversificar los vínculos de forma que esa sintonía que existe en la cúspide de la pirámide pueda impregnar el conjunto de las relaciones bilaterales, buscando complicidades y tejiendo redes que fortalezcan el entendimiento y aporten la tan anhelada regularidad. Queda mucho por hacer en este ámbito.
El tiempo del protagonismo absoluto de los gobiernos en las relaciones internacionales ha periclitado. Vivimos en una sociedad a cada paso más abierta donde todos los actores (también las empresas pero no solo) precisan ampliar sus horizontes de acción. En la sociedad global se operan nuevas dinámicas complementarias de la esfera gubernamental que ponen en valor el papel de las personas, de las sociedades civiles, convertidas en auténticos motores del cambio, aportando nuevos valores que enriquecen las relaciones oficiales con más cooperación, más intercambio, conocimiento y solidaridad. Y no es aconsejable quedarse atrás en estas tendencias pues ello equivaldría a una lamentable pérdida de energía que a la larga acabaría pasando factura.
Esa tupida red de interdependencias, construida día a día, aglutinando directamente los intereses y las preferencias del ámbito de la cultura, la educación, los sectores profesionales, sindicales, juveniles, el deporte, el poder local, etc., es reflejo del nuevo dinamismo global de nuestras sociedades, expresión de su diversidad activa y complemento indispensable de las relaciones tradicionales, complementándolas con un modelo en permanente construcción que les convierte en actores de una diplomacia multinivel que contribuye a la pluralización de las relaciones bilaterales e internacionales con prácticas mucho más horizontales y cooperativas.
La incorporación activa de la diplomacia pública en un sentido amplio a las políticas bilaterales sin duda puede contribuir a mejorar el mutuo conocimiento y a enfatizar la importancia de un desarrollo humano, transformador e intercultural ofreciendo igualmente un colchón de resistencia en las horas bajas en otros ámbitos. Este elemento es especialmente importante en el caso de China, pues el desconocimiento respecto a sus claves culturales, que tanto influyen en su proceder, es aún muy amplio en nuestros lares y motivo recurrente de infortunios y malentendidos. Pero también en el caso de China, pues nuestra diversidad contrasta con la proliferación de tópicos que si no se compensan con el enriquecimiento que aporta el contacto directo resultan difíciles de desentrañar. La eficiencia que aporta en este ámbito la esfera de la diplomacia pública no admite discusión.
Ese contacto directo entre las respectivas sociedades y sus entidades representativas aporta pluralidad y cohesión a la relación bilateral, de forma que el entendimiento que prima en la cúspide de la pirámide puede llegar a impregnar el conjunto de las respectivas sociedades y alentar un rico proceso de intercambio y de conocimiento. Todos estos actores, a su respectivo nivel, pueden ejercer como «embajadores de hecho», capaces de establecer y desarrollar relaciones mutuamente beneficiosas en todos los ámbitos estamentales.
El apoyo mutuo a las entidades que se articulan en los respectivos países y que reúnen tanto potencialidad como interés en el impulso de iniciativas de acción exterior en el ámbito cívico y social, expresión del dinamismo de las sociedades civiles contemporáneas, puede revertir en el establecimiento de genuinos espacios de interlocución y en el fomento de una acción bilateral e internacional responsable, multinivel y participada. Se trata, sin duda, de un plus muy significativo y de gran proyección. Su pluralidad no debilita (o diluye, como a veces se sugiere) sino que, por el contrario, enriquece y refuerza a ambas partes.
Esta visión abierta que promueve la cooperación de la ciudadanía organizada es un elemento muy positivo que también puede contribuir a fomentar una mayor concreción de los acuerdos y compromisos, adaptándolos a las necesidades más perentorias de colectivos concretos que tienen así la oportunidad de configurar un marco más adaptado a sus intereses. Esta mayor precisión, formulada a pie de obra, constituye una poderosa guía para los gobiernos de España y de China, ajustando sus pasos con el acompañamiento activo de sus respectivas sociedades.
Los espacios prioritarios para desarrollar esta diplomacia pública sino-española deben incluir necesariamente el ámbito educativo, el poder local, las autonomías, las organizaciones ambientales, deportivas, los think tanks, etc. Y debiera incorporar una definición de principios, objetivos y prioridades por parte de los respectivos gobiernos que perfile sus contornos generales y oriente su impulso para que este contribuya a retroalimentar otras dimensiones de la relación bilateral. Esa visión de conjunto permite obviar la temida dispersión y facilita que todos puedan trabajar en la misma dirección.
En una tercera variable debemos referirnos a la dimensión cultural. La clave cultural es muy importante (al igual que la histórica). Prescindiendo de la cultura y de la historia no se puede comprender China. En términos proporcionales, se diría que es mayor el desconocimiento general de China en España que a la inversa. Por eso es de vital importancia fomentar el intercambio informativo y la comunicación. Aunque algo hemos mejorado en estos aspectos, seguimos estando básicamente desarbolados.
La cultura es un valor clave para el acercamiento y la generación de confianza. Mucho más que la sintonía política, a menudo más coyuntural y volátil. La cultura aporta una preparación básica para facilitar el acercamiento en cualquier orden. Instituciones como el centro cultural establecido por China en Madrid o como Casa Asia en Barcelona y otras que también presentan desde hace años una actividad destacada son referentes en este sentido. Se necesita no obstante perseverar en el esfuerzo local, muy especialmente y en primer lugar en las elites a todos los niveles, en general muy ignorantes en relación a China.
Cabe destacar igualmente la significación de la iniciativa del Año de España en China, 2007-2008, que en la práctica se redujo en China a una sola semana. Son pocos los países con quienes China organiza los Años Duales, por ello dejó un sabor agridulce su realización debido a las múltiples limitaciones que acompañaron su ejecución.
Con todo, la mayor dificultad para el intercambio en el plano cultural radica en la diversidad de modelos de gestión, muy condicionada por el apo...