V
Entre la irrupción y la institución:
el caso de Podemos
Tatiana Llaguno
Casi nadie previó el surgimiento de Podemos y menos aún la magnitud del cambio que provocaría en el panorama político español. Quizá con la excepción de la socióloga Belén Barreiro, que en su artículo «Regreso del futuro», a modo de política ficción, hablaba del potencial nacimiento de una plataforma formada por individuos anónimos, figuras de la sociedad civil y algunos políticos de los partidos tradicionales, en defensa de un proyecto de «rescate ciudadano»]. En efecto, la aparición de Podemos en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, donde consiguió más de un millón de votos y cinco escaños, fue para muchos –incluso para sus promotores– la «sorpresa» de los comicios]. Ese fue tan sólo el comienzo de una paulatina entrada en las instituciones que, a día de hoy, y superados ya varios ciclos electorales, sitúa a Podemos como tercera fuerza política a nivel estatal, así como en la mayoría de Comunidades Autónomas y municipios. El partido (junto con sus alianzas electorales) cuenta actualmente con 71 escaños en el Congreso de los Diputados, habiendo obtenido en las últimas elecciones generales el 21,10 por 100 de los votos (más de cinco millones). Ha conseguido hacerse también con las principales ciudades del Estado y participar como socio de gobierno en diferentes ejecutivos autonómicos. Si bien a nivel nacional Podemos no participó en el Gobierno liderado por Pedro Sánchez y el PSOE, fue un actor clave en la moción de censura presentada por este último al Gobierno del PP y un aliado fundamental para cuestiones tan importantes como el intento –eventualmente fallido– de aprobación de unos nuevos presupuestos generales. El abrupto fin de la legislatura por la convocatoria de elecciones generales el 28 de abril de 2019 ha provocado, no obstante, tensiones entre el PSOE y Podemos, que ha lamentado la falta de atrevimiento de los decretos impulsados por el Gobierno en temas como la regulación del precio de los alquileres y ha denunciado el incumplimiento de acuerdos entre ambos partidos, como el referido a la derogación de la reforma laboral de 2012.
El recorrido ha sido corto pero intenso para Podemos, y todo aquello que le concierne ha sido ampliamente discutido en la arena pública: desde sus orígenes e influencias a su programa electoral, pasando por la estrategia política, el discurso y la organización interna y territorial. La variedad de opiniones respecto a cada uno de esos temas, tanto de analistas como de miembros y corrientes del partido, dificultan su resumen en estas páginas. No obstante, en este capítulo se intentará presentar una imagen compleja y diversa de cada uno de esos ámbitos y se compartirán reflexiones sobre el futuro de la organización. Podemos navega aún las inevitables complejidades que acompañan cualquier proceso de consolidación institucional y, a pesar de todas las dificultades, su recorrido futuro no está escrito: dependerá, entre otras cosas, de su capacidad de apertura, pero también de la respuesta ciudadana a sus decisiones y propuestas, de la organización intelectual y política de la ciudadanía, y de la movilización popular.
Más allá de los evidentes logros en lo que a la política electoral se refiere, Podemos puede congratularse por haber funcionado como portavoz de un gran número de medidas sociales, económicas y políticas defendidas por movimientos sociales y por revitalizar así la vida político-institucional del país. No obstante, esta evidente conquista no debe satisfacerle y debe asumir, con todas sus consecuencias, que, tanto hacia fuera como hacia dentro, la democracia está siempre «por venir».
Orígenes y consolidación: cronología de una irrupción inesperada
El trasfondo político, social y económico que ayuda a entender el surgimiento de Podemos debe dibujarse alrededor de dos acontecimientos: por un lado, la crisis económica de 2008 y, por otro, la respuesta ciudadana a esta y a las políticas de austeridad que le precedieron, materializada en un amplio ciclo de movilización social condensado en el movimiento 15M. En efecto, la crisis económica internacional afectó de forma particularmente intensa al Estado español, provocando, entre otras cosas, la explosión de la burbuja inmobiliaria, altísimas tasas de desempleo, un incremento de la población en situación de pobreza y un número ultrajante de desahucios. La ausencia de una respuesta a la vez justa y eficaz por parte del Gobierno encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y la imposición –no primera, pero sí determinante– de medidas de austeridad, con recortes en el gasto público, acabaron por convertir la crisis económica y social en una crisis política y de representación. Según ciertos autores, el desencanto gestado termina traduciéndose en una crisis aún mayor, que afecta a lo que comúnmente se conoce como Régimen del 78, «un conjunto de acuerdos políticos, económicos y culturales desarrollados durante la transición democrática […], que durante tres décadas permitieron a las elites políticas y económicas gestionar los conflictos sociales, territoriales y culturales con relativo éxito»].
La mayor expresión de dicho desengaño puede encontrarse claramente en la exitosa llamada a las plazas que se produjo a partir del 15 de mayo de 2011, con miles de personas reuniéndose y ocupando cuasi espontáneamente el espacio público, bajo eslóganes tan potentes como «Democracia real ya» o «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros». Este acontecimiento, así como su posterior expansión en numerosas iniciativas y plataformas ciudadanas, parte en «dos la historia de la democracia española»] y supone, sin lugar a dudas, la condición de posibilidad del surgimiento de Podemos. El apoyo ciudadano al movimiento 15M y a sus demandas, articuladas mayoritariamente alrededor de un eje político y de otro económico, resulta abrumador: aquellos que consideran que los indignados «tienen razón» superan, en junio de 2011, el 80 por 100]. Si bien el movimiento no logra impedir la victoria del Partido Popular en los siguientes comicios, perdiendo relativa fuerza en su inevitable disgregación en los barrios, consigue algo tal vez igual o aún más importante: posibilita, en un momento de crisis, una rearticulación progresista de las fuerzas sociales y políticas, dado que, como bien explican Rendueles y Sola, sus «diagnosis y propuestas giran en torno a la idea de democracia, su ausencia y su redefinición»]. Si, como afirma el filósofo francés Jacques Rancière, «la política existe cuando el orden natural de la dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte»], existiendo «pocas y raras veces», entonces el 15M podría entenderse nada más y nada menos que como la reaparición de la política. En efecto, el movimiento de las plazas, en tanto que actividad política, «hace ver lo que no tenía razón para ser visto […], hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido»], y produce un nuevo orden simbólico, más tarde capitalizado por Podemos en su asalto a las instituciones. El 15M desencadena un pico de protestas que dura hasta bien entrado 2013, pero es entonces cuando podemos hablar de un comienzo de la desmovilización].
La publicación del manifiesto que da origen a Podemos, «Mover Ficha», aparecido justamente a principios de 2014, responde, pues, a la necesidad de un movimiento político que revitalizara las demandas de mayor democracia y el rechazo a las medidas de austeridad, llevándolas al ámbito institucional. La voluntad declarada de dicho manifiesto era, en efecto, evitar el cierre de la «ventana de oportunidad» que el movimiento 15M y sus ramificaciones habían abierto durante el periodo 2011-2013. Para conseguirlo, se afirmaba que «la movilización popular, la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas son imprescindibles, pero también lo es forjar llaves para abrir las puertas que hoy quieren cerrarnos»; en otras palabras, las instituciones. La candidatura que se lanza se sostiene, en gran parte, en el capital mediático conseguido por el entonces profesor de universidad Pablo Iglesias, que, a través de numerosas intervenciones en televisión, consigue hacerse un hueco en el debate político del momento. La importancia estratégica dada a la participación en medios convencionales de comunicación distancia a Podemos, de manera relativa, de formaciones de izquierda clásica con tendencia a desconfiar de estos. En particular, la relevancia dada a la televisión es explicada por el propio Iglesias en el artículo «Entender Podemos», publicado en la New Left Review, donde se afirma que la televisión, «de manera mucho más intensa que los dispositivos de producción ideológica tradicionales (la familia, la escuela, la religión, etcétera), condiciona e incluso fabrica los marcos –estructuras mentales con valores asociados– a través de los cuales piensa la gente»]. No en vano, gran parte de las consignas y análisis elaborados por Podemos fueron primero ensayados en el programa de televisión dirigido y presentado por Pablo Iglesias, La Tuerka.
Es importante señalar, no obstante, que Podemos no se construye sólo a través de la televisión; al contrario, se entiende a sí mismo desde un principio como una realidad existente en otros dos niveles: las redes y las calles. Gran parte de su éxito, justamente en un momento de relativa desmovilización, se debe a la «efervescencia social»] provocada por los cientos de círculos surgidos en los meses posteriores a su aparición, a lo largo y ancho del territorio español y en el exterior. Esta participación, desde abajo, funciona para muchos como revitalizador del debate político y da cuenta, por su composición, de una «radical heterogeneidad»], donde se unen activistas más experimentados con gente corriente sin experiencia política previa. Asimismo, el crecimiento del partido viene posibilitado por una fortísima presencia en redes y un uso innovador de estas. Las primarias online, la difusión de actos públicos o la propia financiación de las diferentes campañas hacen de las redes sociales «una estructura completamente necesaria»] para el desarrollo y sustento de la «hipótesis Podemos». Es a partir de esos tres ejes político-mediáticos que Podemos consigue un éxito inesperado en las elecciones europeas, una irrupción en el panorama político español que supone el principio de un auge espectacular, con varias encuestas que lo sitúan como primera fuerza política en intención directa de voto en los meses posteriores a su aparición]. El recorrido a partir de entonces es abrumador: un primer congreso fundacional –la Asamblea Ciudadana de noviembre de 2014–, la participación en elecciones auton...