El caso Galileo
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El caso Galileo

Mito y realidad

  1. 400 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El caso Galileo

Mito y realidad

Descripción del libro

Probablemente ningún juicio y veredicto ha suscitado tantas interpretaciones y controversias como el de Galileo Galilei. Historiadores, filósofos, novelistas, dramaturgos, periodistas religiosos y científicos se han aproximado a él acentuando un aspecto de la historia, pero a menudo olvidando (u ocultando) otros. A pesar de ello, el caso Galileo se ha convertido en un auténtico mito en la conciencia colectiva, pero el desconocimiento de lo que realmente ocurrió es alarmante. Este libro, escrito por dos de los mayores especialistas en Galileo, trata de aclarar el proceso en el convencimiento de que la verdad es más satisfactoria y provocadora que la propaganda.

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Información

Año
2011
ISBN del libro electrónico
9788499206790
Edición
1

1
GUERRA ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN

Con frecuencia, el caso Galileo es considerado como ejemplo de un permanente conflicto entre ciencia y religión. Si uno piensa que tal conflicto no existe, le dirán: ¿y el caso Galileo?, ¿no es verdad que cuando la ciencia moderna empezó a progresar, la Iglesia católica se opuso a ella y condenó a Galileo? Galileo sería la prueba de que ese conflicto existió desde el principio de la Edad Moderna. Además, se dice, Galileo es solamente un caso entre otros. El conflicto es permanente, no hay más que ver todos los casos semejantes al de Galileo. Por si quedara alguna duda, se añade que ese conflicto tiene que existir, porque la ciencia se basa en la experiencia y en la razón, en lo que podemos conocer por nuestra cuenta, y la religión se basa en la fe, en algo que no podemos comprobar por nosotros mismos, en algo que debe ser aceptado confiando en un testimonio exterior. Sería imposible admitir las dos cosas a la vez porque la Iglesia se basa en la fe y en la autoridad, y por eso necesariamente tiene que chocar con quienes piensan por cuenta propia: eso sería lo que pasó con Galileo, un ejemplo entre muchos.
Ante todo, conviene aclarar que no ha habido muchos casos como el de Galileo. Sólo ha habido uno. Además, aunque el caso fue lamentable, Galileo no llegó a estar en la cárcel, murió de muerte natural a los 78 años, y publicó su obra más importante después del proceso. En cambio, ha habido casos mucho más tristes de los que no se suele hablar. Por ejemplo, el de Lavoisier, el padre de la química moderna, que fue ejecutado por un tribunal de la Revolución Francesa. Fue guillotinado el 8 de mayo de 1794, cuando tenía solamente 51 años. Había realizado muchos trabajos importantes y podía haber realizado otros muchos. El conocido científico Joseph Lagrange comentó al día siguiente: «Ha bastado un momento para cortar esa cabeza, y quizás hara falta más de un siglo para producir otra semejante»1.
Galileo no estaría de acuerdo con que se presente su caso como ejemplo de un conflicto necesario entre ciencia y religión. Él siempre se consideró católico. Sin duda, tenía sus defectos. Pero jamás pretendió atacar a la Iglesia. En cambio, temía que las autoridades de la Iglesia, mal aconsejadas, condenaran el copernicanismo, porque eso, a la larga, haría daño a la Iglesia. El temor de Galileo se ha cumplido. Debido a la condena de Galileo, la Iglesia ha tenido que sufrir muchas críticas durante varios siglos y hasta nuestros días.
Hoy día se suele admitir que ciencia y religión no tienen por qué entrar en conflicto, si se mantienen en sus campos respectivos, sin invadir el campo ajeno. Los grandes pioneros de la ciencia moderna, como Copérnico, Kepler, Galileo o Newton, eran gente religiosa. Copérnico no era sacerdote, pero ocupó el cargo eclesiástico de canónigo; propuso que la Tierra no está en el centro del universo, sino que gira alrededor del Sol, y dedicó su obra al Papa. Galileo defendió la idea de Copérnico y no veía ninguna contradicción con la doctrina cristiana. Kepler determinó las leyes del movimiento de los planetas alrededor del Sol, y era un devoto cristiano. Newton explicó el movimiento de los planetas alrededor del Sol mediante la fuerza de la gravedad, y también era una persona religiosa. Durante mucho tiempo, ciencia y religión coexistieron pacíficamente. Incluso se utilizaba la nueva ciencia de Kepler, Galileo y Newton para apoyar la existencia de Dios.
La ciencia moderna nació en la Europa occidental cristiana, y prácticamente todos los grandes científicos que la pusieron en marcha eran cristianos que veían la nueva ciencia como aliada y complementaria con la religión. Sólo más tarde, en el siglo XVIII y, sobre todo, en el siglo XIX, algunos autores formularon la teoría del perpetuo conflicto entre ciencia y religión. Fueron dos los autores que influyeron especialmente en esta línea: John William Draper (1811-1882), que publicó en 1874 su libro Historia del conflicto entre religión y ciencia, y Andrew Dickson White (18321918), que publicó en 1896 un libro mucho más amplio titulado Una historia de la guerra de la ciencia con la teología en la cristiandad. Se han publicado muchísimas ediciones de estos dos libros en diferentes idiomas, y todavía se siguen publicando en la actualidad. Son los dos clásicos del conflicto entre ciencia y religión. Vamos a analizar cómo presentan el caso Galileo, pero antes nos vamos a detener en la famosa ley de los tres estadios, propuesta por el padre del positivismo, el filósofo francés Augusto Comte (17981857), que proporciona el marco en el que se encuadran las teorías del conflicto entre ciencia y religión.

La ley de los tres estadios

Según Comte, la humanidad ha pasado por tres etapas o «estadios». En el primero, que denominaba «religioso» o «mítico», se inventaban dioses y fuerzas sobrenaturales para explicar los fenómenos naturales, que no se entendían en absoluto y no se podían dominar; de acuerdo con esta perspectiva, la religión sería un conjunto de mitos o supersticiones, provocadas por la ignorancia en la época infantil de la humanidad. En el segundo estadio, «metafísico» o «abstracto», se proponían teorías más sofisticadas, en forma de filosofía o metafísica, pero esas teorías eran igualmente falsas. Por fin, en el tercer y definitivo estadio, el «científico» o «positivo», la ciencia experimental moderna proporcionaría explicaciones auténticas, basadas en la observación de los fenómenos, evitando todo lo que vaya más allá, lo que no se puede observar. La ciencia positiva se limitaría a relacionar hechos observables, proporcionando un dominio controlado de la naturaleza. Gracias a la ciencia y a sus aplicaciones tecnológicas podremos resolver los problemas de la humanidad, que, en cambio, no se podían resolver mediante la religión o la filosofía. El positivismo se atiene a lo dado en la experiencia, a lo observable, a lo «positivo».
Según esa perspectiva, que se suele denominar ley de los tres estadios, el progreso científico siempre ha estado y estará en conflicto con la religión y la metafísica. Cada progreso de la ciencia significaría un retroceso de la religión. La ciencia conquistaría siempre nuevos terrenos a la religión. Todavía quedan interrogantes, pero el tiempo juega a favor de la ciencia y en contra de la metafísica y la religión.
El positivismo es una filosofía bastante pobre que no se ajusta a los hechos históricos y que, además, es una mala guía para la investigación científica. Si los científicos siguieran sus dictados, la ciencia se moriría por asfixia, encorsetada, sofocada por unas normas demasiado estrechas que no corresponden a lo que la ciencia hace en la realidad. La ciencia experimental avanza, sobre todo, proponiendo hipótesis que van mucho más allá de los datos observables, y utilizando una gran creatividad e imaginación para planear experimentos, interpretar sus resultados, y utilizar esos resultados para juzgar el valor de las hipótesis. La creatividad y la interpretación son fundamentales en la ciencia. Afortunadamente, los científicos nunca han seguido las ideas positivistas, porque, si las hubieran seguido, el progreso científico se hubiera detenido. Por ejemplo, en el siglo XIX y principios del XX, algunos físicos se oponían a la teoría atómica en nombre de las ideas positivistas, porque los átomos se encontraban muy lejos de los fenómenos observables; si hubieran triunfado esos prejuicios positivistas, no se hubiera desarrollado la teoría atómica moderna, que es clave en el progreso científico de nuestra época. Además, siempre han existido, ahora también, muchos científicos que son personas religiosas y no ven ninguna contradicción entre ciencia y religión. Sin embargo, las ideas positivistas han ejercido una influencia muy amplia, y han llevado a bastante gente a pensar que realmente existe un conflicto permanente entre ciencia y religión.

Una historia en clave de conflicto

Siguiendo la línea del positivismo y presentándose con apariencia de rigor, la Historia del conflicto entre religión y ciencia, publicada en 1874 por John William Draper, pretende mostrar que a lo largo de toda la historia, la religión (y concretamente el catolicismo) se ha opuesto al progreso científico. En esta obra, el caso Galileo se presenta como un ejemplo del conflicto permanente entre ciencia y religión.
John William Draper nació el 5 de mayo de 1811 en Inglaterra, cerca de Liverpool. Estudió en el University College de Londres. Comenzó los estudios de medicina, se casó en 1831, y en 1832 se trasladó a Virginia, en los Estados Unidos. Finalizó sus estudios de medicina en la Universidad de Pennsylvania. Desde 1839 trabajó como profesor de química en la Universidad de Nueva York. Realizó progresos importantes en fotografía, y obtuvo en 1840 la primera fotografía conocida de la Luna. En esa época realizó lo que quizás sea la primera fotografía retrato. Desde 1850 enseñó también fisiología, y en 1856 publicó un libro titulado Fisiología humana.
Partiendo de su base científica, Draper se adentró en el ámbito de la historia. En 1862 publicó un libro titulado Historia del desarrollo intelectual de Europa. A esta obra le siguieron en 1867 los tres volúmenes de la Historia de la guerra civil americana. Más adelante se concentró en las relaciones entre ciencia y religión y publicó, en 1874, la obra ya mencionada, Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, que apareció a la vez en Londres y Nueva York y tuvo bastante éxito, en parte debido al estilo claro y vivo con que Draper defiende sus ideas2.
La Historia del conflicto entre religión y ciencia consta de 12 capítulos. En el Prefacio, Draper advierte que dirige sus críticas principalmente contra la Iglesia Católica, alegando que es la más poderosa, representa la postura más extrema y dura, ha abusado del poder político, ha contaminado el cristianismo con elementos extraños, ha sido un obstáculo para el progreso en los lugares donde predominó, es básicamente anti-científica e intolerante, va contra la verdad, reprime el progreso. En cambio, según Draper, la ciencia mejora la vida humana, nunca es agresiva, conduce hacia la paz.
Draper presenta el conflicto entre ciencia y religión como una manifestación de la oposición básica que, según él, existe entre religión y progreso humano, acentuada desde el momento en que la Iglesia adquirió poder político en la época del emperador romano Constantino (siglo IV después de Cristo). Convencido de la importancia del tema, Draper se propone afrontarlo, según dice, después de haber meditado larga y seriamente sobre los hechos que va a describir. Se presenta como movido por el amor a la verdad y la imparcialidad, aunque cualquier lector puede advertir que una constante a lo largo del libro es una crítica dura e implacable frente al catolicismo.
Las críticas se centran en torno a la Iglesia católica, advierte Draper, porque los cristianos ortodoxos siempre han tenido una actitud más bien positiva respecto a la ciencia, y los protestantes no han tenido la actitud pretenciosa y la influencia política de los católicos. Al mismo tiempo, exalta a la ciencia porque nunca se ha aliado con el poder civil, nunca ha hecho sufrir a nadie para promover sus ideas, está libre de crueldades y crímenes. En cambio, dice que el Vaticano, cuyas manos se levantan implorando la misericordia, tiene las manos manchadas de sangre: basta recordar la Inquisición.
En la última parte de su Prefacio, Draper expone el argumento de su libro. Primero intentará mostrar que el origen de la ciencia moderna fue una consecuencia de las campañas de Macedonia que pusieron en contacto Asia y Europa. Después analizará el origen de la cristiandad, mostrando cómo llegó a transformarse al unirse al poder político del Imperio Romano. Luego comienza la lucha. El primer conflicto se produce, según Draper, cuando nace el mahometanismo, al que llama «primera reforma» de la cristiandad, porque, siempre según Draper, restablece la doctrina de la unidad de Dios. El cristianismo perdió entonces gran parte de Asia y África. En los dominios árabes se restauró la ciencia, hubo un rápido progreso científico. La Inquisición significó otro retroceso en Europa. Los nuevos conocimientos sobre la posición de la Tierra y la estructura del mundo fueron combatidos por la Iglesia que, apoyándose en las Escrituras e insistiendo en el lugar central que la Tierra ocupa en el universo, provocó el conflicto con Galileo. En el siglo XVI se advirtió que la Iglesia se había separado de su primitiva pureza, debido a su alianza con el paganismo, y de ahí surgió la «segunda reforma», el protestantismo, que abrió las puertas a la libertad intelectual y a los derechos de la razón. Entonces el catolicismo perdió la Europa del norte. En la actualidad, así concluye el resumen de Draper, el conflicto se refiere a si el mundo es gobernado por una incesante intervención de Dios o por medio de leyes inmutables. Draper dice que la cristiandad se encuentra ahora en el punto que habían alcanzado los árabes en los siglos X y XI, y se discuten las mismas doctrinas que se discutían entonces: la evolución y la creación. Draper afirma que continuamente ha procurado escribir el libro con espíritu imparcial, y que deja al lector que juzgue sobre el resultado. Sin embargo, este resumen es cualquier cosa menos objetivo y equilibrado. El famoso biólogo evolucionista americano y agnóstico Stephen Jay Gould ha escrito:
«Draper, siguiendo una lamentable tradición en la historia del prejuicio americano, escribió su libro como un «viejo estadounidense» protestante, temeroso de la influencia católica, expresada en particular en los orígenes extranjeros y proletarios de la mayoría de católicos norteamericanos. Su libro, poco más que una diatriba antipapista, argumentaba que el espíritu liberal del protestantismo podía hacer las paces con el progreso de la ciencia, beneficioso y, en cualquier caso, inevitable, mientras que el catolicismo dogmático no podía alcanzar dicha avenencia y tenía que ser sustitutido o aplastado»3.
La perspectiva de Draper es tajante. Dice que la revelación divina debe necesariamente ser intolerante frente a todo lo que la contradiga, y el progreso humano, en cambio, está siempre sujeto a revisión. El conflicto entre ciencia y religión no sería más que una manifestación de esa oposición básica entre religión y progreso humano. No puede extrañar, en este contexto, que Draper afirme de modo lapidario:
«La historia de la ciencia no es un mero registro de descubrimientos aislados: es la narración del conflicto de dos poderes antagonistas; por una parte, la fuerza expansiva de la inteligencia del hombre; la comprensión engendrada por la fe tradicional y los intereses mundanos, por otra. Nadie ha tratado hasta hoy esta materia bajo tal punto de vista, y sin embargo, así es como actualmente se nos presenta, y de hecho como la de más importancia entre las cuestiones palpitantes»4.
Convencido de la enorme importancia del tema, Draper se propone afrontarlo, animado por el éxito de su anterior obra histórica:
«Aunque profundamente penetrado de tales pensamientos, no me hubiera atrevido a escribir esta obra, o a exponer al público las ideas que entraña, si no hubiesen sido materia de mis más graves y profundas meditaciones; por otra parte me ha dado nuevo vigor la favorable acogida dispensada a mi Historia del desarrollo intelectual de Europa, y que, publicada hace pocos años en América, ha sido reimpresa varias veces y traducida a numerosos idiomas europeos, tales como el francés, alemán, ruso, polaco, serbio, etc., siendo en todas partes benévolamente recibida»5.
Pero Draper advierte, con razón, que el tema que se dispone a abordar es muy complejo, porque abarca muchas épocas, una enorme variedad de problemas y resultados que pertenecen a la ciencia, la historia, la teología y la política. Por eso declara que su obra...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN
  2. 1. GUERRA ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN
  3. 2. ¿TENÍA QUE SUCEDER?
  4. 3. GALILEO REVOLUCIONARIO
  5. 4. ¿FUE TORTURADO GALILEO?
  6. 5. ¿JUEGO SUCIO?
  7. 6. EL DERECHO A EQUIVOCARSE
  8. 7. OTROS MUNDOS
  9. 8. GALILEO, UN COPERNICANO CATÓLICO
  10. 9. NUEVOS DOCUMENTOS
  11. 10. EL MITO DE NUNCA ACABAR
  12. BIBLIOGRAFÍA
  13. LISTA DE ILUSTRACIONES