
- 368 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Frente a la visión habitual que atribuye al nacionalismo catalán una fundamentación meramente cultural o lingüística, Francisco Caja muestra, apoyándose en los propios textos fundacionales de los referentes e ideólogos del catalanismo, en el carácter cientificista y racial de su doctrina. La raza catalana constituye, así, una rigurosa y novedosa aportación para la comprensión del fenómeno nacionalista en Cataluña, indispensable para quien quiera aproximarse críticamente a una ideología de indudable influencia en nuestros días. "Este libro sostiene que el núcleo de la doctrina catalanista es la doctrina de la raza; que el nacionalismo es una especie de racialismo".
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a La raza catalana de Francisco Caja López en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Storia y Teoria e critica storica. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Editorial
Ediciones EncuentroAño
2011ISBN de la versión impresa
9788474909975ISBN del libro electrónico
9788499205373DEL FEDERALISMO AL NACIONALISMO O LA DOCTRINA DE LAS DOS RAZAS
Valentí Almirall (1841-1904)
«El federalisme almirallià prenia un caire més català cada dia, i la saba racial li donava un gust de cosa nostrada»1.A. ROVIRA I VIRGILI, 1936«Quan una raça està en vies de regenerar-se i alguns dels seus homes notables defaillexen, la raça no te en compte la falla, sinó l’afirmació. Alguns d’aquests homes, a causa de no existir un ambient raçat autòcton, solen acabar la seva vida girant-se contra la propia mentalitat o els corrents que infantívolament la representen, i en aquest cas, la raça, en lloc de seguir-los, s’apropia de la doctrina elaborada pels trànsfugues i oblida la deserció. El record dels catalans per a Víctor Balaguer i Valentí Almirall s’atura als últims anys de la vida d’aquests homes»2.MÁRTIR ROSELL I VILAR, 1930
El 26 de mayo de 1881 Valentí Almirall publicaba en el Diari Català, tras la triunfal visita de Pi i Margall a Cataluña, un breve artículo, «En estado normal»3, que significaba el rechazo de la «jefatura» y del federalismo «pactista» de Pi. Había nacido el nacionalismo catalán. Cuatro días después, rubricando su gesto simbólico, su paso del Rubicón, Almirall suspendía la edición del Diari Català4, el primer diario político en catalán. Había llegado el momento de la acción y de la unión de todos los catalanistas, sin distinción de clase y condición, en un gran partido «sin dependencia de Madrid».
Estamos ante un momento inaugural: la ruptura unilateral, sorpresiva en tanto en cuanto Almirall había acompañado y rendido honores a Pi en su visita, con el «jefe» de los federales, como le denominará en el referido artículo, ha de ser considerada a todos los efectos como la fecha del nacimiento del nacionalismo catalán. Más allá de los pleitos de sacristía de los nacional-historiadores del catalanismo, Valentí Almiralll ha de ser considerado el primer nacionalista catalán, y en caso alguno el «precursor» como lo calificará Prat de la Riba tras su muerte. Almirall es el primero en dar ese paso inaugural que va desde el federalismo al nacionalismo. Es él el que proporcionará la primera formulación doctrinal del catalanismo y es él quien, finalmente, legará a los catalanistas su última lección moral: «por Cataluña» apoyará a Alejandro Lerroux.
Dejemos que sea Josep Pla quien nos proporcione un rápido retrato inicial del personaje y su obra: «La figura de Almirall y su obra producen un gran efecto. Los escritos que nos ha dejado son una de las pocas cosas de los comienzos del catalanismo que se leen hoy con interés. Más aun: la obra de Almirall es probablemente una de las aportaciones intelectuales más fuertes que el catalanismo ha producido. Almirall es el hombre de su tiempo, en la Península, más completo, más culto, más europeo, más lleno de reservas intelectuales. Conocía el inglés admirablemente. Su autor es Milton, su admiración es la política inglesa. Sabía alemán. Su positivismo, el particularismo que defiende, es vivo, porque había sentido, a través del conocimiento que de ello tenía, las insuficiencias de la metafísica y sobre todo de los grandes sistemas del idealismo alemán. Su biblioteca era la mejor, en aquella época, de Barcelona. Su obra causa siempre el efecto de estar por encima de la media intelectual de sus coetáneos. En su célebre contestación a Núñez de Arce, se encuentra el sarcasmo contra la beocia del ambiente. Viaja, tiene una gran curiosidad. Está al corriente de las cosas serias y es la primera persona de este país que habla de Darwin5. Uno de sus grandes amigos es el señor Arús, que dejó una biblioteca a Barcelona. Escribía bien: de una manera rápida, inteligible: decía lo que quería. Su mundo no está olvidado: cada día será más señalado. La doctrina del catalanismo político organizado, en efecto, tiene como causa las ideas de Almirall y las del tradicionalismo católico: Verdaguer i Callís, Prat de la Riba, de procedencia más bien carlina»6. Un exactísimo retrato que Pla remata con su lapidario estilo: «Almirall murió el año 1904, lerrouxista y amargado».
Para los nacional-historiadores el lerrouxismo final de Almirall puede ser explicado cómodamente por su «decadencia» intelectual y física y su «amargura» por el ostracismo político de sus últimos años, pero más difícil resulta la explicación de los motivos por los que Almirall rompe con Pi y la naturaleza de esa ruptura. Lo mucho que se ha escrito sobre ese momento y los desacuerdos que existen sobre su significación son un claro síntoma de que algo huele a podrido en la historiografía catalanista. Son ejemplares al respecto las intrincadas explicaciones de Rovira i Virgili sobre la cuestión, a la que vuelve una y otra vez en sus escritos, consciente de que allí se juega el ser del nacionalismo catalán. No se trata tanto aquí de contradecir la opinión de Rovira sobre la ruptura o evidenciar los errores de su interpretación, cuanto de esclarecer las causas de su empecinamiento en negar las razones doctrinales de esa ruptura, y de este modo esclarecer, a su vez, la verdadera naturaleza misma del nacionalismo catalán.
Así pues lo primero que debiéramos preguntarnos sería: ¿cuál es la causa de la ruptura de Almirall con Pi i Margall? Y, consecuentemente: ¿cuál es la diferencia de su doctrina con la de Pi i Margall? Y lo más fácil para responder a estas obligadas preguntas sería, a su vez, comparar sus respectivas doctrinas. Dicho de otro modo, ¿en 1881, fecha de la ruptura, las doctrinas de uno y otro presentan diferencias significativas que fundamenten la ruptura o se trata de una simple disputa por el liderazgo del federalismo o son meras diferencias estratégicas las que la propician? Y lo cierto es que este simple «protocolo» no parece habérsele ocurrido a nuestros nacional-historiadores. ¿Por qué? Si como dice Pich i Mitjana, a cuyas documentadas interpretaciones haremos mención luego, la ruptura almiralliana significa el tránsito del federalismo al federalcatalanismo (de federal catalán a catalán federal para Rovira), en realidad del federalismo al nacionalismo, ¿en qué consiste esa diferencia? Dicho de otro modo, ¿qué es lo que hay que agregar o restar al federalismo para que tengamos el nacionalismo? E, incluso más allá del protocolo al que hemos hecho mención, ¿cuál es la causa de que los nacional-historiadores califiquen de «poco convincentes»7 las absolutamente claras Explicaciones8 que el propio Almirall dio a la imprenta para exponer las razones de esa ruptura?
Examinemos la interpretación que de los hechos nos proporciona Rovira i Virgili: «Y como Pi, a despecho del afecto que le tenía, no se puso abiertamente del lado de Almirall, éste, impulsado por su temperamento9, rompió con Pi y con el partido, mediante un artículo publicado, el día 26 de junio de 1881, en el Diari Català bajo el epígrafe ‘En estado normal’» (Rovira, 1936: 52)10. ¿Qué esconde esta intempestiva apelación al «temperamento» de Almirall —sin duda Almirall estaba adornado de un excelente mal carácter— para explicar un acontecimiento tan decisivo en la historia del nacionalismo catalán? Rovira volverá una y otra vez en sus escritos sobre las causas de la ruptura entre Almirall y Pi i Margall: en su «Prólogo» a la edición de La Qüestió de Catalunya (1913)11, un texto en el que se recogen diversos escritos de Pi i Margall sobre la cuestión catalana, Rovira escribe con su habitual «clarividencia salomónica»: «Cuando, allá por el año 1880 [1881], Valentí Almirall se separó de Pi i Margall, manifestando su disconformidad con las doctrinas pactistas, la razón, a nuestro entender, la tenía, doctrinalmente, teóricamente, el autor de Las Nacionalidades. Rechazando la teoría del pacto y contraponiendo al criterio de la naturaleza el de la voluntad en la formación de los Estados, el catalanismo, de Almirall acá, ha ido por un falso camino. De esta cuestión, tan interesante, ya hemos tratado extensamente en nuestro trabajo La renovación doctrinal del catalanisme (Revista de Catalunya, año 1912)12. Pero si Pi tenía razón en el aspecto teórico del problema de las nacionalidades, ¿quién puede negar que en Almirall tenía en aquellos días un mayor espíritu catalán, un sentido más vivo de la realidad catalana? Pi i Margall era, por encima de todo, un federalista. Almirall, un catalán. En el primero había más doctrina, más verdad doctrinal; en el segundo, más vida, más verdad real. El federalismo de Pi era, principalmente, una idea, un sistema; el particularismo de Almirall, a pesar de su amplitud generalizadora, era una expresión del problema vivo y concreto de Cataluña. Pi i Margall todavía no había tenido la visión del gran hecho catalán» (Pi i Margall, 1978: IX-X). Y añade Rovira: «Esta diferencia —la de fundarse en la naturaleza o en la voluntad, respectivamente— es, en efecto, la diferencia que han querido marcar los catalanistas históricos ante el federalismo pimargalliano. Al decir de estos catalanistas, el federalismo de Pi prescinde de la realidad natural, para basarse exclusivamente en las teorías filosóficas del pacto sinalagmático y conmutativo» (Pi i Margall, 1978: XXXV).
Para Rovira, en efecto, no podía decirse que Pi fuera un nacionalista acabado. Algo faltaba en él: «Pero su federalismo era todavía frío, apagado; no tenía llama. Esta llama vivificadora, creadora, se iba encendiendo mientras tanto en nuestra tierra» (ib.: XI, el énfasis es mío). Pero ¿qué es esa llama a la que Rovira recurre, en un alarde de suficiencia teórica, para deslindar federalismo y nacionalismo? Rovira nos libra el significado y función de esta decisiva categoría teórica mediante las palabras finales de su prólogo: «Esta llama es el sentimiento de la nacionalidad, creador de la patria viva. Pues si en un sentido material y convencional podemos establecer muchas patrias —patria-municipio, patria-región, patria-nación, patria-estado, patria-raza, patria-humanidad—, por su flamear espiritual conoceremos la patria verdadera, la que tiene alma, y ha entrado en nuestro interior, y nos ha hecho un trozo de ella. Por esto sabemos que la patria verdadera de los catalanes, la patria viva, la de nuestro corazón, la de nuestra habla, la de nuestra sangre, la de nuestra alma, es Cataluña, y sólo Cataluña» (ib.: XLVI). Pero, ello no obstante, Rovira reconoce en Pi i Margall una clara evolución progresiva hacia el catalanismo verdadero, una evolución que tiene un origen inequívoco: «Desapareció gradualmente el contagio de las magníficas ampulosidades del idioma castellano, y el alma catalana de Pi se afirmó en definitiva. Las influencias raciales pudieron más en él que el medio. Pudo más la sangre que el verbo» (ib.: VIII).
Las cosas claras: la oposición de las ideas de Pi i Margall y Almirall no residía en que la doctrina del primero fuera una doctrina «abstracta, cubierta de telarañas filosóficas, anterior o inferior a los modernísimos principios científicos del catalanismo y del nacionalismo». Ésa era la versión de los catalanistas de La Renaixença, que había de ser combatida, por las razones que se dirán, por Rovira de forma implacable. Para aquéllos (Rovira caracteriza el argumento mediante la cita de un artículo de E. Moliné i Brasés de 190713) las diferencias entre el federalismo de Pi y el catalanismo de Almirall residían en el carácter abstracto y no étnico del primero frente a la «catalanidad» del segundo. Merece la pena transcribir la cita de Rovira del mencionado artículo: «Almirall... más casado que antes con la realidad catalana, se había separado del apriorismo federativo de Pi i Margall. Aplicable indistintamente a cualquier asociación de pueblos, enamorándose cada vez más del etnos catalán, siempre con miras progresivas y despreciando la tradición. La idea de Cataluña como patria natural de los catalanes, fue contrapuesta por Almirall a la federación pactada de Pi, hija, por tanto, de la voluntad y no de la naturaleza. No buscaba los fundamentos de su teoría en la filosofía de Proudhon, sino más bien en los casos prácticos de las Constituciones suiza y norteamericana, que estudiaba con amor y cuya adaptación a nuestro país proyectaba» (ib.: XXXIV-XXXV). Rovira se rebela ante la ingenuidad y el esquematismo de la crítica de los «catalanistas históricos» a Pi. Definitivamente ¡no! Pi i Margalll no era un federal-filósofo, su federalismo no era un federalismo filosófico o abstracto, metafísico, vuelto «de espaldas a la realidad y a la naturaleza».
Pero ¿qué está en juego en esta singular disputa doctrinal? Rovira lo dice con toda claridad: «Todos estos errores y falsos prejuicios, en los que cayeron los catalanistas históricos, habían de contribuir forzosamente a dificultar la natural convergencia del nacionalismo y el federalismo pimargalliano» (ib.: XLIV-XLV). El problema, pues, residía en otra parte que en la estricta teoría: «La unión o alianza entre federales y catalanistas que pidió Pi, había de llegar más tarde, cuando el catalanismo catalán, obedeciendo una ley de evolución ascensional, se bifurcase en derecha e izquierda» (ib.: XLV). De lo que se trata, pues, es de restablecer la continuidad entre el federalismo y el nacionalismo para otorgar a éste la partida de nacimiento «izquierdista». Rovira formularía más tarde su peculiar síntesis entre voluntad y naturaleza que reconciliaría las tesis de Pi y Almirall de forma, para él, definitiva; pero lo cierto es que en esa fecha se limita a reivindicar la prioridad teórica de Pi sobre Almirall y la existencia de la «llama» de éste frente a su ausencia en aquél, sin que la diferencia señalada por los catalanistas históricos quede plenamente refutada. No obstante, la metafórica «llama» indica ya una dirección precisa.
En diversos artículos publicados en Revista de Catalunya y La Nau a finales de la década de los veinte (precedidos por la polémica con L. Durán i Ventosa y J. Pellicena en 1928), Rovira vuelve sobre el tema con nuevas razones y argumentos. Así, en un artículo de 1929, Rovira afirma, en primer lugar, lo siguiente: «Las diferencias ente Pi y el primer Almirall (Idea exacta de la Federación, 1869) no son esenciales. Aunque pensadores independientes sus ideas eran convergentes». En segundo lugar, que en la ruptura que se produce en 1881 entre ambos «la conducta de Almirall fue contradictoria, desacertada e incorrecta. Valentí Almirall tenía razón, a nuestro entender, en el aspecto práctico de su actitud; pero se condujo deplorablemente, y además, de querer establecer —contra las propias declaraciones de pocas semanas antes— una esencial divergencia de doctrina política entre él y Pi i Margall» (Rovira, 1990: 139-140)14. Rovira, pues, niega que exista una diferencia teórica verdadera entre ambos y afirma que la ruptura es debida exclusivamente a razones «personales», esto es, el «mal carácter» y los celos de Almirall por el liderazgo de Pi entre los federalistas catalanes. La versión de estas fechas, 1929, niega pues, contra las evidencias, que existan diferencias doctrinales entre Pi y Almirall y ello a pesar del contenido de los discursos de Pi en su visita a tierras catalanas y las Explicaciones de Almirall en las que éste con detalle y rigor se cuida de precisarlas.
En 1935, en diversos artículos en La Humanitat, Rovira vuelve otra vez al tema para contradecir la opinión de los «comentaristas de la renaixença política de Cataluña [de] presentar en contraste la doctrina orgánica del catalanismo de Almirall y la doctrina pactista del federalismo de Pi i Margall» (ib.: 145). En síntesis, la contraposición de Pi, pactista y abstracto, frente a Almirall, contrario a la doctrina del pacto y práctico, no tenían fundamento y eran producto del desconocimiento de la obra de ambos. Pero ahora agrega un argumento decisivo: Almirall era partidario de la doctrina del pacto: «Sabía que la doctrina del pacto no es otra cosa que el reconocimiento de la libertad jurídica de los pueblos, o sea lo mismo que Wilson llamó el derecho de autodeterminación, derecho que es la base política del principio nacional» (ib.: 147). En consecuencia, las diferencias entre ambos serán sólo (¿) «de escuela filosófica [Montesquieu, Hegel, Herder y Proudhon/Hamilton, Freeman, Darwin y Spencer, Taine]15, de carácter temperamental [bueno/malo] y sobre todo de situación político geográfica [Madrid/Barcelona]» (ib.: 151-152).
En 1936, en la breve monografía sobre Almirall16, Rovira precisaba que la ruptura de Almirall con Pi había necesitado de un gesto simbólico, el cierre del Diari Català17, y resumía las Explicaciones de Almirall del siguiente modo: «Que su federalismo no tenía nada de común con la de los autónomo-pactistas, o sea, Pi i Margall y los federales que le seguían; que lamentaba todas las vacilaciones y complacencias que él hubiera podido tener con los federales históricos, ya patrocinando accidentalmente algunos de sus equivocados principios, ya atemperándose a sus reglas de conducta, que mantenía inhiesta la bandera del verdadero federalismo, y esperaba solamente, decía, que ‘se formara el gran partido catalanista, desligado de todo compromiso con cualquier partido madrileño...
Índice
- Prólogo
- Introducción
- CAPÍTULO 1: Del federalismo al nacionalismo o la doctrina de las dos razas. Valentí Almirall (1841-1904)
- CAPÍTULO 2: El mal francés. Pompeu Gener (1848-1920)
- CAPÍTULO 3: En Méjico se piensa mucho en ti. Pere Bosch-Gimpera (1891-1974)
- CAPÍTULO 4: La máquina de sufrir. Bertomeu Robert (1842-1902)
- CAPÍTULO 5: Venus contra la raza. Hermenegild Puig i Sais (1860-1941)
- CAPÍTULO 6: La raza como diferencia pura. Domènec Martí i Julià (1861-1917)
- CAPÍTULO 7: El pastor del pueblo de los pastores de vacas. Enric Prat de la Riba (1870-1917)
- CAPÍTULO 8: La raza lingüística o la voz de la sangre.
- CAPÍTULO 9: El triunfo de la voluntad o la política del ser. Antoni Rovira i Virgili (1882-1949)
- CAPÍTULO 10: La hora de la browning. Daniel Cardona i Civit (1890-1943)
- Índice del próximo volumen