¿Qué es filosofía?
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¿Qué es filosofía?

  1. 48 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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¿Qué es filosofía?

Descripción del libro

"En este escrito, en el que se figura un diálogo entre Tomás de Aquino y Edmund Husserl, asistimos a la primera manifestación del acercamiento de la fenomenóloga a la filosofía de Tomás de Aquino, a quien comenzó a estudiar, interesada por las fuentes del pensamiento cristiano, tras su conversión al catolicismo en 1921." (del prólogo)

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Información

Año
2011
ISBN de la versión impresa
9788474909364
ISBN del libro electrónico
9788499206295
Edición
2
Categoría
Philosophy

Personajes: Santo Tomás de Aquino (T)
Edmund Husserl (H)
Lugar: Estudio del Geheimrat1 Husserl en Friburgo
Fecha: 8. IV. 1929, por la noche
H (solo): Bien sé que todos los que tan amablemente han venido a felicitarme lo han hecho con la mejor intención; y no me hubiera gustado que faltara ninguno de ellos. Pero después de un día tan ajetreado es difícil sosegarse y yo siempre le he dado mucha importancia a disfrutar de un momento de paz cada noche. Realmente, después de tanta charla, desearía tener un diálogo filosófico como es debido, para que todo se reordenara en mi cabeza.
(Llaman a la puerta). ¿Tan tarde? ¡Adelante!
(Un fraile vestido con capa negra sobre túnica blanca): Perdone que le moleste a estas horas, Herr Geheimrat, pero oí lo que estaba usted diciendo y he pensado que podía aventurarme a venir. Quería hablar hoy con usted, pero a solas, pues no me suelo presentar en público. Hasta ahora y desde por la mañana temprano no ha habido posibilidad de encontrarle sin compañía.
H (muy amablemente pero un poco desconcertado): Es usted bienvenido, reverendo padre. Hablando francamente: aunque he tenido más de un fraile entre mis alumnos, no recuerdo a ninguno con su misma vestimenta. Sea usted bueno y hágame el favor de refrescar mi mala memoria.
El padre (sonriente): nunca he sido alumno suyo. He seguido el surgimiento y desarrollo de su filosofía con gran interés, pero sólo desde la lejanía, y alguno que otro de sus discípulos ha venido a mí para hablarme de usted. Soy Tomás de Aquino.
H: Desde luego que esta es la mayor sorpresa que me ha deparado el día de hoy. Siéntese, por favor. Le ruego que me disculpe si no acierto a tratarle como su dignidad merece. Le agradecería que me instruyese al respecto.
T: Sin ceremonias, por favor. Tráteme como a cualquiera de los que le visitan para hablar con usted de filosofía. De hecho, para eso he venido.
H: En ese caso, por favor, siéntese aquí mismo, en este viejo sofá de cuero. Lo tengo desde mi época de Privatdozent, es muy cómodo y me he propuesto no separarme nunca de él. Yo me sentaré aquí al lado, en mi viejo sillón. Y ahora podemos empezar nuestra conversación. ¿Qué cuestión desea usted tratar? Pero... hay algo que me preocupa. Antes tengo que hacerle una confesión un tanto bochornosa. Cuando aparecieron mis Investigaciones Lógicas (¿puedo dar por supuesto que las conoce?) mis adversarios procedentes del bando de los modernos me objetaron: «¡esto es una nueva escolástica!». A lo que yo repliqué: «no conozco la escolástica. Pero si esto aparece en sus escritos, ¡tanto mejor para la escolástica!» (Me resulta vergonzoso repetir esto ahora. Pero sonríe tan bondadosa y comprensivamente..., me parece que ante usted no tengo por qué ruborizarme.) Bueno, lo que quería decir es que hasta ahora me ha faltado tiempo para estudiar con detenimiento la escolástica. Recomiendo a mis discípulos el estudio de sus obras y me alegra que adquieran conocimientos sólidos. Pero la verdad es que yo nunca he encontrado el tiempo para ello.
T: Querido colega, no se inquiete. Sé muy bien y comprendo perfectamente que, dado su modo de trabajar, las cosas no podían haber sido distintas. Precisamente por eso he venido hoy aquí. En las próximas décadas tendrá usted tan poco tiempo para estudios histórico-filosóficos como en las pasadas. Está ya lo suficientemente ocupado en completar su propia obra. Por otro lado, no ignoro la gran importancia que atribuye a alcanzar claridad acerca de las relaciones entre su filosofía y la de otros grandes filósofos. Siempre dedicó muchos esfuerzos a los jóvenes de los que se esperaba descubriesen dichas relaciones en sus tesis doctorales y que, sin embargo, para su disgusto, no se dejaban inducir a ello, pues, apenas habían empezado a volar, ya sólo querían hacer investigaciones independientes y sistemáticas, despreciando con soberbia todo lo demás. Así que, hoy en día, cuando mi filosofía, casi se podría decir, se ha puesto de moda; cuando después de siglos de desprecio y olvido «escolástica» o «Tomás de Aquino» son palabras que han de pronunciarse con respeto si se quiere ser tomado en serio filosóficamente; hoy en día, repito, le importará ciertamente más que nunca que su filosofía y la mía se destaquen y, así, se delimiten una frente a la otra con la mayor nitidez y pulcritud. ¿Podría haber camino más sencillo para ello que el que yo mismo le dijera unas palabras al respecto? Sólo sucintamente, siguiendo algunas líneas generales, hasta donde sea posible en una pequeña charla a una hora tan intempestiva.
H. Con la veneración de un discípulo me dispongo a escuchar las palabras del maestro. Me embarga la misma solemnidad de los viejos tiempos, cuando mi maestro Franz Brentano me hablaba.

1. Filosofía como ciencia estricta

T: Franz Brentano... Ahí precisamente tenemos un punto de contacto. Claro que sin mediaciones no parece nada fácil trazar un camino desde el pensamiento de usted hasta el mío. Así me lo han asegurado siempre sus discípulos. Existe aquí empero un enlace entre usted y yo. Usted mismo, recordando a Brentano, ha contado cómo en su día fue ganado para la filosofía a través del modo en que él trataba los problemas filosóficos. Su manera de pensar y de enseñar le mostró que la filosofía podía ser algo más que un bello discurso y que, rectamente ejercitada, era capaz de satisfacer las más altas exigencias de rigor científico que usted, como matemático, estaba acostumbrado a plantear. Pero, ¿de dónde procedía aquella precisión implacable en la conducción de su pensamiento que a usted tan novedosa le parecía en el campo de la filosofía y por la que usted optó? ¿De dónde aquella claridad cristalina en la delimitación de los conceptos? ¿Qué era esto sino una herencia de la escolástica? Pues por mucho que aquel hombre siguiera su propio camino, creció en nuestra escuela, nuestra manera de pensar informó su espíritu; el suyo, y también el de usted. Y esto sin perjuicio de su independencia.
Entenderá que al hablar de continuidad no estoy pensando en cualesquiera de los contenidos doctrinales transmitidos. Cuando comúnmente se habla de una philosophia perennis, se suele pensar en un sistema doctrinal cerrado; según creo, usted mismo se ha enfadado alguna vez al enfrentarse a esta idea. Pero «philosophia perennis» significa algo muy distinto: me estoy refiriendo al espíritu del verdadero filosofar que habita en cada verdadero filósofo, es decir, en todo aquel que, movido por una irresistible necesidad interior, rastrea el λόγος o la ratio (como yo lo solía traducir) del mundo. El que ha nacido filósofo (pues el verdadero filósofo tiene que haber nacido ya tal) trae consigo al mundo este espíritu como potencia (para decirlo con mis palabras). Esa potencia se actualiza si encuentra un filósofo maduro, un «maestro». Así nos tendemos la mano más allá de los límites que nos marcan el espacio y el tiempo. Así Platón y Aristóteles y san Agustín fueron mis maestros (por favor, fíjese bien en esto: no sólo Aristóteles, también Platón y Agustín) y yo no hubiera podido filosofar de otro modo que en constante diálogo con ellos.
Así, también usted tuvo sus maestros y expresamente ha señalado a algunos de ellos: recuerdo a Descartes, a Hume y, de nuevo, a Brentano. Otros han ejercido su influencia a través de vías ocultas, sin que usted tuviera clara conciencia de ello. A estos últi...

Índice

  1. Prólogo
  2. ¿Qué es filosofía?