TERCERA PARTE:
ANÁLISIS DE SAGAS CINEMATOGRÁFICAS DE SUPERHÉROES
BAJO LA MÁSCARA DE SPIDER-MAN.
CUATRO LECTURAS ÉTICAS SOBRE EL HOMBRE ARAÑA
PEDRO GUTIÉRREZ RECACHA
¿Quién es Spider-Man? Esta pregunta —si bien reformulada en primera persona (¿quién soy yo?)— abre la primera de las adaptaciones cinematográficas dedicadas al personaje, y se va a repetir, de forma directa o indirecta, en la práctica totalidad de los films que la seguirán. Responder a tal cuestión debería llevarnos, en primera instancia, a retroceder más de cincuenta años en el tiempo hasta agosto de 1962. Con tal fecha de portada aparecía en el mercado norteamericano el número 15 de la publicación Amazing Fantasy, una colección de cómics editada por Marvel que incluía en cada uno de sus ejemplares historias de ciencia ficción y fantasía. La serie, no obstante, no pareció gozar del favor de los lectores, de modo que su mencionado número 15 sería también el que cerrara la colección. Quizá por este motivo —como la experiencia ya no iba a tener continuidad, no había nada que perder— el guionista Stan Lee decidió aprovechar la ocasión para presentar en dicho cómic a un personaje que rondaba por su mente desde hacía tiempo, pero que, en cada una de las propuestas previas que había intentado, había sido sistemáticamente rechazado por los editores por tratarse de un superhéroe adolescente con un nombre que evocaba a un animal desagradable, la araña... lo cual no parecía precisamente una garantía de éxito. Por fin, en las páginas de Amazing Fantasy #15, Spider-Man cobraba vida a través del guion de Stan Lee y los dibujos de Steve Ditko. En tan solo once páginas quedaba establecido uno de los hitos modernos de la cultura popular: el mito fundacional arácnido.
Los resultados del experimento creativo llevado a cabo por Lee y Ditko no se harían esperar: las cifras mostraron que el número 15 de Amazing Fantasy se había convertido en el más vendido de toda la colección. El personaje había calado en el público, y el cómic que narraba su origen solo constituía el primer jalón de su popularidad creciente. Con fecha de portada de marzo de 1963, la colección volvía a los quioscos estadounidenses reiniciando su numeración, pero con un significativo cambio en su título: de Amazing Fantasy pasaría a denominarse The Amazing Spider-Man. Después, llegarían otras muchas series de cómics, tiras de prensa, dibujos animados, una serie de televisión, videojuegos y, finalmente, las incursiones en el mundo del cine. Hasta la fecha son cinco los largometrajes dedicados al personaje : una primera trilogía dirigida por Sam Raimi —Spider-Man (2002), Spider-Man 2 (2004), Spider-Man 3 (2007)— y un más reciente díptico realizado por Marc Webb —The Amazing Spider-Man (2012) y The Amazing Spider-Man 2. El poder de Electro (2014)—.
Retomemos nuestra pregunta: ¿quién es Spider-Man? En realidad, todos nosotros somos lo que decidimos ser con nuestra forma de actuar. Y siempre que hablamos de decidir cómo actuar, entra en juego la perspectiva ética. Por tanto, una forma de definir quién es Spider-Man es describir los cimientos éticos en los que se apoya el personaje. A ese propósito vamos a dedicar estas páginas. Nuestra propuesta pretende acercarnos al héroe arácnido —fundamentalmente a sus encarnaciones cinematográficas aunque sin perder de vista sus raíces historietísticas— desde cuatro perspectivas morales: la ética objetivista, la deontológica, la ética ligada a la cosmovisión judeocristiana y, finalmente en un último apartado, veremos cómo la introducción de algunos elementos típicamente posmodernos ha supuesto un cierto desenfoque moral del personaje en sus más recientes aproximaciones fílmicas. Introduzcámonos, pues, en la tupida telaraña moral que sustenta a Spider-Man…
La araña en el manantial. Las (presuntas) raíces objetivistas de Spider-Man
Si tratamos de dilucidar las posibles perspectivas filosóficas que sustentan el universo de Spider-Man, quizá el modo más lógico de comenzar nuestra indagación sea preguntarnos acerca de las inquietudes de aquellos autores que dieron vida al personaje. Como ya se ha comentado, la paternidad del trepamuros es doble: Stan Lee a los guiones y Steve Ditko a los lápices. Sobradamente conocido resulta el primero, creador literario de los grandes héroes del universo Marvel. Todavía hoy en día, con sus bien cumplidos 93 años, Stan Lee es una figura de asidua actualidad mediática que hace las delicias de los fans marvelianos con sus breves y simpáticas apariciones —al más puro estilo de los cameos de Hitchcock— en casi todas las adaptaciones cinematográficas de sus personajes (cuyo número, por cierto, parece aumentar exponencialmente). Mucho se ha escrito sobre cómo consiguió humanizar la figura del superhéroe o sobre su talento para concebir diálogos de corte épico… Más esquivas resultan sus posibles coordenadas ideológicas: conocemos su ascendencia judía y su interés por abordar en sus historias lo que podríamos denominar temas sociales —en el sentido más noble y menos politizado del término— que reflejaran las inquietudes y problemas reales de los ciudadanos norteamericanos que compraban sus cómics. Más allá de eso, no podemos decir mucho.
Caso bien distinto es el de Steve Ditko. Nacido en Johnstown, Pensilvania, en 1927, la figura del dibujante ha quedado permanentemente eclipsada por la celebridad de Lee, situándose casi en el polo opuesto a la misma: a diferencia del notorio guionista, Ditko siempre ha demostrado un carácter huraño con los medios, prefiriendo mantenerse en un oscuro exilio y recelando de cualquier exposición pública . Probablemente su actual desafección por su creación arácnida provenga de la forma en que se produjo su precipitada marcha de la serie The Amazing Spider-Man en 1966, tras disensiones —en principio creativas, que luego degeneraron en personales— con Stan Lee. Al contrario de lo que sucedía con Lee, el credo de Ditko siempre ha sido cristalino: jamás ha negado su identificación con el objetivismo, el sistema filosófico definido por Ayn Rand . Algunos de los héroes surgidos de su lápiz con posterioridad a Spider-Man, como The Question o Mr. A, evidenciarán ya de forma plena y harto explícita su posición ideológica. Según parece, el dibujante se fue decantando por tal postura en la década de los sesenta, época que coincide cronológicamente con el período en que se encargó de dibujar el personaje de Spider-Man . La pregunta, entonces, es inevitable: ¿es el Spider-Man de Ditko un héroe objetivista y randiano?
El objetivismo, como su propio nombre indica, se caracteriza por defender que la realidad constituye un absoluto objetivo, no alterable por nuestros pensamientos, deseos, opiniones o esperanzas. Lo interprete quien lo interprete, el hecho siempre será igual a sí mismo, como proclama uno de los axiomas filosóficos más apreciados por Rand, el principio de identidad de Aristóteles —cuya formulación lógica («A» es «A» y no puede ser «no A»), por cierto, inspirará el nombre de uno de los superhéroes creados por Ditko, el antedicho Mr. A—. En lo que se refiere a la ética, Rand aplicó los mismos criterios absolutos para defender la existencia objetiva del bien y del mal, desechando cualquier sombra de relativismo. Uno de los aspectos más polémicos del objetivismo es su defensa como virtud del egoísmo. Eso sí, se trataría de un egoísmo racional —en contraposición con el egoísmo irracional que vendría a estar identificado con la voluntad de poder de Nietzsche— que tendría como límite el imperativo de jamás violar la libertad de los demás. Rand se opone a todo colectivismo por su carácter deshumanizador y destructivo para el individuo —no en vano era una exiliada del régimen soviético, sabía de lo que hablaba— y reconoce el derecho de cada persona a explotar sus capacidades en beneficio propio, a la vez que considera que el capitalismo —entendido como laissez-faire— es el marco económico-político preferible por ser el que mejor permite desarrollarse en libertad a los individuos. Por este motivo Ayn Rand ha tendido a ser ubicada ideológicamente como pensadora liberal, si bien alguna de sus propuestas resultaría matizable desde el punto de vista del liberalismo clásico.
Volvamos a nuestra pregunta inicial y planteémonos lo siguiente: ¿hubo, alguna vez, un Spider-Man objetivista? Si identificamos el objetivismo con la mencionada defensa ética de un egoísmo racional, entonces deberemos llegar a la conclusión de que solo ha existido un Spider-Man auténticamente objetivista y randiano: el que aparece en las nueve primeras páginas de Amazing Fantasy #15, o, lo que es lo mismo, su equivalencia cinematográfica —el Spider-Man fílmico que aparece en los correspondientes minutos de metraje que anteceden al asesinato de su tío Ben—. Dicho arácnido sí se compadece bien con la figura del típico héroe de Rand: pretende aprovechar sus dones, de forma racional, para conseguir el máximo beneficio propio. Poner sus poderes al servicio de la humanidad, de acuerdo con el objetivismo, no sería una exigencia moral. Y ese es justamente el punto en el que el camino de Spider-Man se separa definitivamente de la ética randiana, pues la historia narrada en Amazing Fantasy #15 defiende justamente lo contrario: el error del arácnido habría sido precisamente no ser consciente de la obligación moral que le imponían sus nuevas habilidades (como subraya la frase que, de forma lapidaria, prácticamente cierra dicho cómic: «un gran poder conlleva una gran responsabilidad»).
A pesar de que desde ese momento Spider-Man haya optado por el altruismo, se han vertido ríos de tinta —y de bits— sobre los posibles rastros randianos que supuestamente podrían descubrirse en los cómics del arácnido dibujados por Ditko (que, además de la historia de presentación con el origen del héroe, abarcarían desde el número 1 de The Amazing Spider-Man, en 1963, hasta el 38, publicado en 1966) . Hay quien incluso ha percibido reminiscencias randianas en las páginas de The Amazing Spider-Man #33, ápice creativo de la etapa de Lee y Ditko en la serie, en las que este último, a través de unas viñetas que progresivamente se van haciendo de mayor tamaño, nos muestra cómo Spider-Man consigue levantar con esfuerzo una pesada máquina que le aprisionaba: se trataría de un guiño gráfico a la figura mitológica de Atlas, muy apreciada por Ayn Rand debido a sus resonancias simbólicas y que, por añadidura, suele ilustrar la portada de las ediciones de su conocida novela La rebelión de Atlas (Atlas Shrugged, 1957). Más fundamento randiano presenta, a mi modo de ver, el hecho de que Peter Parker decida ganar algo de dinero fotografiándose a sí mismo mientras desempeña su actividad como Spider-Man —como buen objetivista, estaría sacando provecho propio de sus dones, y además de una forma perfectamente compatible con las obligaciones morales que le impone su condición heroica—. Y es que aunque nuestro lanzarredes haya escogido la opción del altruismo, no por ello ha renunciado a los beneficios de la economía de mercado. Continuando por este sendero, también podemos apreciar brillos objetivistas en el personaje de J. Jonah Jameson, el tacaño editor que utiliza el Daily Bugle para difamar a Spider-Man casi a la manera en que el personaje de Ellsworth M. Toohey se valía de las páginas de The New York Banner para lanzar sus campañas contra el protagonista de la más famosa novela de Rand, El manantial (The Fountainhead, 1943).
Conforme la serie vaya avanzando y Ditko vaya ganando más responsabilidad creativa en la concepción de los argumentos, se irán apreciando detalles más jugosos y significativos. En la décima página de The Amazing Spider-Man #38 (julio de 1966), último número de Ditko en la serie, se nos narra el encuentro de Peter Parker con un grupo de jóvenes manifestantes. Reproduzco, a continuación, el diálogo que aparece en las viñetas de dicha página:
Peter Parker: ¡Otra manifestación estudiantil! ¿Qué querrán esta vez?
Estudiante 1: ¿No lo sabes? ¡Se manifiestan contra la manifestación de esta noche!
Peter Parker: ¡Vaya!
Estudiante 2: ¡Eh, Parker! ¡No tan deprisa! ¡Nos viene bien alguien más para llevar otro cartel! ¡Venga, únete a la manifestación!
Peter Parker: ¡No tengo tiempo! ¡Además, no tengo nada contra lo que manifestarme!
Estudiante 3: ¿¿Nada contra lo que manifestarte?? ¿Qué eres, un fanático religioso o algo así?
Estudiante 4: ¿A ti qué te pasa? ¿Es que no te interesa salvar el mundo? ¡Además es una excusa para no ir a clase!
Estudiante 3: ¡Y a lo mejor sale tu foto en el Newsweek! […]
Estudiante 5: ¡Vamos, Parker, si te unes a nuestra manifestación nosotros nos uniremos...