
- 208 páginas
- Spanish
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Nueva izquierda y cristianismo
Descripción del libro
La tesis central de este libro es que la izquierda, habiendo fracasado durante el siglo XX en su programa clásico (el socialismo), ha sustituido en el XXI la revolución socio-económica por la moral-cultural. Ideas y políticas como la liberalización del aborto, la redefinición del matrimonio, la promoción de "nuevos modelos de familia", la implantación de la Educación para la Ciudadanía, el feminismo radical, etc., no son "cortinas de humo" para distraer la atención, sino la esencia de la nueva izquierda postsocialista. La izquierda ya no tiene un proyecto económico, sino un proyecto cultural de "ingeniería social", ante el cual la Iglesia es percibida como el último baluarte de resistencia organizada frente a ese proyecto. De ahí, la creciente deriva cristófoba del "progresismo". "Leer estas páginas, llenas de verdad, es no sólo un recomendable ejercicio de reflexión y aprendizaje, sino también una necesidad si se desea comprender cuál es la auténtica realidad del tiempo que vivimos y los retos que tenemos planteados como individuos y como sociedad". (Jaime Mayor Oreja)
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Información
1. POR QUÉ LA IZQUIERDA ATACA A LA IGLESIA
(F.J. Contreras)
La «guerra civil occidental»
La «guerra civilizacional» interna incide en la externa también de esta forma: cuanto más se seculariza Occidente, más crece el choque cultural con las civilizaciones no occidentales, que siguen siendo profundamente religiosas. Los integristas islámicos, por ejemplo, odian a Occidente no tanto porque es cristiano como porque es postcristiano8. Benedicto XVI lo ha formulado agudamente: «Si se llega a un enfrentamiento de culturas, no será por un choque entre grandes religiones [...], sino por el conflicto entre esa emancipación radical del hombre [eliminación de referencias trascendentes] y las grandes culturas históricas»9. John Mickelthwait y Adrian Wooldridge documentan cómo la muerte de la religión —más o menos explícitamente pronosticada por los pensadores de la sospecha (Marx, Freud, Nietzsche) y los teóricos de la secularización (Weber, Durkheim, Cox)— parece hoy más improbable que nunca: el mundo es ahora más religioso que hace 30 años10. La única excepción es Europa, donde la descristianización prosigue imparable (no así EEUU, donde las tasas de práctica religiosa son casi las mismas que hace 50 años). Europa es una anomalía en el panorama espiritual mundial: «Echad una mirada al mundo, y la excepción no es, desde luego, la Norteamérica actual [religiosa], sino la Europa [secularizada] que surgió tras la Segunda Guerra Mundial»11. El mismo Jürgen Habermas ha reconocido que el secularismo europeo ya no aparece como la regla (a la que irán aproximándose las demás sociedades a medida que se modernicen), sino más bien como la excepción: «Europa se aísla del resto del mundo. En perspectiva histórico-mundial, el «racionalismo occidental» de Max Weber aparece ahora como la auténtica anomalía. [...] La autoimagen occidental sufre así una cura de humildad: de modelo normal para el futuro de todas las demás culturas, pasa a convertirse en un caso especial»12.Merece reflexión la observación de Jean Sévillia: «¿Qué modelo ofrecemos a los jóvenes [musulmanes] inmigrantes? ¿Cómo puede inspirar respeto una nación que ya no se ama a sí misma, que ya no tiene niños [...]? Si Francia y Occidente no presentaran el espectáculo de una sociedad cuyas referencias colectivas se disuelven y en la que lo espiritual parece ausente, tendríamos menos motivos para temer a un Islam expansivo»13.
El europeo postmoderno asocia sin más «creencia en verdades objetivas, absolutos, etc.» con «intolerancia» («las convicciones sobre la verdad absoluta son esencialmente violentas», ha escrito Herbert Schnädelbach). Da por supuesto que si alguien cree firmemente en algo, se sentirá obligado a imponerlo coactivamente a los demás. Romper esa falsa ecuación me parece una de las tareas culturales más urgentes del momento actual. Escribe al respecto Robert Spaemann: «[L]a Iglesia ha comprendido la verdad que le ha sido confiada como algo en cuya esencia está el que sólo puede abrazarse mediante la libre adhesión, por lo cual su anuncio no debe hacer peligrar la paz pública. Mas esto no obsta en nada el carácter absoluto que invoca para sí este anuncio. Hoy como ayer, la Iglesia sólo puede ver en el relativismo religioso un oponente enfrentado a su pretensión»17.
Este fenómeno —en virtud del cual la polaridad ideológica «conservadores vs. progresistas» desplaza a la polaridad de clase «burgueses vs. obreros»— se hace patente en EEUU desde los años 70: el Partido Demócrata (especialmente George McGovern, el candidato de 1972) coqueteó peligrosamente con los valores liberacionistas de la revolución cultural de los 60; esto les enajenó el apoyo de un segmento importante de la clase trabajadora24. A partir de los 70, el Partido Republicano supo ganarse a una gran masa de votantes económicamente débiles (en los 80 se les llamaba «Demócratas de Reagan») que anteponían el conservadurismo social-cultural (que les llevaba a simpatizar con los Republicanos) a la lealtad de clase (que teóricamente debía llevarles a votar por los Demócratas)25. El Partido Republicano los atraía con valores: orgullo nacional, familia, «ley y orden», religión...; valores todos ellos que parecían amenazados por la contracultura de los 60-70.En España, un alcalde del PSOE llamó «tontos de los c...» a los trabajadores que votan al PP. Pero los obreros norteamericanos que votan por el Partido Republicano tienen muy claras sus razones. Ross Douthat y Reihan Salam las han explicado bien: la desintegración familiar (incremento de los divorcios y de los nacimientos fuera del matrimonio), la inseguridad ciudadana (relacionable con los valores «antiautoritarios» de los 60 y la expansión de las drogas [reverenciadas por la contracultura de los 60]), etc. han penalizado muy especialmente a la clase trabajadora. Una divorciada o una madre soltera de clase acomodada pueden pagar nannies y buenos colegios; pero, para las mujeres de clase baja, la liberación sexual y los «nuevos modelos de familia» se han terminado traduciendo a menudo en una vida durísima de maternidad en solitario26: «Los americanos de menores ingresos se han visto muy adversamente afectados por la desestructuración y la anarquía que siguieron a la revolución sexual, y han reaccionado abrazando políticas conservadoras que prometen apuntalar las instituciones que proporcionan estabilidad y apoyo: sus familias, sus iglesias y sus comunidades vecinales»27.
Índice
- Prólogo
- Presentación
- 1. Por qué la izquierda ataca a la Iglesia (F.J. Contreras)
- 2. Relativismo y tolerancia (D. Poole)
- 3. Cristianismo y confianza en la razón (F.J. Contreras)
- 4. Cristianismo, democracia y crisis europea (F.J. Contreras)