Mitología e historia del arte
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Mitología e historia del arte

Tomo I: De Caos y su herencia. Los Uránidas

  1. 272 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Mitología e historia del arte

Tomo I: De Caos y su herencia. Los Uránidas

Descripción del libro

León Battista Alberti cuenta que Fidias, queriendo representar a Júpiter, aprendió más de Homero que de representación alguna. El propósito de la presente edición se fundamenta en esta opinión, pues trata de establecer un nexo entre imagen y literatura, es decir, cumplir con el propósito esencial de la Historia del Arte que no es otro sino historiar la propia imagen sacando a la luz tanto la semántica que propone el artista en su argumento mitológico como las fuentes que le inspiran.

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Información

Año
2012
ISBN del libro electrónico
9788499207865
Edición
1
Categoría
Arte
MITOS Y LEYENDASDE LOS MITOS

CAPÍTULO III

La mitología prehelénica: el panteón egeo ~ Hesíodo y la Teogonia: la formación del panteón clásico ~ La formación del mundo y el nacimiento de los dioses: Caos y Gea. Urano y Gea. Los Uránidas: Titanes, Cíclopes y Hecatonquiros o Centimanos ~ Cosmogonías órficas
La mitología prehelénica: el panteón egeo
Sabido es que con anterioridad a la formación de la civilización propiamente griega floreció una cultura mediterránea con centro en la isla de Creta. Esta cultura del Egeo, conocida bajo el término «minoica», comenzó a manifestarse hacia el III milenio alcanzando su apogeo hacia el año 1600 a.C., fecha tras la cual se desarrolló la civilización micénica ya en la Grecia continental. Su decadencia, hacia el siglo XII, fue debida a la invasión doria.
En la civilización egea, como en los pueblos de aquellas fechas y latitudes, la religión ocupó un lugar preponderante. Hoy en día, la investigación no ha proporcionado suficientes datos para conocer este comportamiento social, religioso y cultural. Podemos pensar que, como ocurre en otros pueblos, la primera forma religiosa fue el fetichismo, con un culto a las piedras sagradas, columnas, a las armas —en especial la doble hacha—, a los animales y a los árboles.
Posteriormente, tras el nacimiento de una visión antropomórfica de la divinidad, nacerá el panteón cretense y, por derivación, los mitos. Es curioso notar la huella que Creta dejó en los mitos propiamente griegos. Debemos recordar sobre el particular el nacimiento de Zeus en esta isla y su educación, la fábula del toro y Europa, la leyenda de Minotauro, etc. Muy probablemente, con la invasión continental micénica, los mitos cretenses adoptaron otro carácter e incluso llegarían al olvido.
La Gran diosa
Como fuera común en otras civilizaciones asiáticas, la divinidad principal era femenina, la denominada Gran diosa o Madre universal. Esencialmente es imagen de la fecundidad tanto en la fauna como en la flora y en la humanidad. Su dominio es el Universo pues es señora de la Vida y de la Muerte. Suele representarse de pie o en cuclillas, desnuda o vestida como las mujeres de época con el busto completamente desnudo o tapado con un corpiño que deja ver sus senos. Representaciones han llegado en diferentes sellos o anillos de oro como el titulado Ofrenda a la Gran diosa. Sentada al pie del árbol sagrado, la diosa, de desnudo seno, lleva en sus manos flores de adormidera, recibe en homenaje flores análogas que le ofrecen mujeres y muchachas. Al fondo de la escena se aprecia el hacha de doble filo que ya señalamos (Anillo de oro. Atenas. Museo Nacional). También son conocidas diosas o sacerdotisas que portan serpientes en su mano (quizá en referencia a la eternidad o a la naturaleza) que aparecen vestidas con un largo faldellín, pero dejando al descubierto el pecho y ceñida su cintura de manera excesiva conformando el llamado «talle de avispa», característico en todas las representaciones humanas del mundo cretense (Museo de Candia. Museo de Heracleión).
Esta diosa parece que fue conocida con el nombre de Rea, divinidad que posteriormente se asociaría a la teogonía griega. Otras divinidades minoicas que conocemos corresponden a Dictina y Britomantis, que de igual manera tendrán su correspondiente en las historias griegas. Dictina pudo asociarse a la divinidad del monte Dicte, en Creta, considerado como lugar de nacimiento de Zeus. Britomantis fue entendida como hija de Zeus y se relaciona con la figura de Dictina. Minos, rey de Creta, se enamoró de Britomantis, pero la doncella cazadora huyó corriendo durante nueve meses. Para escapar definitivamente de Minos se tiró al mar; la joven fue a parar a las redes de un pescador, de ahí su nombre Dictina —diosa de la red —. Artemis (Diana) recompensó su castidad e incluso los griegos la llegaron a convertir en la Artemis cretense.
El dios
Asterio —el estrellado— es el epíteto que ha llegado para conocer a este dios que fuera asociado a la Gran divinidad femenina y que, al parecer, estuvo sometido a ella. Su figura quedará en la leyenda griega pues a Asterión se le conoce como el rey de Creta que se casó con Europa después de que fuera seducida por Zeus. Incluso se consideró al legendario rey como imagen del propio Zeus.
Este dios tuvo una particularidad notable, pues se le representó como una mezcla entre humanidad y animalidad. Así, en muchas ocasiones, fue el toro imagen de la divinidad como símbolo de fuerza y energía creadora (Cabeza de toro. Museo de Candia).
Hesíodo y la Teogonía: la formación del panteón clásico
El panteón griego, como hemos precisado, quedó conformado a partir de la época homérica. En los textos del siglo VIII a.C. que fueran escritos por el poeta ciego, la Ilíada y la Odisea, los dioses adquieren su fisonomía característica, sus atributos tradicionales y sus historias consagradas. Pero Homero nada dice de su origen, se limita a precisar que Zeus es hijo de Crono e insinuar que Océano y Tetis fueron los hacedores de los dioses.
Debemos recurrir a la señalada sistematización de Hesíodo y su Teogonía para conocer el origen de las divinidades. El texto será de gran importancia ya que añade notables aventuras de tales dioses, su filiación e incluso habla de la formación de Universo. Por lo tanto da cuenta tanto de una teogonía como de una cosmogonía, es decir, una visión del origen de los dioses y del universo forjada a través de la imaginación. Por otra parte, la teogonía helena estuvo en relación con planteamientos de otras culturas próximas en el espacio, pues su cosmogonía fundamentada en la mutilación de un dios cosmócrata por su hijo que trata de sucederle mediante este recurso constituyó el tema dominante en otras culturas, como lo fueron la cananea o la hitita. Muy probablemente Hesíodo conociera esta tradición oriental.
Dentro de una concepción general del panteón clásico vamos a establecer algunas de sus características precisas que van a definir su comportamiento:
Los dioses griegos se presentan insertos en una sociedad divina que es, en su planteamiento general, plenamente humana, una clara sociedad patriarcal. Esta agrupación familiar, aunque expuesta con mayor claridad que en ninguna otra cultura, no es enteramente original griega, ya que en Egipto y en el Próximo Oriente se presenta a la familia de origen divino que se reparte todos los poderes.
Sus componentes estarán enmarcados en un claro esquema genealógico, siendo éste el esquema que, como se ha dicho, definirá el tratado tanto de Hesíodo como los escritos ya citados y atribuidos a Apolodoro.
Las divinidades son eternas, es decir, son para siempre, no conocen la muerte pero sí tuvieron un origen preciso. Viven en una eterna juventud.
El discurrir del mito tratará de presentarnos la victoria del bien sobre el mal, el cosmos, el orden del universo frente a toda alteración. El dominio final de Zeus no es otro sino el establecimiento del reino de la justicia mediante el ejercicio de su poder. La Teogonía de Hesíodo mantiene este propósito esencial: La formación del dominio divino en un todo que ha sido ordenado para el establecimiento esencial y justo del Padre de los dioses, Zeus. Y es este mundo de la Justicia alcanzado por los dioses el que debe reflejarse en el medio humano.
En el desarrollo de las generaciones divinas que vamos a comentar observaremos que culminan en la llamada «segunda generación», es decir, en el Triunfo de Zeus, de los dioses conocidos como los Olímpicos o Crónidas, hijos de Crono-Saturno. En esta última edad divina, se le presentará como «Padre de los dioses y los hombres», y no porque sea el progenitor de todos ellos, sino porque su poder le confiere esa autoridad patriarcal dominadora incluso del conjunto de divinidades olímpicas: Hera, Poseidón, Deméter, Atenea, Apolo, Artemis, Afrodita, Ares, Hefesto, Hestia, Hermes y Dioniso.
Si bien en la mitología griega ninguna divinidad encarnará el mal en su totalidad como el Satanás bíblico, se dan cita varios seres que se asociarán con el lado negativo de la vida. Estos seres, como veremos, son potencias abstractas y se engloban en los llamados «Hijos de la Noche».
El antropomorfismo de los dioses será explicado por los mitos antropogónicos como teomorfismo del hombre, pues es el hombre el que ha sido modelado copiando la figura de los dioses tanto en su aspecto físico como espiritual, ya que responde a similares pasiones.
La formación del mundo y el nacimiento de los dioses:
Caos y Gea. Urano y Gea. Los Uránidas: Titanes, Cíclopes y Hecatonquiros o Centimanos
Caos y Gea (Teog. 116 s.)
En un principio sólo existía el Caos, cuya denominación viene a significar «estar abierto», es decir, refiere a un espacio vacío absoluto y anterior a toda creación. Se resuelve con ello uno de los grandes problemas que aún hoy se establece sobre la existencia: el origen del propio espacio. Más tarde se asoció Caos a una masa fuera de toda forma, confusa y tenebrosa. Por tanto, el Caos no remite a divinidad alguna en concreto, es un puro principio cósmico que en ningún momento describe Hesíodo.
En segundo lugar, nació Gea, la Tierra, de amplio y generoso pecho. Posteriormente llegó Eros, el Amor, cuyo carácter difusivo será el elemento determinante en la formación de los demás seres, pues Eros viene a representar la fuerza que impulsa a los hombres a unirse, es decir, la tensión amorosa. Esta divinidad será integrada en la época posthomérica como hijo de Afrodita, representándose como es conocido, mediante un niño que se acompaña de arco y flechas.
Del Caos nacieron Erebo, las tinieblas infernales, y la Noche, que, tras su unión, generaron el Éter (personificación del cielo superior donde la luz es más pura) y el Día, además de toda suerte de abstracciones como Moro (la Suerte, el Destino), Hipno (el Sueño), la Muerte (Tánatos), Momo (el Sarcasmo, la Alegría burlona), la Angustia, la Lamentación (Oizus), Némesis, Apate (el Engaño), Filotes (la Ternura), Geras (la Vejez, viejas que llegaron al mundo con cabellos blancos), Eris (la Discordia), el Fraude, el Celo, las Moiras o Parcas (Cloto, Láquesis y Átropos) y, finalmente, las Hespérides (Ninfas del Ocaso que vigilaban el jardín de las manzanas de oro).
Son los Hijos de la Noche, seres que actuarán en el medio humano asolándolo, buscando el lado oculto de su existencia. Así, influyendo en el destino del hombre se presenta Eris —la Discordia— como primera manifestación en la desdicha humana de la que se originaron la Pena, el Olvido, el Hambre, los Males, los Combates, los Asesinatos, las Batallas, las Matanzas, las Querellas, la Mentira, el Equívoco, la Injusticia y el Juramento. Al final del camino estarán las Moiras: Cloto o tejedora, Láquesis o distribuidora de la suerte, y Átropos, la cortadora del hilo. Son las tres Parcas que implacablemente actúan a su capricho sobre la humanidad. En resumen, se da cita toda una suerte de potencias abstractas que asolan al hombre y que procurarán en las artes todo un imaginario de gran trascendencia para la iconografía.
Hesíodo relata en su Teogonía los alumbramientos de la Noche en estos términos: Parió la Noche al Maldito Moros, a la Negra Ker y a Tánatos, parió también a Hipnos y engendró la tribu de los Sueños. Luego la diosa, la oscura Noche, dio a luz sin acostarse con nadie a la Burla, al doloroso Lamento y a las Hespérides que, al otro lado del ilustre Océano, cuidan las bellas manzanas de oro y los árboles que produce el fruto.
Parió igualmente a las Moiras y a las Keres, vengadoras implacables: a Cloto, a Láquesis y a Átropo que conceden a los mortales, cuando nacen, la posesión del bien y del mal y persiguen los delitos de los hombres y dioses. Nunca cejan las diosas de su terrible cólera antes de aplicar un amargo castigo a quien comete delitos.
También alumbró a Némesis, azote para los hombres mortales, la funesta Noche. Después de ella tuvo al Engaño, la Ternura y la funesta Vejez, y engendró a la astuta Eris.
Por su parte, la maldita Eris —la Discordia — parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores que causan llantos, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios, Mentiras, Discursos, Ambigüedades, al Desorden y la Destrucción, compañeros inseparables, y al Juramento, el que más dolores proporciona a los hombres de la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente (211-233).
También Gea dio origen a Urano, el Cielo, con su misma dimensión para que así la cubriera con sus estrellas. Más tarde generó a las Montañas y al Ponto, mar estéril de armoniosas olas. De la unión de Gea y el Ponto, el Mar, nacieron tres varones: Nereo, padre de las Nereidas, Taumante y Forcis, y dos hembras: Ceto y Euribia.
Entre estas divinidades será Gea la que presente unos rasgos más definidos. Su culto parece coincidir con la Gran diosa a quien hicimos referencia más atrás. Parece que su figura puede responder al primer culto entre los griegos, pues en los Himnos Homéricos leemos: Canto a Gea, madre de todas las cosas, de sólidos cimientos, la más antigua de las divinidades. Incluso los dioses le presentan gran respeto y reconocen como superior, pues ella concede el favor a los hombres en sus hijos y en sus cosechas. Los dioses la invocan en sus juramentos: Pongo como testigo a Gea y el vasto Cielo que la cubre, exclamará Hera ante las acusaciones de Zeus en la Ilíada. Su poder de adivinación fue considerable y a ella perteneció el Oráculo de Delfos con anterioridad a que se consagrara a Apolo (otras fuentes lo señalan en Temis). Incluso se la consideró como creadora de la raza humana, pues se pensaba que gestó en su seno a Erictonio, primer habitante del Ática, para ofrecérselo a Atenea.
Gea fue objeto de veneración en Delfos, Egeas y Olimpia, tuvo santuarios en Dodona, Tegea, Esparta y Atenas. Sus ofrendas eran por lo general cereales y frutos, inmolándose una cabra negra cuando era invocada como guardiana del juramento. Por lo general ...

Índice

  1. PRÓLOGO, por Alfonso Rodríguez G. de Ceballos
  2. A MODO DE INTRODUCCIÓN
  3. CAPÍTULO I
  4. CAPÍTULO II
  5. MITOS Y LEYENDAS
  6. REPERTORIOS GRÁFICOS SEÑALADOS
  7. PLAN GENERAL DE LA OBRA