1. INTRODUCCIÓN
Todos los que nos movemos profesionalmente alrededor del cine podemos recordar nuestro momento de enganche al séptimo arte. No necesariamente la primera película que vemos, aunque puede coincidir, sino esa película que por primera vez nos absorbe por completo, nos traslada a otro mundo, abre nuestra imaginación y ocupa nuestra mente durante días, solo para comprobar que ya no nos abandonará nunca. Para mí, como para tantos otros niños de mi generación, ese momento fue el estreno de E.T. El extraterrestre. Es la película que hizo que me enamorara del cine, y que por tanto ha marcado inevitablemente el trascurso de mis decisiones profesionales y de mi vida.
Steven Spielberg es el primer nombre que asocié con el término «director de cine». La simple idea del director, del autor principal de la película, se originó en esos días leyendo y oyendo sobre aquella película. Así, como tantos otros de los nacidos al albor de la democracia, me considero hijo cinematográfico de Spielberg.
Probablemente ese hechizo que ejerce el director de Ohio sobre tantos espectadores que crecieron con su cine esté relacionado con su modo de afrontar el cine fantástico, con una mirada llena de asombro e inocencia, lo que los americanos llaman sense of wonder. Este «sentido de la maravilla» se traduce en transmitir una sensación de estar presenciando un acontecimiento extraordinario, no sólo por su carácter paranormal, sino por una trascendencia añadida, como si por unos instantes se abriera una puerta que nos dejara ver un mundo que siempre ha estado presente, pero no éramos capaces de verlo.
La razón de este libro, pues, surge de un interés intelectual, por supuesto. Pero también, en cierta medida, enormemente personal. El visionado constante de las películas de Spielberg (en especial el cine fantástico, para el que muestra un toque inimitable) y el disfrute de su manera de hacer me ha llevado a plantearme cuál es su conexión con este género, qué tienen estas historias maravillosas que hacen que surja lo mejor del director. Asimismo, me lleva a preguntarme qué es lo que constituye el estilo del director, cuál es su sello, qué hay de distinto respecto a los demás. Y a partir de percibir ciertos recursos consistentes, me pareció que había campo amplio que explorar.
¿Por qué estudiar, además de los temas que trata, los recursos narrativos de un director? Principalmente, entendemos que las elecciones estilísticas en el arte, por insignificantes o circunstanciales que nos parezcan, encierran las claves para entender el significado más profundo de las obras o para descubrir las más arraigadas motivaciones de los creadores. Ya lo apuntó el director suizo y revolucionario del lenguaje cinematográfico, Jean-Luc Godard, al decir que un travelling es una cuestión de moral .
Es decir, el auténtico director de cine sabe que cada elección de un ángulo de cámara, un encuadre, un movimiento, transmite una idea respecto a lo que se está rodando, la forma comunica el contenido (si la obra es formalmente buena). Dos directores que rueden la misma escena pueden estar ofreciendo dos narraciones distintas, dos valoraciones morales distintas, dos visiones del mundo distintas, en definitiva.
Hay veces en que un director elige rodar un plano de una determinada manera sabiendo de antemano qué quiere transmitir o la idea que pretende evocar. En otras ocasiones las elecciones son intuitivas, pero en ningún caso desprovistas de esas connotaciones. Es más, es posible que esa intuición encierre motivaciones subconscientes, y puede resultar aún más misterioso y apasionante su estudio.
Por eso, la parte más importante del estudio es la implicación temática de los recursos analizados. No me parecería interesante limitarme a demostrar que un director usa un determinado recurso con frecuencia, o que su forma de narrar tiene tales o cuales características, si eso no va acompañado de una reflexión sobre cómo influye esa forma en los temas que trata. El cine es comunicación, y por lo tanto la forma es importante no en sí misma, sino en cuanto a que es el vehículo del contenido.
Afortunadamente, como veremos, el director objeto de nuestra mirada atesora un mundo personal muy definido, con una serie de temas recurrentes muy claros. Esto nos permite establecer mejor relaciones entre forma y contenido. Al mismo tiempo, es evidente que en los temas habituales del autor tiene una gran importancia su experiencia personal, particularmente durante su infancia y adolescencia. Eso da pie a la tercera coordenada: la biografía del director como fuente de inspiración para sus temas, y en consecuencia, para su forma de contarlos. No se trata de analizar psicológicamente al sujeto, ni de pretender indagar en su intimidad, sino de relacionar hechos concretos dados a conocer por el mismo autor, con determinados temas, y la forma de presentarlos en sus películas. La intención es obtener una idea general clara de los rasgos que definen a un autor.
El mejor camino para estudiar el estilo de Spielberg es sin duda centrarse en su recorrido por el cine fantástico. Es en este género donde el director parece desarrollar su estilo visual en su máxima expresión, es el género spielbergiano por definición. Veremos cómo el descubrimiento de esos mundos ocultos tiene su perfecta traslación a imágenes mediante ciertos recursos visuales que han terminado convirtiéndose en recurrentes en el cine del autor. Principalmente, son recursos de ocultación encaminados a darnos a entender la presencia de esos mundos sin mostrarlos abiertamente.
El otro apartado fijo dentro de los capítulos dedicados a cada película es el análisis de ciertas escenas destacadas. Probablemente algún lector se sorprenda por la selección de los fragmentos estudiados. Puede que falte algún momento que se considere paradigmático de alguna de las películas, o que se incluyan otros que parezcan intrascendentes. Pero se han elegido estas secuencias por cuanto ponen de relieve el inconfundible sello de Steven Spielberg como director de cine fantástico, su habilidad para crear momentos de gran emoción, muchas veces a partir de ocultar el elemento que en teoría debería ser el centro de la escena, derivando la atención a las reacciones humanas.
Intentando recuperar esa mirada luminosa y asombrada con la que tantos asistimos a nuestra primera proyección de E.T., les invito a adentrarse en este viaje por los mundos ocultos en el cine fantástico de Steven Spielberg.
2. LA FIGURA DE STEVEN SPIELBERG
Es importante ofrecer un retrato del autor que va a ser objeto de estudio. No se trata de profundizar en todos los pormenores de su vida y su obra, pues no estamos ante un trabajo biográfico, pero sí ofrecer los trazos principales que nos sirvan de base para analizar su trabajo. En este capítulo vamos a hacer un repaso a su vida y obra y a exponer los temas principales que aparecen en su filmografía.
El caso que nos ocupa es paradójico, pues se trata con seguridad del director de cine en activo más famoso del mundo. Pero esa fama es un arma de doble filo: por un lado, su innegable popularidad es un elemento favorable para considerarlo como personaje digno de estudio. Por otro lado, la crítica «seria» tiende a despreciar a los cineastas demasiado comerciales, y Spielberg ha sido uno de sus blancos favoritos desde sus primeros éxitos.
Además, su fama también propicia que el público general tenga una imagen algo estereotipada del cineasta y de su obra: la caricatura de un director únicamente preocupado por el éxito comercial, cuyas películas están diseñadas para un público infantil o adolescente, y que tienen una gran carga sentimental. Como todos los estereotipos, se trata únicamente de una exageración simplista, que no hace justicia al personaje.
Sin embargo, por encima de consideraciones subjetivas sobre su arte, no se puede negar la enorme influencia que el director estadounidense ha tenido en el cine de todo el mundo. Existe una escuela de estilo reconocible que nace en su cine (que él mismo ha cultivado en las películas que ha producido a otros directores) y encontramos en su obra una gran coherencia temática.
Muchos directores de género surgidos a partir de los años 80 se consideran discípulos cinematográficos de Spielberg. Su forma de hacer cine, con una puesta en escena dinámica y una narrativa muy orientada a la emoción, ha marcado el cine mundial de los últimos treinta años.
Desde el estreno de Tiburón (Jaws, 1975), su primer gran éxito, se puede hablar también de un absoluto reinado en las preferencias del público. Toda una generación de espectadores ha quedado marcada por sus películas. También por las que ha producido, primero con su mítica compañía Amblin (que ofreció más de una década de clásicos del cine de entretenimiento) y después con Dreamworks. Este sedimento permanente sitúa a Spielberg posiblemente como uno de los últimos cineastas clásicos, tanto en el terreno de la dirección como de la producción.
Esta posición del cineasta como figura clave cultural en la historia contemporánea no deja de refrendarse por los medios de comunicación más prestigiosos: La revista cinematográfica Premiere lo situó en el primer puesto de la lista de personas más influyentes en la industria del cine. Life le nombró la persona más influyente de su generación. Time le incluyó en la lista de las cien personas más importantes del siglo XX.
Es evidente que Spielberg cambió la industria del cine. Y no faltan, por supuesto, las voces que le acusan de la falta de creatividad palpable en el Hollywood contemporáneo. Sobre todo porque Spielberg apareció en los años 70, un momento de grandes cambios en el cine norteamericano: los grandes estudios habían entrado en crisis desde la década anterior. Ya no tenían el mismo éxito las grandes producciones musicales, históricas, los westerns… El público joven se sentía alejado del cine de Hollywood, y los géneros y modos de hacer tradicionales se empezaron a poner en cuestión. Este proceso ya había ocurrido en Europa con anterioridad, dando origen a las corrientes renovadoras de los años 50 y 60: el Neorrealismo italiano, la Nouvelle Vague francesa, el Free Cinema inglés, e incluso el modesto Nuevo Cine español.
Así las cosas, empiezan a llegar a Hollywood jóvenes realizadores (la primera generación formada por la televisión), influidos por estas corrientes europeas, que buscan un mayor realismo, con rodajes en localizaciones reales, un estilo de cámara más dinámico, cercano a las técnicas documentales, interpretaciones más naturalistas… Y temáticamente buscan historias sociales y se acercan más a las inquietudes de la juventud de los 60, siendo un rasgo característico el cuestionamiento del poder y de las instituciones, desde la familia al gobierno. El arrollador éxito de Bonnie y Clyde (Bonnie & Clyde, Arthur Penn, 1967) da el pistoletazo de salida a lo que se denominó el Nuevo Hollywood.
Los estudios habían cedido buena parte de su poder a empresas menores, dirigidas por jóvenes cineastas que producían películas pequeñas sobre dramas cotidianos, reflejos de la realidad convulsa de esa época. Para algunos críticos esa fue la última gran época del cine norteamericano, y culpan a Spielberg y a George Lucas de su desaparición:
Puede decirse que Lucas y Spielberg lograron que el público de los setenta, muy intelectualizado tras años de alimentarse de películas europeas y del Nuevo Hollywood, regresaran a la sencillez de la Edad de Oro del cine, anterior a los años sesenta […] Atravesaron el espejo pero hacia atrás, con películas que eran el polo opuesto de las rodadas por sus colegas del Nuevo Hollywood. […] Infantilizaron al público, reconstruyeron al espectador-niño, y lo abrumaron con sonido y espectáculo, eliminando la ironía, la afectación estética y la reflexión crítica.
Es muy discutible que el público estadoun...