La guerra civil y los problemas de la democracia en España
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La guerra civil y los problemas de la democracia en España

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La guerra civil y los problemas de la democracia en España

Descripción del libro

¿Qué consecuencias de la guerra civil llegan hasta hoy?¿Cómo influyó aquella contienda en el resto de Europa y el resto de Europa en España? ¿Cuál fue la verdadera estrategia de Hitler y de Stalin? ¿Tuvo posibilidad de ganar el Frente Popular y qué habría pasado en tal caso? ¿Qué se jugaba realmente en el conflicto y qué papel desempeñó en él la democracia? ¿Fue una lucha estéril? ¿Por qué la democracia ha tenido tantas dificultades para asentarse en España y en gran parte de Europa? ¿Está segura hoy en España?...Estos y otros asuntos son tratados en este libro, que se distancia de los enfoques habituales al plantear cuestiones generalmente pasadas por alto, ya indicadas en sus cuatro partes: 1. Desarrollo de la guerra civil. Un análisis crítico.2. Cuestiones básicas sobre la guerra de España.3. Los problemas de la democracia en España.4. El debate sobre la guerra y el pasado próximo.Ochenta años después de comenzada aquella contienda, sin duda el suceso más decisivo de la España del siglo XX, se impone un análisis en profundidad de sus efectos, alejándose de pasiones y de odios todavía demasiado frecuentes.

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Información

Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788490558041
Edición
1
Categoría
History

Cuarta parte:
EL DEBATE SOBRE LA GUERRA CIVIL Y EL PASADO PRÓXIMO

Como nadie ignora, este debate no ha tenido lugar al modo lógico de una confrontación intelectual, como debiera ocurrir en instituciones de cultura algo sólidas. Por el contrario, la actitud muy predominante ha sido la descrita por Stanley Payne en una reseña: Cada una de las tesis de Moa aparece defendida seriamente en términos de las pruebas disponibles y se basa en la investigación directa o, más habitualmente, en una cuidadosa relectura de las fuentes y la historiografía disponibles (...) El punto principal no es que Moa sea correcto en todos los temas que aborda. Eso no puede predicarse de ningún historiador y, por lo que a mí respecta, discrepo de varias de sus tesis. Lo fundamental es más bien que su obra es crítica, innovadora e introduce un chorro de aire fresco en una zona vital de la historiografía contemporánea española, anquilosada desde hace mucho tiempo en angostas monografías formulistas, vetustos estereotipos y una corrección política determinante desde hace mucho tiempo. Quienes discrepen de Moa necesitan enfrentarse a su obra seriamente y demostrar su desacuerdo en términos de una investigación histórica y un análisis serio que retome los temas cruciales en vez de dedicarse a eliminar su obra por medio de censura de silencio o de diatribas denunciatorias.
Desde luego, Payne no ha sido escuchado. Por mi parte he ofrecido muchas veces, en vano, un debate en profundidad. En la historiografía contemporánea española siguen predominando estereotipos de propaganda, «angostas monografías formulistas y vetustos estereotipos» y un estilo de censura. El apego a ellos, si algo demuestra, es una profunda esclerosis y pobreza intelectual de nuestra universidad, acompañada de poses pedantes y censoras. Otros han pedido lisa y llanamente la prohibición de mis libros o se me ha negado el derecho de réplica, como en El País, incluso algunos han pretendido encarcelarme.
Ha habido un par de excepciones: el profesor Moradiellos sostuvo una polémica conmigo en la revista digital de Gustavo Bueno El Catoblepas, prefiriendo retirarse, sospecho que no muy bien parado, a la tercera entrega. Y un estudioso discípulo de Tuñón de Lara, Reig Tapia, me dedicó un libro voluminoso y pintoresco, El anti Moa, con más de 500 páginas dedicadas a demostrar que no valía la pena leer una línea mía. Le contesté en quince artículos en Libertad Digital que no tuvieron más réplica. Por esa razón he debido aprovechar libros o declaraciones a la prensa de varios de esos historiadores para insistir en la aclaración de cuestiones básicas. He hecho este esfuerzo porque creo, con Cicerón, que la verdad se corrompe tanto por la mentira como por el silencio, y que, en palabras de Santayana, «un pueblo que olvida su historia se condena a repetirla». A repetir lo peor de ella.
Los artículos que siguen son solo una pequeña parte de los que he dedicado a diversos autores y han sido publicados en Libertad Digital o en La Gaceta y nunca han sido replicados, siguiendo la táctica del silenciamiento. Son inevitables algunas repeticiones, que he procurado evitar en lo posible. Con este libro doy por concluidos mis trabajos sobre la guerra civil y problemas derivados.
La España milagrosa de Raymond Carr
En el prólogo de la obrita de síntesis sobre historia de España coordinada por Raymond Carr (la primera edición en inglés data de 2001) se propone un nuevo enfoque sobre el pasado y presente españoles. «La diversidad de España constituye una clave de su historia», se dice allí. «En primer lugar, hay que tener en cuenta la marcada división entre la España húmeda y la seca. Las provincias noroccidentales, observaba Richard Ford en la década de 1830, son más lluviosas que el Devonshire, mientras que las llanuras centrales están más calcinadas que las de los desiertos de Arabia». Desde luego, España es un país muy variado, pero la cita, recogida acríticamente por el señor Carr, no pasa del nivel de la tontería, y el profesor inglés no la mejora cuando afirma que Galicia recibe más de 2.000 milímetros de precipitaciones anuales, la Meseta Central menos de 26 y Almería, en ciertos casos, ninguno. Una simple consulta a los índices pluviométricos le habría sacado de su considerable error.
Luego añade: «El contraste más espectacular es el que se daba entre esas fincas pobres y las del campesinado castellano y los latifundios de Andalucía y Extremadura, contraste parangonable únicamente con el existente entre el mezzogiorno, asolado por la pobreza, y el próspero norte italiano». El contraste entre regiones ricas y pobres no ha seguido el esquema España húmeda-España seca, sino que presenta llamativos cambios a lo largo de los siglos, en que unas regiones han ganado o perdido en riqueza relativa al margen de su pluviosidad. Por otra parte, contrastes regionales más o menos acentuados se han dado y se dan en todos los países del mundo, sin excluir a Inglaterra. ¿Son un caso tan excepcional los de España? Cabe dudarlo.
Mucho más dudosa parece su conclusión, extraída de unas citas del mencionado Ford y de Gerald Brenan. Para Ford, España es «un manojo de unidades locales atado por una cuerda de arena». Y Brenan afirma: «En lo que puede llamarse su situación normal, España es un conjunto de pequeñas repúblicas, hostiles o indiferentes entre sí, aunadas en una federación escasamente cohesionada. En algunos grandes períodos (el Califato, la Reconquista, el Siglo de Oro), esos pequeños centros se han sentido contagiados por un sentimiento o una idea común y han actuado al unísono; pero cuando declinaba el ímpetu originado por esa idea, se dividían y volvían a su existencia separada y egoísta». Estas opiniones las confirma Carr con otra de Olavide, quien veía al país como «un cuerpo compuesto por otros menores separados y en oposición mutua, que se oprimen y desprecian entre sí y se hallan en un continuo estado de guerra civil. Cada una de las provincias, conventos religiosos y profesiones está separada del resto de la nación y vuelta hacia sí misma... La España moderna se puede considerar (...) una república monstruosa formada por pequeñas repúblicas enfrentadas unas con otras».
Pero la historia no puede explicarse a partir de algunas citas aceptadas sin mayor crítica. Ford se consideraba miembro de una cultura superior encargada de civilizar al resto del mundo, por supuesto a España, y miraba el entorno con ese prejuicio, tan propenso a crear espejismos. En cuanto a Brenan, mantenía una visión de España un tanto romántica e influida por distorsionantes clichés socialdemócratas, que tan a menudo le ciegan a aspectos clave del país donde vivió largo tiempo... si bien siempre en ambiente anglosajón. Ambos hicieron algunas observaciones agudas sobre España, y otras reveladoras de una profunda ignorancia o falta de sentido común, entre ellas las seleccionadas por Carr. Sobre Olavide, el historiador debe plantearse si sus frases reflejan la realidad o más bien las impaciencias y exageraciones propias de un reformista que encuentra resistencia a sus planes.
Es cierto que en España subsistieron largo tiempo aduanas interiores, fueros, etc... como en casi todo el resto del Continente hasta tiempos históricamente recientes. Por lo demás, las expresiones de Olavide, Ford y Brenan podrían describir bastante bien la situación de la mayor parte de Europa, empezando por Alemania e Italia, que no lograron formar una nación con Estado propio hasta muy avanzado el siglo XIX. En cambio, chocan con el dato de que España no hubiera estallado por todas sus costuras, sino que mantuviese hasta el siglo XIX una paz interna mucho más estable que la de casi cualquier otro país europeo, y las fronteras asimismo más estables y más antiguas de Europa, contra las cuales se rompería los dientes Napoleón.
Si creyésemos en las citas mencionadas («cuerda de arena», «repúblicas enfrentadas entre sí», «en continuo estado de guerra civil»), la existencia de España habría sido un milagro inexplicable. Pero ya estamos habituados a esas peculiaridades, no del país sino de tantos historiadores, y los disparates corrientes sobre la Guerra Civil, Franco, etc., sólo continúan una larga tradición. Parodiando el famoso lema turístico de Fraga, diríamos que «España es diferente, pero los historiadores de España lo son más aún». También valdría la pena comparar la evolución de España con la del Reino Unido. En cierto sentido, este último ha sido el intento de crear una nación similar a España, pero el término español ha tenido siempre un contenido mucho más denso —emocional, cultural y político— que británico, formado por una hegemonía inglesa impuesta históricamente a sangre y fuego o por sobornos, muy distinta del caso hispano.
Aun en los siglos XVIII y XIX, diversas acciones u omisiones inglesas en Escocia e Irlanda causaron deportaciones o hambres masivas mucho peores que cualquier suceso ocurrido en España, y que no dejan de recordar a determinadas actuaciones de Stalin en el siglo XX, con rasgos de guerra civil contra una población desarmada. A su vez, las fronteras del Reino Unido cambiaron de forma muy sustantiva en época tan reciente como 1922, completadas en 1948 con la independencia de la mayor parte de Irlanda.
Vistas así las cosas, debe admitirse que, en la pugna de tendencias centrífugas y centrípetas propia de toda sociedad humana, la nación española ha mostrado una persistencia y una estabilidad sorprendentes, si la comparamos con el resto de Europa.
Juan Pablo Fusi: Bajo la dirección última de Carr trabajamos en el Centro de Estudios Ibéricos los que creo que podemos considerarnos sus discípulos: Romero Maura, José Varela Ortega, Shlomo Ben Ami, yo mismo, Paul Preston (que hacia 1970 estaba ya en la Universidad de Reading, con Hugh Thomas), Leandro Prados, Antonio Gómez Mendoza (ambos, como historiadores económicos, muy vinculados al tiempo a Patrick O’Brien y Max Hartwell) y Charles Powell. Pero también se vincularon al Centro, en muy distinta capacidad, don Ramón Carande, Olegario González de Cardedal, Lucas Beltrán, Santos Juliá, José María Maravall, Joan María Esteban, Isaac y Aviva Aviv, Susana Tavera, Jaime García Lombardero, Joan Artells, Tomás Jiménez Araya, Laura Rodríguez, Frances Lannon, Fernando Maravall. Aun sin relación directa con el Centro, Martin Blinkhorn, Sebastian Balfour y Joseph Harrison fueron de alguna forma discípulos de Carr. También lo fueron Ezequiel Gallo, Malcolm Deas y Adrian Lyttelton, tres grandes historiadores, como ya ha quedado dicho.
(LD, 2-XII-2008)
Los mitos de Guernica y Badajoz como técnica de la falsificación masiva
El mito de Guernica, bombardeada el 26 de abril de 1937, incluye los siguientes apartados:
1. Se bombardeó una villa abierta, de 7.000 habitantes, carente de interés militar.
2. Se eligió un día de mercado, con gran número de visitantes, de modo que el efecto sobre la población civil fuera mucho mayor.
3. Guernica no constituía un objetivo táctico, por estar alejada del frente.
4. El ataque fue realizado en exclusiva por aviones alemanes, durante tres horas sin interrupción, con ametrallamiento de civiles a baja altura, dentro de la población.
5. La destrucción de logró mediante una combinación especial de bombas explosivas e incendiarias, un nuevo sistema de bombardeo.
6. Los muertos fueron, según versiones, entre 850 y 3.000, siendo el número más citado 1.654.
7. Los separatistas suelen añadir que se trató de destruir los símbolos de «las tradiciones vascas».
8. Finalmente, se viene insistiendo en que el bombardeo fue ordenado o permitido por Franco.
Estos puntos han sido repetidos hasta el infinito a lo largo de casi ochenta años por los más variados periodistas, escritores y políticos, lo cual da a esas versiones impresión de absoluta verosimilitud a los ojos del lector crédulo o ingenuo. J. Salas Larrazábal, autor de un estudio prácticamente exhaustivo sobre aquel suceso (Guernica, 1987, que nadie interesado en el tema debiera dejar de leer), partió de un libro del H. Southworth, un polemista useño apasionado del Frente Popular que recoge cientos de noticias y comentarios de la prensa mundial sobre el bombardeo. Sin embargo Salas se fijó en un dato: en la recopilación de Southworth faltaba lo esencial, los relatos de la prensa de Bilbao, «numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada», y que prefirió no publicar datos que pudieran ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica.
Así que Salas investigó a fondo y sin prejuicios todos los aspectos de la leyenda y llegó a la conclusión sorprendente de que ni uno solo se ajusta a la realidad. No voy a extenderme en los datos y la argumentación, que he resumido en un capítulo de Los mitos de la Guerra Civil. La realidad es simplemente la siguiente: Guernica, con algo más de 5.000 habitantes, estaba próxima al frente, tenía gran interés militar por su guarnición, posición y fábricas de armas, y se suspendió el mercado aquel día; no hubo ametrallamientos a baja altura dentro de la villa (sí algunos en las vías de acceso) y el bombardeo se hizo en dos pasadas de corta duración,...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN
  2. Primera parte: DESAROLLO DE LA GUERRA CIVIL. UN ANÁLISIS CRÍTICO
  3. Segunda parte: CUESTIONES BÁSICAS SOBRE LA GUERRA DE ESPAÑA
  4. Tercera parte: LOS PROBLEMAS DE LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA
  5. Cuarta parte: EL DEBATE SOBRE LA GUERRA CIVIL Y EL PASADO PRÓXIMO