Luigi Giussani: Su vida
  1. 1,400 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

A comienzos de los años cincuenta, un joven sacerdote italiano se da cuenta de que la gran mayoría de los jóvenes con los que se encuentra, pertenecientes a una sociedad aparentemente cristiana, manifiestan una gran ignorancia sobre qué es el cristianismo, o viven una fe formal y sin incidencia alguna en sus ambientes cotidianos. Ante esta situación, decide abandonar una prometedora carrera como teólogo y empieza a dar clase de religión en un instituto público de Milán.Partiendo de un primer encuentro con cuatro de sus alumnos, pronto reunirá en torno a sí a centenares de chicos y chicas que darán vida a una novedosa experiencia eclesial que, a partir de los años setenta, se conocerá con el nombre de "Comunión y Liberación", en la que participan actualmente decenas de miles de personas de más de ochenta países. El presente libro, escrito por un estrecho colaborador de Giussani, nos permite conocer, a partir de diversas fuentes escritas y de testimonios significativos, pero sobre todo, de lo que el propio Giussani dijo y escribió, quién era y cómo vivió este carismático sacerdote ambrosiano, fallecido en 2005, que hizo de nuevo atractivo el cristianismo a miles de jóvenes y adultos, convirtiéndose en su maestro y compañero de camino, y en un importante referente para la Iglesia de nuestro tiempo.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Luigi Giussani: Su vida de Alberto Savorana, José Miguel Oriol, Belén de la Vega, José Miguel Oriol,Belén de la Vega en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Teología y religión y Biografías religiosas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788490553213
TERCERA PARTE
1986-2005

Capítulo 25
Tras las huellas de Cristo
Los viajes a Tierra Santa, Japón y Grecia
(1986-1987
)

«Un día caluroso de finales de verano, un pequeño grupo de unos cuarenta italianos desciende de un vuelo de la compañía El Al. Hemos llegado a Israel para hacer una peregrinación por los lugares en los que vivió Jesús»1. El que habla es Luigi Amicone que, con algunos amigos, iba a Tierra Santa «tras las huellas de Cristo, como decía Giussani, guía y referencia del grupo. El viaje se desarrolló entre el 14 y el 21 de septiembre de 1986. Ideado por don Giorgio Pontiggia y por el doctor Angiolino Bigoni, incluyó entre las visitas Cesarea, Megido, el Monte Carmelo, Nazaret, Caná, Tiberíades, Cafarnaúm, el Monte de las Bienaventuranzas, el Monte Tabor, Siquén, Belén, Emaús, Jerusalén, Jericó, Masada, Qumrán y Betania. Fue un auténtico tour de force que dio la oportunidad a Giussani para releer los pasajes del Evangelio que hablan de esos lugares, permitiendo así revivir los episodios de los que aquellas piedras —a menudo reducidas a ruinas— fueron testigos silenciosos. En cada etapa don Pontiggia leía el pasaje correspondiente del Nuevo Testamento y Giussani lo comentaba.
El itinerario comenzó en Cesarea de Filipo, centro político del Imperio romano y residencia de Poncio Pilato, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles. Giussani observó: «Pablo, Esteban, el centurión y Pedro, son personas que pasaron por aquí. Y ¿qué les dominaba? ¿En qué pensaban? Sentían dentro de sí que había un nuevo movimiento en el mundo, [...] algo que pasaba a través de ellos. Y lo más sorprendente es que eran tres o cuatro gatos, en el sentido literal del término», y sin embargo, «lo suyo era una seguridad, una profecía que desafiaba al tiempo, tanto es así que nosotros estamos cumpliendo hoy su profecía»2.
Después la comitiva se trasladó al lugar en el que «el ángel del Señor llevó el anuncio a María», es decir, a Nazaret. Sobre el mármol del pequeño altar de la gruta de la Anunciación se puede leer la inscripción Verbum caro hic factum est: «Aquí se hizo carne el Verbo». Pensando en la Virgen, Giussani observó que la grandeza de María no consistió en convertirse en la madre del Señor, «porque esta es la grandeza de Dios», sino sencillamente «en haber dicho ‘sí’ al gran encuentro que le tocó el corazón. Ninguno de nosotros puede imaginar cómo fue aquel encuentro». Y, parándose delante de la sinagoga en la que Jesús dijo ser el «enviado» del Padre y fue expulsado por ello, subrayó que «lo que sucede no sigue nuestras previsiones, sino que es gracia, es gratuidad, tiene una forma gratuita, nueva, imprevista» y precisamente por eso los hombres de su tiempo «no le reconocieron, porque la respuesta a lo que esperaban [...] fue distinta de la que imaginaban»3.
Llegados a Caná, donde Jesús transformó el agua en vino durante un banquete de bodas, Giussani señaló que la cosa más impresionante de todas es que «el encuentro que hace de la fe algo vivo sucede dentro de las circunstancias corrientes de la vida». ¿Hay algo más corriente que una comida? Pues bien, este es precisamente «el milagro que acerca a Cristo a los hombres, dentro de su vida concreta. Sin vino no se puede celebrar una boda. Es algo necesario dentro de la vida normal»4.
Durante una noche en la terraza del hotel de Tiberíades que albergaba al grupo de peregrinos, Giussani confió a sus amigos lo que más le sorprendía: «Todo nació de estos ‘agujeros’, tan tremendamente pobres», y añadió que «por su propia naturaleza el cristianismo empieza siempre así. La vitalidad de la fe empieza siempre en estos términos, no necesita periódicos, revistas ni grandes estructuras». Para Giussani «la fe es ver esa gruta de Nazaret como el significado último del enorme desarrollo de la ciudad»5.
A poca distancia de Tiberíades, el grupo visitó la iglesia del Primado, en el lugar donde Jesús le preguntó tres veces a Pedro: «¿Me amas?», y le oyó responder que sí: «Estamos en el punto en que surgió dentro de la compañía, en la amistad, en el movimiento humano del que hemos hablado, repentinamente —repentinamente porque Jesús era un hombre como todos los demás, y por eso las ideas le venían de las circunstancias— la idea de una construcción histórica. [...] La idea se le ocurrió cuando, al recorrer este sendero que bordea el lago, se topó con esa roca grande. Es como si hubiera dicho: ‘Sobre ella construiré un movimiento destinado a abrazar todo el mundo. Que ningún hombre se vea aislado, que a ningún hombre se le deje solo en este abrazo [...]’». Y añadió que el itinerario del movimiento humano que había empezado en torno a Jesús «está hecho de piedras miliares, de piedras como las que usaban los romanos para construir sus carreteras. Y la piedra miliar por excelencia es Pedro, el punto de referencia vivo que es el Papa. Por encima de las mareas de la historia emerge este promontorio que custodia e indica el camino hacia el destino»6.
Llegados a Cafarnaúm, la ciudad de Pedro, de Jairo —a cuya hija resucitó Jesús— y del evangelista Mateo, Giussani invitó a leer el episodio del paralítico al que había curado Jesús; y luego dijo: «Aquella compañía que se había creado en torno a Jesús [...] experimentó por primera vez en esa ocasión el escalofrío de un poder inconcebible. Desde aquel momento se expandió la fama de Jesús. [...] Tratemos de imaginar la reacción de los amigos de Jesús al ver a este compañero suyo lleno de autoridad demostrar un poder que ellos no podían haber imaginado jamás»7.
Cambia la escena y el grupo se encuentra a bordo de una embarcación en el lago de Tiberíades. Durante la travesía en barca por la noche, se desata una tempestad, y los discípulos se llenan de temor, mientras Jesús duerme en popa. Tras escuchar el pasaje del Evangelio que relata precisamente cómo en aquel lugar Cristo aplacó las aguas y los discípulos, una vez superado su gran temor, se decían unos a otros: «¿Quién es este, que incluso el viento y el mar le obedecen?», Giussani observó que, a la pregunta de quién era Jesús, «desde el punto de vista administrativo y del padrón, podían responder con precisión». Y sin embargo «aquel hombre tenía tal poder, tan desproporcionado para la imaginación del hombre, que se vieron obligados a plantearse aquella pregunta»8.
Recorriendo la orilla oriental del lago de Tiberíades, los peregrinos llegaron hasta el lugar donde Juan bautizó a Jesús, en el Jordán, un pequeño remanso de agua rodeado de vegetación. Al visitar aquellos lugares, Giussani se sorprendía por el hecho de que «la verdadera novedad sucede a través de las circunstancias ordinarias. [...] Jesús vino aquí como el resto de los judíos que seguían al profeta, como vinieron Juan y Andrés. Y en esta adhesión humilde [de Jesús] al comportamiento de todos brotó la gran circunstancia, es decir, el acontecimiento de la salvación».
En Samaria, en Siquén, Giussani visitó el pozo de Jacob, donde la samaritana le escuchó decir a Cristo todo lo que había hecho, y comentó el episodio evangélico: «No hay milagro mayor que sentirse mirados y percibidos [...] en lo profundo de nuestra persona, mirados y percibidos como exigencia, como sed, y también como límite, como mal que impide la satisfacción verdadera de las exigencias, de nuestra sed»9.
Finalmente, el grupo llegó a Belén. En la basílica de la Natividad, Giussani hizo leer el pasaje al que estaba vinculada su memoria de joven seminarista, es decir, el prólogo del Evangelio de Juan: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. [...] Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Giussani había comentado un número infinito de veces ese pasaje, pero aquí, donde Cristo nació, sus palabras no dejaron de adquirir un peso específico particular: «Yo creo que el impacto más inmediato ante este mensaje, en el que se fundamenta el significado mismo de la vida, es esta pregunta: ¿Pero cómo es posible que Dios pudiera convertirse en una presencia humana, un hombre entre nosotros, y los suyos, tanto aquellos que eran más conscientes como los que navegaban en la angustia de las tinieblas, no le reconocieran?».
También allí se confirmaba la impresión que el viaje, en cada etapa, estaba haciendo crecer en él: «Todo ocurrió sin ningún revuelo humano. Todo el pueblo hebreo y el gran Juan Bautista [...] esperaban al Mesías como algo clamoroso. Como algo excepcional que iba a llevar a cabo la justicia en el mundo». Y sin embargo ocurrió como «una semilla viva que prorrumpe en la tierra sin contar con el paso de las estaciones. Y al principio parece algo que puede perfectamente no ser tenido en cuenta. Tal como hicieron todos los analistas del siglo I, incluidos los escritores romanos que, como Tácito y Suetonio, hablan de aquella ‘secta cuyo fundador Cristo fue sometido a suplicio bajo el imperio de Tiberio’. Esta semilla irrumpe al principio de un modo aparentemente imperceptible, pero después, pasados dos mil años, nos ha alcanzado de forma humana, razonable y afectiva».

Belén y Nazaret, el método de Dios

Belén era para Giussani la documentación del método que Dios utiliza para darse a conocer: «San Agustín decía que el mundo podría haber sido creado como un pequeño punto en el que estuvieran contenidas las rationes seminales, es decir, las semillas de todos los desarrollos posteriores (¡mil quinientos años antes de Darwin una concepción evolutiva del mundo que nadie cita nunca!). Pero es precisamente el método que usó Dios al venir al mundo, haciéndose una realidad absolutamente imperceptible». ¿Y cómo es que el Señor usaba este método? «Para demostrar que la potencia no es nuestra, que no radica en nuestra inteligencia, ni en nuestra fuerza, sino en su poder. Lo ha sacado todo de la nada». Y delante de la gruta de los Santos Inocentes, Giussani recordaba que esa semilla se había desarrollado como testimonio, «tanto en la vida como en la muerte: vida y muerte no tendrían ningún significado si no existiese Cristo»10.
Dijo también Giussani: «Cuando se piensa en que la salvación viene de esta aldea desconocida de Nazaret, uno piensa casi instintivamente: ‘¿De aquí?’. Y cuando se visita la casa de José uno se dice: ‘¿De aquí?’. Y cuando se piensa en aquella docena de personas perdidas e ignorantes que le seguían, en todo caso sin ningún poder, te dan ganas de decir: ‘¿De allí?’» Esto le hacía concluir que «es otro factor el que actúa en un momento dado. Y no al lado o por encima de lo humano, sino a través de la carne, los huesos, el bolsillo y todo lo que coincide con la vida del hombre»11.
Nada más llegar a Jerusalén, Giussani leyó y explicó el pasaje de san Lucas que narra la visita de María a su prima Isabel, en un pueblo a pocos kilómetros de la ciudad. Se refirió a ello como una de las cosas humanamente más conmovedoras del cristianismo: «Después del anuncio se despierta en ella un impulso de disponibilidad absoluta, total. Pensemos en los más de ciento cincuenta kilómetros de camino que recorrió para llegar hasta aquí, no de forma distraída, sino, como dice el Evangelio, ‘caminando deprisa por el camino’, apremiada por su objetivo». Y añadía: «Lo que maravilló a Isabel nos maravilla también a nosotros: ‘¿A qué debo que la madre de mi Señor venga hasta mí?’. Es la exclamación de asombro por la gratuidad absoluta, ¡porque ningún pariente habría recorrido tanto camino para venir a ayudarla!». Esto significa que «la fe permite vivir lo humano y suelda de nuevo sus nexos, hace que seamos una sola cosa»12.
Etapa obligada de la visita a Jerusalén era el Muro de las Lamentaciones, lo que queda del antiguo templo destruido por los romanos en el año 70 d.C., meta de una continua peregrinación para los judíos, desde hace dos mil años centro espiritual del judaísmo. Esto ofreció ocasión a Giussani, por una parte, para subrayar el significado que debía tener para todos la historia de Israel: «Dios eligió a este pueblo, lo eligió con un fin mesiánico, y ahora los judíos rezan para que su pueblo pueda permanecer y pueda reconstruir el templo que es su símbolo. Rezan porque el sentido de la vida de cada judío está ligado a las vicisitudes de su propio pueblo. El Muro de las Lamentaciones es una de las cosas humanamente más conmovedoras y dramáticas que existen [...]. Al recitar los Salmos o los Profetas o el Éxodo, el que va al Muro de las Lamentaciones pide al Señor que su pueblo permanezca, porque es el único testimonio del Dios vivo en el mundo». Por otra parte, al observar la procesión de fieles que se paraban balanceándose delante del muro, a Giussani le parecía que «a pesar de la gran conciencia de pueblo que tienen, cada judío recita sus salmos ante el Muro de las Lamentaciones en una soledad tremenda, como si el dolor de la situación fuera tal, y la emoción por la condición en la que se encuentra su pueblo fuera tan profunda, que no puede expresarse en formas comunitarias». Y concluía que «quizá la mayor alternativa en la historia de las religiones está precisamente bajo este Muro: si la espera del cumplimiento de la promesa ha sido satisfecha o no»13.
Los peregrinos recorrieron en silencio la Vía Dolorosa, esto es, el camino que hizo Jesús hacia el Calvario entre las callejuelas de Jerusalén; escucharon el evangelio de la Pasión y las meditaciones de Giussani: «La vida de cada uno tiene un destino de Vía Crucis [...]. En aquel tiempo, todos esperaban al redentor. Pero el redentor tiene un rostro, es decir, está condicionado, de modo que a nosotros, como a los hebreos de entonces, no nos agrada, porque es distinto de lo que esperamos». El Vía Crucis está determinado por esta ‘rebeldía’14 ante el rostro con el que Cristo se presenta en el escenario del mundo.
La etapa de Jerusalén concluyó volviendo con la memoria a la noche de Pascua y a aquellos dos hombres en el camino de Emaús, cuando se puso a caminar junto a ellos un extraño, que solo al cenar iban a reconocer como el Señor resucitado. Giussani invitaba a identificarse con la escena que describe el evangelista Lucas: al igual que los discípulos de Emaús, también «nosotros caminamos como cristianos tristes. La tristeza no proviene de la prueba y del dolor, la tristeza viene siempre de la ausencia de significado o de la fragilidad de la razón. La tristeza es siempre un interrogante sobre el ‘¿merece la pena?’, ‘¿merece realmente la pena?’, ‘¿será realmente así?’. En el fondo la tristeza nace de un escepticismo último. [...] Pero el Señor [...] no nos abandona en esta tristeza», porque, recordaba Giussani, «si nosotros, como los discípulos de Emaús, mantenemos en el corazón la sed [...] de felicidad, el Señor, aunque no lo reconozcamos, nos acompaña en los pasos de nuestro camino. Y a cada uno de nosotros le llega ese momento, ese signo, ese acontecimiento en el que todo se vuelve claro»15.
La peregrinación prosiguió por el desierto de Judá, Jericó, el Mar Muerto, Masada, Qumrán y Betania. En Jericó Giussani revivió el momento capital del encuentro decisivo para la vida de Zaqueo: «Hemos visto [...] uno de los sicomoros a los que tuvo que subirse Zaqueo para ver mejor a Jesús que pasaba por allí. Si pensamos que Zaqueo era como el jefe de la mafia de Jericó y alrededores, que era uno de aquellos recaudadores a los que se consideraba enemigos del pueblo y pecadores públicos, de los que había que mantenerse alejados diez metros para no contaminarse, puede imaginarse lo que debió de significar para él el encuentro con Jesús. [...] Solo por aquella parada, por aquellas palabras que le dirigió Cristo, aquel hombre miró en adelante las cosas de una manera distinta». Y en Betania recordaba que «así le sucedió también a Lázaro, aunque en esa ocasión el Señor le demostró su amor por medio de un signo todavía má...

Índice

  1. Introducción
  2. PRIMERA PARTE: 1922-1964
  3. SEGUNDA PARTE: 1964-1986
  4. TERCERA PARTE: 1986-2005
  5. Epílogo
  6. Notas
  7. Nota biográfica
  8. Cronología de las principales obras de Luigi Giussani
  9. Imágenes