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La historia de la psicología social
y la psicología social como historia
Un largo pasado y una corta historia:
la psicología social como producto de Occidente
Este capítulo es sobre historia de la psicología social, pero no es una historia de las ideas. Como historia, es una reconstrucción; busca relacionar pasado con presente para tratar de entender este campo de conocimiento. La pregunta cuya respuesta me interesa bosquejar es por qué la psicología social se desarrolló de una manera particular y ha creado los conceptos y modelos que estudiamos.
Es cierto que todo relato está sujeto a cambios en el transcurrir de la historia. Las perspectivas cambian y los hechos se transforman; los experimentos clásicos de la psicología, por ejemplo, son reinterpretados a la luz de nuevas circunstancias. Los resultados del experimento de J. B. Watson (Watson y Rayner, 1920) con Alberto (Little Albert) pueden producir reacciones muy distintas dependiendo del momento o el lugar, aun en psicólogos que defienden la objetividad y la universalidad de la psicología.
El experimento se reinterpreta como se reconstruye el pasado en el que se realizó (Digdon, Powell y Harris, 2014; Fridlund, Beck, Goldie y Irons, 2012; Harris, 1979). Hoy en día es probable que sea un escándalo que un psicólogo trate de condicionar una fobia en un niño de nueve meses con un supuesto daño neurológico. Peor si se sabe que la madre aceptó que su hijo participara en ese experimento a cambio de dinero porque eran pobres (Beck, Levinson y Irons, 2009).
Sin embargo, nadie puede saber exactamente lo que sucedió, ni siquiera si realmente el condicionamiento se logró; el experimento se realizó hace cien años y hace cien años el mundo era distinto. Lo único que tenemos son reconstrucciones y reinterpretaciones de la historia. La posibilidad de escribir una historia está asegurada por la oportunidad de cuestionar lo que hasta el momento se ha considerado historia oficial. Esa oportunidad es algo reciente en el campo de la psicología; las historias oficiales tienen poder y no admiten cuestionamientos fácilmente.
En la historia aceptada del mundo, las disidencias narrativas se castigan. El arte es una actividad humana que tiene la posibilidad de controvertir narrativas oficiales; la adquisición de una obra de Truther art, Questions, de Anthony Freda, por parte del National September 11 Memorial & Museum, es una manera de incluir explicaciones alternativas y dudas sobre lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001 (Kutner, 2015).
Una vez que la narrativa oficial acoge versiones disidentes, el desacuerdo deja de ser amenazante porque las incorpora en su sistema de explicación. Afortunadamente es posible cuestionar versiones de la historia de la psicología social sin recibir castigos drásticos. La reputación podría verse afectada al ser todos víctimas potenciales del descrédito (Goffman, 1963). Eso es relevante porque un libro es una forma de presentación del self; pero, en este caso, ofrecer una mirada crítica de los hechos no tendría por qué tener mayores repercusiones.
El cuestionamiento puede ser difícil porque pone en tela de juicio el objetivismo con el que se ha escrito la historia de la disciplina; versiones de la historia se institucionalizan y se convierten en verdad oficial. Tratar de reescribir otras historias, como las de las guerras, por ejemplo, sí puede tener consecuencias más serias; incluso legales. En el mundo actual es posible cuestionar la existencia de Dios; antes no lo era. Es imposible cuestionar, sin embargo, versiones oficiales de la historia. Eso es así en todas partes, incluidas las democracias occidentales.
Lo que ocurrió en Colombia a finales de los noventa y en las primeras décadas del presente siglo con respecto a la violencia y el conflicto armado se reinterpretó pocos años después; las ausencias del pasado se reparan con la culpa del presente. Freud señaló:
Los seres humanos vivencian su presente como con ingenuidad, sin poder apreciar sus contenidos; primero deberían tomar distancia respecto de él, vale decir que el presente tiene que devenir pasado si es que han de obtenerse de él unos puntos de apoyo para formular juicios sobre las cosas venideras (1927/1979, p. 5).
Quiero subrayar la importancia del tema de la historia; lo que se dice no es irrelevante. La forma en la que se reinterpreta la historia tiene consecuencias en todos los ámbitos. La reciente publicación de un artículo sobre Hans Asperger, en el que se le presenta como colaborador de los nazis y participante activo en los programas de eugenesia, oscurece completamente sus contribuciones a la psiquiatría infantil y transforma la narrativa sobre sus reconocimientos (Czech, 2018). No es solamente que el pasado se reinterprete siempre desde el presente, sino que además tiene múltiples reinterpretaciones.
En este caso no voy a reescribir nada; más bien voy a dar mi perspectiva sobre lo que otros ya han dicho. Tratar de entender una historia significa volver a lo que otros autores escribieron hace varios años.
En psicología nos hemos acostumbrado a buscar las referencias bibliográficas más recientes para mostrar actualidad, como si el pasado estuviera resuelto; pero no está resuelto precisamente porque se reinterpreta constantemente. Cuando el pasado no se puede cuestionar, lo que representa entra en el ámbito de los mitos y leyendas. Con frecuencia los cuestionamientos pueden tomar mucho tiempo en ser acogidos. En psicología, los cuestionamientos de sus historias se acompañan de la crítica a la cultura y la civilización. Por eso no es fácil.
Que la psicología social tenga un largo pasado y una corta historia quiere decir que, aunque su desarrollo se inscribe en la historia del pensamiento de Occidente (el largo pasado), se trata de un fenómeno característicamente norteamericano (la corta historia) (Farr, 1991a). Farr recordó la frase de Ebbinghaus de 1908 sobre la psicología, la misma que cita Boring (1929) en el prefacio de su historia de la psicología experimental para mostrar que esa corta historia es la de la psicología como ciencia.
En el caso de la psicología social, la corta historia es la de un producto cultural particular. También lo señaló Jones (1998): «We concur that social psychology (or at least the field as currently defined) is largely a North American phenomenon» (p. 3). Norteamericano quiere decir de los Estados Unidos de América, el lugar en el que se desarrolló gran parte de la psicología social del siglo xx.
La psicología social se originó a comienzos del siglo pasado. Antes no había psicología social, aunque estudios o perspectivas del pasado puedan ahora reinterpretarse como psicología social. Esto es lo que con frecuencia se encuentra en libros de texto cuando hacen referencia a escritos bíblicos y a filósofos de la antigüedad (Baumeister y Finkel, 2010). G. W. Allport (1968) escribió: «Social psychology is an ancient discipline» (p. 1). Eso significa que tienen una versión de la historia que ahora es reinterpretada de acuerdo con cómo se define la psicología social en el presente.
Desde ese punto de vista, la psicología social habría evolucionado al menos desde los griegos, pero eso no era psicología social. El cólico miserere de la edad media puede ahora reinterpretarse como síndrome oclusivo intestinal, pero socioculturalmente son dos cosas distintas, como también es distinto el VIH de la década de 1980 del actual, que se ha transformado en una enfermedad crónica. La sífilis fue una plaga producto de la falta de temor a Dios y ahora es una infección de transmisión sexual reemergente. La forma como se interpreta algo está determinada por condiciones sociales pasadas y presentes. La psicología social es un producto sociocultural.
Por lo general se asume que la psicología social apareció como tal en 1908 con la publicación de los textos de psicología social de William McDougall (1908) y Edward Ross (1908), aunque para entonces ya se había publicado el libro de psicología social de Gabriel Tarde (1898). El perfil que tendrá durante el siglo xx comenzó a dibujarse en la publicación de F. H. Allport (1924) Social psychology, quien la presentó en los términos que van a definir a la psicología social moderna, esto es, una ciencia experimental que trata sobre el individuo en el contexto social.
La historia de la psicología social tiene una versión oficial, la de los Handbook of social psychology, que determinaron su agenda durante medio siglo desde la década de 1950 (S. T. Fiske, Gilbert y Lindzey, 2010; Gilbert, Fiske y Lindzey, 1998; Lindzey, 1954; Lindzey y Aronson, 1968 y 1985). La versión oficial da cuenta de unos contenidos que definen lo que se considera psicología social. Usualmente esos contenidos se aceptan como propios del campo; se dan por hechos. Son los que se estudian en un curso regular de psicología social, por ejemplo en Latinoamérica.
Cuando la psicología se define como profesión, los contenidos empiezan a ser regulados y se definen como verdad. Es lo que sucede con exámenes de calificación profesional y acreditación de programas académicos; la psicología se impone límites que atrofian su crecimiento. La historia presenta contenidos y formas hegemónicas de estudiarlos; se crea una tradición. Al presentar esa tradición como verdadera, las alternativas se eliminan o quedan al margen.
Cuanto más dominado se esté, menos capacidad habrá de contestar formas dominantes de pensar. Casi nunca se es consciente de la dominación; las formas más sofisticadas de control social son inconscientes y operan como ideologías. Por lo general, la historia enseña que le va mejor a quien ocupa el lugar que la sociedad le asigna y no a quien trata de cambiarlo. O al menos vive más tiempo.
Se puede o no aceptar la dominación, y en ambos casos se trata de posturas políticas. La formación de psicoanalistas, por ejemplo, exige sometimiento a la tradición; al margen queda lo disidente. Las historias y expectativas personales hacen que alguien conteste o se someta a formas dominantes de pensar. Es más eficiente someterse, aunque a veces a un costo personal muy alto. Cuando se da el sometimiento a una perspectiva hegemónica, la historia se puede contar desde la perspectiva de los vencedores. Es lo que Farr (1996) quiso señalar con respecto a la historiografía de la psicología social cuando mencionó la Falacia de Whig. El pasado es reinterpretado desde condiciones presentes, lo cual es engañoso. La reinterpretación efectuada en esos términos implica una disociación de la historia; en psicología social, un pasado metafísico se contrapone a un futuro prometedor (Farr, 1995).
El pasado es retórica; el futuro es ciencia. La psicología social como ciencia avanza en una línea de progresos; de esto trata la postura de la modernidad. Esa postura va a ser revisada en perspectivas contemporáneas de psicología social, porque el futuro puede ser uno de repetición del pasado.
La psicología social puede tomar formas particulares, definidas por corrientes y modelos, y está delimitada por contenidos específicos. Entonces pasa a definirse, por ejemplo, como el estudio de las actitudes (G. W. Allport, 1935) o de la cognición social (Markus y Zajonc, 1985). Las actitudes cobran una existencia real, concreta, y un carácter universal. Llegan a considerarse disposiciones neuronales (G. W. Allport, 1935) o fenómenos neurocognitivos (Cunningham y Zelazo, 2007). Sin embargo, si se asume la perspectiva de la psicología social como historia (Gergen, 1973), el cuestionamiento de temas, modelos y conceptos que configuran la historia oficial es importante.
La baja reproducibilidad de los experimentos en psicología, y en particular en la psicología social, es una muestra de su carácter histórico (Open Science Collaboration, 2015). El problema de la baja reproducibili...