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Cognición, lenguaje, relato
Por decirlo de forma simple, la mente computacional se asienta en la red neuronal de nuestro cerebro, que funciona en modo automático, emplea un procesamiento emocional y se sitúa por debajo del umbral de conciencia. Dicho de otro modo, se identifica con el Lenguaje interno que utiliza el cerebro para trabajar, aquello que Steven Pinker (1994) ha denominado Mentalese. La mente computacional se contrapone a la mente ejecutiva, un sistema, analítico y consciente, que examina las ocurrencias de la mente computacional y toma decisiones racionales. Daniel Kahneman (2011) los ha denominado de forma lacónica Sistema 1 y Sistema 2. Un modo de poner en contacto estos dos sistemas es a través del lenguaje natural, que situamos por encima de la mente computacional, aunque hunda sus raíces en ésta.
Dedicar un capítulo al Mentalese y su relación con el lenguaje natural y el audiovisual se justifica en la necesidad de conocer de dónde procede el lenguaje audiovisual y si lo podemos denominar así, es decir, lenguaje. Un teórico como Christian Metz (2009) sostenía que el cine no es una lengua sino un lenguaje, lo que no deja de resultar confuso a primera vista. Aunque explicaremos esta afirmación en detalle, por ahora nos bastará con entender que el lenguaje fílmico podría catalogarse como una clase de lenguaje, tomando como referencia el lenguaje natural (LN). Esta analogía, la comparación entre lenguaje natural y lenguaje audiovisual (LA), nos servirá a partir de aquí para entender la naturaleza de ambos. El principal matiz reside en que el lenguaje natural surge en el Mundo de la Vida (expresión acuñada por Edmund Husserl y después utilizada por Jürgen Habermas), mientras que el audiovisual es fruto del funcionamiento de un ecosistema narrativo. El Mundo de la Vida se identifica con el entorno cotidiano de nuestra acción, donde se produce y reproduce nuestra cultura ordinaria; está bastante asimilado a la esfera privada, aunque no se solape con ella.
Parece lógico afirmar que el lenguaje surgió en el Mundo de la Vida. Que sea lógico no quiere decir que no tenga consecuencias revolucionarias en nuestra concepción del propio lenguaje. Al surgir del Mundo de la Vida estamos señalando varias características básicas que van a establecer nuestra argumentación:
• Primero, el lenguaje natural se parece a un instinto que se reinventa. Así decimos que el lenguaje ni es innato ni se adquiere, sino que se reconstruye en cada generación.
• Segundo, el lenguaje natural es un órgano mental fruto de una presión evolutiva única: la necesidad de comunicación. Puede explorarse a partir de la noción de ecosistema narrativo.
• Tercero, la evolución de ese ecosistema lo ha conducido hasta su propia formalización, lo que ha permitido abordar el concepto de discurso.
• Cuarto, institucionalmente, el lenguaje natural se generó como ecosistema abajo-arriba, de manera mancomunada.
• Quinto, posee un carácter dialógico, entre los hablantes y entre las propias lenguas.
Contrastemos estas características con las del lenguaje audiovisual:
• Primero, resulta discutible afirmar que el lenguaje audiovisual sea algo instintivo, como el lenguaje natural, aunque existen evidencias que puedan señalar en la dirección de una sintaxis audiovisual innata. El relato audiovisual parece seguir unas reglas culturales muy precisas para expresarse, relacionadas con los modos de edición o montaje.
• Segundo, lo fílmico no es el producto de una presión evolutiva comunicativa y no ha necesitado miles de años para generarse. Se trata más bien del producto de una tecnología a la que se ha acoplado una sintaxis fabricada en tiempo récord (en comparación con el lenguaje natural).
• Tercero, lo audiovisual o fílmico (lo emplearemos indistintamente) ha sido objeto de intentos de formalización, pero por su distinta naturaleza respecto al lenguaje natural, esa formalización se ha realizado a partir de la lingüística. Por eso podemos también hablar de semiótica fílmica, más que lenguaje fílmico. Lo fílmico tiene una articulación más amplia que el LN y menos estructurada, que depende de varios códigos.
• Cuarto, lo específico audiovisual ha sido construido siguiendo una lógica arriba-abajo, en la que cuenta mucho el fenómeno de la modernidad y su racionalización industrial a través del cine hollywoodiense.
• Quinto, el audiovisual no tiene un carácter dialógico puro. Hay autores que hablan de la «conversación audiovisual» pero se trata de una metáfora. En rigor no hay diálogo como el propio del Mundo de la Vida. Si acaso, podríamos afirmar que se trata de un carácter «dialógico silencioso», unidireccional o bidireccional, pero siempre diferido en el tiempo. No obstante, el audiovisual como conjunto de códigos semióticos sí puede establecer una analogía con el lenguaje natural en cuanto a los conceptos de lenguaje, lengua y parole.
Exponemos a continuación una síntesis de estas ideas en la tabla 1.
Tabla 1. Comparación lenguaje natural y fílmico.
| Lenguaje Natural | Lenguaje Audiovisual |
Innato/adquirido | Se reconstruye | Fuerte componente cultural |
Ecosistema narrativo | Órgano mental | Órgano cultural |
Formalización | Alta | Media |
Mancomunado | Abajo-arriba | Arriba-abajo |
Dialogicidad | Pura | Diferida |
Fuente: Elaboración propia.
A primera vista, ¿podemos hablar de lenguaje audiovisual? Gracias a la formalización del audiovisual que el estructuralismo realizó a partir del lenguaje natural, resulta posible reflexionar sobre ello. A través de esa dialéctica, intentaremos desarrollar las cuestiones que se exponen a continuación sobre la narrativa audiovisual. Por decirlo de otra forma, estudios como la sintagmática de Metz nos han permitido señalar en qué se diferencia el lenguaje natural de lo audiovisual. No ha convertido lo audiovisual en un lenguaje por estudiarlo como lenguaje, pero sí ha funcionado como una herramienta útil para entender qué es lo audiovisual. En realidad, el lenguaje funciona aquí como un espejo en el que mirar lo fílmico para entenderlo; sirve para establecer analogías o metáforas y, por ello, sirve para reflexionar sobre lo audiovisual.
Estos cinco criterios de comparación constituirán los epígrafes que siguen y que están relacionados con la forma que después adquirirán en los siguientes capítulos la historia, el discurso y el estilo. Por ejemplo, en el capítulo 2, dedicado a categorizar el ecosistema narrativo en sus tramas, podremos comprender en toda su extensión que el drama es un género que procede de la evolución del propio lenguaje, ya que éste se genera en la acción. Del mismo modo, al examinar la puesta en escena y los personajes, hablaremos del concepto dramatúrgico de los juegos de estatus, y para ello nos habrá servido saber de la capacidad del lenguaje como elemento de acción instrumental. Cuando tratemos el bloque dedicado al estilo nos apoyaremos en la tensión dialógica que describe Bajtin para las lengua y los dialectos.
1.1. El lenguaje natural se reinventa en cada generación
Una de las ideas más fascinantes sobre el lenguaje reside en la frase que encabeza este apartado. Con ella, Steven Pinker (1994, 2007), uno de los más reputados investigadores del campo de la lingüística, propone resolver un debate perpetuo sobre el carácter innato o adquirido del lenguaje humano o lenguaje natural. Cabe señalar que cada generación que reinventa el lenguaje es tanto como superar la contradicción dialéctica mencionada, es decir, el lenguaje natural es innato y, a la vez, adquirido. Es innato siguiendo la genial idea de Noam Chomsky, que intuye una gramática generativa o molde sintáctico preconectado, una estructura genética, en nuestro hardware neuronal. Esa estructura, para Pinker, requiere ser actualizada a través de la acción humana. Por tanto, ni nacemos sabiendo hablar, ni adquirimos el lenguaje; en realidad, lo reconstruimos.
El lenguaje es el resultado evolutivo del desarrollo de esa gramática generativa que, como un dispositivo flexible, permite construir frases y relatos de forma casi instintiva. Utiliza algoritmos de computación complejos, sin necesidad de que seamos conscientes de todo el proceso, lo que ralentizaría demasiado la comunicación. Por esto Chomsky lo denominaba saber tácito. En esta expresión anida la contradicción innato-adquirida: sabemos hablar, pero no sabemos cómo lo hacemos. El lenguaje se parece a un esquema sensorio-motor aprendido, capaz de ser regulado creativamente. Valga la siguiente analogía para explicarlo: sabemos jugar al baloncesto y adquirir una mecánica de tiro excelente, pero nos cuesta explicarla. Saber no implica conocer, es decir, el conocimiento vendría a ser sabiduría consciente.
De toda esa computación inconsciente emergen estructuras lingüísticas y visuales de las que tenemos consciencia. Las empleamos para traducirnos, para comunicar a los otros esa computación que no está hecha de palabras o imágenes, sino que se traduce en palabras o imágenes conscientes. No pensamos con palabras o imágenes, estas son el resultado de nuestra necesidad de comunicarnos; constituyen, por decirlo de una manera más poética, las noticias que nos llegan de eso que ocurre por debajo de la conciencia, del Mentalese o mente computacional.
El lenguaje natural surgió como herramienta para actuar sobre la realidad. Los humanos necesitaban actos de habla (Austin, 1962) en el Mundo de la Vida para resolver problemas cotidianos, para producir efectos en su entorno. Más tarde, la propia herramienta permitiría adquirir la competencia de compartir estados mentales internos y enunciar o declarar afirmaciones sobre la realidad. Dicho de otra manera, en términos habermasianos, el lenguaje surgió en la especie como acción instrumental y pasó a convertirse con la sofisticación de la herramienta en acción comunicativa. Una de las grandes cuestiones pertinentes en este ensayo aborda la relación entre lenguaje y acción, entre relato y acción. El habla es una herramienta que el humano emplea para actuar sobre su mundo, para mover su mundo y el de los otros; una forma de acción. «Los actos de habla tienen una intención: pedir, comunicar, ordenar, etcétera (aspecto ilocutivo), que motiva la producción de un enunciado (aspecto locutivo). También tienen unos resultados (aspecto perlocutivo)» (Marina, 1998: 236). El relato puede ser entendido como una extensión y sofisticación de los actos de habla.
Como señala Marina (1998: 75), «en el principio no era el verbo, era la acción. El lenguaje apareció para encarnar universales comunicativos: ordenar, declarar, pedir información. Un énfasis en los aspectos cognitivos de la inteligencia ha hecho olvidar que su principal función no es conocer, sino dirigir la conducta». En buena lógica, la primera función gramatical...