Las funciones ejecutivas del estudiante
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Las funciones ejecutivas del estudiante

Mejorar la atención, la memoria, la organización y otras funciones para facilitar el aprendizaje

Paula Moraine

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Las funciones ejecutivas del estudiante

Mejorar la atención, la memoria, la organización y otras funciones para facilitar el aprendizaje

Paula Moraine

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Este libro presenta un modelo innovador para el fortalecimiento y el desarrollo de las principales funciones ejecutivas en cualquier estudiante: atención, memoria, organización, planificación, iniciativa, flexibilidad, control de la conducta y establecimiento de objetivos.La autora defiende un enfoque educativo centrado en el alumno. Propone que los educadores exploren en los estudiantes los componentes clave que intervienen en todas las funciones ejecutivas: las relaciones con los demás y con uno mismo, los puntos fuertes y débiles, la autonomía y responsabilidad, la visión previa y la revisión, la motivación, los incentivos, el ritmo y la rutina en el trabajo, etc. Proporciona explicaciones detalladas de cómo el educador y el estudiante pueden explorar y usar esos "componentes" de formas diferentes y en distintas combinaciones para mejorar con éxito áreas personales de particular dificultad.La obra ofrece una guía práctica para apoyar la evolución de estas funciones ejecutivas, animando a quienes estén ya preparados para desarrollar su autonomía a convertirse en más responsables del desarrollo de sus propias habilidades y potencialidades. Proporciona muchos ejemplos útiles y estrategias prácticas probadas con éxito, ejemplos de planificación de gestión del tiempo y otras herramientas que el educador puede adaptar fácilmente para conocer las necesidades particulares y las capacidades de cada estudiante.

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Información

Año
2017
ISBN
9788427722958
II
LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
En la literatura sobre las funciones ejecutivas, hay una gran discrepancia sobre los términos usados y las definiciones aplicadas. Los conceptos están además inmersos en diferentes paradigmas.
Desde mi propia experiencia presento la siguiente lista de funciones ejecutivas que son clave en la educación con niños y con adultos: Atención; Memoria; Organización; Planificación; Inhibición e iniciativa; Flexibilidad y capacidad de cambio; Control de la conducta y control de las emociones; y Establecimiento de Objetivos.
En esta segunda parte del libro aparece la descripción de cada una de estas funciones ejecutivas. Se incluyen además numerosos ejemplos de cómo se pueden usar los componentes que hemos comentado en la primera parte, para mejorar, fortalecer, equilibrar o desarrollar cada una de estas funciones.
9. Atención
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Cómo controlamos la atención
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Atención activa y pasiva
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Decisiones de poner atención
Como ya se señaló en la Introducción de este libro, la atención reside en el corazón de cada una de las experiencias que vivimos todos los días, y también es una de las más destacadas de nuestras funciones ejecutivas. De hecho, algunos expertos en la materia, la consideran la principal de las funciones ejecutivas.
La atención es la base de nuestras experiencias, es la esencia de lo que nos hace ser humanos. La atención es tan central en nuestra consciencia que no pasa ni un momento sin que fijemos nuestra atención en algo. La atención recibe más dedicación de nuestros educadores, psicólogos e investigadores que cualquiera otra de las funciones ejecutivas. Se han escrito millones de palabras en el esfuerzo por explicar esta experiencia compleja y al mismo tiempo ordinaria.
En esencia, lo que nos conduce a la percepción más importante es una simple pregunta: ¿A qué prestamos atención normalmente? Antes de continuar leyendo, tómese un momento y escriba sus respuestas enumerando las primeras 5 o 10 cosas que surgen en su mente. Anote a lo que esté prestando atención ahora, en este momento. Después de escribirlo, póngalo a un lado.
Tratar de controlar la atención
Como educadores y padres nos esforzamos intensamente intentando dirigir y controlar la atención de otros. “¡Presta atención! ¿Estás atendiendo? ¿Me estás escuchando? ¿Por qué no me escuchas cuando te hablo?”.
Desde el momento en que un niño se levanta por la mañana, sus padres y educadores intentan guiarlo y controlar su atención. Cuanto más pequeño es el niño, más control intentan ejercer los padres sobre su atención. Según va creciendo, los padres se sienten más frustrados, porque disminuye año tras año su habilidad para controlar la atención del niño.
Cualquier padre de un adolescente estará de acuerdo en lo complicado que es intentar que su hijo le preste atención específicamente. No es sorprendente que los adolescentes se resistan a que se les diga a qué tienen que hacer caso. De hecho, no sería una sorpresa que cualquier persona, de cualquier edad, se resista a que le digan cómo usar su atención.
En las clases, es difícil captar la atención de los estudiantes. Los profesores pasan gran parte del tiempo intentando que los estudiantes presten atención a lo que están diciendo o haciendo. Por eso, para la gran mayoría, la lucha por la atención empieza cuando nos levantamos por las mañanas, y no termina hasta que el sueño pone fin a la lucha, al final del día.
Podemos caer en la trampa de intentar estructurar la atención, pidiendo que el niño esté atento a lo que le decimos que debería hacer. Intente experimentarlo por sí mismo, empiece un día tratando de escuchar todas las diferentes formas en las que intenta que alguien dirija la atención en algún sentido. Si le parece un período de tiempo demasiado largo, inténtelo al menos por una hora, o incluso durante 15 minutos. Los comentarios de dirigir la atención son fáciles de reconocer en nuestra interacción con los niños.
De hecho, casi todo lo que decimos al niño tiene un elemento de dirección. Actívelo y escuche las maneras en que intenta controlar la atención de los adultos, amigos y colegas. Si tiene algún adolescente cerca, ¿suele cambiar su lenguaje con ellos? ¿Cambia el tono que usa cuando habla con varias personas? ¿Intenta que los demás escuchen lo que está diciendo por la forma en que participa en la conversación?
La educación se basa en dirigir la atención del niño a un contenido específico, a unas acciones específicas y a unas interacciones específicas. Como educadores y padres, es nuestro trabajo guiar, dirigir, formar, encauzar, estructurar y educar la manera en que los niños usan su atención. Es también nuestro trabajo hacer lo mismo con nuestra propia atención. ¿Qué es más difícil? ¿Es más fácil intentar cambiar la atención de otra persona o la nuestra? Hay diferentes respuestas a esta pregunta, pero si responde honestamente, estará en el camino correcto para entender los factores más importantes en la atención. ¿Quién tiene el control?¿Quién debería tenerlo?
El mensaje real subyacente es que la atención es la mayor herramienta de poder. Podemos usarla para ayudar o para entorpecer; para construir algo o derribarlo; para variar u ordenar; educar o ejecutar. Nuestro uso del poder y del control a menudo es inconsciente, incluso automático. Una madre me dijo que su pediatra le había advertido que fuera cuidadosa con su hija, que era una niña activa y muy cabezota. Le dijo: “Déjale hacer su voluntad”. La madre me preguntaba qué hacer, ya que necesitaba educar a su hija, incluso protegiéndola de las conductas que consideraba dañinas. Éste es el dilema de los padres, ¿cómo guiar la atención y el comportamiento de sus hijos, y al mismo tiempo respetar su voluntad independiente?
No hay respuesta sencilla a esta cuestión. Lógicamente, cada niño es diferente, y tiene un conjunto distinto de puntos fuertes, puntos débiles, problemas y capacidades. Pero hay algunas cuestiones que cualquier educador o padre se pueden preguntar, y cuya respuesta les conducirá a conocer lo que necesitan de ese niño. Por último, hay cuestiones que cada persona, con independencia de su edad, puede preguntarse a sí misma. Las respuestas nos proporcionarán una mirada reveladora de lo que motiva, guía, inspira y dirige el proceso de aprendizaje de cada individuo.
Primero, ¿a qué prestamos atención? Una lista parcial incluiría: palabras, sonidos, acciones, pistas visuales, pensamientos e ideas, sentimientos, sensaciones, miedos y deseos.
La variedad de esta lista nos da una idea de lo variado y amplio que es nuestro uso de la atención. Por tanto la pregunta “¿a qué prestamos atención?” es la más importante. Éste sería un buen momento para revisar la lista que hicimos al principio este capítulo. ¿Qué pusimos en ella?
Tras la primera impresión de una situación, cambia el objeto de nuestra atención. Cuando entramos en un nuevo espacio o en un nuevo entorno, inmediatamente nos damos cuenta de algunas cosas. Cada persona presta atención a diferentes elementos, y esas diferencias son cruciales para entender la atención. A lo largo de los años, he pedido a muchos estudiantes que me cuenten qué les llamó la atención cuando entraron por primera vez en mi despacho. Escribían esa lista de objetos, y yo la guardaba. Más tarde, cuando discutíamos otros elementos de las funciones ejecutivas o de los estilos de aprendizaje, la primera “lista de atención” me reveló información importante, y me sirvió de guía para entender los puntos fuertes del aprendizaje del estudiante, sus enfoques y sus tendencias.
Un estudiante podía decir, “he visto el pupitre, la mesa, el ordenador, y las sillas verdes”. Otro estudiante decía: “la luz, las ventanas y la manera en que la luz incide en esa pintura. Y también las paredes, que parecen ligeras”. Otro estudiante dijo, “tus libros, ¿están ordenados? Y tu cuaderno, ¿no tiene líneas? ¿Donde lo encontraste? ¿Puedo usar bolígrafos de color? ¿Donde los compraste? ¿Y por qué tienes esa pelota tan grande aquí en el despacho?”.
¿Qué podemos aprender de estos comentarios? El estudiante que se dio cuenta del mobiliario es el que demostró puntos fuertes de aprendizaje basados en el reconocimiento de formas, estructura y estilo. Este estudiante quería tomar apuntes muy estructurados, tenía una letra muy legible y le gustaba tomar notas cuando estudiaba. Cuando miramos juntos la lista de componentes, reconoció fácilmente que quería trabajar desde el todo a las partes. Necesitaba tener una visión general de su tema, y de lo que se le requería para sus deberes, y una idea de a dónde le conduciría. Se sentía cómodo en una relación que no cambiara mucho. Le gustaba la consistencia y la fiabilidad. Su atención buscaba situaciones que le proporcionaran seguridad, y en las que pudiera tomar iniciativa, pero no demasiado frecuentemente. Un día, a modo de broma, le pregunté si le gustaría cambiar los muebles de la habitación y me miró horrorizado ante la mera idea de hacerlo. “¿Por qué debería hacerlo?” me preguntó. “Me gusta como está. Sé dónde están las cosas y me gusta tenerlo así”. La predictibilidad y la rutina eran puntos fuertes para él. Si tenía que aprender algo, era mejor que estuviera en un formato previsible y que lo practicara de forma rutinaria. Los ritmos le desconcertaban, preferiría saber que era lo que iba a ocurrir, no le importaba repetir lo mismo una y otra vez.
El estudiante que se dio cuenta de la luz era el que tenía un punto fuerte muy desarrollado en las relaciones, el que me dijo que tenía muy buenos amigos. Fue el que notó el efecto de las acciones y las palabras en otros y, al mismo tiem...

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