Humor, entre la risa y las lágrimas
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Humor, entre la risa y las lágrimas

Traumas y resiliencia

  1. 208 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Humor, entre la risa y las lágrimas

Traumas y resiliencia

Descripción del libro

Qué hay en común entre un chiste, una broma, un filme cómico, un sketch, un dibujo humorístico o, incluso, los juegos de palabras y la utilización del humor en los momentos difíciles de la existencia? Las bromas, los retruécanos o las situaciones cómicas despiertan los placeres de la infancia, aquellos juegos en los que se hace "como si", la representación de roles que produce la ilusión de dominar lo incontrolable, permitiéndonos, de este modo, captar el mundo y prepararnos para afrontar su extrañeza. El humor nos remite a los placeres lúdicos de la infancia con sus sombras y sus luces. Revela al niño que hay en el adulto, que se construyó a partir del juego y de lo imaginario. Así, nos recuerda nuestras tentativas infantiles de dominar situaciones frustrantes que se nos escapan o que nos dan miedo.

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Información

Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788497849531
1. De la risa y del humor
La risa, desahogo de la agresividad y placer hedonista
A menudo percibimos como divertidos los padecimientos de los demás, de ahí que lo repentino de una caída produzca un momento cómico. En efecto, ¿qué hay más divertido que ver caerse a alguien? Las caídas de nuestros semejantes, accidentales o no, resultan a menudo hilarantes. Los payasos y los humoristas utilizan frecuentemente estas situaciones, imitan resbalones y simulan caer, para provocar la risa de pequeños y mayores. Se dedican emisiones enteras a recopilar caídas cómicas en los programas televisivos contemporáneos. En cuanto a las caídas simbólicas, a las decadencias y otras penas de los poderosos, ¿no son acaso fuente de júbilo, un poco malsano, ciertamente, pero muy humano? Así, en la vida social, muy a menudo nos reímos de lo que tememos, así como nos reímos, a veces, de aquello que admiramos. «El hombre muerde con la risa», decía Charles Baudelaire.5 Pero ¿qué es la risa?
Según los etólogos, la risa y la sonrisa, que consisten ambas en enseñar los dientes, tendrían su origen en una ritualización de la amenaza hacia los congéneres, destinada a llevar a cabo una exhibición de fuerza para mantener a distancia a los adversarios. Según Konrad Lorenz,6 la risa responde a la ritualización del instinto de agresión, que permanece presente en cada uno de nosotros en las relaciones sociales. Mediante la risa, el ser humano canaliza esta inclinación a la violencia natural, la orienta de forma socializada. La risa es, por tanto, un desahogo de la agresividad, libera las tensiones y hace posible la vida en sociedad.
La risa sardónica parece aludir bastante directamente al aspecto de la risa que revela la animalidad del ser humano y, por otra parte, no va acompañada de un verdadero sentimiento de alegría. Enseñar los dientes es también revelar una parte de nuestro esqueleto, y podemos observar que los cráneos humanos parecen exhibir sonrisas perpetuas, presentándonos un rictus cómico que, sin embargo, no tiene nada de feliz.
La risa es importante en los momentos compartidos que se dan en la mayoría de las relaciones sociales, contribuye a la convivialidad. Está muy presente en los momentos de seducción, en particular durante los jugueteos amorosos. Forma parte del pavoneo amoroso de la especie humana, dirían los etnólogos, sin estar siempre ligado a algo divertido. Parece disponer a la sexualidad, con la que a menudo se asocia, al remitir el júbilo al goce placentero. De hecho, la risa es fuente de placer, provoca sensaciones que se clasifican entre las más agradables de la experiencia humana. Es una expresión espontánea, se observa en el recién nacido en los primeros días de vida. Al comienzo de tipo reflejo, luego se irá asociando a emociones y a la comunicación con el entorno afectivo. En efecto, «las primeras trazas de humor del bebé se encuentran en la mirada que le dirige el adulto».7 Así, de acuerdo con las particularidades relacionales y culturales, la risa puede estimularse más o menos en cada individuo, por lo que en función de los contextos socioculturales y psicoafectivos se desarrollará de modos distintos.
Por lo general, los niños y los adolescentes se ríen mucho más que los adultos, pero no siempre por las mismas razones. Por ejemplo, el niño de corta edad podrá encontrar muy divertidos los juegos de palabras escatológicos o las repeticiones infinitas de las mismas situaciones, lo cual hará reír mucho menos a los adultos. En cuanto al sentido del humor, se desarrolla en función de los recursos intelectuales que evolucionan con la edad. Habitualmente, a lo largo del desarrollo, las fuentes de comicidad tienden a refinarse, pasan del humor escatológico a los juegos de palabras más sutiles, luego a la ironía y al sarcasmo. A esto hay que añadir que el humor de algunos adultos parecer permanecer en un estado de notable inmadurez.
Aunque el humor no se asocia por fuerza con la risa y a veces puede expresarse sólo mediante una satisfacción interna que aporta un gozo intelectual o emocional, sin manifestaciones de hilaridad, del mismo modo la risa puede existir sin ser provocada por el humor. La hilaridad puede resultar de la imitación y desencadenarse por efecto contagio ante la risa de otro. Puede igualmente ser estimulada de forma mecánica o física, por ejemplo, mediante cosquillas. Pero esta risa independiente del humor, ¿tiene en verdad el mismo sentido? Desde esta perspectiva, la risa parece ser, ante todo, una experiencia de orden fisiológico, mientras que podemos concebir el humor como un proceso al mismo tiempo cognitivo y emocional. La risa provocada por el humor parece más adecuada para suscitar placer.
Por otra parte, la risa puede definirse a partir de sus efectos sobre el cuerpo, pues se traduce en una aceleración cardíaca y respiratoria, así como en un aumento de la secreción de endorfina. Como fenómeno físico, la risa puede analizarse desde el punto de vista de sus aspectos biológicos o fisiológicos; activa el sistema circulatorio y respiratorio y, en consecuencia, aumenta la oxigenación general, además de movilizar cuatrocientos músculos del cuerpo. Dado que la mayor parte de las veces es una respuesta a una situación divertida, la risa genera un estado de relajación que aporta una sensación de goce y de alegría. La neurobiología ha demostrado que la risa favorece la producción del organismo de neuromediadores tales como la serotonina y la dopamina, que son sustancias favorables para la salud. Así, en los hospitales, se ha podido demostrar que el consumo de analgésicos tiende a disminuir en los servicios donde intervienen asociaciones lúdicas o payasos, como Le Rire Médecin, los Hôpiclowns y otros risólogos o clownanalistas.8 Esto se explicaría por el hecho de que, cuando hay manifestaciones de hilaridad, el cerebro produce endorfina, que calma los dolores de forma natural.
Desde el punto de vista psicológico, la risa ha demostrado ser una protección contra la angustia, pero también puede expresar un malestar. En todas las sociedades humanas, la risa, asociada o no al humor, ejerce funciones de comunicación y de­sempeña un papel no despreciable en las relaciones sociales.
Entre optimismo triste y pesimismo alegre
La palabra «humor» proviene del término inglés humour, derivado éste a su vez de una palabra francesa, humeur. El origen de este término es médico, y se refiere a los humores en el sentido biológico. Desde el punto de vista etimológico, remite a la teoría griega, atribuida a Hipócrates, de los cuatro humores provenientes de los fluidos corporales: la sangre, la pituita (o también felma o linfa), la bilis negra (o atrabilis) y la bilis amarilla. Según los preceptos de Hipócrates, los cuatro humores influían en las funciones físicas y mentales de las personas, afectando a su bienestar. De este modo, los temperamentos se explicaban por el predominio de uno de los cuatro humores. Así, se clasificaron en: sanguíneo, bilioso, atrabiliario, y linfático o flemático. Adviértase que estos términos siguen presentes en el lenguaje común contemporáneo. En la Antigüedad, los humores estaban a su vez asociados a los cuatro elementos: la sangre con el aire, la bilis con el fuego, la atrabilis con la tierra, la pituita (o flema) con el agua.
Esta teoría postulaba que el predominio de uno u otro de estos humores podía producir un desequilibrio capaz de explicar las diversas afecciones. Por tanto, de acuerdo con una lógica completamente causalista, era preciso regular los fluidos para curar a los enfermos. Esta concepción perduró hasta la Edad Media y mucho más en no pocos médicos. La sangre era considerada un fluido privilegiado, capaz de transportar los «malos humores». Convenía entonces hacer sangrías para liberarlos y curar, así, toda clase de enfermedades.
En el siglo xvii, Molière9 se burló ingeniosamente de la supervivencia de la teoría de los humores en médicos que prescribían sangrías para curar a los enfermos. Desde entonces, el Señor Purgón, de merecido nombre, asegura que hay que limpiar el cuerpo y evacuar por completo los malos humores mediante lavativas frecuentes. Así, cuando se enfada con su paciente recalcitrante, que no ha usado el enema que le había prescrito, lo amenaza en estos términos: «Tengo que decirle que voy a abandonarlo a su mala constitución, a la intemperie de sus entrañas, a la corrupción de su sangre, a la acritud de su bilis y a la feculencia de sus humores».10 Molière se divirtió mucho produciendo humor sobre la teoría de los humores.
Fueron, pues, los ingleses los primeros en dar relieve al concepto de humor. Este término, surgido en Inglaterra a partir de la concepción médica de los humores, se transformó bastante rápido para referirse esencialmente al estado psicológico de una persona. Se usa siempre que decimos de alguien que está de buen humor o de mal humor. Con el tiempo, el sentido de este término se restringió y acabó significando un estado de ánim...

Índice

  1. Índice
  2. Prólogo
  3. Introducción
  4. 1. De la risa y del humor
  5. 2. La risa y el humor a lo largo de las épocas
  6. 3. El humor libre y sus límites
  7. 4. El humor, contra viento y marea
  8. 5. El humor comprometido
  9. 6. El humor en el corazón del infierno
  10. 7. De las heridas al humor como motor creativo
  11. Conclusión