El apego seguro: un factor de resiliencia al servicio de la capacidad de pensar
Nadine Demogeot
Introducción y problemática
El trabajo aquí expuesto se inscribe a la vez en una práctica clínica y de docente-investigador (Demogeot, 2009) sobre los estrechos vínculos que existen entre las dimensiones cognitivas y afectivas en toda experiencia de aprendizaje. Hoy en día se aprecia la tendencia a reducir el fracaso escolar de los niños a la esfera cognitiva mediante diagnósticos muy descriptivos apoyados en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) (American Psychiatric Association, 1996). La abundancia de patologías o disfunciones con el prefijo dis- (dislexia, discalculia, disgrafía, etc.) muestra una polarización hacia las componentes cognitivas y neurológicas que luego llevan al establecimiento de remedios instrumentales. Sin cuestionar los posibles disfuncionamientos que incluyen el prefijo dis-, mi objetivo es proponer un enfoque que permita resituar el fracaso escolar en un contexto global. Desde esta perspectiva, este texto aborda la cuestión de la influencia de la calidad del apego en las dificultades escolares y las posibilidades futuras de resiliencia del individuo. Las relaciones entre apego y resiliencia tienden a expresarse claramente mediante la «base de seguridad» que ofrece apego, que es puesta de relieve como un poderoso factor de resiliencia (Lighezzolo y de Tychey, 2004).
Mis referentes teóricos
Un modelo teórico-clínico original
La cuestión de la relación entre el fracaso escolar y una problemática del apego, es considerada aquí con el apoyo de un modelo teórico-clínico original en el que se cruza la teoría del apego con referentes psicodinámicos. Mientras que Freud en 1926 consideraba que el niño se apega a su madre porque ésta responde a sus necesidades fisiológicas satisfaciendo así su libido (Freud, 2002), Bowlby en 1969 vio en el apego una necesidad de proximidad primaria, distinta de la libido y no secundaria a la relación de cría (Bowlby, 2002, 2006, 2007). De esta manera, la teoría del apego tiende un puente entre las esferas afectiva y cognitiva. En efecto, Ainsworth (1978), con el paradigma experimental de la «situación extraña» y el concepto de «base tranquilizadora», mostró que el niño se lanza a explorar su medio físico en cuanto se siente seguro y confortable junto a sus padres. Si bien al principio de la vida la seguridad del apego supone una proximidad, un contacto físico con la figura de apego, una serie de autores (Bowlby, 2002; Ainsworth, 1978; Winnicott, 1969; Stern, 1992) recalcan que el bebé necesita sobre todo una proximidad psicológica por parte de su madre. Desde esta perspectiva, diversos investigadores (Golse, 2007; Miljkovitch, 2001; Fonagy, 2004) recuerdan que no hay una verdadera antinomia entre la teoría psicoanalítica y la teoría del apego. Las aportaciones de nuestro modelo teórico se sitúan pues en una complementariedad de puntos de vista. Según Benony, «una buena base de seguridad permite el desarrollo de las funciones cognitivas. De hecho, la seguridad autoriza la desestabilización que puede ser comprendida e integrada; esta desestabilización se convierte incluso en una parte integrada en el aprendizaje cognitivo y guía a los sujetos hacia el desarrollo y la autonomía» (Benoy, 1998: 82). Trabajos recientes (Bacro y Florin, 2008; Moss y Saint-Laurent, 2001) subrayan las intricadas relaciones entre el tipo de apego y la adaptación escolar. De todas maneras, son infrecuentes las investigaciones que hayan examinado directamente el vínculo entre los paradigmas de apego y el rendimiento escolar de los niños en la escuela primaria (entre 6 y 12 años).
Cuando el pensamiento es disfuncional
Hemos querido explorar las determinantes psicológicas implicadas en el fracaso escolar insistiendo en las perturbaciones de la «capacidad de pensar» que afectan de forma más general al «placer de aprender y de pensar» (de Mijolla-Mellor, 1992). La actividad de pensar se construye sobre el trasfondo de unas pruebas que el niño debe superar, en las cuales el apego impone su corolario, es decir, la pérdida, el «duelo del objeto primario», la capacidad de separarse. Cuando el pensamiento es disfuncional, los interrogantes puede dirigirse a diversas dimensiones: anomalías en el «espacio de pensar» (Gibello, 2003), el establecimiento de un «falso self cognitivo» en referencia a los trabajos de Flagey (2002), el miedo a aprender (Boimare, 2000). En consecuencia, el acceso a un «espacio de pensar» se plantea sobre la base de un punto importante de la tesis de Winnicott (1969): la «capacidad de estar solo». Según el autor, se trata de la experiencia de estar solo en presencia del otro, condición necesaria para una vida interior. De nuevo se recuerda aquí el «juego del rodeo a través del otro», ese otro «tranquilizador» que ofrece la posibilidad de una continuidad en el «espacio de pensar».
Metodología
El dispositivo metodológico empleado se basa en pasar pruebas proyectivas (test de Rorschach y dibujos) a dos grupos de niños de entre 6 y 12 años; 20 niños que mostraban un apego inseguro y 20 niños c...