
- 144 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Votar en tiempos de la Gran Recesión
Descripción del libro
España se ha acompasado a lo que ocurre en otros países europeos con el declive de los partidos tradicionales y el auge de nuevas formaciones. Una crisis económica mayúscula, el aumento de la desigualdad social y el desencanto hacia la política se han traducido en mayor volatilidad y procesos electorales cada vez más inciertos.
Normal, por tanto, que nos interroguemos sobre dónde tienen los españoles la brújula a la hora de votar. Al fin y al cabo, entender cómo reaccionamos ante las urnas es fundamental para saber hacia dónde irá nuestro país en el futuro.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788417690915Categoría
DemocraciaQué esperar de las
próximas elecciones
próximas elecciones
Atreverse a hacer cualquier pronóstico sobre lo que puede dar de sí el ciclo electoral en España inaugurado con las elecciones de Andalucía es una tarea suicida, dado lo cambiante del escenario político. Sin embargo, sí que merece la pena intentar acotar el margen de las cosas que son más o menos probables, al menos con lo que conocemos hasta la fecha. Además, no son cuestiones que necesariamente tengan que restringirse a una elección concreta, sino que se trata de ocho proposiciones que, probablemente, marcarán nuestra política en el corto y medio plazo:
1. Estamos en un ciclo de volatilidad. Hay que asumir que la nueva estructura de competición política en España no ha terminado de cristalizar. Desde el año 2014 hemos visto el surgimiento de nuevos partidos a un nivel inédito; casi el 34% de los votos fueron en las Generales de 2015 a partidos sin representación, Podemos y Ciudadanos (sumando casi 7,5 millones de votos). En las elecciones de Andalucía entró un nuevo partido, VOX, con 400.000 votos y 12 diputados. Otra prueba adicional de esta imprevisibilidad es cómo durante los últimos cinco años hemos visto, al menos, a alguno de los cuatro partidos principales en cabeza en los sondeos. Una auténtica montaña rusa.
Es cierto que los lineamientos de la competición política hoy son un poco más estables respecto a la emergencia de Podemos en 2014. Los electorados de los partidos se mueven algo menos, la volatilidad ya se redujo con la repetición electoral de 2016. Además, también los sondeos van calibrando mejor a las nuevas formaciones políticas a medida tienen más historia detrás. Por lo tanto, aunque sea improbable que veamos un corrimiento de tierras tan importante como en 2015, es obligado dejar un margen más que prudente para la incertidumbre.
2. El implacable peso de los bloques ideológicos. Aunque suene algo provocador, lo cierto es que podría decirse que «la nueva política ha muerto». Al principio de la emergencia de los nuevos partidos parecía que se iban a sustraer de las etiquetas clásicas en términos ideológicos. Sin embargo, esto se ha ido moviendo desde la investidura de Mariano Rajoy en 2016 y, especialmente, tras la moción de censura de Pedro Sánchez en 2018. Podemos ha sido ubicado cada vez más en la posición más a la izquierda, mientras que Ciudadanos lo ha hecho en posiciones más hacia la derecha. En parte por sus políticas de alianzas, pero también por los ataques de sus rivales. Aunque los votantes siempre ven a sus partidos como más centrados, los de otros han tendido a extremar al resto.
Piénsese, por tanto, que la estrategia de polarizar entre bloques en el eje izquierda derecha también es algo deliberado. Los partidos tratan de alejar a sus votantes del rival y, muy especialmente, PSOE y Ciudadanos tratan de construir fronteras para no tener fugas y apropiarse del centro político. Eso puede ayudar a entender los principales flujos de votos que se ven en la mayoría de las encuestas: desde Podemos hacia PSOE y desde PP hacia Ciudadanos y VOX. Por lo tanto, aunque los flujos entre izquierda y derecha siempre existen, en los últimos tiempos el grueso de ellos se produce dentro de cada bloque.
3. Ahora bien, la cuestión territorial puede marcar la diferencia. El 1 de octubre y la crisis constitucional catalana han tenido una impronta muy importante en el electorado. No es casualidad que Ciudadanos se disparase entonces en las encuestas a nivel estatal. Todos los sondeos indican que, desde la crisis económica y territorial, en España se estaba produciendo una escisión. Mientras que en algunos territorios ha subido el apoyo por más autogobierno o la independencia (Cataluña, País Vasco o Navarra, por ejemplo) en otros ha crecido la demanda por una recentralización de competencias en el Estado central (como Murcia o Castilla La Mancha). Esta división de preferencias de la política española no atraviesa de manera simétrica a los dos bloques ideológicos, sino que lo hace con más intensidad en la izquierda que en la derecha.
El resultado, por lo tanto, es que la prevalencia de esta cuestión en futuras elecciones puede desequilibrar la competición desde dos perspectivas. De un lado, puede movilizar más a los votantes de derechas que de izquierdas, puesto que se interesan más por esta cuestión. Del otro lado, puede permitir que haya fugas desde el PSOE (algo menos de Podemos), hacia partidos en contra del statu quo territorial, esencialmente los partidarios de más recentralización, como Ciudadanos. Por lo tanto, la dialéctica entre el eje izquierda derecha y el territorial operan en sentidos contrapuestos. Uno fosiliza los bloques, pero el otro atraviesa, esencialmente, a uno de los dos.
4. La agitación, de momento, más a derecha que a izquierda. A la espera de ver qué dialéctica se impone, que seguro que será polarizada, lo cierto es que hoy existe una cierta simetría invertida respecto a lo que se vio en las Elecciones Generales del año 2015. Por entonces, había una pelea por la hegemonía dentro del bloque de la izquierda entre un Podemos (luego en coalición con IU) que aspiraba a desplazar al PSOE, mientras que en el otro lado la hegemonía del PP era bastante más indiscutida. En el contexto presente esto puede ser justamente lo inverso. Mientras que el PSOE, en su posición de gobierno, puede ensancharse a costa de su socio, el PP en la oposición es mucho más vulnerable. Qué partido quede en primera posición y pueda encabezar un potencial gobierno está mucho más abierto, en especial por la disputa entre Ciudadanos y los conservadores de Pablo Casado.
De nuevo, aquí el sistema electoral puede jugar un papel. VOX, si queda por debajo del 15% a nivel estatal y tiene sus apoyos dispersos por el territorio, puede quitarle votos al PP que no se traduzcan en escaños para su bloque. El Partido Popular, más eficiente en los distritos rurales, puede acabar con más escaños que los que les corresponde en votos, así que no sería nada extraño que, incluso cuando optara al sorpasso, Ciudadanos sacara menos diputados que los conservadores. En cualquier caso, al PP le toca intentar conjurar ese reto que esquivó el PSOE en 2016.
5. Desde luego, el multipartidismo ha venido para quedarse. En el corto y medio plazo, y con eso podemos hablar de unos tres ciclos electorales, parece que tendremos este sistema multipartidista en España. No es un pronóstico arriesgado al menos por dos razones. De un lado, porque va a favor del signo de los tiempos. Las dos familias tradicionales (conservadores y socialdemócratas) están en crisis, la fragmentación es mayor y hay nuevos partidos con más frecuencia. Que de repente se formara un nuevo bipartidismo en España sería extraño, ya fuese con partidos nuevos o con clásicos. Del otro lado, porque hay fundamentos electorales que señalan que los nuevos partidos pueden tener un cierto espacio autónomo. Podemos en su base generacional más joven, Ciudadanos o VOX con el tema territorial… nada apunta que, salvo colapso interno imprevisto, no vayan a poder tener un hueco político al apoyarse en ejes de fractura persistentes en la política española.
Esto no presupone que este multipartidismo vaya a cristalizar con la misma relación de fuerzas que en 2015. Como se dijo antes, aún está buscando un nuevo equilibrio. Es más, ni siquiera tienen por qué sobrevivir los actuales partidos: podrían surgir nuevas fórmulas que los reemplacen, pues existe la demanda, pero la oferta es móvil. Por lo tanto, en el largo plazo, el multipartidismo puede adoptar ésta u otra forma, pero el año 2008, cuando PSOE y PP sacaron juntos el 82% de los votos, queda muy lejos. Hoy apenas estarían por encima de la mitad.
6. Primero o segundo: ¿qué más da? Se trata de gobernar. Ante este nuevo escenario multipartidista, lo relevante no es saber quién es primera fuerza en el parlamento, sino quién puede gobernar. Es decir, quién tiene más capacidad para sumar buscando socios. Esto, por ejemplo, será decisivo en las elecciones autonómicas. Puede que el PSOE suba en votos, incluso que en algunos lugares sea primera fuerza, pero si lo hace esencialmente a costa de sus socios de gobierno, podría quedarse sin la mayoría para gobernar. Puede que el PP pierda votos y tenga peores resultados que en 2015, pero si se ensanchan Ciudadanos o VOX y se mantiene primero de bloque, podría ganar poder institucional. Así le ha ocurrido en Andalucía, por ejemplo. Algo equivalente a lo que le pasó en las anteriores autonómicas al PSOE, que ganó gobiernos pese a tener los peores resultados de su historia gracias a la subida de Podemos, con quien pactó en casi todos los sitios.
Esta lógica es perfectamente aplicable al nivel estatal, si bien lo cierto es que, si ningún bloque de partidos estatales llega a la mayoría absoluta, desempatarán los que lo han hecho históricamente en España: nacionalistas vascos y catalanes. Así pues, que haya bloqueo y una repetición electoral, como en 2016, no es para nada descartable. En las elecciones municipales el sistema facilita el hecho de que, si no hay una mayoría absoluta en el pleno, gobierne la lista más votada. Esto apunta a que en entornos de mucha fragmentación y en los que hacer coaliciones sea muy difícil, ser primera fuerza sí puede ser decisivo. En Barcelona o en Pamplona, por ejemplo, donde el eje nacional juega un papel. Donde la competición se estructure con el eje izquierda-derecha, ahí es más probable que prime la lógica de bloques detrás del que lo encabece, no necesariamente un partido clásico, como en Madrid.
7. Llega el tiempo del mestizaje en el gobierno. Este contexto de fragmentación va a obligar a probar fórmulas de gobierno a nivel estatal que ya se dan en el autonómico y local: los gobiernos de coalición. Esta fórmula será empleada tanto a izquierda como a derecha de manera mucho más sistemática, lo que hará que los pactos ya no se limiten a las cámaras, sino que también se den dentro de los ejecutivos. Es verdad que nunca ha habido un gobierno de coalición en España, pero muchos territorios ya tienen experiencia. Por más que se diga que no hay «cultura» del pacto, lo cierto es que la fragmentación siempre ha obligado a hacer de la necesidad virtud, forzando a los representantes a hacer un curso exprés. ¿No podría ocurrir esta vez?
En 2015 estas dinámicas no se produjeron entre los partidos nuevos y los clásicos en gran parte por la volatilidad y la competencia abierta entre ellos. Sin embargo, a medida los bloques se han ido consolidando y las fronteras electorales están más definidas, los incentivos para gobernar en coalición van a ser mayores. Será interesante ver qué carteras priorizan unos y otros partidos, si deciden mezclar cargos de diferente color político en cada ministerio, cómo se relacionan dentro del gabinete… Un verdadero banco de pruebas que nos asemejará más a los países de nuestro entorno.
8. Pero lo importante de verdad: ¿gobernar para qué? Todo lo que se ha dicho hasta hora en este libro podría tirarse perfectamente a la basura si los representantes no son capaces de responder a esta pregunta crucial ¿Para qué quieren el poder un político? Sea para mantenerse en él, sea para transformar la sociedad, el cínico y el idealista tienen que pasar siempre por el mismo aro: si no son capaces de obtener buenos resultados en unas elecciones, ganar la confianza de los votantes y después gobernar, no van a ningún lado. Pueden tener el programa electoral más fabuloso o ser los más capaces, honestos y nobles que, si no llegan al poder, todo quedará en agua de borrajas.
Es indudable que los últimos 40 años, con sus dificultades, se han conseguido importantes avances como país. España ha d...
Índice
- Presentación. El poder y las urnas Cristina Monge y Jorge Urdánoz
- Elecciones, ¿para qué?
- El voto: una piedra de papel
- Votar o no votar, ésa es la cuestión
- Vótame con la cabeza, vótame con el corazón
- Habla, pueblo, habla: las campañas electorales
- Las armas del gobierno: ¿cómo manipular el ciclo político?
- Los tres ejes de la Gran Recesión
- Qué esperar de las próximas elecciones
- Bibliografía