Tímidos, introvertidos, vergonzosos...
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Tímidos, introvertidos, vergonzosos...

Comprender y acompañar en la escuela y en la familia

Robert J. Coplan, Kathleen Mortiz Rudasill

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Tímidos, introvertidos, vergonzosos...

Comprender y acompañar en la escuela y en la familia

Robert J. Coplan, Kathleen Mortiz Rudasill

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Información del libro

Tímido, introvertido, vergonzoso, silencioso, inhibido… ¿Cómo se desarrolla la timidez en la infancia? ¿Cuáles son sus causas biológicas, familiares y sociales? ¿Qué papel juegan las emociones y el temperamento? ¿Cómo podemos interactuar con los niños tímidos? ¿Qué hacer para ayudarlos en entornos escolares y familiares? Comparados con sus compañeros más sociables, los niños tímidos corren mayor riesgo de sufrir dificultades en la escuela, incluyendo trastornos emocionales, barreras en las relaciones con sus iguales, y un rendimiento académico más pobre. ¿Qué podemos hacer? Este libro desmitifica las últimas investigaciones sobre la timidez y ofrece una exhaustiva y accesible guía de todo lo que los educadores deben saber sobre los niños tímidos. Contiene buenas prácticas, basadas en la investigación, para la creación de unos entornos de aprendizaje seguros e inclusivos que les ayudarán eficazmente.

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Información

Año
2018
ISBN
9788427724228
Edición
1
Categoría
Education

I

QUÉ SABEMOS SOBRE LA TIMIDEZ

1. ¿Qué es la timidez?

ESTUDIOS DE CASO
Preescolar
Cuando suena la campana para entrar en el primer día de preescolar, Daniel llora y no se separa de su madre. Incluso después de que el resto de niños se hayan incorporado a su rutina matinal, él no se alejará de su madre.
6-7 años
Ana no se ofrece voluntaria para hablar en clase. Cuando es interpelada directamente por el maestro, evita el contacto visual e incluso habla en susurros o no responde en absoluto.
8-9 años
Durante la hora del patio, en la escuela, un grupo de niños chuta una pelota y conversa animadamente. Al margen, Miguel permanece de pie, silencioso y solo, cabizbajo, observando con atención, pero sin hacer ningún intento por unirse.
11-12 años
Mientras hace una presentación frente a sus compañeros, Emma, de 12 años, comienza a sonrojarse. Aunque sus ojos no abandonan nunca sus apuntes, se pierde con las notas en varias ocasiones y se pone bastante nerviosa. Finalmente, deja de hablar y vuelve a su sitio sin haber completado su presentación.
A la mayoría de profesores no les costará mucho describir cómo suelen comportarse los niños tímidos en su clase. Incluso los más pequeños sabrán hacerlo, y citarán ejemplos como “no habla”, “se pone rojo” o “juega solo”, como características de sus compañeros de clase más tímidos.
Muchas personas probablemente usarán estos comportamientos como ejemplos para definir la timidez: “lo reconozco cuando lo veo” –aplicando el principio ilustrado por una expresión que popularizó la película Forrest Gump: “la timidez es lo que la timidez hace” (eres lo que haces)3. Sin embargo, dar una definición explícita y completa de la timidez resulta ser bastante complicado y sigue siendo un reto abierto para los psicólogos.
La timidez ha sido descrita como un término vago porque puede significar distintas cosas para cada persona. Una razón por la que la timidez es particularmente complicada de definir es porque implica emociones y comportamientos que no son, en sí mismos, indicativos de nada o exclusivos de la timidez. Por ejemplo, los niños tímidos tienden a ser socialmente introvertidos, a menudo rechazan las oportunidades para la interacción social y se marginan a sí mismos en presencia de sus iguales. Pero, no obstante, puede que los niños jueguen solos por muchas razones diferentes que no tienen nada que ver con ser tímido; por ejemplo, algunos niños sencillamente prefieren el juego solitario.
Otra razón por la que la timidez es difícil de definir es porque puede referirse tanto a un estado como a un rasgo. Un estado es cómo te estás sintiendo en un determinado momento o en una determinada situación. Los estados están vinculados a un contexto, duran poco y son susceptibles de cambio. Por ejemplo, la mayor parte de los niños –y de adultos también–mostrarían timidez, al menos hasta cierto punto, cuando se les pide que den una charla frente a toda la clase. De forma similar, la mayor parte de los adolescentes –y los adultos también– experimentan una sensación similar de timidez cuando tienen una primera cita. Esto nos ayuda a comprender por qué tanta gente se identifica a ella misma como tímida, o como alguien que alguna vez ha sido tímida. Muchos, si no la mayoría de nosotros, nos sentimos al menos en cierto modo tímidos a veces y en algunas situaciones. Pero estas emociones están vinculadas a dichas situaciones específicas y no suelen durar mucho.
En cambio, un rasgo se refiere a un aspecto duradero de la personalidad. Los rasgos son bastante estables, persisten en el tiempo y en distintas situaciones. Además, se considera que muestran una considerable influencia sobre nuestras emociones, pensamientos, motivaciones y comportamientos. Para complicarlo aún más, los individuos difieren entre sí en la cantidad, nivel o grado de cada rasgo. Es decir, los rasgos no tienen un máximo; no están presentes o ausentes en las personas. Por ejemplo, no se trata simplemente de que podamos clasificar a algunos niños como tímidos y al resto como no tímidos, sino que todos los niños pueden tener un mayor o menor grado de timidez, así como de todos los demás rasgos.
La mayoría de individuos tiende a tener una puntuación media en un determinado rasgo en comparación con los demás. Por ejemplo, imagina que observamos a 100 niños diferentes en el patio de una escuela y que le asignamos a cada uno de ellos una puntuación de timidez que va del 1 (nada tímido), al 10 (extremadamente tímido). Probablemente en torno a la mitad, obtendrá una puntuación que estaría en el punto medio, de 4 a 6. Un pequeño grupo, en torno al 15%, tenderá a puntuaciones cerca del principio de la escala, como 1 o 2.
Podemos etiquetar a estos últimos como extrovertidos, atrevidos o sociables, pero la decisión sobre dónde poner el límite puede ser bastante arbitraria. Por ejemplo, ¿qué pasaría con un niño con una puntuación de 3? Otro reducido grupo, también en torno al 15%, obtendrá una puntuación en el otro extremo de esta escala; por ejemplo, puntuaciones de 9 o 10. Es probable que etiquetemos a estos niños como extremadamente tímidos, pero, una vez más, el límite exacto sigue siendo bastante arbitrario.
Alguien con una puntuación muy alta en el rasgo de la timidez se sentirá muy tímido en distintos momentos y en múltiples situaciones. Para estos niños, la timidez se manifestará en la escuela de diversas maneras, aunque todas importantes. Sin embargo, hay que señalar que los niños con una puntuación más baja en timidez, de acuerdo a esta escala, también mostrarán signos de timidez en la escuela, aunque presumiblemente en menor grado, menos a menudo y en un número menor de circunstancias. Es más, alguien que obtenga un 5 o un 6 en la escala comentará y recordará diferentes experiencias de timidez; e incluso se podría identificar a sí mismo como una “persona tímida”.
¿Qué se esconde tras la palabra timidez?
Otra razón por la que la timidez es difícil de definir es porque la palabra timidez ha entrado en el uso común de la lengua mucho antes de que este fenómeno se volviera de interés para los psicólogos evolutivos. Los orígenes lingüísticos, es decir, la etimología de la palabra tímido [shy] se pueden remontar a la palabra del inglés medio, schey, que en sí misma derivaba de la palabra del inglés antiguo sceoh. Si nos remontamos aún más lejos, podemos trazar un origen germánico en la palabra del alemán tardoantiguo sciuhen y protogermánica skeukh(w)az.
Según el Oxford English Dictionary, el primer uso registrado de la palabra shy [tímido] (con el sentido de “fácilmente asustadizo” [Simpson & Weiner, 1989: 401]) es de un poema anglosajón de alrededor del año 1000 d.C. Llegado el siglo XVII, la definición aceptada de shyness [timidez] era “retroceder”. En 1795, el diccionario, brindaba la concisa pero descriptiva y moderna definición de tímido como “reservado, precavido, desconfiado”.
La palabra timidez, actualmente, forma parte sin duda de nuestra lengua para describir a niños de todas las edades, así como a los adultos. Parte de su vaguedad puede atribuirse a los muchos términos relacionados que se han usado como sinónimos o para describir características vinculadas.
A continuación, brindamos una lista parcial de estos sinónimos. Una rápida mirada a esta lista revela una amplia gama de términos que se vinculan con muchos aspectos distintos de la timidez. Algunas expresiones se centran más en las emociones relacionadas con la timidez, como cohibido o temeroso; mientras que otras atañen a comportamientos, como callado o socialmente introvertido. Algunas evocan connotaciones más positivas, como humilde o modesto; y otras parecen más negativas, como solitario o huraño.
Sin embargo, más adelante, argumentaremos que varios de estos términos no deberían usarse indistintamente con la palabra timidez, ya que se refieren a fenómenos bastante distintos, como veremos.
OTROS TÉRMINOS QUE SE UTILIZAN COMO SINÓNIMOS DE TÍMIDO
acomplejado
apocado
arisco
asocial
asustadizo
avergonzado
callado
con ansiedad social
cohibido
evasivo
humilde
inhibido
introvertido
miedoso
modesto
recatado
receloso
reservado
reticente
retraído
sensible
silencioso
socialmente introvertido
solitario
taciturno
tímido
vergonzoso
Breve historia sobre la timidez
Los estudios científicos sobre la timidez tienen una rica historia. De hecho, muchas de las ideas centrales que contribuyen a cimentar las conceptualizaciones de los psicólogos y su comprensión de la timidez se pueden remontar mucho tiempo atrás. Por ejemplo, hace unos 2000 años, los físicos griegos Hipócrates y Galeno sugirieron que nacemos con unas diferencias en nuestro carácter que construyen nuestros patrones de estado de ánimo, incluyendo el miedo, y nuestros comportamientos sociales, incluyendo la tendencia a ser sociales (Kagan,1994). En 1800, Charles Darwin describió las características de la timidez en animales y humanos, y se interesó en particular por el rubor. También señaló la influencia del contexto social de los comportamientos de los individuos tímidos. En 1872 escribió: “las personas que son excesivamente tímidas rara vez son tímidas en presencia de quienes les resultan familiares” (Darwin, 1872: 330).
Una de las primeras descripciones formales de la timidez en la literatura psicológica fue publicada en el British Medical Journal, por el psicólogo físico Harry Campbell (1896: 805-807). Campbell describía muchos aspectos de la timidez que pasarían a ser componentes centrales de la investigación psicológica posterior. Por ejemplo, al hablar sobre los orígenes de la timidez en la infancia y su posterior desarrollo, afirmaba que un menor grado de timidez, especialmente en los primeros años de la vida, es desde luego normal, y que la timidez es más pronunciada en la pubertad.
Sobre situaciones que generan timidez señalaba: “tímido frente a extraños”, “tímido frente a elogios”; y apuntaba los síntomas comunes del modo en que se manifiesta la timidez: “rubor”, “perturbaciones cardíacas”, “sudoración, especialmente en las manos”, “silencio” o “incapacidad para mirar de frente”.
Casi 30 años más tarde, en un artículo publicado en el Journal of Neurology and Psychopathology, Hampton (1927: 126) sugirió que podemos considerar que la persona tímida en general sufre un “conflicto entre una urgencia por alcanzar un nivel normal desde una posición de inferioridad imaginada y un disuasivo miedo al fracaso”. Realmente, la noción de que los niños tímidos experimentan conflicto en sus motivaciones para afrontar y evitar situaciones sociales es un componente clave de la conceptualización contemporánea de la timidez.
Los primeros estudios que hemos podido encontrar sobre niños tímidos en la escuela se realizaron al comienzo de los años 20. En 1921, Richards (1921: 707) reportó los resultados de un estudio de investigación de 18 niños de primero de educación básica tildados de “retrasados” y “difíciles”, a los que colocaron en una “clase especial bajo un profesor especial” y se les brindó “tratamiento apropiado y disciplina”. Richards señaló que un año más tarde se habían descubierto “marcadas mejoras” en su funcionamiento social e intelectual. Al interpretar los resultados, Richards afirmaba que factores tales como la timidez pueden “oscurecer la capacidad innata” de un niño hasta el punto de rendir significativamente menos en la escuela. Dealey (1923: 125) reportaba detallados estudios de caso de 38 “niños problema” en preescolar y en primeros cursos de educación básica. En torno a la mitad de estos niños se caracterizaba por tener
“una sensibilidad o timidez extremas”.
En los primeros años de la década de 1920, parecía haber cierta conciencia de que la timidez podía potencialmente plantear un problema para los niños en los entornos educativos. En todo caso, y como se señaló antes, se dedicaba bastante más atención a los niños disruptivos. Esto fue confirmado en un estudio sobre las creencias de los profesores que Wickman (1928) describe en su libro Comportamiento infantil y actitudes de los profesores. Wickman examinaba las actitudes, creencias y respuestas de los profesores cuando los niños poseían fama de mal comportamiento. Concluyó que las preocupaciones más serias en la mente de los profesores eran los delitos contra la propiedad, el sexo y la verdad. Después iban los malos comportamientos que interferían con un buen rendimiento escolar. Finalmente, los comportamientos que representan introversión social, como la timidez y la sensibilidad, se consideraban los menos serios.
Los investigadores Pearl Lowenstein y Margaret Svendsen (1938: 652) reportaron los resultados de uno de los primeros programas de intervención específicamente diseñados para ayudar a los niños tímidos. En un estudio titulado “Modificación experimental del comportamiento de un grupo seleccionado de niños tímidos e introvertidos”, 13 chicos de entre 6 y 8 años fueron identificados inicialmente como tímidos o introvertidos. Entonces se envió a todo el grupo a una pequeña granja donde, bajo cuidado y supervisión adulta, básicamente se les dejaba jugar juntos durante un periodo de ocho semanas. Ningún otro niño estaba presente, de modo que los niños inicialmente tímidos e introvertidos solo se tenían los unos a los otros como compañeros de juego. Según los investigadores, tras la realización de esta terapia del juego, las evaluaciones posteriores demostraban una mejora en 10 de los 13 participantes. Concluyeron que “se puede llegar a provocar una considerable modificación del comportamiento en los niños tímidos”.
Estas primeras teorías y estudios de investigación fueron marcadamente reveladores. De hecho, en muchos sentidos, estos escritos ponen los cimientos para muchas de nuestras ideas actuales sobre la psicología de la timidez infantil.
Desgraciadamente, estos primeros estudios eran también escasos y distantes entre ellos. De hecho, los niños tímidos fueron ampliamente ignorados por la literatura psicológica durante buena parte del siglo XX. Esta falta de atención puede atribuirse a varios factores. En primer lugar, la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, que prevaleció durante buena parte de este periodo, afirmaba que los niños pequeños no podían experimentar realmente verdaderos sentimientos de depresión y ansiedad hasta que su superego (la parte de la psique que nos dice “haz lo correcto”) se desarrollara, cuando fueran más mayores (Freud, 1964).
Además, influyentes psicólogos infantiles como Jean Piaget estaban mucho más preocupados por el pensamiento de los niños que por sus comportamientos sociales. De hecho, en 1959, el famoso Piaget llegó a escribir: “no hay, como hemos dicho, ninguna vida social entre niños de menos de 7 u 8 años” (Piaget, 1959: 40). Como cualquier maestro de primaria sabrá bien, ¡existe una vida social extremadamente activa en la clase de preescolar!
En tercer lugar, los psicólogos clínicos infravaloraron la importancia de la timidez infantil como un predictor de posteriores dificultades. Por ejemplo, en 1954, el investigador Don Morris y sus colaboradores (1954: 753) registraron y evaluaron un grupo de 54 adultos que habían sido admitidos en una clínica de ayuda infantil como tímidos o introvertidos cuando eran niños. Entre sus conclusiones, afirmaban que estos adultos “en conjunto se las habían arreglado bastante bien”, “uno tiene la impresión de que la mayoría (...) han resultado ser personas promedio, normales en la mayoría de aspectos”, y que es bastante probable que “estas características de la personalidad nos preocupen demasiado”.
Posteriores revisiones y síntesis de la literatura psicológica, realizadas por Lee Robins (1966) y Lawrence Kohlberg (1972), determinaron que la timidez, y las características vinculadas a ella, eran relativamente inestables y no realmente predictivas de posteriores dificultades en la adolescencia y en la edad adulta.
Sin embargo, una mirada más atenta a los detalles de estos estudios permite llegar a algunas conclusiones. Los resultados en adolescentes y adultos, que se descubrió que no estaban relacionados en gran medida con la timidez infantil, incluían cosas tales como esquizofrenia y delincuencia juvenil. Coincidimos en que los niños tímidos no corren el riesgo de tener este tipo de dificultades en el futuro.
Partiendo de estos tempranos inicios, la última parte del siglo XX fue testigo de un considerable y creciente interés en el desarrollo y las consecuencias de la timidez en la infancia.
Perspectivas actuales de la psicología evolutiva
Como mencionamos antes, la timidez es uno de esos conceptos que, con frecuencia y normalmente, es más fácil de reconocer cuando ...

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