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DESARROLLAR
LA AMABILIDAD
Y LA EMPATÍA
Vamos a ver una instantánea de lo que puedes observar a medida que los niños de tres y cuatro años crecen afectiva y emocionalmente. Aunque no todos los niños se desarrollan al mismo ritmo o alcanzan hitos específicos al mismo tiempo, aquí tienes lo que detectarás, probablemente, a medida que los preescolares vayan desarrollando sus habilidades para mostrar amabilidad y empatía:
Los de tres años puede parecer que son poco amables.
No les gusta disculparse.
Tienen recursos empáticos limitados.
Los niños de cuatro años pueden mostrar
simpatía.
Les gusta ayudar a sus amigos.
Los niños de cuatro años están aprendiendo qué es la
reciprocidad.
Ahora, vamos a pensar en algunas escenas que podrían ocurrir en tu clase mientras los preescolares desarrollan su empatía e interaccionan con otros de maneras más o menos amables.
Los niños nacen con una increíble capacidad de empatía. Sin embargo, también es posible que aprendan a ser empáticos con tiempo y con práctica. Se necesita que la empatía sea algo natural y espontáneo que sale de dentro del niño pequeño, como hace Hailey cuando propone un modo amable de incluir a Ivana al percibir lo mal que se sentía Ivana. Con unas capacidades verbales bien desarrolladas, Hailey sugirió una maravillosa estrategia no solo para que Ivana se sintiera mejor, sino para resolver también el problema. Los niños, cuando crecen, son menos egocéntricos y sus habilidades de funcionamiento ejecutivo fomentan su capacidad para ponerse en la perspectiva del otro niño.
Si los niños en edad preescolar se conocen o son buenos amigos, como las niñas del grupo de Hailey, son más capaces de responder con amabilidad a una situación problemática. Quieren complacer a sus amigos. Por ejemplo, Ivana estaba preocupada por herir los sentimientos de su amiga Chloe si esta llegara a pensar que no le importaba lo suficiente a Ivana como para mandarle una tarjeta. Sin embargo, los preescolares pueden no ser tan espontáneos o no preocuparse de los niños que conocen poco.
En otra parte de la clase, Michael, de tres años, está jugando a hacer construcciones con cubos de colores. A medida que va construyendo, va ensanchando el espacio de la ciudad que está construyendo, de modo que empieza a invadir seriamente la granja de Carlton. Cuando los cubos se tocan, Carlton aparta los de Michael, y esto hace que se caiga una parte de la ciudad de Michael. Sorprendido y enfadado, Michael le grita: “¡Carlton, eres malo!”. La señora Wynn llega y evalúa la situación. Dice: “Carlton, mira qué desastre. Michael está triste. Si quieres seguir jugando, tienes que disculparte y ayudarle a reconstruir su ciudad”.
A Carlton, de solo tres años, le resulta cognitivamente muy difícil comprender las cosas que le ha dicho su maestra. A esta edad, es duro para él saber cuáles son los sentimientos del otro niño cuando él no está sintiendo lo mismo en ese momento. Emocionalmente no es capaz de mostrar simpatía e incluso puede no parecer amable; probablemente no entienda la indicación moral de su maestra, la de disculparse con el otro niño para mostrar que está preocupado y apenado por lo que ha hecho, ya que es él quien está enfadado por la táctica de Michael. Se siente frustrado al oír que tal vez no pueda seguir jugando en la mesa de los cubos cuando, después de todo, es su espacio el que ha sido invadido. Además, Carlton, en realidad, no estaba preocupado por el proyecto de Michael, sino que estaba absorto en su propia actividad.
Fuera, Bethany tropieza cuando está jugando en el patio y se cae, haciéndose un corte la rodilla. Andrea, de tres años, está justo a su lado y mira con los ojos muy abiertos cómo la sangre mancha los pantalones rotos de Bethany. Aún muy egocéntrica, Andrea no muestra ningún comportamiento amable, como consolar físicamente a Bethany dándole un abrazo o ayudándole a levantarse. Es difícil para Andrea superar su propia ansiedad, causada por la situación de la caída y haber visto la sangre. Usando sus limitados recursos empáticos, otra niña de tres años muestra un comportamiento compasivo de modo físico y no verbal dando suaves palmaditas a Bethany, tal y como su madre le hace a ella. Aunque Erik, de tres años, tampoco ayuda a Bethany, corre a decírselo a la maestra para que ella pueda socorrer a la niña herida.
Durante los juegos socio dramáticos, a menudo se presentan oportunidades que por sí mismas animan a realizar acciones bondadosas. A medida que los preescolares comienzan a interaccionar entre sí en juegos de “hacer creer que”, usando temas que implican conflictos, rescates y amenazas repentinas, se puede alentar la amabilidad y hacer que los niños practiquen distintos roles de cuidado para desarrollar habilidades prosociales. Por ejemplo, cuando Jonathan grita: “¡Fuego!”, los chicos se ponen sus cascos y corren para salir de las escaleras. Después de haber rescatado a un bebé asustado de un edificio en llamas, le hacen una reanimación y se lo entregan a su madre, que está feliz.
En vez de estar todo el tiempo centrados en objetos y pertenencias, los niños algo mayores comienzan a disfrutar ayudando a sus amigos. Theo y Bryan son muy buenos amigos y están diseñando helicópteros con juguetes de construcción de madera. Al darse cuenta de que quedan pocos conectores, tienen una charla animada. Theo le dice a su amigo: “Vale. Puedes usarlos para terminar tu rotor. Pero no te olvides, ¡te dejo que los tengas para ayudarte!”. Tal vez Theo espere que su acto de bondad le sea devuelto más tarde, cuando él tenga que pedir un favor. Los dos chicos están aprendiendo el proceso de la reciprocidad.
Aunque los preescolares son conscientes de que todo el mundo tiene sentimientos, es importante que los niños sepan que algunas reacciones a ciertos sentimientos pueden no estar bien. Respuestas no amables pueden herir los sentimientos de otro. La percepción es una parte esencial de la empatía. A menudo, los niños pequeños se ríen en una situación porque otros se están riendo, como cuando un niño se pone el jersey al revés, o están felices de...