Introducción a la teoría de la argumentación
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Introducción a la teoría de la argumentación

Fernando Miguel Leal Carretero, Carlos Fernando Ramírez González, Víctor Manuel Favila Vega

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Introducción a la teoría de la argumentación

Fernando Miguel Leal Carretero, Carlos Fernando Ramírez González, Víctor Manuel Favila Vega

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Selección de textos escritos por expertos en el tema dirigido a estudiantes de preparatoria y universidad, así como docentes y público en general interesados en fortalecer la claridad y solidez de los argumentos en sus discursos escritos que elaboran y analizan.

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Información

Año
2020
ISBN
9786077423584
Edición
1
Categoría
Filología
Categoría
Retórica
Nota preliminar
Nuestra experiencia docente es clara en un punto crucial: los estudiantes de preparatoria, licenciatura y posgrado tienen enormes dificultades para reconocer cuál es el argumento contenido en un texto argumentativo que les ha sido asignado para leer y eventualmente para exponer en clase. De hecho, tienen dificultades para reconocer el tipo de texto que han leído; y sin ese reconocimiento es imposible dar cuenta de su contenido. Un texto argumentativo requiere de un método diferente para ser leído, comprendido, interpretado, contextualizado, sintetizado, apreciado, expuesto y criticado, que un texto descriptivo o un texto narrativo (o cualquier otro tipo de texto que se propusiere).
Hay arte en la lectura adecuada de los diferentes tipos de texto; y la primera regla del arte pide que se identifique el tipo de texto a fin de distinguir las partes de que se compone y el engarzamiento de ellas. En el caso de un texto argumentativo –sea de filosofía o de química, de historia o de matemáticas, de crítica literaria o de estructura de materiales, de fisiología médica o de sociología política, de análisis de la conducta o de derecho romano– lo que importa es identificar las argumentaciones que lo constituyen. Para hacerlo necesitamos fijarnos en los componentes de una argumentación, a saber, las proposiciones y las reglas de inferencia.
Las proposiciones de un argumento son, en primer lugar, las premisas y la conclusión del argumento; en segundo lugar, las objeciones a premisas o conclusión; en tercer lugar, las contraobjeciones a dichas objeciones, etcétera, dependiendo de la extensión y complejidad del argumento en cada caso. Hay muchos tipos y clases de proposiciones. Algunas son tentativas y conjeturales, otras son resultados firmes de observaciones, unas representan datos empíricos concretos, otras representan propuestas teóricas abstractas, unas son claras pero poco precisas, otras son exactas pero acaso irrepetibles. Sus orígenes y confiabilidad, sus formas y contenidos, su importancia e interés son variados. Pero sin ellas no podemos argumentar ni entender los argumentos de los otros. Aristóteles las llamó ‘lugares’, puesto que nos apoyamos en ellas para seguir razonando. Lo importante en cada caso es detectarlas e identificarlas en un texto, repetir la forma en que se expresan en él y reformularlas de maneras alternativas, tener siempre claro lo que dicen y lo que quieren decir.
Las reglas de inferencia de un argumento son los métodos, procedimientos, técnicas y criterios que nos dan la licencia para pasar de una proposición a otra: de las premisas a la conclusión, de las objeciones a la negación de una proposición, de las contraobjeciones al restablecimiento de la proposición a la que se hizo una objeción, etcétera, otra vez dependiendo de la extensión y complejidad del argumento en cada caso. Hay tantos tipos de reglas como modos de inferir; y no hay disciplina ni profesión que no tenga sus reglas de inferencia y las cultive con fervor. No exageramos demasiado cuando decimos que una disciplina es un modo de administrar las reglas de inferencia que permiten probar lo que en ellas se prueba. Ser experto en una disciplina o profesión es manejar con maestría esas reglas, y por lo tanto sacarle todo el jugo a las proposiciones que se planteen (eso que los viejos psicólogos de la Gestalt llamaban pensar productivamente). Una demostración matemática es una argumentación muy diferente a un análisis de datos experimentales mediante técnicas estadísticas, un diagnóstico médico muy diferente a una sentencia legal, un proyecto de investigación muy diferente a un informe de una investigación concluida, un estudio de mecánica de suelos muy diferente a una prueba de autenticidad de un cuadro, una crítica de un poema muy diferente a un trabajo de campo con observación participante. Pero en todos los casos lo que tenemos son argumentaciones, y en todos se siguen reglas de inferencia, y por ello en todos es posible detectar errores de razonamiento. Sin reglas no es posible argumentar ni entender argumentos ni aceptarlos o rechazarlos. Lo importante en cada caso es reconocer las reglas seguidas en cada argumentación y explicitarlas, examinando en cada caso si son pertinentes o inapropiadas.
Es un lugar común que un argumento es tan aceptable como lo sean sus proposiciones y sus reglas. Pero no podemos leer textos argumentativos si no reconocemos ambos elementos en el texto que hemos leído. Es en ese sentido que las técnicas de mapeo argumental nos proporcionan un instrumento invaluable para el análisis de los textos argumentativos. Estas técnicas son una aplicación relativamente nueva de los tan cacareados mapas conceptuales que se pusieron de moda hace un par de décadas, sin que por lo demás hayan servido tanto como se creyó en un primer momento. La diferencia entre un mapa conceptual y un mapa argumental es que los elementos que se conectan no son conceptos sino proposiciones, y las uniones entre los elementos no son verbos u otros predicados sino inferencias. Por ello es que, si entendemos cómo usarlos, los mapas argumentales nos fuerzan a distinguir primero y conectar después las partes de un argumento y pasar del texto en que este se encuentra anidado a un diagrama que hace transparentes las partes de un argumento y las conexiones entre ellas, las proposiciones y las inferencias.
En el mercado de software, shareware y freeware existe una variedad de programas de mapeo argumental, cada uno con fortalezas y debilidades, dependiendo de los intereses y preocupaciones de sus respectivos creadores (véanse por ejemplo http://austhink.com/, http://www.athenasoft.org/, http://www.computing.dundee.ac.uk/staff/creed/araucaria/, http://compendium.open.ac.uk/). Lo que no abundan son publicaciones que expliquen al interesado el sentido y propósito de esos programas. De entre las publicaciones que existen hemos elegido las dos que nos parecen más interesantes. En el capítulo 5 se nos describen las inclinaciones cognitivas de la mente humana que hacen del mapeo argumental una técnica potencialmente utilísima para mejorar las capacidades de estudiantes, docentes e investigadores para identificar argumentos de otros y construir los propios. En el capítulo 6 se presenta un programa particular y se ilustra su poder clarificador en un caso concreto. A estos dos capítulos hemos añadido los resultados de una investigación empírica que demuestra estadísticamente que la promesa de esta técnica no es un mero sueño de teóricos y profesores desocupados (capítulo 7). Invitamos al lector a que no se contente con la lectura de los capítulos 5, 6 y 7, sino que haga la prueba de utilizar este tipo de programa y tal vez de abogar por su mayor difusión en la educación media superior y superior.
5 Enseñar a pensar críticamente. Algunas lecciones de la ciencia cognitiva
Tim van Gelder
Traducción de Fernando Leal Carretero
Examen sorpresa: “¿Por qué, excepto en Luna llena, hay en la Luna siempre una parte en la sombra?”
La respuesta más común, incluso entre alumnos inteligentes de licenciatura en las mejores universidades es más o menos esta: “La Tierra bloquea la luz del Sol causando una sombra y la Luna resulta estar en el borde de esa sombra; por ende parte de la Luna se ilumina mientras que el resto permanece en la oscuridad.”
La respuesta es, por supuesto, falsa. Refleja una concepción equivocada, pero muy extendida, de astronomía básica. Lo que es más interesante, ilustra una típica falla en el pensamiento crítico. Los estudiantes no se hacen cargo de que lo que ellos tienen en mente es una hipótesis explicativa, y que antes de aceptarla como verdadera, tendrían que compararla con otras hipótesis. Una hipótesis diferente es que estamos viendo la Luna de lado (suponiendo que lo que sería el frente de la Luna está de cara al Sol), y que la oscuridad es la sombra que la Luna crea sobre ella misma: el “lado oscuro de la Luna”. Para ver cómo ...

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