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Ciudadanía, comunicación y ciberdemocracia. Un enfoque sociocrítico del Capitalismo Cognitivo
Francisco Sierra Caballero
Introducción
Pensar en nuestro tiempo la comunicación y el desarrollo normativo de la democracia, desde el punto de vista de la ciudadanía, es imposible, como tarea intelectual, al margen de los procesos de reestructuración y transformación del nuevo espíritu del capitalismo. Si bien podemos hablar de apropiación social de las nuevas tecnologías o de socialización de los nuevos medios y mediaciones culturales en la era digital, tales procesos tienen lugar a partir de las contradictorias y conflictivas sobredeterminaciones de los procesos de subsunción de la sociedad entera por la lógica del capital. Éste es el marco que orienta y da sentido a la lucha por la ciudadanía frente a las actuales asimetrías y desigualdades constituyentes del campo de la comunicación y la cultura. No podemos, en consecuencia, proponernos definir los retos democráticos del desarrollo de los medios y sistemas de información digital sin ser conscientes de las lógicas sociales que recorren y determinan tales procesos, salvo que repitamos la historia como farsa, tal y como sucediera con el desarrollo de la comunicación educativa y la expansión de la industria de satélites en los años sesenta al calor del paradigma dominante de difusión de innovaciones o, peor aún, que por mor de un prurito de modernidad mal comprendida se obvie, inclusive desde la teoría crítica, tal centralidad cualitativa para continuar insistiendo en los tópicos de la falta de pluralidad y la hegemonía ideológica, propias de los medios analógicos tradicionales, sin asumir la potencia deconstructiva del pensamiento para el cambio social que subyace en las prácticas creativas de autonomía desplegadas a lo largo y ancho de las interfaces del nuevo sistema de reproducción social.
Ciertamente, hoy por hoy, no es posible comprender y pensar las transformaciones en curso sin trascender las cosmovisiones convencionales que limitan el alcance y conocimiento de la nueva realidad emergente. Toda conceptualización teórica sobre la interfaz ciudadanía/nuevas tecnologías de la información debe, en coherencia, abordar en su radical singularidad, y desde el plano concreto de la inmanencia, el marco de conflictos y contradicciones que atraviesan la nueva división internacional del trabajo cultural, así como los procesos de acceso y apropiación local de la tecnocultura, considerando desde una visión crítica el papel de las políticas públicas, y las nuevas formas de dominio y control social que inaugura el Capitalismo Cognitivo.
En las siguientes páginas, se presentan algunas ideas fundamentales a este respecto, enmarcando el eje central de los conceptos abordados en el libro, desde una nueva lectura del espíritu McBride y los derechos culturales de la ciudadanía, acorde con la configuración y la naturaleza del ecosistema de las redes distribuidas de información y conocimiento.
Del estado del arte y la agenda de investigación
La hipótesis fundamental de partida, ampliamente suscrita por la mayoría de estudios en materia de cultura digital y ciberdemocracia, es la centralidad que, hoy por hoy, adquiere el trabajo inmaterial y, más concretamente, las nuevas tecnologías digitales, en los procesos de intercambio y reproducción social que anteceden y atraviesan toda posibilidad o forma de participación ciudadana, como también desde luego la propia configuración del espacio público. Con la modernidad, tal y como ha sido reconocido por los estudios de opinión pública a partir de la década de los treinta, la información y la comunicación pública moderna van a desempeñar funciones fundamentales en la conformación del espacio común de deliberación y representación política. Desde entonces, es común reconocer que sin información y acceso al espacio comunicacional la libertad de expresión y otros derechos sociales tienden a ser conculcados. Hoy, de hecho, la calidad de la vida democrática de una sociedad puede ser ponderada en función de la vitalidad y la mayor o menor diversidad del propio sistema informativo. La voluntad de saber sobre las condiciones y parámetros de la organización democrática de la mediación, en la teoría y sobre todo en el análisis empírico, ha sido por lo mismo ampliamente cultivada. Tanto que la comunicación política puede ser considerada una de las disciplinas y objetos de estudio privilegiados en la investigación de la comunicología, además de motivo recurrente de aceradas críticas y discusiones académicas especialmente en lo que se refiere a los problemas normativos derivados de la necesidad de regulación social y a las relaciones de mutua dependencia existentes, directa o indirectamente, entre el sistema social y el sistema público de comunicación. La amplia producción científica en la materia ha tendido como consecuencia a observar las diversas realidades de la comunicación política en función de los efectos, consecuencias negativas y dimensiones institucionales de la fenomenología de la cultura democrática mediatizada, dejando de lado aspectos significativos como la emoción, los imaginarios y las representaciones de la cultura pública y, por ende, la participación que facilitan o restringen las mediaciones de las industrias culturales. Ahora, en la era digital, este olvido de la instancia subjetiva, vivencial y reconstruccionista de la mediación hoy viene dejando en evidencia la necesidad de un abordaje distinto que, pensando críticamente, en lo concreto, las instancias de recepción, consumo y producción política de lo social mediatizado, trate de vislumbrar, en un sentido cultural más amplio, las mutaciones estructurales que las industrias de la comunicación impulsan en los modos de organización y las formas de acción colectiva contemporáneas que, entre otros procedimientos, facilita la apertura de nuevos procesos de participación y desarrollo comunitario. De lo contrario, la investigación social puede terminar convirtiéndose, como en parte acontece con mucha de la producción bibliográfica en la materia, en mera panoplia de argumentos neodifusionistas de instituciones como la UE, al servicio de un discurso y una política pública que tienden a identificar el papel estratégico de la sociedad de la información y del conocimiento como el principal factor de progreso y desarrollo de un nuevo renacimiento democrático, una nueva era que liberará todas las potencialidades pensables en la ilustración, a condición, claro está, de cumplir punto por punto los lineamientos de la economía neoclásica en la salida a la crisis del modo de acumulación capitalista, por medio de la concentración de la inversión y el gasto público en el binomio ciencia-tecnología (I+D+i), concebidas éstas como vectores motrices de la nueva sociedad-red. Es en esta lógica discursiva de la sociedad de la información como ideología como hay que entender la referencia común de los estudios en nuevas tecnologías y desarrollo sobre la función provisoria de capital social que aportan los nuevos medios, así como las reiteradas referencias de los estudios de politólogos sobre la importancia de la confianza y el buen gobierno con las TIC, en lo que podríamos calificar, claramente, como una suerte de renovado nominalismo basado en la lógica de la racionalidad instrumental.
Ahora bien, por otra parte, la propia idea de capital social, implícita en los debates sobre sociedad europea de la información, revela que, de uno u otro modo, existe...