Diseño y desarrollo curricular
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Diseño y desarrollo curricular

Miguel Ángel Zabalza

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Diseño y desarrollo curricular

Miguel Ángel Zabalza

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Este libro, que está cuidadosamente pensado para los docentes, entiende la figura del profesor y su tarea como un compromiso tanto con lo educativo como con la técnica didáctica. La idea de un desarrollo curricular centrado en la escuela, ha sido el leitmotiv de la obra. El profesor no puede ya trabajar solo, desconectado de sus colegas. Aunque suponga esfuerzo organizativo, ideológico (y hasta económico), es preciso romper la inercia para construir una 'nueva escuela'.

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Información

Año
2017
ISBN
9788427722798
Edición
13
Categoría
Education
1. CURRICULUM, PROGRAMA Y PROGRAMACIÓN
Sin duda alguna nos encontramos en la época de las grandes palabras. De las palabras-leitmotiv capaces de concitar en torno suyo toda una constelación de referencias conceptuales y prácticas, de atribuciones de conservadurismo o progresismo, de adscripciones a unos colectivos de científicos u otros. En el campo de la educación actual una de esas palabras-mito es la de currículum. Quien sepa de qué va, quien sepa utilizarla en sus escritos o explicaciones podrá decirse moderno, actualizado; a quien ande todavía en los viejos términos de didáctica, planificación, programación se le hace ver enseguida que necesita con urgencia un reciclaje profesional.
Hace tan sólo unos meses hemos sido testigos del revuelo producido por el nuevo tipo de «primer ejercicio» de las oposiciones a la enseñanza. Los opositores habrán de realizar, se decía, un «proyecto curricular» en función de determinados supuestos que se les darán. «¿Proyecto qué?» se preguntaron muchos: «¿qué es eso?, ¿cómo se hace?, ¿entran o no entran los objetivos operativos?, ¿la justificación se hace al principio o al final?, ¿dónde meto los métodos?, ¿es mejor globalizar o no?». Miles de preguntas cargadas de ansiedad y otras tantas respuestas precipitadas casi siempre y que casi nunca aclaraban demasiado.
Ahora, con un poco más de tranquilidad, voy a tener la osadía de ofrecer mi propio punto de vista al respecto. Tratando de desdramatizar y de quedarme con lo que de esas grandes palabras puede constituir un eje de renovación de la escuela, de mejora en lo que a la calidad educativa y técnica de la enseñanza se refiere.
Así pues currículum, Programa y programación son tres términos claves, en torno a los cuales se puede ir construyendo una nueva escuela básica. Más allá, por tanto, del prurito de estar al día, de utilizar los términos más llamativos de la jerga especializada, yo creo que hoy por hoy resulta imprescindible que el profesorado se «curricularice», haga y piense su trabajo en términos de currículum porque eso le va a aportar una nueva perspectiva, un nuevo sentido a lo que él hace en el aula.
Hace unos días escuché una anécdota de Chesterton que viene muy al caso. Contaba el orador que, en uno de sus viajes, Chesterton visitó un lugar en que se estaba trabajando en una construcción, aún iniciándose. Se acercó a uno de los operarios y le preguntó qué hacía. El le respondió que estaba picando una piedra para dejarla cuadrada y lisa. Se acercó luego a otro que respondió a su pregunta señalando que él preparaba unos postes para soportar una pared. Y así cada uno a los que fue interrogando le fue diciendo cuál era su trabajo. Cuando repitió la misma pregunta a otro obrero éste le dijo que estaba haciendo una catedral. No sé cuál habría sido la moraleja de Chesterton, pero seguro que resulta evidente cuál quiero sacar yo. Este último obrero tenía una mentalidad «curricular» (permítaseme la traspolación de un término por ahora sólo perteneciente al campo educativo). Podríamos decir, aun a riesgo de simplificar, que sus compañeros de trabajo tenían una mentalidad «técnica» en su sentido más próximo a rutinario, puntual y específico.
De haberse pasado Chesterton por una escuela, ¿qué hubiera sucedido? «Estoy haciéndoles un dictado», diría un profesor, otro diría que «enseñándoles a dividir», otro que «haciendo psicomotricidad». ¿Habría alguno que definiera su trabajo en términos del proyecto global en el que estaba incluida esa actividad concreta, esa pequeña aportación suya que no es sino una «porción» del conjunto?
Esta es la idea de currículum que trataré de reflejar aquí. El currículum es el conjunto de los supuestos de partida, de las metas que se desea lograr y los pasos que se dan para alcanzarlas; el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, etc. que se considera importante trabajar en la escuela año tras año. Y por supuesto la razón de cada una de esas opciones.
Por eso es tan importante la idea de currículum desde el punto de vista práctico. Hay una gran diferencia entre un profesor que actúa en clase sabiendo por qué hace todo aquello, a qué está contribyendo con ello de cara al desarrollo global del alumno, de cara a su progreso en el conjunto de las materias, etc., y otro que simplemente da su asignatura.
Como puede comprenderse esto cambia la perspectiva desde la que el profesor puede analizar su trabajo. Hasta ahora esa visión global era sólo exigible a los técnicos de la Administración que diseñaban el Plan de Estudios (me refiero a que ellos deberían ciertamente saber por qué introducir unas materias en un curso y otras no, por qué unas en un curso y otras en otro, por qué unos temas en la asignatura y no otros, etc., etc.). La idea de currículum se refirió durante muchos años a ese conocimiento global, como en un plano de lo que era o debía ser un determinado Plan de Estudios. Quienes trabajaban en el «currículum» eran como los arquitectos de la estructura de la enseñanza. Los profesores eran quienes llevaban a cabo sus previsiones, los «peones» de esa obra. A cada uno se le encomendaba su «porción» y en el mejor de los casos se le especializaba para que la desempeñara con calidad y eficacia. Y nada más. Las previsiones a más largo plazo, las referencias a contextos más allá de la propia asignatura o curso no formaban parte de la «misión» encomendada a cada profesor e incluso de las encomendadas al equipo de profesores como tal.
Wulf y Schave1 señalan justamente que el profesorado tiene práctica como consumidor de currículum, pero no como diseñador. Por lo general se acomoda a los materiales ya elaborados (textos, guías, material impreso, etc.) y a sus sugerencias más que lanzarse a la tarea de construir materiales nuevos o de acomodar los existentes a las necesidades reales de la situación en que han de desarrollar la enseñanza. Esto es, hoy por hoy no están habituados a elaborar diseños curriculares, o «proyectos curriculares» como se exigía en la convocatoria de las oposiciones.
Y aquí es donde entramos en la consideración de los otros dos términos mencionados: Programa y programación.
Por Programa podemos entender el documento oficial de carácter nacional o autonómico en el que se indican el conjunto de contenidos, objetivos, etc. a desarrollar en un determinado nivel. Así tenemos por ejemplo los Programas Renovados o las disposiciones prescriptivas que a nivel de cada comunidad autónoma han ido emitiendo las correspondientes administraciones para sus respectivos territorios. Así el Programa es el conjunto de prescripciones oficiales respecto a la enseñanza emanadas del Poder central.
En cambio hablamos de programación para referirnos al proyecto educativo-didáctico específico desarrollado por los profesores para un grupo de alumnos concreto, en una situación concreta y para una o varias disciplinas.
Programa y programación son planteamientos no excluyentes. En el desarrollo de la actividad docente cada uno de ellos ha de cumplir una función que le es propia, y entrambos se complementan y cierran el círculo de lo que constituye el «proyecto curricular» a desarrollar en el aula.
Programa
Comencemos por hacer una serie de anotaciones sobre el Programa. Constituye el punto de referencia inicial para cualquier profesor que quiera reflexionar sobre lo que debe ser su trabajo. El Programa refleja el marco general común a que ha de acomodarse la enseñanza (por eso se dice que una de sus características es la prescripción, el carácter normativo y obligatorio de sus previsiones).
Ni siempre ni en todas partes existe esta exigencia generalizada para toda la nación. En concreto la tradición educativa anglosajona ha potenciado sobre todo los currícula autónomos y diferenciados. Las autoridades centrales no legislan a nivel de Programas. El predominio de la programación sobre el Programa es claro en ese contexto.
Pero eso no es lo habitual en el contexto europeo. En países como el nuestro con tan escasa tradición planificadora a nivel de los docentes y con tantas diferencias a nivel de disponibilidades educativas, creo personalmente que no sería conveniente prescindir del Programa como marco general de referencia. A él me referiré en las próximas líneas.
El Programa recoge lo que en cada momento cultural y social es definido como los conocimientos, habilidades, valores y experiencias comunes y compartidas por un pueblo. Y, dado que se plantea en términos prescriptivos, podemos referirnos a él como el conjunto de experiencias de aprendizaje por las que han de pasar todos los niños de un sistema escolar.
A veces los Programas se plantean en términos meramente orientativos. En España hemos tenido esa experiencia en aquellas orientaciones emanadas a raíz de la Ley General de Educación de 1970. Pero no dio resultado, precisamente por ese carácter meramente orientativo u opcional, según algunos analistas.
En definitiva el Programa recoge los mínimos comunes a toda una sociedad, lo que constituye la «estructura común de una cultura» y las previsiones generales respecto a las necesidades de formación y respecto al desarrollo cultural y técnico de esa misma sociedad. Como han señalado Reynolds y Skilbeck2 el objetivo peculiar de un Programa nacional es construir el sentido de una comunidad desarrollando un sentido común de los valores a través del desarrollo de unas experiencias escolares adecuadas y comunes a todos.
Cuanto más amplia y representativa a nivel social es la composición de las comisiones que elaboran esos Programas tanto más reflejarán éstos esa idea de «comunidad» y «consenso» que deben reflejar. En cualquier caso, podríamos señalar que su funcionalidad (su capacidad para generar una dinámica educativa realmente efectiva y optimizadora del sistema educativo) está vinculada a determinadas condiciones:
1. Su virtualidad para integrar lo antiguo y conocido con lo nuevo. Por lo general el profesorado acepta difícilmente cambios bruscos en planteamientos y contenidos de enseñanza. Cada nueva propuesta conviene, a nivel pragmático, asentarla o hacerla partir de las formas anteriores bien conocidas por los docentes.
2. Ser capaz de generar una fuerte dinámica de contraste y diferenciación didáctica, es decir no solamente hacer prevalecer una situación de acatamiento, de aceptación pasiva de las disposiciones del Programa, sino potenciar, estimular, el que escuelas y profesores sobrepasen las propias disposiciones mínimas. Esto es, que pese a plantearse en términos prescriptivos, por lo menos en cuanto exigencias mínimas, se dé suficiente espacio de proposiciones y sugerencias de cara a la programación por parte de los profesores.
3. Ir consolidando unas formas de hacer las cosas y de revisar los resultados obtenidos que suponga aspectos como el trabajo en grupo por los profesores, la implicación de todos los componentes de la comunidad educativa en su desarrollo, etc.
4. Habérsele dado una publicidad suficiente de manera que todos los profesores conozcan perfectamente no sólo las disposiciones en sí mismas (lo que hay que enseñar, los horarios, los aspectos formales, etc.), sino también los elementos más importantes de su fundamentación doctrinal y de su oportunidad en esa sociedad, al igual que el propósito general que da sentido al Programa.
CARACTERÍSTICAS FORMALES
A nivel de lenguaje
1. Estar expresado en términos claros y comprensibles no solamente para un auditorio especializado sino incluso a nivel de gran público.
2. Dejar claro qué dentro de él es normativo, qué mínimo, qué orientativo, etc.
A nivel de las indicaciones
1. Que estén referidas al máximo nivel alcanzable en el ámbito del acuerdo sociológico y cultural (esto es ser lo más consensuadas posible).
2. A nivel de conocimientos (contenidos culturales y normas profes...

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