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Pedagogía de la interioridad
Aprender a 'ser' desde uno mismo
- 160 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
¿Qué sabemos de nosotros mismos, de nuestro propio mundo interior? ¿Dónde, cómo y cuándo aprendemos a descubrirlo y a profundizar en él? Nadie duda de que es importante aprender a situarnos en el mundo que nos rodea, conseguir una cultura personal, asegurar el acceso a posibilidades de trabajo y de progreso profesional. Pero sabemos también que es previo, y fundamental, entendernos a nosotros mismos, saber quiénes somos, cuáles son nuestras expectativas, hacia dónde queremos ir, encontrar sentido a nuestra vida: en definitiva, ser y aprender a vivir sin dejar que la vida lo haga por nosotros. Hoy se sabe que es nuestra inteligencia espiritual la que nos otorga la capacidad para todo ello. ¿No será importante pues desarrollar esta inteligencia en el ámbito educativo? ¿Tiene sentido y puede desarrollarse desde la infancia una Pedagogía de la Interioridad que ayude a nuestros alumnos y a nuestros hijos a "aprender a ser" desde sí mismos, a ser personas, y como consecuencia, a convivir con los otros desde el respeto a las diferencias de cada uno? La obra ofrece pautas, herramientas y recursos prácticos para realizar este camino, sentando previamente las bases antropológicas y psicológicas que lo sustentan e invitando a los educadores a ser ellos mismos los primeros implicados en descubrir, cultivar y desarrollar su propia interioridad de tal manera que sean capaces de ayudar a sus alumnos en esta hermosa y necesaria tarea.
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Información
II
PEDAGOGIA DE LA INTERIORIDAD
Tal vez el lector o lectora empiece a leer este libro a partir de esta segunda parte, porque siente que, en realidad, es lo que de verdad le interesa; o tal vez ha tenido la paciencia de leer las páginas anteriores hasta llegar aquí.
En este segundo supuesto, todo lo aprendido hasta ahora le ayudará a entender el porqué de nuestra propuesta de trabajo y, conociendo las bases en que se asienta una auténtica pedagogía de la interioridad, encontrará el modo de desarrollarla y mejorarla, si bien deberá hacerlo siempre a su propio estilo y manera.
En el caso de que el lector empiece la lectura del libro en esta segunda parte, observará que su contenido es menos teórico y más práctico, y entenderá pronto cómo empezar a hacer algo con sus alumnos y alumnas, aunque podría correr el riesgo de aplicar sólo «recetas», sin entender bien las razones de su actuación.
Por todo ello, tal vez resulte necesario, y así lo aconsejamos, releer despacio las primeras páginas del libro para, entonces y partiendo de la propia reflexión, crear el propio estilo de educar la interioridad, desde lo que el mismo educador es. Este es mi deseo.
5. Qué es educar la Interioridad
Educar la interioridad es enseñar a mirar hacia dentro. Es necesario aprender a conocer el mundo; pero también dentro de cada uno hay un mundo interior por descubrir. Su cuidado, es fundamental para el aprendizaje y el desarrollo integral; hacerlo, implica acompañar al otro para que lo reconozca en sí mismo, lo acepte, lo respete y tome conciencia y se responsabilice de lo que sucede en él.
Educar la interioridad es ayudar a desarrollar, entre otras, aquellas facultades que capacitan al ser humano para acceder a una experiencia mucho más amplia de lo que la razón le permite, de manera que pueda llegar a encontrar en sí mismo la respuesta a sus preguntas de sentido y disfrute de ser quien es, ejerciendo todas sus posibilidades como tal.
Educar la interioridad es educar para la vida, para aprender a fluir con ella. Cuando se conoce, se tiene en cuenta y se cuida el propio mundo interior, se puede vivir con mayor conciencia y libertad, respetando también la integridad de los otros, y sin dejarse arrastrar por aquello que no es consecuente con lo que sabemos que somos.
Educar para la vida tiene que ver con aprender a estar bien con uno mismo y saber integrar las dificultades sin que nos hagan daño. Para ello es necesario conocer los propios recursos, desarrollar nuestro potencial interior y aprender a protegernos del bombardeo externo que nos aleja de nuestra propia identidad.
Fluir es estar a gusto con uno mismo y con lo que se está haciendo. Fluir con la vida es vivir sin oponer resistencia a lo que nos sucede, sabiendo aceptar aquello que no se puede cambiar, y aprendiendo de las experiencias que se tienen. Es aprender a percibir lo bueno, lo bello, los detalles, y a disfrutar de las cosas pequeñas, sin que nos pase desapercibido su valor. Es estar en el presente y vivir lo que nos toque vivir, hasta el fondo, sin ocultarse, sin querer volver atrás ni correr hacia adelante. Fluir con la vida, lejos de dejarse arrastrar, es tomar la responsabilidad de uno mismo e involucrarse en todo aquello que uno es y puede llegar a hacer.
Si el fin último de la educación de la interioridad se mantiene a lo largo de toda la vida, e implica muchas veces un proceso de vaivenes, la concreción de cómo ésta puede ser educable varía naturalmente en función de la edad de las personas, del momento evolutivo en el que estén y, dentro de esto, de las características individuales y circunstancias personales de cada una.
Cuando hablamos de interioridad no nos referimos a algo cuantificable ni medible, sino a un mundo interior del que nadie puede considerarse maestro, tan solo, compañero de camino. Compañero que, por su propia experiencia, puede advertir de los obstáculos, engaños, dificultades y retos que se pueden presentar a lo largo del mismo.
Por esta razón al hablar de educar la interioridad hemos de desmarcarnos del concepto tradicional desde el que podemos estar entendiendo la palabra «educar» y aproximarnos más a su significado etimológico.
Nadie enseña nada, porque lo que hay que mostrar ya está en cada uno; solo hace falta que alguien nos ayude a quitar el velo para que lo descubramos: «es entonces cuando se nos da la llave para la puerta a la interioridad. La infancia es, para mí, el lugar donde descubrir la interioridad que nos acompaña hasta la muerte (...) la interioridad no es volver a estos recuerdos con solo los sentimientos o la sensibilidad, y menos con el rencor y la nostalgia, sino de la mano de estos recuerdos ir hacia una conciencia siempre nueva y renovadora de que estamos dentro». (Cristina Kaufmann, monja carmelita)
Características de la educación de la interioridad
— Favorece actitudes para aprender a aprender como la flexibilidad, la apertura mental y la experiencia, la consideración de nuevas ideas, etc. Capacidad para cuestionar, explorar, etc. Potencia el equilibrio de ambos hemisferios cerebrales.
— Promueve la búsqueda de la verdad. No enseña verdades sino que ayuda a que cada cual la encuentre en sí mismo.
— Da importancia a las relaciones, a los ritmos individuales y a lo cotidiano.
— Quien enseña es también aprendiz.
Finalidades de la educación de la interioridad
• Descubrir y vivir en contacto con nuestra esencia o ser original, reconocer qué somos y cómo somos, para vivir desde ahí la relación con nosotros mismos, con la realidad y con los otros.
• Reconocer, aprender a escuchar y a manejar la información de nuestras dimensiones relacional, física y psicológica; sin quedarse atrapado en ninguna de ellas, de modo que aquello que se gesta en la dimensión espiritual pueda fluir y manifestarse.
• Favorecer la emergencia de la sabiduría interior.
• Desarrollar la capacidad intuitiva y la actitud contemplativa ante la vida.
• Aprender a vivir y a interpretar las propias experiencias desde el diálogo interior.
• Ser y sentirnos libres interiormente para pensar, experimentar y expresar lo que somos. Aceptarnos. Fortalecer y mantener las propias cualidades positivas sin permitir que las influencias externas las debiliten. Pensar por uno mismo y no ser mero receptor de la información que se recibe.
• Desarrollar la capacidad de apertura a la trascendencia, el diálogo con la alteridad.
Educar la interioridad en educación Infantil y Primaria
La etapa de Infantil, y posteriormente la Primaria, se corresponden con el primer eslabón en el que empieza una educación formal. Después de lo visto hasta el momento, podemos preguntarnos si no es demasiado pronto el empezar a educar la interioridad a estas edades. Sin embargo, no porque los niños sean de corta edad dejan de tener mundo interior; más bien, podemos considerar este mundo suyo tan limpio y tan frágil que cualquier acercamiento a él exige un profundo respeto y responsabilidad por parte del adulto. Atiborrar de contenidos sobre interioridad esta etapa, además de no ser la finalidad de la misma, supone una temeridad.
El niño de estas edades está descubriendo el mundo y empezando a conocer quién es él. Es fundamental respetar sumamente su ritmo, no adelantarse jamás, pero tampoco dejar pasar el tiempo.
Educar la interioridad en esta primera etapa exige tal capacidad de observación y respeto por parte del educador, que sería agotador y sin sentido plantearla a base de descarga de información. Si somos observadores perspicaces enseguida nos daremos cuenta de que somos nosotros mismos quienes vamos a crecer, aprendiendo de ellos aquello que nos falta.
Hasta los tres años de edad, el principal camino metodológico para la educación de la interioridad sería la observación y la reflexión sobre lo que vemos. Con un currículo y unos objetivos que alcanzar al final de etapa, el educador de la interioridad en estas edades ha de estar muy motivado por lo que la interioridad es en sí misma, y sin lugar a dudas, haber apostado firmemente por invertir en su propia interioridad. En caso contrario, es preferible dejar pasar el tiempo y mantener la actitud observadora del principio por el tiempo que sea necesario, hasta que la propia reflexión sobre las cualidades, actitudes y comportamientos de los niños comience a crear interrogantes sobre lo que se puede hacer. No se ha perdido el tiempo. Con el mero hecho de observar y no intervenir, también se ha estado educando.
La interioridad nunca es neutral, no es un contenido externo que podamos poner o quitar a nuestro antojo; interioridad somos nosotros mismos, y el mero hecho de nuestra presencia ya está educando o dejando de hacerlo.
Después de la observación hasta los tres años, sobre los cuatro y cinco años van surgiendo disposiciones y actitudes que podemos empezar a trabajar. En cualquier caso, la apreciación es relativa; sabemos que algunas veces las diferencias evolutivas a estas edades pueden ser notables, y lo que en un grupo de cuatro años no se puede empezar a trabajar, puede que en un grupo de tres, los niños ya estén preparados para hacerlo. Ello dependerá de la propia apreciación del educador, de ahí su necesidad de observación y de escucha en relación con la evolución de cada grupo.
Al empezar la Educación Primaria, es decir, a partir de los seis años, los niños han evolucionado mucho y se han adaptado a lo que es la vida y los horarios de la escuela, han adquirido ciertos hábitos que facilitan el poder empezar a trabajar con un programa más o menos formal.
En cualquier caso la educación de la interioridad nunca se podrá plantear de un modo muy formal. Los contenidos no son impuestos sino que han de surgir de las necesidades del propio grupo, y en concreto de los niños que están en él. El mundo interior es frágil, vulnerable y particular de cada uno. ¿Quién puede atreverse a concretar cualquier «currículo» para el mundo interior? Esto no quiere decir que no haya una serie de áreas que podamos abordar, como veremos más adelante, y que haya un modo de poder hacerlo; la diferencia está en que no deberíamos de secuenciarlas a nuestro antojo sino en aquel momento en el que grupo las necesita y, a poder ser, las demande.
Educar la interioridad en Infantil y Primaria no consiste, pues, en «enseñar» interioridad como si de un banco de contenidos, recursos y actividades se tratara; no es «domesticar» al niño, sino hacerlo consciente de lo que le pasa, permitirle pensar por sí mismo y ayudarle a ser crítico. Consiste en tener una actitud «desde» (mi interioridad) y «hacia» (la interioridad del otro) que se manifiesta en:
• Saber detectar, aceptar, estimular, hacer crecer, vivir y expresar la interioridad con la que todos nacemos y que va creciendo o achicándose en la mism...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Título
- Índice
- Introducción
- I. BASES PARA UNA PEDADOGíA DE LA INTERIORIDAD
- II. PEDADOGíA DE LA INTERIORIDAD
- III. RECURSOS Y HERRAMIENTAS PARA EDUCAR LA INTERIORIDAD
- A modo de conclusión
- Página de créditos