Más allá de la escuela
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Más allá de la escuela

Historias de aprendizaje libre

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Más allá de la escuela

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Actualmente, hay muchas familias en todo el mundo que educan fuera de la escuela y desde siempre ha habido quienes se resistieron a ella, ejerciendo su capacidad de aprender de distintas maneras. Por esta razón, para hacer este libro buscamos historias reales que muestran que es posible y gozoso, aunque no por eso sencillo, aprender en libertad. Decidir que lxs hijxs no vayan a la escuela o ser docente y elegir salir de la escuela no son decisiones menores. ¿Qué llevó a un papá o a una mamá a tomar esa decisión? ¿Qué fue lo que hizo que una maestra dejara la escuela? ¿Y qué ocurrió después? ¿Qué cambios hubo en sus vidas? Esto es lo que nos cuentan las personas en este libro, a través de sus experiencias de vida en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, México y España.A lo largo de estas páginas, también encontrarán artículos de análisis que, desde perspectivas políticas, sociológicas, culturales y psicológicas, ahondan en las implicancias del sistema educativo, sus orígenes, sus devenires y consecuencias para el ser humano, la sociedad y la Tierra. Todas las personas interesadas en la educación, que valoren la infancia como etapa fundacional en la vida o que estén en la búsqueda de formas de vida más autónomas encontrarán en este libro interlocutores que las interpelan, que las invitan a pensar y repensar, a sentir y a conocer otros modos de aprender y de vivir. Esperamos que estos textos funcionen como espejos de aquellas sensaciones, emociones, pensamientos y preguntas que nos reúnen como seres humanos.

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Información

Editorial
Río
Año
2020
ISBN
9789878661773
Categoría
Pedagogía

Luchas por la libertad de aprender

por Gustavo Esteva 1
John Holt señaló alguna vez: “Los pájaros vuelan, los peces nadan, la gente aprende... Aprender es la experiencia de estar vivo, es una expresión de vitalidad. Solo dejamos de aprender cuando morimos”.
Cuando publicó En vez de educación y le preguntaron cuál palabra usaba en lugar de esta, dijo que ninguna. Forzado por el entrevistador, contestó: “Usaría la palabra vivir”. Estar vivo, vivir, significa, con toda precisión, estar aprendiendo. Y al hacerlo así, sin la dependencia de la educación, podemos vivir construyendo una sociedad en que se disuelvan el privilegio y la discriminación.
Freire e Illich se hicieron amigos cercanos desde que se conocieron, pero siguieron caminos enteramente distintos. Mientras Freire buscó toda su vida cómo mejorar el sistema educativo que tan eficazmente había criticado, Illich se dedicó a caracterizar a la sociedad que intenta educar a todxs sus miembrxs: la sociedad moderna, capitalista y patriarcal. Su crítica, que abarcó a todas las instituciones modernas, se concentró en escribir el epílogo del modo industrial de producción y sentar las bases de la reconstrucción convivial, para dejar atrás aquel tipo de sociedad.
No es fácil librarse de la educación, en la práctica o en los sueños. Lxs padres mandan a sus hijxs a la escuela convencidxs de que así vivirán mejor o al menos cumplirán un requisito necesario para ser aceptadxs en la sociedad moderna. Si bien la escuela produce resistencia en la mayoría de lxs niñxs, pocxs logran escapar de su efecto domesticador… y de su encanto. La escuela genera la convicción general de que en ella se está consumiendo algo útil y que aumentar la dosis, tanto como se pueda, será provechoso.
En este escrito reflexiono sobre los daños que causa la educación y sobre las luchas actuales por la libertad de aprender que constituyen uno de los movimientos sociales más amplios del mundo.
Más allá de la sociedad educadora
En la percepción convencional, la educación es sinónimo de igualdad. Los principales objetivos serían conseguirla y que todxs tengan las mismas oportunidades de acceso a ella. En la realidad, la educación produce lo contrario: es una de las principales fuentes de desigualdad e injusticia en la sociedad actual. Su resultado principal es siempre el mismo: la mayoría de la gente es separada del conjunto y descalificada de por vida. Según la UNESCO, 60% de lxs niñxs que actualmente ingresan al primer grado de la escuela nunca logrará llegar al nivel que en sus países se considera obligatorio. Estas personas serán discriminadas la mayor parte de su vida por no tener el documento que las certifique como ciudadanas legítimas. La educación, por tanto, puede ser legítimamente descrita como un instrumento de discriminación social de la mayoría de la población.
En años recientes, la minoría que logra llegar hasta el final de la escalera educativa enfrenta creciente sorpresa y frustración. La gente con diplomas tiene en su conjunto mayores ingresos que quienes carecen de ellos, pero se desvaneció ya el mito de que un buen diploma asegura un buen empleo. Ningún diploma certifica competencias específicas. El diploma de la mejor escuela de Derecho del mundo no asegura que quien lo porta sea un buen abogado. Hay buenos profesionistas sin título y muchos títulos sin profesionista: quien lo tiene no sabe hacer lo que su diploma dice. Se reconoce cada vez más, particularmente por parte de los empleadores, que los diplomas solo certifican cierto número de “horas-nalga”, es decir, el número de horas que una persona tuvo su trasero pegado a una silla oyendo a quien hablaba al frente. Un buen diploma solo dice: “esta persona logró acumular 15.000 horas-nalga”, lo que es, sin duda, un mérito grande, pero no asegura competencia alguna ni es garantía de un buen empleo.
Esto se hace particularmente evidente en quienes son rechazadxs al ingresar a la llamada educación superior. Los programas de estudio están diseñados para preparar a lxs estudiantes para seguir estudiando. Desde la pre-primaria se prepara a lxs niñxs para que puedan atender las clases del siguiente año. Esto culmina en la preparatoria, concebida para preparar a lxs estudiantes para que puedan estudiar en la universidad. Si son rechazados o rechazadas en esa etapa, toda esa “preparación” resultó básicamente inútil… aunque puede haberles enseñado a doblar la cabeza ante la autoridad y a dar a sus deseos la forma de mercancías.
La conciencia de las limitaciones y los daños del sistema educativo es cada vez más general. Es evidencia común que el sistema no está preparando a niñxs y jóvenes para la vida ni el trabajo, y que lxs desarraiga de sus lugares y sus culturas. Pero la educación sigue siendo la más sagrada de cuantas vacas se adoran todavía en el planeta y los diplomas se mantienen como ritual intocable.
Desde la última década del siglo XX, la crisis de los sistemas educativos empezó a reconocerse en todas partes. Esta crisis comprende dos elementos distintos:
  • la mayor parte de la gente no está recibiendo educación o la obtiene en dosis claramente insuficientes;
  • quienes la adquieren a un nivel satisfactorio no logran encontrar trabajo en aquello que estudiaron.
La reforma educativa mundial que supuestamente se concibió para superar esas limitaciones tiene en realidad otro propósito. De un lado, como ningún país podrá seguir pagando las facturas de educación y salud, la reforma programa la reducción de los presupuestos educativos, profundizando la exclusión que causa el sistema. De otro lado, se busca modificar los contenidos y las orientaciones de la educación para ajustarla mejor a las condiciones de un mercado de trabajo que tendrá empleos cada vez más degradados y escasos, salvo para una estricta minoría de alta calificación.
La reforma ha provocado resistencia en todas partes, aunque sin mucho éxito. Se mantiene la lucha por conseguir más y mejores escuelas, por proteger la escuela pública de los afanes privatizadores, por ampliar las oportunidades educativas. Esta movilización se complementa con empeños por atenuar los daños del propio sistema educativo, dentro de él o con formas de educación alternativa.
Al mismo tiempo, sin embargo, han estado proliferando en el mundo entero proyectos que intentan escapar de la educación, al considerar que es ella parte del sistema opresor y lo reproduce. En vez de este sustantivo, que impone dependencia, se recupera el verbo aprender y se crean espacios y condiciones en que se aprende en libertad, sin imposición de nadie. Iniciativas como Shikshantar y Swaraj, en la India, son similares a las Unitierra que se describen más adelante, y organizaciones semejantes se encuentran dispersas en Estados Unidos y Canadá, así como en Europa y América Latina.
Han surgido iniciativas para dar pleno reconocimiento social a cuantxs demuestren competencias y habilidades específicas y puedan exhibir qué saben, sin importar cómo y dónde lo aprendieron. Se rescata así del olvido, la humillación y la discriminación a muchísimas personas sabias y competentes que no son reconocidas ni admitidas como ciudadanas legítimas porque carecen de un diploma escolar avanzado. Hay ejemplos muy destacados en Colombia, en donde se encuentra la Universidad de la Tierra en Manizales y diversos colectivos combaten la obsesión del diploma. También existe, el Programa Andino de Tecnologías Campesinas (PRATEC), que desde hace décadas celebra los saberes tradicionales en Perú2. En México, don Efraim Hernández Xolocotzi, quien en la década del cuarenta abandonó los trabajos de la revolución verde al anticipar lo que implicaría, nos abrió el camino: se dedicó por muchos años a la que llamó tecnología de huarache, demostrando la superioridad de los saberes campesinos con los sabios del campo, a quienes celebraba.
Para evitar un mundo en que “el hermano mayor” (las elites, las corporaciones) nos eduque a todxs a su conveniencia, dejando a la mayoría en la subordinación, se empiezan a fortalecer y multiplicar formas de aprender y hacer lo que queremos bajo nuestros propios términos y condiciones. Así se crea un nuevo ambiente social en que crecer y aprender no reconozca ni produzca clases sociales. Mucha gente empieza a decir “No, gracias” ante las diversas ofertas educativas, mientras se ocupa de regenerar el arte de aprender. Está diciendo “¡Basta!” a esa forma específica de opresión.
No se trata propiamente de desescolarizar la sociedad, sino de darle la vuelta al sistema educativo. La “necesidad” de educación se creó artificialmente, mediante la fuerza o la propaganda. Esta necesidad se convirtió después en derecho y ha llegado a ser una forma de adicción social, que se refuerza con la imposición burocrática. Ha llegado la hora de resistir todo eso.
Algo que ya sabemos por experiencia es que buena parte de lo que se nos ofrece en el sistema educativo es basura. Del mismo modo que sabemos que ciertos productos son comida chatarra que no alimenta y que debemos evitar ser parte de la civilización del desecho que nos está inundando de basura, sabemos ya que buena parte de lo que se da en la escuela o en Internet no es sino basura: no tiene sentido adquirirla y mucho menos conservarla.
La educación no es otra cosa que la reformulación del acto de aprender bajo condiciones de escasez. Cuando se confina ese acto libre a los muros de la escuela o sus equivalentes, se produce de inmediato la escasez: no hay suficientes escuelas, maestros o paquetes de conocimiento para todxs. No depender de la educación significa recuperar la capacidad autónoma de aprender y con ello redescubrir un nuevo tipo de suficiencia. En libertad, con recursos de los que todxs podemos disponer, podríamos aprender cuanto necesitamos y queremos; no habría escasez alguna.
Para todo esto es importante saber en qué consiste saber: es una relación con lxs demás y con el mundo, no el consumo de una mercancía, de paquetes de conocimiento. Consumir uno de ellos implica, en el mejor de los casos, obtener información sobre el mundo. Sin embargo, saber supone aprender del mundo, al relacionarnos con él, con los demás o la naturaleza, por medio de la experiencia.
Un par de experiencias oaxaqueñas: las secundarias comunitarias y la Unitierra
El movimiento magisterial empezó en México en 1979 como una lucha contra un cacique particularmente autoritario y corrupto del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el sindicato más grande de América Latina (agrupa a más de un millón de maestros). Para llevar adelante la lucha se creó, en el seno del sindicato, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que ha ampliado sus bases hasta abarcar a más de la tercera parte de lxs maestrxs del país. En 1989 lograron sustituir al cacique, aunque solo para que se instalara otro en su lugar. Han persistido por ello en su lucha, tanto por reivindicaciones gremiales como por componentes pedagógicos. Desde 2013 se han concentrado en una oposición bien fundada y muy activa a la reforma educativa.
En 1995, en Oaxaca, la sección XXII del sindicato, la más aguerrida de la CNTE, empezó el Movimiento Pedagógico, que ha estado introduciendo innovaciones importantes, algunas muy radicales, en el seno del sistema oficial. Han organizado, por ejemplo, diez secundarias comunitarias donde se eliminaron asignaturas, clases y calificaciones. En grupos de dos a cinco, niños y niñas conciben proyectos comunitarios que consultan con lxs abuelxs, las autoridades y la comunidad en general, y realizan durante los tres años del período escolar. Lxs maestrxs, pagados por la Secretaría de Educación, funcionan sobre todo como escudos de lxs niñxs frente a las imposiciones burocráticas, aunque también pueden apoyarlxs en la realización de sus proyectos. Ejemplos como este demuestran que, incluso dentro de la rigidez del sistema educativo, es posible introducir innovaciones en el marco de una lucha social significativa.
Los pueblos indios de Oaxaca forman la mayoría de la población del Estado y expresan periódicamente sus puntos de vista en el Foro Estatal Indígena. En 1997 presentaron públicamente una declaración largamente meditada y discutida. Afirmaron que la escuela ha sido el principal factor de desmantelamiento y destrucción de las culturas indias. Recuperaban así una verdad histórica: en México, como en casi todo el mundo, el sistema educativo se estableció con el propósito explícito de “desindianizar a los indios”, lo que logró en una medida importante, ya que millones de personas indígenas perdieron su condición durante sus años de escuela. El Foro de Oaxaca reconoció ese hecho y trató de hacerle frente.
El hecho de que algunas comunidades cerraran las escuelas y corrieran a lxs maestrxs produjo un gran escándalo. Se denunciaba en la primera plana de los periódicos que así condenaban a lxs niñxs a la ignorancia y que eso no debía ser la autonomía de los pueblos indios. A pesar de las presiones, algunas comunidades persistieron. Dos años después, un antropólogo quiso darles una lección a los padres comparando, mediante pruebas específicas, lo que sabían niñxs que iban a la escuela con lxs que no iban. Para sorpresa general, lxs que no iban a la escuela no solo habían aprendido cosas prácticas para vivir en sus comunidades, sino que estaban también mejor preparadxs para leer, escribir, contar, e incluso en las materias habituales de la escuela, como historia o geografía. Lxs niñxs que iban a la escuela solo tenían una ventaja: sabían cantar el himno nacional, lo que destaca uno de los propósitos del sistema. En las comunidades que cerraron escuelas se demostró lo que hace tiempo sabe la UNESCO: cualquier persona puede aprender a leer en no más de tres semanas o un mes si adquiere esa habilidad con otra persona, no en un grupo, y por su propio interés, no por obligación. Hay niñxs del sistema oficial que apenas pueden leer los diplomas que se les entregan después de seis años de escuela.
Un grupo de esas comunidades nos planteó más tarde su preocupación: ¿qué pasaría con lxs jóvenes interesadxs en aprender algo que no se supiera en su comunidad? Al carecer de diplomas, no podrían continuar sus estudios. Para enfrentar esa dificultad creamos, con una coalición de organizaciones indígenas y no indígenas, la Universidad de la Tierra en Oaxaca. No tiene profesores, salones de clase, currículos o edificios (salvo unas pequeñas instalaciones rentadas en la ciudad de Oaxaca)3. Se aprende haciendo lo que se quiere aprender. Uno de los fundadores de la Unitierra, un intelectual y compositor zapoteco, le dio su nombre: señaló que esa universidad debía tener siempre los pies en la tierra y que debía ocuparse siempre de la Madre Tierra.
Desde el principio nos planteamos que la Unitierra no debería crecer demasiado. Pero la idea ha empezado a m...

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