Primera Parte
NOOSFERA
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La Sociedad del Conocimiento desigual
Vivimos, desconfiados cuando no decepcionados, en un mundo inquietante y contradictorio, de avances y retrocesos, lleno de incertidumbres e inseguridades y de temor por el futuro de nuestro bienestar y de las jóvenes generaciones. Para enmarcar unos acontecimientos que impactan en la comunicación y se escapan a una explicación única parece útil apuntar un cuadro general de contexto.
1. Una vision holística: transiciones hacia alguna parte
A) El contexto general está marcado por un sistema económico muy dominante —por no decir exclusivo a escala planetaria— que está en proceso de readaptación a los cambios, en claves de capitalismo global y transnacional bajo dirección financiera, que sitúa en un rol central la gestión del capital cognitivo, pero que está lejos de haberse estabilizado.
El capitalismo fordista se basaba en un régimen de acumulación (fordista), un paradigma tecno-económico (taylorismo), una regulación social (el contrato social propio de la sociedad del bienestar o relación salarial) y una división internacional del trabajo (internacionalización) y ello supuso un largo crecimiento estable (Husson, 2014). Por su parte, el capitalismo cognitivo altera esos principios dando protagonismo al capital financiero que pivota sobre la gestión del conocimiento y la innovación, con un modo social de regulación todavía inestable que se caracteriza por la desposesión, la flexibilidad y la individualización social, una expansión global de los mercados y la emergencia de nuevos países industrializados.
Cuadro 1. Capitalismo fordista versus capitalismo cognitivo y global
| | Capitalismo fordista | Capitalismo cognitivo y global |
| Régimen de acumulación | Fordismo | Economía del conocimiento y financiera |
| Paradigma tecno-económico | Taylorismo | I+D+i |
| Modo social de regulación | Relación salarial | Flexibilidad, individualización y fragmentación |
| División internacional del trabajo | Internacionalización | Globalización con países emergentes |
No funcion ya las correspondencias que la «escuela de la regulación» de los años noventa —Boyer, Aglietta…— planteaba entre el «régimen de acumulación» y el «modo social de regulación», especialmente por la inestabilidad e indefinición actual del segundo que no ayuda a encarar una reproducción sistémica mediante una institucionalización económica que le ofrezca estabilidad.
Hoy carece de la coherencia necesaria para articular unas relaciones constructivas entre las inmensas capacidades productivas sistémicas y unas —débiles— demandas doméstica y pública capaces de absorberlas, lo que conlleva una crisis de la regulación social. La nueva acumulación de capital se realiza desde una inmensa desvalorización del factor trabajo, incluido el muy productivo trabajo cognitivo o basado en el valor añadido del saber. Esa lógica, eso sí, permite recuperar la tasa de beneficio del capital sobreviviente y que crece, y mucho, en medio de la crisis actual, a costa de una gran destrucción de capitales y de empresas del modelo anterior. Pero a ello hay que añadir el desequilibrio de la economía global y la contradicción entre el modelo energético y el desafío climático (Husson, 2013).
En lo que Beck llamaba la «segunda modernidad» (2004: 12) no hay visos de que se esté fraguando una gobernanza mundial para imponer un modelo estable y alternativo al ya enflaquecido modelo de «Estado del Bienestar» de los países occidentales.
B) El capitalismo inmaterial o cognitivo se presenta bajo el control y la hegemonía abrumadora de los capitales financieros, que han conseguido desplazar el liderazgo de las clases política y mediática y ponerlas a su servicio, endosando a la sociedad sus intereses y hasta sus quiebras. Definir las políticas económicas y financieras y quitar y poner gobiernos saltándose democracias y gobernanzas, es la última hazaña de la desregulación ensoberbecida.
Tras la debacle de los títulos subprime, la crisis de las hipotecas y la entrada en pérdidas multimillonarias de muchas instituciones financieras, e incluso con la quiebra en dominó de algunas muy importantes como Lehman Brothers, se suponía que había que refundar el capitalismo con una nueva regulación global. Así lo demandó Sarkozy en Davos el año 2008. Se trata de una crisis sistémica —económica, ecológica, cultural y política— así como una crisis financiera producida por el irresponsable sistema bancario del paraíso neoliberal. Pero es más una crisis en el sistema que del sistema, con pocos riesgos de derrumbe por implosión aunque sí de desvertebración, insostenibilidad o barbarie.
Parecía, ante la indignación social mundial, que el poder político se ponía manos a la obra para rehabilitar el sistema mediante una profundización democrática y una nueva regulación que impidiera que nada semejante volviera a ocurrir. Lo cierto es que las promesas se quedaron en nada.
Al contrario y poco después, el sistema financiero mundial causante de la crisis, doblegó a los sistemas políticos democráticos y los presupuestos públicos —a excepción parcial de Islandia— mediante la socialización de las pérdidas y al precio del deterioro general del nivel de vida y de una gigantesca redistribución negativa de la renta. Los Estados democráticos, asumiendo políticas neoliberales en la etapa menos propicia para ello, aceptaron una doble dinámica de deterioro del Estado del Bienestar y de renuncia a su misión para la buena vida ciudadana.
Un ejemplo. Tuvieron que suicidarse varias personas, plantarse los jueces que a pie de portal han debido ejecutar miles de desahucios en España y una llamada de atención de la Unión Europea (UE) sobre una legislación hipotecaria que deja en indefensión a los embargados, para que la clase política se viera obligada a encarar el tema, y muy parcialmente. Otro ejemplo. Esa reorientación incluye la estigmatización, desde las elites dominantes y las clases medias, de la cultura de colectivos enteros como la clase obrera tradicional empobrecida (chavs) antaño desafiante del sistema y hoy catalogada como incapaz para aprovechar las oportunidades del sistema (Jones, 2012).
C) La crisis sistémica y financiera se está canalizando por la vía de la acumulación por desposesión de espacios no mercantiles, de activos ajenos o de grandes colectivos (Harvey, 2004). Las políticas de los Estados sobrepasados son o bien agresivas u optan por la omisión. Han renunciado a satisfacer las demandas ciudadanas, lo que era elemental en la anterior era de la Sociedad del Bienestar.
Mientras tanto las empresas transnacionales y fondos financieros campan por sus respetos y disciplinan a sus intereses al FMI o a las autoridades comunitarias y sólo quedan como espacios democráticos —dependientes y deteriorados pero también como espacios de protesta y presión social— los ámbitos estatales, nacionales y locales. Los capitales financieros parasitan e instrumentalizan los sistemas políticos.
Ello se complementa con un nuevo eje para la política institucional como es la apuesta por la seguridad interior y la vigilancia por parte de los Esta...