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Los mejores textos eclesiales de la Liturgia de las Horas
Selección y comentarios
- 144 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
Siempre las Vigilias de la Liturgia de las Horas se han caracterizado por extensas lecturas extraídas de la Biblia y de autores eclesiásticos. Entre estos últimos, los Padres de la Iglesia sobresalen. Son joyas del tesoro eclesial que vienen después de la lectura bíblica, sobre todo del Antiguo Testamento pero también del Evangelio y de los otros textos del Nuevo. Y desde aquí nos acompañan en la vida de cada día, llenos de una frescura siempre nueva. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat, nos propone una selección de estas lecturas: "Seleccionar los textos que pueden parecer mejores es una tarea discutible. Sin embargo, la selección hecha puede ayudar a hacer una iniciación elemental a los textos de la Liturgia de las Horas que en última instancia nos permitirán entrar en el espíritu de la liturgia".
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Información
Cuaresma, Triduo Pascual y Pascua. Liturgia de las Horas II
Propio del tiempo
Jueves después de Ceniza
De los sermones de san León Magno, papa
(Sermón 6 sobre la Cuaresma,, 1-2: PL 54, 285-287; y BAC 291, San León Magno, 185-188)
A pesar de su antigüedad, esta homilía presenta una espiritualidad muy válida sobre la Cuaresma. Por encima de todo, la preparación de la Pascua. Pero sin olvidar el lugar que ocupa el bautismo, el ayuno como abstención de todos los vicios, la limosna como misericordia y el compartir como un requisito para todos los hombres.
Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia
Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es para cada fiel verdadero adoctrinamiento que le lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay, manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la creatura inteligente una acción de gracias.
Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige con más urgencia una preparación y una purificación del espíritu.
Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no solo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que desde hace tiempo se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.
Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, hay que insistir ante todo para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.
Por ello en estos días hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que todos los cristianos deberían realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no solo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros propios vicios.
Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.
Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no debe verse nunca impedido hasta tal punto que no podamos realizar libremente lo que es bueno ante Dios y ante nuestros hermanos. Pues de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad, no es bienaventurado en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.
Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no solo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen.
Martes de la Semana II de Cuaresma
De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los Salmos
(Salmo 140, 4-6: CCL 40, 2028-2029; y BAC 264, Obras de san Agustín, 22, 639-642)
El comentario más emblemático sobre la liturgia de las Vísperas conduce a la sana presentación de la pasión y resurrección de Cristo como base de la oración cristiana.
La pasión de todo el cuerpo de Cristo
Señor, te he llamado, ven deprisa. Esto lo podemos decir todos. No lo digo yo solo, lo dice el Cristo total. Pero se refiere sobre todo a su cuerpo personal; ya que, cuando se encontraba aquí, oró con su ser de carne, oró al Padre con su cuerpo, y mientras oraba, las gotas de sangre destilaban de todo su cuerpo. Así está escrito en el Evangelio: Jesús oraba con más insistencia, y sudaba como gotas de sangre. ¿Qué quiere decir el flujo de sangre de todo su cuerpo, sino la pasión de los mártires de toda la Iglesia?
Señor, te he llamado, ven deprisa; escucha mi voz cuando te llamo. Pensabas que ya estaba resuelta la cuestión de la plegaria con decir: Te he llamado. Has llamado, pero no te quedes ya tranquilo. Si se acaba la tribulación, se acaba la llamada; pero si en cambio la tribulación de la Iglesia y del cuerpo de Cristo continúan hasta el fin de los tiempos, no solo has de decir: Te he llamado, ven deprisa, sino también: escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. Cualquier cristiano sabe que esto suele referirse a la misma cabeza. Pues, cuando ya el día declinaba hacia su atardecer, el Señor entregó sobre la cruz el alma que había de recobrar, porque no la perdió en contra de su voluntad. Pero también nosotros estábamos representados allí. Pues lo que de él colgó en la cruz era lo que había recibido de nosotros. Si no, ¿cómo es posible que, en un momento dado, Dios Padre aleje de sí y abandone a su único Hijo, que efectivamente no es sino un solo Dios con él? Y no obstante, al clavar nuestra debilidad en la cruz, donde, como dice el Apóstol, nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, exclamó con la voz de aquel mismo hombre nuestro: Dios mío, Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Por tanto, la ofrenda de la tarde fue la pasión del Señor, la cruz del Señor, la oblación de la víctima saludable, el holocausto acepto a Dios. Aquel sacrificio de la tarde realizó la ofrenda matutina de la resurrección. La oración brota pues pura y directa del corazón creyente, como se eleva desde el ara santa el incienso. No hay nada más agradable que el aroma del Señor: que todos los creyentes huelan así.
Así, pues, nuestro hombre viejo, son palabras del Apóstol, ha sido crucificado con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud del pecado.
Martes de la Semana III de Cuaresma
De los sermones de san Pedro Crisólogo, obispo
(Sermón 43: PL 52, 320. 322)
Los tres elementos típicos de la Cuaresma –la oración, el ayuno y la limosna designada como misericordia– se describen como inseparables. Así es como la doctrina del Sermón de la montaña se vuelve más comprensible.
La oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe
Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, y la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan recíprocamente.
El ayuno, en efecto es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlas, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca: que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído, a quien no cierra los suyos al que le suplica.
Que el que ayuna, entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda, quien desea que le responda a él. Es un indigno suplicante quien pide para sí lo que niega a otro.
Díctate a ti mismo la norma de la misericordia de acuerdo con la manera, la...
Índice
- Presentación
- Introducción
- Adviento y Navidad. Liturgia de las Horas I
- Cuaresma, Triduo Pascual y Pascua. Liturgia de las Horas II
- Tiempo ordinario semanas I-XVII. Liturgia de las Horas III
- Tiempo ordinario semanas XVIII-XXXIV. Liturgia de las Horas IV