El Enigma del Deseo
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El Enigma del Deseo

Sexo, Anhelo y Pertenencia en Psicoanálisis

Galit Atlas

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El Enigma del Deseo

Sexo, Anhelo y Pertenencia en Psicoanálisis

Galit Atlas

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Información del libro

En El enigma del deseo: sexo, anhelo y pertenencia en psicoanálisis Atlas examina lo que ella llama los aspectos Enigmático y Pragmático de la sexualidad, el anhelo, el deseo femenino, la inhibición sexual, el embarazo, la paternidad y la creatividad. La autora se centra en los niveles de comunicación que tienen lugar en los espacios más íntimos: entre las madres y sus bebés, entre amantes, en el vínculo inconsciente entre dos personas en la consulta, donde dos individuos se sientan solos en un cuarto, mirando y escuchando, respirando y soñando.

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Información

Editorial
Routledge
Año
2020
ISBN
9781000380651
Edición
1
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis

CAPÍTULO 1

Introducción: deseos, madres y otros

Quisiera empezar con una confesión: mi primera madre era kleiniana. Me parece que eso significa que, por lo menos genéticamente, soy también kleiniana. Tras esto tuve también otros “padres” profesionales-clínicos relacionales y pensadores que me educaron, inspiraron, y enseñaron el conocimiento Enigmático y Pragmático.1 Silenciosamente, acentos extranjeros y múltiples lenguajes mantienen el afecto y el deseo.
Sexualidad, deseo, la Madre Enigmática y Pragmática y su cuerpo, son el foco central del presente libro. El enigma del deseo es también el nombre de la evocativa obra de Salvador Dalí de 1929, la cual fue subtitulada Mi madre, mi madre, mi madre. En 1929, el mismo año en el que creó dicha obra, Dalí se unió a un grupo de artistas interesados en el psicoanálisis y el inconsciente, quienes encontraron en Freud y en su teoría la inspiración para dicho movimiento. Dalí se sentía perseguido por secretos y fantasmas2 de su familia. Además, entre otros temas de su trabajo, abordó tanto lo sexual como el anhelo por el cuerpo de la madre, todo ello explorando el espectro racional e irracional. En este libro, me sumerjo en las zonas de lo conocido y de lo desconocido, en los fantasmas y los demonios, e introduzco diversos niveles de deseo y anhelo, dentro y fuera de la relación analítica. Continúo buscando y preguntando: ¿Mi madre? ¿Mi madre? ¿Mi madre?
Meltzer, en su teoría del conflicto estético (Meltzer y Williams, 1988), escribió sobre las tensiones emocionales generadas en el infante por cualidades enigmáticas de la madre, un conflicto primario entre “la hermosa madre, que es tangible , y sus aspectos desconocidos, su interior invisible. Creo que, para Freud, la relación con la madre era el enigma principal. En el análisis del sueño de Irma, Freud (1990, p. 111) escribe: “existe, por lo menos, un punto en cada sueño que es inexplorable —un ombligo, por así decirlo, que es un punto de contacto con lo desconocido”. Su método racional estudió la relación padre-hijo, así como la escena edípica, creando una jerarquía entre la fase más madura que está vinculada al padre y al hijo, y la fase más primitiva que se refiere a la madre (mujer) y al bebé. Freud enfatizó las maneras en que nos desarrollamos hacia un punto en el cual la racionalidad domina y reemplaza lo irracional (Donde Ello era, Yo debe advenir). El lenguaje y la estructura lógica estaban concebidos para sustituir lo que Freud identificó como primitivo pero que, al mismo tiempo, reconoció como el núcleo del enigma. Los lazos con la madre, con el cordón umbilical, son representaciones de lo desconocido y de los aspectos misteriosos de nuestra existencia, incluyendo el nacimiento y la muerte.
Muy a menudo entendemos la relación madre-infante como basada únicamente en la crianza y la sensualidad. En una terapia, asumir el rol de la madre que nutre puede funcionar como la forma en la que la terapeuta evita el material erótico que emerge entre ésta y el paciente. Entre otras cosas, las terapeutas mujeres perpetúan la fusión madre-infante con pacientes hombres con el fin de negar sentimientos sexuales amenazantes (Lester, 1985; Welles y Wrye, 1991). Voy a cuestionar el supuesto de que entre la madre y el bebé exista una relación meramente sensual y exploraré el componente sexual que también pertenece a esta díada, revisitando la teoría de la sexualidad. Lo que intento es mantener la tensión dialéctica que existe entre dos modos, separados pero no jerárquicos (edípico y preedípico). De esta forma, me centro en los lazos de la madre y del bebé, pero no como una fase primitiva, menos desarrollada que conduce a una fase edípica más desarrollada; sino, más bien, como un ámbito independiente que tiene su propia complejidad e incluye diversos niveles de sexualidad, deseos y conocimiento, tanto Enigmático como Pragmático. Haciendo un recuento de los relatos psicoanalíticos, ilustraré tanto los deseos del analista y del paciente, como las maneras en que éstos se desarrollan en la clínica.

¿Qué es Enigmático y Pragmático?

Este libro presentará una nueva reflexión con respecto a lo que llamo nociones Enigmáticas y Pragmáticas; además de cuestionar la relación binaria entre lo conocido y lo desconocido, lo interno y lo externo, lo visible y lo invisible, así como lo masculino y lo femenino. Los aspectos Pragmáticos de la subjetividad e intersubjetividad son racionales, lógicos, operacionales, definibles, prácticos y sensatos. En la observación de infantes, por ejemplo, podemos ver una díada en el diálogo e indicar cómo el mundo de las secuencias de acción del bebé es procedimental. Esto incluye orientación espacial hacia y fuera de la pareja, emoción facial y vocal (como la prosodia, intensidad y tono), procesos atencionales y tacto (ver más en Beebe, 2005; Beebe y Lachmann, 2013; Beebe et al., 2010). Los elementos Pragmáticos son complejos, verbales y no verbales, y pueden ser observados, medidos y evaluados.
En comparación, los aspectos Enigmáticos de la subjetividad e inter-subjetividad son complejos y ambiguos, y mucho más difíciles de identificar y, aún más, de determinar o especificar. Con respecto a la observación, dichos aspectos son opacos, misteriosos, laberínticos, polisémicos, y a menudo nos dejan con más preguntas que respuestas. Pero si el psicoanálisis es el estudio de la subjetividad y de la intersubjetividad, del consciente y del inconsciente, de lo intrapsíquico y de lo interpersonal, entonces debe también hacer frente a las dimensiones intra- e inter-humanas, que son ambas Pragmáticas y Enigmáticas, sin reducir la una a la otra. Esta perspectiva enfatiza la tensión entre la oscuridad y la luz, entre lo que somos capaces de ver y medir, y lo que solamente podemos sentir o escuchar. Desde este punto de vista, lo Enigmático y lo Pragmático no son solo opuestos, sino necesarios y complementarios entre sí. Podemos ver y formular algunos aspectos de nuestra existencia, y otros solo los podemos sentir o experimentar mediante la escucha de lo que no se dice, del silencio entre las notas o, como lo describo en el capítulo dos, del vacío que sostiene todo.

El conocimiento Enigmático

Este libro se centra en los niveles de comunicación que tienen lugar en los espacios más íntimos: entre las madres y sus bebés, entre amantes, en el vínculo inconsciente de dos personas —como en la sala de consulta, donde dos individuos se encuentran solos en un cuarto, mirando y escuchando, respirando y soñando. Yo desafío el orden jerárquico de lo edípico y preedípico, cuestionando la hipótesis psicoanalítica de que lo edípico es una fase más desarrollada y la primera base para la sexualidad. Mi punto de vista enfatiza la díada madre-infante no tanto como desorganizada o primitiva, sino como igualmente compleja y sofisticada, una díada que tiene sus propias dinámicas, lenguajes y deseos. Este lenguaje es diferente del lenguaje verbal estructurado de la fase edípica que conocemos: el lenguaje en prosa. Es un lenguaje donde las declaraciones no son tan importantes como las pausas y las respiraciones; es un lenguaje de música y de intervalos, Enigmático y Pragmático. Los elementos Pragmáticos están basados en el modelo de interacción multi-sensorial de la díada madre-bebé, que incluye patrones de excitación, regulación, contacto corporal, mirada, ritmo vocal y facial, y así sucesivamente; lo Enigmático, como la poesía, nunca está totalmente expuesto, y cada intento por describirlo distorsionará su esencia. Como Heschel señala cuando se refiere a lo enigmático en la religión, “Las palabras religiosas son indicadores de aquello que va más allá de la expresión, son los gestos hacia lo inefable. Y puesto que es lo inefable lo que están gesticulando, deben permanecer siempre siendo solo eso: gestos, más que representaciones precisas o adecuadas” (Held, 2013, p. 106).
En la exploración de lo expresivo y de lo que está más allá de la expresión, me apoyo en diferentes tradiciones psicoanalíticas y modelos de la mente. Por un lado, me baso en una tradición más racional, cuyas raíces se encuentran en el modelo hidráulico de la energía de Freud; por otro, en las tradiciones basadas en modelos más hermenéuticos. Al examinar diferentes lenguajes, traducciones e integraciones, centrándome en el nacimiento, la muerte, la sexualidad y los vínculos humanos, viajo con la teoría y con mis pacientes multiculturales de Occidente a Oriente y luego de regreso, de Europa y América al “Este de Freud” (Atlas-Koch, 2011): Irán, Israel y el mundo árabe; así examino la sexualidad y la intimidad como teñidas por los matices del lenguaje y del acento. Posterior a Laplanche y Kristeva, y a la integración del psicoanálisis relacional americano con la investigación infantil, las teorías francesas y británicas de las relaciones objetales, me encuentro en medio de un puente entre el pasado y el presente, la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, lo Enigmático y lo Pragmático, con un esfuerzo por integrar y traducir las relaciones de objeto al lenguaje relacional intersubjetivo. En esta línea, tiendo un puente entre la teoría de la psicología de una-persona con la perspectiva de dos personas en una habitación.
Dado que asumo que mi patria y mi lengua materna están siempre implícitamente presentes en mi mente y en mi escritura, mis madres profesionales han sido consciente e inconscientemente parte de mi identidad profesional —sobre todo, mi querida amiga y maestra Jessica Benjamin. La teoría de la intersubjetividad y sexualidad de Benjamin es parte esencial de mi perspectiva, a veces de maneras más conscientes y explícitas, y otras de maneras más enigmáticas. Y, mientras mi investigación del enigma del deseo se vincula con las raíces de los objetos relacionales de la intersubjetividad (Brown, 2011), ésta se lleva a cabo en el espacio intersubjetivo entre el analista y el paciente como un proceso bidireccional entre dos personas con dos sistemas psicológicos diferentes. De este modo, exploro los niveles de comunicación y las maneras en que escuchamos en el tratamiento y nos sumergimos en los matices de la “díada es diálogo” (Beebe y Lachmann, 2013), toco capas de experiencia y existencia, y desafío el orden jerárquico en el que se encuentra el psicoanálisis.
Al poner una lupa sobre la díada madre-bebé, examino a la madre como un rol y como una función, como un objeto de gratificación y como un sujeto que desea y es deseado, entendiendo que esto va a significar que tanto el padre como el triángulo edípico serán frecuentemente excluidos de este diálogo. Mi objetivo es investigar el micro-momento en lugar de investigar la estructura extensa del desarrollo. Reconozco que el triángulo tiene su propia relevancia y significado, pero elijo concentrarme, principalmente, en esa díada (que es percibida como más primitiva) y en los triángulos dentro de esta (ver Benjamin, 2004b), examinar su textura y reposicionarla en el espectro psicoanalítico.
Al explorar el origen materno del enigma del deseo, me muevo desde la discusión analítica más tradicional del pecho como una función materna a la exploración de la parte más oculta e incluso amenazadora del cuerpo femenino: la vagina. La vagina y el pecho representan dos partes diferentes de la madre: una que es más visible, funcional, y, en ese sentido, más Pragmática; y la otra que se encuentra más oculta, que es más desconocida, y que representa el nacimiento, la muerte y el enigma de nuestra existencia. Sostengo que lo Enigmático y lo Pragmático existen simultáneamente y que no podemos concebir el uno sin el otro.
Desde el punto de vista cultural, existe una presunción de que las mujeres serán más enigmáticas, dado que sus órganos sexuales son internos, mientras que los hombres serán pragmáticos, ya que sus genitales son externos. En este sentido, desafiaré este binomio y propondré que lo que parece ser una dicotomía en realidad oculta una similitud básica: ambos, hombre y mujer, sostienen aspectos Enigmáticos y Pragmáticos, visibles (clítoris, pechos, pene) e invisibles (vagina, próstata). No obstante, en los hombres a menudo se da una negación de los genitales internos, los cuales están proyectados en el cuerpo y la identidad femenina (Kestenberg, 1968; Quindeau, 1913).
Al aceptar el supuesto de que lo Enigmático y lo Pragmático pertenecen tanto a hombres como a mujeres, se abre un camino para el mantenimiento de la tensión dialéctica de las diferencias y similitudes entre éstos. Es una manera de abrir el espectro que implica lo que Quindeau (2013) llama la disociación de lo sexual, que separa la esfera sexual de la reproductiva3 y en ese sentido elimina las diferencias biológicas entre los sexos y percibe las diferencias como un simple producto de las normas heterosexuales culturales. Abordando esta división entre la naturaleza y la cultura, y enfatizando el importante rol que ambas juegan en la experiencia de nuestra sexualidad, en los capítulos ocho y nueve cuestiono el aspecto heteronormativo cultural que divide entre lo femenino y lo masculino y niego el hecho de que todos tenemos tanto diferencias biológicas como igualdad física y psicológica (ver más en Atlas-Koch, 2011; Atlas, 2012).
Muchas veces al escribir sobre la madre, describo una función, una cualidad materna no necesariamente relacionada al sexo o género, sino una cualidad humana que pertenece tanto a hombres como a mujeres. En otras ocasiones, me refiero al cuerpo femenino concreto y asumo que el enigma de la feminidad existe en la luz y en la sombra de hombres y mujeres, pues todos salimos del cuerpo de una mujer y, al menos en la fantasía, volvemos a éste cuando morimos. Como he descrito a lo largo del libro, el cuerpo de la madre es existencial, amorfo, y de diferentes modos, sin distinción de sexo y género, una parte inherente de nuestra psicología. Como hijos e hijas, dialogamos con el cuerpo de nuestra madre; como hombres y mujeres, nos encontramos internamente con su identidad y mantenemos partes de esta en nuestro interior.

La cocina

¿Cuál es la relación entre la cocina y el deseo prohibido? Ésta es la pregunta que me hago en el capítulo nueve. A través de los años, la imagen de la mujer en la cocina se ha convertido en una imagen no sexual de un ama de casa invisible, una que alimenta las necesidades de los otros pero que no se presenta con necesidades propias. Aquí introduzco una cocina diferente, la cual contiene subjetividades y deseos, así como partes ocultas de la sexualidad de las mujeres. A lo largo del libro, presento la cocina no solo como el cuarto de la mujer donde cocina para otros, sino también como un espacio sexual y sensual, simbólico, para la auto-gratificación: alimentarse a sí misma, tocarse a sí misma, desearse a sí misma. En algunos casos (capítulo once), la cocina se convierte en una metáfora del inconsciente y del proceso analítico. En la cocina, algo se está cocinando. No siempre podemos saber qué es, pero podemos aprender a confiar en que está lleno de ingredientes del pasado y del presente, y en que la preparación es para el futuro.
Al abordar el modelo alimentario de continente/contenido de Bion, Ferro (2009) usa la metáfora de la cocina. El analista es el chef que cocina, procesa los elementos beta y los transforma en forma digerible para el paciente, siempre probando el plato de muestra, ajustando, modulando y regulando lo que se sirve en la cocina en respuesta a la retroalimentación inconsciente del paciente. Cuando uso la metáfora de la cocina, en lugar de identificar al analista con el cocinero y al paciente con la persona a la que se le está sirviendo un plato, describo al analista como invitando al paciente a la cocina, donde los dos cocinan y procesan los ingredientes, degustando y modificando conjuntamente los platos, colaborando el uno con el otro. El proceso al que mi paciente Sophie (capítulo once) denominó “cocinar juntas” fue una manera de co-crear una profunda forma de pensar y sentir que no pertenece ni al paciente ni al analista en exclusiva (Atlas, 2013b, 2013c). En “Sexo en la cocina” (capítulo nueve), amplío la mirada e incluyo la mente sexual, así como elementos autoeróticos. Empiezo con la cocina de mi abuela en Irán y exploro el ámbito del deseo: comida, placer e inhibición, autoerotismo y masturbación —todo lo que se relaciona con el misterio del deseo femenino.

La organización del...

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