Jeremías
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Jeremías

Poema dramático en nueve cuadros

  1. 288 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Jeremías

Poema dramático en nueve cuadros

Descripción del libro

Stefan Zweig escribió esta obra de teatro entre la primavera de 1915 y principios de 1917, en plena Primera Guerra Mundial. Pacifista acérrimo, escogió la figura de Jeremías, el profeta judío que predicaba en vano, para encarnar el trágico papel del "derrotista", como tildaban los enardecidos patriotas partidarios del conflicto bélico a aquellos que, como Zweig, defendían la importancia de llegar a un entendimiento entre las naciones. El autor plasmó en "Jeremías"—una de sus obras más personales— los ideales humanistas que defendió durante toda su vida."El más bello ejemplo de esa augusta melancolía que sabe ver, más allá del cruel drama del presente, la eterna tragedia de la humanidad".Romain Rolland

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Información

Editorial
Acantilado
Año
2020
ISBN del libro electrónico
9788418370083

SEXTO CUADRO

VOCES A MEDIANOCHE

¡Ya cae el día, ya se tienden las sombras de la noche!
JEREMÍAS 6, 4
El dormitorio del rey Sedecías, una habitación amplia y suntuosa, cuyos contornos se pierden en la oscuridad. La única iluminación es la que procede de una lámpara dorada en forma de copa que cuelga del techo y la que penetra a través de una ventana abierta de par en par, desde la que se puede ver la ciudad de Jerusalén y por la que entra a raudales la pálida luz de la luna. En primer término hay una mesa amplia, con asientos bajos; al fondo, en el centro de la estancia, se encuentra el lecho con dosel.
Sedecías está inmóvil junto a la ventana, contemplando la ciudad que resplandece bajo el fulgor de la luna. Todo está en calma; el propio rey forma parte de esta perfecta quietud. Un joven paje entra por la puerta y se dirige a él. Espera respetuosamente a que el rey advierta su presencia. Sin embargo, Sedecías no se vuelve, sigue mirando inmóvil hacia la noche.
EL JOVEN PAJE (Espera un momento y luego se dirige al rey con mucho respeto y prudencia) ¡Mi rey! (Sedecías se vuelve hacia él como asustado) Medianoche, mi rey. Es la hora a la que me ordenasteis llamar al consejo a vuestra presencia.
SEDECÍAS ¿Se han reunido todos?
EL JOVEN Todos, como vos ordenasteis.
SEDECÍAS ¿Los ha visto el pueblo o alguno de los sirvientes?
EL JOVEN Nadie, mi rey. Los traje hasta aquí en secreto.
SEDECÍAS ¿Y el espía? ¿Está apartado de ellos?
EL JOVEN Aguarda en la antecámara de los porteros.
SEDECÍAS Que espere. Primero llama al consejo. (El joven se inclina para hacer una reverencia, levanta los cortinajes de la puerta y desaparece. Sedecías se queda solo, recorre la estancia de un lado a otro, con pasos enérgicos, al final regresa junto a la ventana y vuelve a mirar por ella) ¡Nunca había visto brillar las estrellas como esta noche! Forman hileras, relumbran blanquecinas y difusas sobre la oscuridad del cielo, como si fueran los trazos de una escritura que nadie logra descifrar. Por lo que dicen, en Babilonia hay intérpretes y sacerdotes que se consagran a esta tarea y hablan con las estrellas por la noche. Hay reyes que escuchan la voz de sus dioses directamente; tienen torres y suben a lo más alto para buscar una respuesta en el cielo cuando su corazón arrastra tantas tinieblas como el primer día de la Creación. ¿Por qué yo no tengo a nadie que sepa interpretarme el futuro? ¡La verdad es que resulta terrible ser siervo de un Dios al que ni ojo vio ni oído oyó y que guarda perpetuo silencio! (Se queda largo rato contemplando la ciudad) El sueño cubre a aquellos sobre los que reino, descansan al lado de sus mujeres o junto a sus armas… todos duermen mientras yo velo y cargo con su angustia. Tengo que obrar con prudencia, pero ¿quién me aconsejará? Tengo que guiarlos, pero ¿quién me mostrará el camino a mí? Reino sobre ellos, pero hay Uno que está por encima de mí… y, sin embargo, no aparece. Veo el sueño a mis pies y escucho el silencio sobre mi cabeza. ¡Es terrible ser siervo de un Dios al que ni ojo vio ni oído oyó y que guarda perpetuo silencio! (El joven separa las cortinas. Los cinco consejeros del rey entran sin hacer ruido: Pasjur, el sacerdote; Ananías, el profeta; Imre, el más anciano; Abimelec, el comandante en jefe del ejército; Nahún, el administrador. Sedecías se gira y sale a su encuentro. Todos le saludan haciendo una reverencia) Os he hecho venir en medio de la noche para que esta conversación quede entre nosotros. No he convocado al gran consejo porque ya no confío en ellos. Son demasiados; no se puede esperar que cien lenguas guarden un secreto sin que a ninguna se le escape. Con vosotros es distinto, os abriré mi corazón sin reservas. Hablad libremente, con la misma libertad con que yo os hablo, que nadie tema mi furor si su opinión es contraria a la mía. Ahora bien, nuestras deliberaciones y la conclusión a la que lleguemos han de quedar selladas para la ciudad y para el pueblo, muertas y enterradas en nuestro pecho. Es lo único que os exijo, y pido que me lo confirméis con un juramento. ¡Poned vuestras manos sobre la mano del sacerdote para dar fe de vuestro compromiso! ¡Que él y el Altísimo sean testigos de esta promesa! (Todos levantan sus manos en silencio y luego las ponen sobre la mano de Pasjur para jurar) Y yo juro ante Dios Todopoderoso que cerraré mi corazón a la ira y escucharé a cualquiera, aunque su opinión sea contraria a la mía. (Pone sus manos sobre las de Pasjur) Bien. Y ahora, ¡celebremos el consejo! (Señala con la mano hacia la mesa. Todos toman asiento. Silencio) Han pasado once meses desde que Nabucodonosor puso sitio a nuestra ciudad. Las vides han reverdecido y Nabucodonosor no ha podido nada contra Sión, pero tampoco nosotros contra él. Cuando su espada cae es igual que si golpeara el agua, lo mismo que la nuestra cuando la descargamos sobre él. Lo hemos intentado todo, no hemos ahorrado esfuerzos para alcanzar la victoria en la guerra que libramos. He enviado mensajeros a Ciro, el monarca de los medos, y a los príncipes de Oriente para que vinieran en nuestro auxilio contra Asur. Han vuelto con las manos vacías. Ninguno ha querido ayudarnos en nuestra tribulación. Estamos solos.
ANANÍAS (Con vehemencia) ¡Dios está con nosotros!
Los demás callan.
SEDECÍAS (Muy tranquilo) Dios está con nosotros, ha levantado su tienda sobre esta colina y su casa cubre con su sombra mi propia morada… pero también es cierto que Dios le envía pruebas a su pueblo. Os lo repito una vez más: los que nos juraron fidelidad nos han traicionado. Egipto nos ha abandonado, estamos solos. Vamos a examinar palabra a palabra, opinión a opinión, qué podemos hacer para salir triunfantes de la lucha contra Nabucodonosor, tal vez a alguien se le ocurra alguna idea para poner fin a esta guerra.
ANANÍAS Debemos orar a Dios para que obre el milagro. Debemos llenar nuestros corazones con plegarias y sus altares con sacrificios. Debemos duplicar lo que hemos venido haciendo hasta ahora…
NAHÚN Ya no nos queda nada más que sacrificar, ni becerros ni machos cabríos.
ANANÍAS Eso no es verdad. Yo mismo he oído el mugido del ganado que escondes para que no lo sacrifiquemos en los altares.
NAHÚN Son nuestras últimas reses, vacas lecheras que hemos reservado para que las mujeres puedan darl...

Índice

  1. Cubierta
  2. Personajes
  3. Primer cuadro. El despertar del profeta
  4. Segundo cuadro. La advertencia
  5. Tercer cuadro. El rumor
  6. Cuarto cuadro. Los centinelas en la muralla
  7. Quinto cuadro. La prueba del profeta
  8. Sexto cuadro. Voces a medianoche
  9. Séptimo cuadro. El día más amargo
  10. Octavo cuadro. La conversión
  11. Noveno cuadro. El camino eterno
  12. ©