Pensamiento en red
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Pensamiento en red

Conectando ideas, personas y proyectos

Sonia Abadi

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  1. 220 páginas
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Pensamiento en red

Conectando ideas, personas y proyectos

Sonia Abadi

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Los nuevos descubrimientos en el área de las neurociencias, la psicología del pensamiento y el comportamiento, y la dinámica de las redes vivas están dejando obsoletos los programas educativos, los modelos clásicos de motivación y liderazgo, y las formas tradicionales del management. Necesitamos generar espacios de reflexión y procesamiento conjunto de las ideas, las decisiones y las acciones. Allí el entramado entre la diversidad de conocimientos, talentos y experiencias adquiere un valor exponencial. Se trata de un trabajo en Red, consistente con el escenario en Red en que se presenta la actualidad.

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Información

Año
2016
ISBN
9789874506221
14
Estrés: con la soga al cuello
Los períodos prolongados de funcionamiento casi exclusivamente lineal asfixian el pensamiento, enferman a las personas y hacen colapsar las redes de colaboración de los equipos y las organizaciones.
El nudo corredizo: la asfixia de la red
El estado de estrés crónico, que padecen muchos de los líderes y altos mandos de las organizaciones, representa un déficit crónico en la calidad de su pensamiento y un estrechamiento gradual de su visión.
Esto los lleva a funcionar de modo lineal, colapsa la red, y destruye las condiciones para pensar y crear. Y además, a la manera de un círculo vicioso, el funcionamiento lineal conlleva mayor estrés.
En estos casos vemos también un funcionamiento cerebral con predominio del hemisferio izquierdo y la preponderancia de ondas beta, las de alta frecuencia, características del estado de alerta.
En los períodos de estrés, el cuerpo está al límite del agotamiento y la mente al límite de su funcionamiento. Las emociones también están al límite. Por eso, algunos se preguntan por qué les surgen reacciones de irritabilidad y violencia ante situaciones aparentemente insignificantes.
Y esto no solo en la oficina, sino también en la vida familiar y social.
Adrenalina: la droga del miedo
Creemos que adrenalina es energía, excitación, motivación. En realidad, la adrenalina es la hormona de la lucha, y es por lo tanto una respuesta física ante situaciones que producen miedo.
La percepción de un peligro genera el envío de adrenalina al torrente sanguíneo, operando como un “saque” de estimulantes, que permite una rápida reacción y prepara para el ataque y la defensa.
En el estado de estrés agudo, esa adrenalina produce una redistribución de los volúmenes sanguíneos: disminución en la piel y en otros órganos y aumento en el corazón, cerebro y músculos, a fin de aprontarlos para la lucha. Es por eso que a veces sentimos las manos y los pies fríos, y calambres en el estómago, que se quedan sin suficiente irrigación.
La adrenalina es como una “droga” interna de emergencia, que no debe activarse en forma permanente, ya que lleva al estrés crónico. Entre otras consecuencias, su “uso” por largos períodos produce problemas digestivos y el llamado síndrome metabólico, con hipertensión arterial (riesgo de infarto cardíaco y cerebral), aumento del colesterol, acumulación de grasa en el abdomen, disminución de la potencia sexual y trastornos en la alimentación. También, deterioro del cerebro y déficit inmunológico. Aparecen complicaciones del sueño: insomnio o “desmayarse de sueño” por agotamiento. No hay verdadero descanso ni relajación durante el dormir.
Los estudios refieren tres perfiles psicológicos según el modo de reaccionar al estrés:
El tipo A define a las personas competitivas, agresivas y controladoras. Estas personas tienen mayor riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
El tipo B corresponde al individuo relajado, tranquilo, confiado, atento tanto al bienestar personal como a las relaciones interpersonales y a la expresión de sus emociones, incluyendo las hostiles. Y son aquellos que tienen menor riesgo de enfermar física y mentalmente.
El tipo C corresponde a personas pasivas, introvertidas, con conductas de sometimiento y bloqueo en la expresión de las emociones. En estas personas el estrés genera una coraza defensiva para protegerse de la inundación de estímulos, cierra la malla de la red. Se desconectan y llevan puesta una escafandra virtual, aislándose defensivamente en una especie de autismo que los hace impermeables a los otros y la realidad, sin conexión con sus pensamientos, sueños e ideas creativas. Son los que “se tragan el veneno” y son propensos a las alergias, las enfermedades respiratorias y el cáncer.
En los últimos años, un grupo de investigadores de la Universidad de Yale descubrió que el estrés activa la producción de la enzima PKC, que genera un déficit en el pensamiento, en la capacidad de planificación, y en el juicio y la memoria. Esta enzima genera también impulsividad, desconexión de la realidad y alternancia entre estados de euforia y depresión.
En el nivel cerebral, el exceso de adrenalina destruye las conexiones entre las neuronas, y esto se refleja en el pensamiento, reduciendo la conectividad entre las ideas.
Estos nuevos estudios demuestran que en situaciones de estrés se pierde la perspectiva, se toman decisiones por miedo o desesperación, se evitan o se niegan datos perturbadores. Y aparecen también los llamados ataques de pánico por vivencias de desamparo y despersonalización. Además, al desacelerar, la falta de adrenalina genera sentimientos de agotamiento, vacío y depresión. Y para mantener un alto rendimiento, se comienzan a usar otro tipo de estimulantes: comer y beber en exceso, consumir tabaco, psicofármacos, y en algunos casos drogas, deportes de riesgo o juegos de azar. Cualquier estímulo que active o reemplace la producción de adrenalina.
El Pensamiento en Red colapsa y aparece el pensamiento operatorio, una actividad mental que resuelve cuestiones prácticas, pero que no genera profundidad y riqueza en las ideas.
Los doctores Pierre Marty y Michel de M’Uzan, creadores del concepto de pensamiento operatorio, afirman que este funcionamiento es característico de algunas personas con un déficit emocional severo, pero que existen también formas de pensamiento operatorio, carente de conectividad, en personas sanas expuestas a elevadas exigencias. Ocurren por una presión externa y actual, ya que el individuo, condenado a recurrir casi exclusivamente a un funcionamiento mecánico, pierde la capacidad de procesar, de fantasear y de cualquier expresión creativa y liberadora.
La adicción a la adrenalina
Si preguntamos al director de una empresa si estaría dispuesto a autorizar a sus gerentes a consumir varias dosis diarias de cocaína para mejorar su rendimiento, se mostraría escandalizado. Sin embargo, no parece inquietarse al ver a su gente trabajando cotidianamente bajo los efectos igualmente nefastos de la adicción a la adrenalina.
Cada vez que usamos estimulantes internos o externos en vez de tejer la trama humana, esta se va reduciendo, con lo cual cada vez hacen falta más estímulos para funcionar, con la amenaza permanente (que puede llegar a ser real) de un derrumbe físico o mental. Y finalmente nos volvemos adictos a los estímulos.
Adrenalina o estimulantes externos, el resultado es que el individuo terminará demasiado tenso o acelerado, “duro”. El problema es que si recurre a tranquilizantes, estos disminuirán su agilidad mental y su capacidad de reacción ante nuevos estímulos.
Imaginemos que me llaman para decirme que se produjo un robo en mi oficina, y luego se comprueba que nada grave sucedió. En el caso de una falsa alarma, la adrenalina que ya entró en circulación tardará varias horas en metabolizarse y eliminarse. Esto produce un período prolongado de ansiedad y excitación que concluye en un estado de gran agotamiento.
A su vez, no solo el organismo sino una organización pueden hacerse adictos a la adrenalina, y únicamente ser capaces de reaccionar ante la emergencia. Cuando les falta, se sienten deprimidos y desganados, sin ilusión ni expectativas.
La tragedia que se desencadena finalmente es que los miembros de un equipo comienzan a generar emergencias artificiales, para sentir la euforia que les produce la adrenalina.
Ya no saben trabajar en paz. Generan crisis y conflictos, y viven en estado de tensión permanente. En ese clima, la creatividad es aniquilada, la red se fragmenta. Y debido al agotamiento físico y mental, la gente termina el día destruida. La calidad de su trabajo se resiente, pero también su vida familiar y social, y su salud física y mental. Ya no tienen resto para capacitarse profesionalmente y menos aún para el desarrollo personal.
Síndrome de abstinencia y vacío emocional
Con el tiempo, aparece lo que en el uso de drogas se llama fenómeno de tolerancia: para lograr el mismo efecto, se necesita cada vez una dosis mayor.
A pesar de que el esfuerzo de estar todo el día corriendo detrás de nuestros objetivos es agotador, muchas veces, cuando nos detenemos para descansar, para tomarnos unas vacaciones, o incluso durante el fin de semana, nos sentimos peor. ¿Por qué? Porque, con el impacto de la desaceleración, descubrimos que nuestro equilibrio solo se sostiene al estar en movimiento.
Cuando el estado de alarma se instala de modo permanente, se establece un cuadro característico, con múltiples consecuencias. El organismo, y lo mismo vale para una organización, se deteriora gradualmente al funcionar en forma lineal la mayor parte del tiempo. La creatividad agoniza y, a la larga, la capacidad de reacción también, por el agotamiento de vivir en emergencia constante.
Cuando funcionamos linealmente somos como un país en guerra, cuya prioridad es defender sus fronteras. Todos los recursos estarán asignados a la defensa. La salud, la educación, la cultura y el crecimiento en general se verán empobrecidos.
Es cierto que en determinados momentos se hacen neces...

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