12 METAMORFOSIS
Tras una década, la de los noventa, con una escena copada por los promotores británicos y con el house y sus variantes como banda sonora, los dos mil se abren con un giro hacia el techno y la entrada de promotores de otras procedencias. Los italianos Andrea Pelino y Antonio Carbonaro cogen el DC-10, un club donde no se está haciendo nada, ubicado muy cerca del aeropuerto de Ibiza —de ahí que el club tome el nombre del popular avión estadounidense—. Será la sede de su exitosa fiesta Circoloco, que le dará la vuelta al clubbing de la isla, perfilándose como su exponente más vanguardista. Por su cabina pasan nuevas caras, como las de Tania Vulcano, Luciano, Ricardo Villalobos, Cirillo o Loco Dice, que serán sus primeros residentes e invitados. Otra fiesta techno entra con fuerza en la isla, de la mano del DJ y productor alemán Sven Väth, que se instala en Amnesia con su fiesta Cocoon, una extensión natural de su sello discográfico del mismo nombre. Pero no todo es techno y el contrapunto luminoso lo pone La Troya Asesina, una sonada fiesta que organiza Brasilio en Amnesia y que supone la irrupción en escena de Oliver, uno de los DJs locales que alcanzaría mayor proyección internacional.
INTERVIENEN: MAR-T (AMNESIA), LUCIANO (VAGABUNDOS), ANDREAS SIMON (SUNSET CAFÉ, PARTISAN), JOHANNES GOLLER (COCOON), DJ OLIVER (LA TROYA), BRASILIO (LA TROYA), ANDREA PELINO (DC-10), CHARLIE CHESTER (DC-10), ANDY CARROLL (CREAM), CARL COX (SPACE), MARK BROADBENT (MANUMISSION), BEN TURNER (MUZIK MAGAZINE), PEPE ROSELLÓ (SPACE)
MAR-T: Nací en Barcelona en 1976 en una familia que se dedicaba al ocio nocturno. Mi padre [Martín Ferrer] fue DJ de Pacha Sitges. Estuvo un tiempo pinchando, luego fue el director y después montó La Atlántida de Sitges. En mi casa el más musical era yo, y aunque el ambiente en casa lo propició, también fue algo espontáneo que me salió. Yo iba a mi bola, y la música tuvo mucho que ver en ello.
LUCIANO: Nací en Suiza, en un pueblito llamado Pompaples, el 24 de febrero de 1978. Mi padre tenía un jukebox y en casa siempre se escuchaba música. Recuerdo que mi madre ponía la música superfuerte y cantaba.
ANDREAS SIMON: Nací en Geislingen an der Steige, un pueblo del sur de Alemania que está entre Stuttgart y Múnich, el 26 de abril de 1966. Mis padres se separaron muy pronto, porque mi padre engañó a mi madre. Eran muy jóvenes; él tenía dieciocho y ella diecisiete años cuando se quedó embarazada. Mi padre era batería y tenía un grupo. Era programador de IBM, pero también un rebelde y se le fue la olla. Aprendí muy pronto a escuchar y amar la música, y en seguida quise aprender a tocar la puta batería, quería más. Creo que todo lo que mi padre no hizo lo estoy haciendo yo, porque me paso veinte horas al día delante del ordenador desde hace veinte años y trabajo con música. Crecí con mi madre, que no paraba de poner música en casa. Teníamos un buen equipo y una colección de vinilos muy clásica. La casa era grande y siempre había gente tocando la guitarra y cantando alrededor del fuego, en el jardín. Amo la música desde muy pequeño.
MAR-T: El primer disco que me compré fue el «Happy Children» de P-Lion, con doce o trece años —ese y uno de Donna Summer, no recuerdo cuál—, pero eso fue muy al principio, y luego durante mucho tiempo la música electrónica no me interesó. Me gustaba el pop, el rock… todo menos la música electrónica. Tuve mi época de punk, mi época de música industrial, mi rollo gótico con The Cure, Depeche Mode… Y según el rollo que me daba me vestía de una manera o de otra. Luego ya me empezó a gustar la música electrónica a través del rollo más industrial y EBM, como Front 242.
ANDREAS SIMON: Mis primeros pasos musicales fueron en Múnich junto con DJ Malte y mi amigo André. Teníamos más de trescientas cintas de Nitzer Ebb, Talk Talk, Killing Joke, Sisters of Mercy… todo ese rollo. La familia de André tenía una marca de ropa que se llamaba Sunset, que era un poco del estilo de la jet set y de toda esa gente que iba a Ibiza. A principios de los ochenta, si te dedicabas a la moda era importante tener presencia en Ibiza. Ya se había creado la leyenda en torno a la isla como un lugar de libertad en mitad del Mediterráneo; un lugar donde crear y también donde vender y promocionar tu arte.
LUCIANO: De chico escuchaba a los Guns N’ Roses, Michael Jackson… No me perdía ni uno de sus conciertos. En la escuela, la Alianza Francesa de Santiago de Chile, montamos un grupo de rock con varios amigos y yo tocaba la guitarra.
ANDREAS SIMON: Los padres de André tenían mucha pasta y una casa en Ibiza, en Can Furnet. En el 82, me dijo, «¿porqué no vienes conmigo a Ibiza?». Fue la primera vez que pisé esta isla. El sentimiento fue como de estar en casa. Ibiza tiene algo especial, no lo puedo describir. Hay un aire diferente, de libertad, que no he conocido en otro lugar, ese joie de vivre donde la música está por todas partes. La idea era quedarme tres días, pero creo que al final fueron tres semanas. En el 82 Ibiza todavía era bastante virgen. Nos quedamos la mayor parte del tiempo en la piscina de la casa. En el 84 fui por primera vez a Angel’s o a Cielo y poco más. Por entonces, la gente se veía en los bares o en los clubs pequeños. No había macrodiscos, a excepción de KU. Luego, del 84 al 89 vine cada verano y cada vez me quedaba más tiempo de vacaciones.
MAR-T: En el 91, las discotecas que tenía mi padre iban muy bien, tanto La Atlántida en Sitges como Barçalles y Fibra Óptica en Barcelona. De la primera vez que fui a La Atlántida no me acuerdo, supongo que porque era muy pequeño. No me gustaron las discotecas hasta que no me empezaron a motivar las chicas. A mediados de los noventa sí me acuerdo de lo bien que me lo pasé ahí. Tenía la playa delante, al aire libre y sin horarios. Casi te diría que era igual que Ibiza, o incluso mejor. De hecho, en Ibiza no había ninguna discoteca así. Y entonces surgió la oportunidad de comprar Amnesia y mis padres decidieron lanzarse a la aventura.
LUCIANO: Con dieciséis años, en un viaje de vuelta a Suiza, descubrí el arte de pinchar gracias a mi amigo Dani Casarano. Me enamoré en seguida de los vinilos y de la música electrónica… Compré muchos discos, que me traje conmigo de vuelta a Chile.
MAR-T: Al lado del Fibra Óptica estaba el Nitsa, donde empezó la cultura del DJ en Barcelona. A mediados de los noventa allí iban Richie Hawtin, John Acquaviva… El residente era Sideral, que lo mezclaba todo: indie, techno, drum and bass, house… Tenía muy buen gusto, pero ni puta idea de pinchar. Nitsa fue una de las discotecas más vanguardistas de Barcelona. Fuera de Barcelona estaba la Sala del Cel, muy influenciada por Francia y la movida rave, con los DJs Fred Tassy y David Fussió metiendo ahí un tracón de trance… Ahí es donde empiezo a ver gente bailando el rollo trance, todos moviendo las manos como locos. Esas cosas cambiaron la industria de la música electrónica y me motivaban mucho. Eso no quita que luego me fuera a La Atlántida o a Fibra Óptica y me lo pasara muy bien. Eran experiencias diferentes.
LUCIANO: Después conocí a Adrián Schopf y su hermano Dandy Jack, y en seguida también a Ricardo Villalobos, que se convirtieron en parte de mi familia. Empezamos a compartir música y momentos con toda la gente de Chile que estaba involucrada en las raves de Santiago. Lo pasábamos tan bien tocando en Chile… Sobre todo durante el verano, en unas fiestas increíbles.
JOHANNES GOLLER: Vine por primera vez a Ibiza con mi familia en 1988, cuando tenía trece años. Obviamente, era muy joven para ir a discotecas, pero en los ochenta ya veías los parades en la zona del puerto con todos aquellos freaks y sus atuendos loquísimos antes de salir de fiesta. Recuerdo comentar, «¡Dios!, mirad esa gente. ¿Qué está pasando?». Y mis padres me respondían, «pues verás, es gente que viene aquí, se toma una copa y luego se va a las discotecas». Como no podía ir, mi curiosidad se disparó.
ANDREAS SIMON: En el 86, viendo pinchar a Alfredo en Amnesia, decidí que quería hacer de la música un oficio. Dije, «¡hostia!, estos estilos se pueden mezclar!». Alfredo creó algo nuevo: construía una historia. Pero todavía no me atreví a dar el paso. Era todo tan nuevo y tan gigante que tuve que digerirlo primero. Alfredo tiene un conocimiento profundo de su música y de la manera de mezclarla… Pinchaba temas que no son para mezclar, pero su osadía y su forma de hacerlo eran sorprendentes. Amnesia era casi surreal, era otro mundo. Y con ese nombre… perdías la noción del tiempo y otras cosas. A Amnesia la gente no iba solo a bailar, iba a socializar. Tenías la pista interior —para unas trescientas o cuatrocientas personas— y la terraza —con la pirámide de espejos en medio de una pequeña piscina—, donde podías fumar, beber, sentarte y charlar. Era como estar en familia. Al aire libre, con una música superalegre y esos chicos y chicas tan guapos. La belleza de Ibiza es una belleza interior que se manifiesta en el exterior. El DJ tampoco se enfadaba si la gente no bailaba. Adamski estuvo pinchando en Amnesia en el 88 y diluvió —creo que ese día había cuarenta personas—; fue un desastre. Volvió en el 89. Ese año conocí a Ulises Braun, el encargado de Amnesia. En la terraza había un columpio y, encima del columpio, una oficinita de mierda. Meter una pata ahí ya era legendario. Ulises a veces entraba con su caballo en Amnesia, era un showman total, y lo sigue siendo. Y, claro, nosotros, «¡oh, Ulises!». ¡Era el jefe, era Tarzán! Ese año también probé el éxtasis, que fue una experiencia universal, y esa mezcla del primer acid house con una actitud almost punk. Todo muy raw. Fue en ese momento cuando decidí que quería estar detrás de los platos.
JOHANNES GOLLER: Al año siguiente, mis padres me preguntaron, «¿dónde podemos ir de vacaciones este año?», y yo respondí, «quiero volver a Ibiza». Así que volvimos en 1989. Nos hospedábamos en un hotel junto a Space, en lo que ahora es Usuhaïa y antes era el hotel Club Playa d’en Bossa. A la hora del desayuno, a las nueve de la mañana, veía a la gente entrando en Space. Eso animó aún más mi curiosidad, pero, claro, era demasiado joven para salir a explorar. Cuando cumplí los dieciséis y ya me ganaba la vida, escogí Ibiza como destino de mis primeras vacaciones, y, por supuesto, fui a todos los clubs. Era el año 1991. He vuelto a Ibiza desde entonces, y ahora es mi hogar.
LUCIANO: Después de ese viaje a Suiza, me dediqué completamente a la música, que se volvió el centro de mi vida. Me apasionó tanto que me fue mal en la escuela. No paraba de escuchar música y de tocar los fines de semana en diferentes clubs en Santiago de Chile.
ANDREAS SIMON: A veces íbamos a San Antonio al Café del Mar y dejábamos el coche en el cruce —donde hoy esta el recinto ferial— para hacer autoestop y subirnos en el coche de las chicas que nos gustaran más. La cabina del Café del Mar era una de las diez mejores que he visto en mi vida. Pinchar allí de cara al mar y esa música tan bonita… Era como un sueño. Padilla y Alfredo, con su estilo tan diferente, fueron los primeros en conseguir que la figura del DJ se mirara con otros ojos: «Coño, ¿qué está haciendo este? ¡¿Por qué suena diferente?!». Sven Väth en Alemania o Mr. C en Inglaterra, por su carácter, también fueron revolucionarios. Me recordaban a Adamski, con su pantalón de motocross, una camiseta de color amarillo flúor y los pelos blancos p’arriba… Y esa no era la actitud habitual de un DJ, que normalmente estaba ahí aislado en su cabina, con poca iluminación… Pero luego fue en plan, «¡aquí estoy yo!». Figuras como Sven en The Omen o Mr. C en The Egg cambiaron la percepción y la figura del DJ.
JOHANNES GOLLER: Conocí a Sven en el 96, cuando pinchó en Space. Salimos, bailamos y una cosa llevó a la otra y nos presentó un amigo en común. Ibiza tuvo un rol muy importante en su carrera. Él es diez años mayor que yo y también experimentó Ibiza muy joven. Como ha reconocido en muchas entrevistas, Ibiza fue su inspiración: su vida nocturna, las discotecas, la música que pinchaba Alfredo y los DJs de los ochenta… Sus padres tenían un club a las afueras de Frankfurt. Cuando volvió de Ibiza y el DJ residente lo dejó, su madre le dijo, «oye, ya que te gusta tanto esto, ¿por qué no te haces DJ?».
ANDREAS SIMON: En el 89 le dije a Sola, la encargada de la decoración de Amnesia —a la que había ayudado alguna vez— que quería quedarme en Ibiza y trabajar con ella. Me dijo, «vuelve a Alemania y estudia lo que quieras, diseño gráfico o lo que sea, porque si no, te vas a quedar aquí como todos los hippies y no a vas a poder hacer lo que quieras en el futuro». Estudié del 91 al 95, y en el 95 trabajé en dos agencias de publicidad, pero lo pasaba mal. Quería irme a la isla. Y en el 96 me llamó André y me dijo, «tenemos la posibilidad de abrir un bar, y podemos editar una revistita, ¿te apetece?». Hablé con mi jefe en la agencia y me dijo, «bueno vete. Y si te va mal, siempre puedes volver». Esto me dio mucha seguridad y, finalmente, en el 96, me vine aquí. Y me fue fatal [risas].
JOHANNES GOLLER: Sven montó el primer evento Cocoon en Frankfurt en 1996 después de ver al grupo de teatro experimental catalán La Fura dels Baus, cuyo espectáculo era una especie de metamorfosis musical muy freak. «Me encanta la idea de metamorfosis, de algo que sale del capullo. Cocoon es como un sitio donde te sientes cómodo pero donde también puedes transformarte en algo loco y hermoso. De la horrible polilla a la preciosa mariposa…» Le encantaba la manera como [La Fura dels Baus] jugaba con la idea de metamorfosis, como proceso de transición. De allí viene el origen de la palabra «cocoon» [capullo]. Seguimos metamorfoseando. En el futuro el club volverá a cambiar, y esperamos poder seguir haciéndolo los siguientes diez años. Cocoon no para quieto.
ANDREAS SIMON: En el 95 abrimos el Sunset Café —en la plaza del Parque— e intentamos p...