Plan Colombia
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Plan Colombia

Atrocidades, aliados de Estados Unidos y activismo comunitario

  1. 276 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Plan Colombia

Atrocidades, aliados de Estados Unidos y activismo comunitario

Descripción del libro

"Por más de cincuenta años, Estados Unidos apoyó el ejército colombiano en una guerra que costó más de 200.000 vidas. Durante un solo período en el que la cooperación estadounidense estaba es su punto más alto, durante la implementación del Plan Colombia, el ejército colombiano asesinó más de 5.700 civiles. En Plan Colombia John Lindsay-Poland narra la masacre ocurrida en 2005 en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó y la subsiguiente investigación, encubrimiento oficial y respuesta de la comunidad internacional. Examina cómo la asistencia militar multimillonaria provista por EE. UU. así como la indiferencia oficial, contribuyeron a las atrocidades cometidas por el ejército colombiano. Con base en su activismo en derechos humanos y entrevistas a oficiales del ejército, miembros de las comunidades y defensores y defensoras de derechos humanos, Lindsay-Poland describe iniciativas de base en Colombia y EE. UU. que resistieron las políticas de militarización y crearon alternativas a la guerra. A pesar de contar con pocos recursos, estas iniciativas ofrecieron modelos para construir relaciones justas y pacíficas entre Estados Unidos y otras naciones. Sin embargo, a pesar de las muertes de civiles y las atrocidades documentadas, Washington consideró que la campaña contrainsurgente del Plan Colombia fue tan exitosa que se convirtió en un modelo dominante para la intervención militar estadounidense alrededor del mundo."

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789587844412
1
La guerra más larga de todas
Influencia militar de Estados Unidos en Colombia, 1952-1995
La relación militar entre Estados Unidos y Colombia tiene profundas raíces. Inició a comienzos de la década de los cuarenta con acuerdos para la presencia de misiones militares de EE. UU. en Bogotá y continuó profundizándose a lo largo de la Guerra Fría, la guerra contra el cartel de Medellín en la década de los noventa y durante la oleada de contrainsurgencia representada por el Plan Colombia entre 2000 y 2016. Cada capítulo de intervención militar estadounidense produjo consecuencias que delimitaron y facilitaron las intervenciones posteriores.
Estados Unidos inició sus intervenciones militares en Colombia en la década de 1850, en apoyo de los propietarios y usuarios estadounidenses del Ferrocarril de Panamá, ubicado en lo que entonces era aún parte de Colombia. Después de que Estados Unidos, en palabras de Theodore Roosevelt, “tomó Panamá” de Colombia en 1903, las relaciones con Washington se enfriaron, aunque mejoraron después de que Estados Unidos compensara formalmente a Colombia por Panamá en 1914.
Desde la Guerra de los Mil Días entre 1899 y 1902 hasta la Segunda Guerra Mundial, el ejército de Colombia había estado aliado históricamente con la clase conservadora y terrateniente y había sido entrenado por oficiales alemanes con una doctrina militar prusiana para la guerra convencional. A lo largo de los años cuarenta y cincuenta, la doctrina del ejército colombiano, como la de otros militares latinoamericanos, se centró principalmente en combatir a los enemigos externos a través de la defensa hemisférica, consagrada en el Pacto de Asistencia Recíproca de Río de 1947. A fines de la década de 1940, con el asesoramiento de la misión del ejército estadounidense, Colombia reorganizó su estructura de comando a partir del modelo de EE. UU., con secciones para personal, inteligencia, operaciones y capacitación, y servicios y apoyo.1 La influencia de Estados Unidos se consolidó durante la Guerra de Corea, cuando un batallón de tropas del ejército colombiano luchó junto a los soldados estadounidenses en Corea; Colombia fue el único país latinoamericano en hacerlo. El Batallón Colombia luchó en Corea desde mayo de 1951 hasta julio de 1953 y también envió una fragata naval que fue reparada en Estados Unidos antes de ser enviada a Corea.2
Después de regresar a casa, el Batallón Colombia, utilizando métodos aprendidos en Corea, fue desplegado internamente para responder a lo que se conoce como La Violencia, una década de violencia política catastrófica que se prolongó desde mediados de los años cuarenta hasta finales de los cincuenta, durante la cual unas 200.000 personas murieron como consecuencia de una brutal violencia fratricida entre miembros del Partido Liberal y del Partido Conservador. Ambas partes cometieron atrocidades, pero la violencia de los conservadores armados, conocidos como Los Pájaros, prefiguró la violencia ilimitada de los paramilitares cuatro décadas después. Entre 1953 y 1956, mientras Colombia estaba bajo un gobierno militar, Washington recompensó a Colombia por su servicio en Corea con armas y aeronaves militares que el ejército usó contra los guerrilleros liberales, a pesar de la prohibición de que estas armas se destinaran al uso interno. El Pentágono aseguró que no hubo ninguna protesta sobre este uso indebido.3
La experiencia de Corea sentó un precedente para la participación en varias misiones multinacionales de los militares colombianos, primero en la península del Sinaí, luego en Yugoslavia y Haití y luego como instructores y asesores en decenas de países desde Centroamérica hasta el mundo árabe, lo cual cimentó las relaciones entre los oficiales colombianos y estadounidenses.
Después del armisticio coreano en 1953, las fuerzas armadas colombianas asumieron el control del gobierno en casa, principalmente bajo el mandato de Gustavo Rojas Pinilla, quien tomó el poder mediante un golpe de estado en junio de 1953, poco después de pasar una temporada en los Estados Unidos y en medio de un aumento de la violencia entre partidos y una crisis gubernamental.4 La exclusión de los civiles del gobierno fue “una oportunidad extraordinaria para estrechar las relaciones militares bilaterales”, según un historiador del Comando Sur de los Estados Unidos. Así, Rojas Pinilla solicitó y recibió más asesores militares de los Estados Unidos durante su mandato.5
Las relaciones militares entre Estados Unidos y Colombia florecieron durante el mandato de Rojas Pinilla. En 1955, Colombia estableció un centro de entrenamiento para las operaciones de contrainsurgencia de las tropas de élite siguiendo el modelo de los Rangers del ejército estadounidense, dentro de la extensa base de Tolemaida que fue establecida en respuesta a la recomendación de un coronel del ejército de EE. UU. Cuatro oficiales colombianos que habían sido enviados para ser entrenados en Fort Benning, Georgia, llevaron a cabo la capacitación en Tolemaida, con un capitán estadounidense como asesor especial. Estas fuerzas especiales colombianas se utilizaron cada vez más en el conflicto interno en Colombia.6 En 1957, Rojas Pinilla fue expulsado del poder por una junta militar, antes de que se convocaran elecciones el año siguiente.
Durante el mismo período, el ejército colombiano comenzó a adquirir y usar más equipamiento estadounidense. Entre 1949 y 1959, la asistencia militar de Estados Unidos a Colombia totalizó $40.7 millones de dólares.7 En 1950, el ejército colombiano adaptó sus armas pequeñas y municiones a los calibres utilizados por los Estados Unidos. Cuando Colombia desarrolló su propia industria de producción militar dirigida por el gobierno, lo hizo de acuerdo con las especificaciones requeridas para el equipamiento estadounidense.8 El uso de la misión del ejército de Estados Unidos como plataforma para la venta de armas a Colombia se repetiría a principios del siglo XXI.
La Violencia fue zanjada con un pacto realizado en 1958, denominado Frente Nacional, que alternó la presidencia y distribuyó los gobiernos estatales y locales entre los dos partidos, pero excluyó a grandes segmentos de campesinos, indígenas y afrocolombianos, lo que finalmente llevó al nacimiento de la insurgencia. Los líderes civiles de Colombia también llegaron a un acuerdo explícito con los militares en 1960: los militares no interferirían con el gobierno civil y este permitiría que los militares rigieran libremente los temas de seguridad pública. Debido a que no ha habido golpes militares formales en Colombia desde la década de 1950, es fácil olvidar que el acuerdo para otorgar la autonomía militar ocurrió mientras la dictadura militar de 1953 a 1957 todavía estaba fresca en la mente de los líderes civiles. “Su despolitización bipartidista permitió a los militares adquirir autonomía política relativa, la cual se reflejó en su independencia en el manejo del orden público y la adquisición de prerrogativas institucionales”, escribe el sociólogo Francisco Leal Buitrago. “Las directrices civiles de la política militar debían revisarse y actualizarse, a medida que las circunstancias fueran cambiando. Pero esto no se hizo”. Los gobiernos civiles no volvieron a involucrarse en la política militar hasta la década de 1990.9
Los militares habían estado separados durante mucho tiempo de la vida civil. “En Colombia ha habido un divorcio muy pronunciado entre civiles y militares desde la colonia española”, según el historiador Armando Barrero.10 El efecto de esto, especialmente cuando surgió y se desarrolló el conflicto armado interno, fue profundizar el aislamiento del resto de la sociedad de un ejército que, más que en muchos otros países, desarrolló su propia cultura, reglas, ética y expectativas. Una vez que se inicia la insurgencia, el ejército actuaría por su cuenta en la guerra contra las guerrillas.
La decisión de los líderes civiles colombianos de mantenerse al margen de los asuntos militares coincidió con la mayor participación del ejército estadounidense en Colombia. A raíz de la Revolución Cubana de 1959, Estados Unidos cambió su enfoque militar para América Latina de la defensa continental a la supresión de la subversión interna, bajo la forma de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Esta doctrina racionalizó la represión doméstica en defensa no solo del Estado y sus representantes, sino también de las actividades económicas capitalistas, percibidas como bajo amenaza por el activismo que buscaba reformas económicas y políticas, así como el cambio revolucionario. Colombia adoptó esa doctrina a pesar de la ausencia de una insurgencia en ese momento.
En junio de 1959, el presidente Alberto Lleras Camargo se reunió en Colombia con jefes militares estadounidenses con el fin de solicitar ayuda para formar una fuerza contraguerrilla en el ejército colombiano.11 En octubre de ese mismo año, un equipo liderado por la CIA viajó a Colombia para evaluar la seguridad y las perspectivas de asistencia por parte de Estados Un...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Dedicatoria
  6. Autor
  7. Contenido
  8. Abreviaturas
  9. Agradecimientos
  10. Prólogo
  11. Introducción. Desafíos al excepcionalismo estadounidense
  12. 1. La guerra más larga de todas. Influencia militar de Estados Unidos en Colombia, 1952-1995
  13. 2. Guerra en la Frontera
  14. 3. Cómo se vendió el Plan Colombia
  15. 4. “Queremos testigos”. Acompañamiento humanitario en San José de Apartadó
  16. 5. El mapa de nuestra guerra. La asistencia militar a Colombia y sus usos
  17. 6. Matando el futuro
  18. 7. Proyectos de vida
  19. 8. Secuelas y encubrimiento de la masacre
  20. 9. Generalizado y sistemático. Dinámicas del asesinato “legalizado”
  21. 10. El efecto estadounidense. Impacto sobre los “falsos positivos”
  22. 11. Investigación de la masacre
  23. 12. Un encuentro con el poder
  24. 13. Guerra Judicial
  25. 14. Lecciones aprendidas de la política pública estadounidense
  26. Conclusiones. Arco de impunidad
  27. Bibliografía
  28. Contracubierta