Foucault y el liberalismo
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Luis Diego Fernández

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Foucault se ha convertido en uno de los clásicos del pensamiento del siglo XX, y también en uno de los autores más universales, tanto por su influencia como por la multiplicidad de temas que aborda, los intereses que animan sus investigaciones y los saberes y disciplinas concernidas. La locura, la medicina, las ciencias humanas, las cárceles y la sexualidad han sido, sin duda, los temas más conocidos. La economía y, en particular, el liberalismo y los neoliberalismos contemporáneos son problemáticas que comienzan a ocupar un espacio semejante al que ocuparon esos temas antes mencionados. Este trabajo de Luis Diego Fernández constituye el primer libro en español sobre la cuestión liberal en el pensamiento de Michel Foucault.

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Información

Año
2020
ISBN
9789505567881
Categoría
Philosophy
Categoría
Philosophers

PRIMERA PARTE

LAS PERIPECIAS DEL LIBERALISMO

CAPÍTULO 1
Un gobierno liberal para la izquierda

Fobia al Estado y gubernamentalidad

Michel Foucault comienza su análisis del liberalismo en Nacimiento de la biopolítica a partir de la noción de “fobia al Estado”. (Foucault, 2008: 94). El filósofo planteará la crisis de la gubernamentalidad desde el siglo XVI como la condición necesaria para el nacimiento de una nueva racionalidad de gobierno propia de los economistas, tema que ya había tocado en el curso anterior titulado Seguridad, territorio, población (1977-1978) (6). En ese sentido, para Foucault el Estado no será más que una modalidad instrumental del concepto de gobierno:
¿Y si el Estado no fuera más que una manera de gobernar? ¿Si no fuera otra cosa que un tipo de gubernamentalidad? (…) La cuestión sería demostrar que una sociedad civil, o, más simplemente, una sociedad gubernamentalizada, introdujo a partir del siglo XVI algo, ese algo a la vez frágil y obsesionante que se llama Estado. Pero el Estado sólo es una peripecia del gobierno y éste no es un instrumento de aquél. O, en todo caso, el Estado es una peripecia de la gubernamentalidad. (Foucault, 2006b: 291).
Plantear la cuestión del Estado como “peripecia” de la gubernamentalidad implica una ubicación conceptual de la noción de Estado que Foucault explicita no delimitará en el curso:
Y está claro ustedes van a preguntarme, van a objetarme: entonces, usted se ahorra una vez más una teoría del Estado. Pues bien, les responderé: sí, me ahorro, quiero y debo ahorrarme una teoría del Estado, como podemos y debemos ahorrarnos una comida indigesta. Quiero decir lo siguiente: ¿qué significa ahorrarse una teoría del Estado? Si me dicen “en realidad, en los análisis que hace, usted borra la presencia y el efecto de los mecanismos estatales”, entonces respondo: error, se equivocan o quieren equivocarse, pues a decir verdad no he hecho otra cosa que lo opuesto a esa borradura. Y ya se trate de la locura, de la constitución de esa categoría, de ese cuasi objeto natural que es la enfermedad mental, se trate asimismo de la organización de una medicina clínica, se trate de la integración de los mecanismos y las tecnologías disciplinarias dentro del sistema penal, de todas maneras eso siempre ha sido referencia de la estatización progresiva, fragmentada, por supuesto, pero continua, de una serie de prácticas, maneras de obrar y, si se quiere, gubernamentalidades. El problema de la estatización está en el centro mismo de las preguntas que he procurado plantear. (Foucault, 2008: 95).
Foucault expone con claridad el eje a problematizar que nos servirá como punto de partida para la interrogación en torno a la cuestión del liberalismo y neoliberalismo: “el problema de la estatización está en el centro mismo de las preguntas que he procurado plantear”. Por lo tanto, debemos en primera instancia pensar al Estado como mera modalidad o “peripecia” de la gubernamentalidad, es decir, como una forma específica del gobierno, para luego comprender la fobia que este produce operando como disparador de una racionalidad anti-estatista que configurará al liberalismo. Sin embargo, pensar el Estado en el marco de los procesos que lo hacen visible (locura, enfermedad, medicina, penalidad) a través de sus impresiones en conductas y subjetividades no impide una tentativa de definición que nuestro filósofo enuncia:
El Estado no tiene esencia. El Estado no es un universal, no es en sí mismo una fuente autónoma de poder. El Estado no es otra cosa que el efecto, el perfil, el recorte móvil de una perpetua estatización o de perpetuas estatizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan, trastornan, hacen deslizar de manera insidiosa, poco importa, las fuentes de financiamiento, las modalidades de inversión, los centros de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre poderes locales, autoridad central, etc. En síntesis, el Estado no tiene entrañas (…) El Estado no es nada más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples. Por eso propongo analizar o, mejor, retomar y someter a prueba esa angustia por el Estado, esa fobia al Estado que me parece uno de los rasgos característicos de temáticas habituales de nuestra época. (Foucault, 2008: 96).
Tenemos, por lo tanto, una serie de condiciones que Foucault expone en el inicio del análisis de esta racionalidad gubernamental: en primer lugar, el Estado como una serie de estatizaciones, como un efecto múltiple de ellas en tanto procesos o dinámicas más que como un aparato estable. En segundo lugar, podemos decir que la visión foucaultiana deslinda la apropiación del Estado como espacio privilegiado del poder para pensarlo como relación. Esa definición del poder por fuera de la exclusividad estatista es la que nos revela la carencia de esencia o universalidad de ese “órgano sin entrañas” que solo se evidencia en sus prácticas: transacciones y movimientos. Por último, un detalle no menor a tener en cuenta es que Foucault subraya la fobia al Estado como uno de los “rasgos característicos de temáticas habituales de nuestra época”, es decir, al momento en que impartió las lecciones sobre el liberalismo en 1979. Con esto queremos llamar la atención sobre la importancia de la actualidad en la reflexión del filósofo sobre la cuestión liberal, no por azar las décadas del setenta y ochenta serán los momentos de ascenso de las teorías críticas del estatismo.
Ahora bien, si el Estado es, como definió el propio autor, “una peripecia de la gubernamentalidad”, la cuestión indispensable será delimitar que es lo que el filósofo entiende por “gubernamentalidad”. Esta será definida desde tres ámbitos: las instituciones y procedimientos que tienen por blanco la población, por ende, la economía política y la seguridad como instrumentos técnicos para tal fin; en segundo lugar, el poder entendido como “gobierno” por sobre otras formas de poder como disciplina o soberanía y los dispositivos gubernamentales que esta modalidad de gobierno dispone; finalmente, el proceso histórico en el cual el Estado medieval se “gubernamentalizó” a partir de los siglos XV y XVI, es decir, la progresiva conversión de una racionalidad de gobierno a otra que será la liberal. Sin embargo, en 1982 Foucault dará otra definición de “gubernamentalidad” que complementa la anterior:
Mientras que la teoría del poder político como institución se refiere por lo común a una concepción jurídica del sujeto de derecho, me parece que el análisis de la gubernamentalidad –es decir: el análisis del sujeto de poder como conjunto de relaciones siempre reversibles- debe referirse a una ética del sujeto definido por la relación de sí consigo. Lo cual quiere decir, simplemente, que, en el tipo de análisis que trato de proponerles desde hace cierto tiempo, podrán ver que: relaciones de poder-gubernamentalidad-gobierno de sí y de los otros-relación de sí consigo, constituyen una cadena, una trama, y que es ahí, en torno a estas nociones, que debemos poder articular, creo, la cuestión de la política y la cuestión de la ética. (Foucault, 2002: 247).
Lo que define nuestro filósofo entre 1977 y 1982 es un cuadro programático que hace eje en la gubernamentalidad en la primera definición desligando al Estado (solo una “peripecia” de la gubernamentalidad) de la hegemonía analítica pero sin embargo dando cuenta de esta “peripecia” en su plano institucional que tiene como blanco a la población a través de la economía y la seguridad; en la segunda definición este mirada se amplía también a la relación del sujeto consigo mismo; vale decir, es necesario pensar la gubernamentalidad al mismo tiempo como un movimiento político y ético: el gobierno de los otros y el gobierno de sí, la conducción de conductas y el autodominio.
Aclarado el marco conceptual de Foucault la propuesta del filósofo será realizar un análisis de la gubernamentalidad liberal en los siglos XVIII y XX. No se tratará de una historia del liberalismo sino una serie de problematizaciones que toman como eje esta fobia anti-estatista restringida a la racionalidad liberal emergente. Foucault se formula la siguiente pregunta: “¿Cómo se presenta la programación liberal o, como suele decirse, neoliberal en nuestra época?”. (Foucault, 2008: 97). Allí se sitúan ciertos puntos que resultarán claves históricas: por un lado, el anclaje en la República de Weimar, la crisis de 1929, el desarrollo del nazismo, su caída y la reconstrucción de posguerra; por otro lado, la situación estadounidense que refiere la política del New Deal, la administración de Roosevelt, el cuestionamiento del intervencionismo federal así como los programas de asistencia particular de Truman, Kennedy y Johnson.
Ese recorte que realiza Foucault (nazismo y New Deal) es en gran medida el articulador de los elementos fundantes para una genealogía del neoliberalismo que realizará de manera consecutiva en las lecciones del curso. La dinámica de la intervención a partir de esas políticas nacionalsocialistas y bienestaristas situan también un adversario teórico como John Maynard Keynes al interior del corpus que se tomará en consideración.

El socialismo no tiene una racionalidad de gobierno autónoma

Partiendo del caso alemán Foucault focaliza en el año 1948 como el punto de inicio a fin de comprender el liberalismo en su presente de fines de la década del setenta. La reconstrucción por medio de la economía que debía llevar a la pacificación luego de la Segunda Guerra Mundial estuvo motorizada por el CNR (Consejo Nacional de la Resistencia) que se había formado para unificar los movimientos enemigos al eje. Foucault cita el discurso que el futuro Canciller de Alemania Federal Ludwig Erhard realizará el 21 de abril de 1948 ante la Asamblea de Fráncfort como la génesis del llamado “milagro alemán”. En esta intervención el político alemán articula los principios de la liberación de precios en particular y la liberalización de la economía de restricciones estatales en general. Esto implica una crítica al intervencionismo como principio no solo en Alemania sino válido para toda la Europa de posguerra y, a la vez, un cuestionamiento de la anarquía.
Foucault se vale como principales referencias bibliográficas de tres textos para pensar el caso alemán con los cuáles realizará contrapuntos y menciones a largo de todo el curso: La pensée économique libérale dans l’Allemagne contemporaine de François Bilger (1964), L’Experience néolibérale allemande dans le contexte international des idées de Pierre-André Kunz (1962) y La Politique économique de l’Allemagne occidentale de Jean François-Poncet (1970).
La hipótesis de Foucault será que el discurso de Erhard opera como una piedra fundacional en la historia de la racionalidad de gobierno neoliberal. Se tratará de delimitar esta refundación del Estado alemán a partir de una nueva programación o bien “gubernamentalidad” que tiene como motor el principio de la libertad de los precios en un marco mayor: un Estado fundado en la libertad económica. En la lección cuarta de Nacimiento de la biopolítica sostiene Foucault:
De hecho, cuando Ludwig Erhard dice que sólo un Estado que reconoce la libertad económica y, por consiguiente, da cabida a la libertad y las responsabilidades de los individuos puede hablar en nombre del pueblo, también quiere decir, me parece, lo siguiente. En el fondo, señala Erhard, en el estado actual de las cosas –esto es, en 1948, antes de la reconstrucción del Estado alemán, de la constitución de los Estados alemanes- no es posible, desde luego, reivindicar una Alemania que no está reconstruida y un Estado alemán que es preciso reconstruir, derechos históricos que la historia misma ha declarado caducos. No es posible reivindicar una legitimidad jurídica, en la medida en que no hay aparato, no hay consenso, no hay voluntad colectiva. (Foucault, 2008: 104).
Por lo tanto, el neoliberalismo de acuerdo a la mirada foucaultiana, emerge a partir de la imposibilidad de reivindicar un Estado luego del nazismo. Más adelante señala Foucault: “La institución de la libertad económica podrá funcionar de alguna manera como un propulsor, como un incentivo para la formación de una soberanía política”. (Foucault, 2008: 105). No hay soberanía sin libertad económica. Esa premisa será también uno de los puntos de diferencia de la gubernamentalidad del siglo XVIII con respecto a lo planteado por los neoliberales alemanes en el siglo XX. No es menor, señala Foucault, el origen disímil de ambas racionalidades, la liberal y la neoliberal:
Y si es verdad que nos mantenemos en una gubernamentalidad de tipo liberal, advertirán qué desplazamiento se produjo con respecto a lo que era el liberalismo programado por los fisiócratas, por Turgot, por los economistas del siglo XVIII, cuyo problema era exactamente opuesto, porque en ese siglo debían resolver la siguiente tarea: sea un Estado que existe, un Estado legítimo, un Estado que funciona ya en el estilo de plenitud, de la completitud administrativa bajo la forma de Estado de policía. El problema era: dado este Estado, ¿cómo vamos a poder limitarlo y, sobre todo, a dejar lugar a la necesaria libertad económica dentro de ese Estado existente? Pues bien, los alemanes tenían que resolver el problema exactamente opuesto. Dado un Estado inexistente, ¿cómo hacerlo existir a partir del espacio no estatal que es el de una libertad económica? (Foucault, 2008: 109).
Vale decir, el principio gubernamental sobre el que se edificó la racionalidad liberal del siglo XVIII fue un Estado despótico proveniente del feudalismo que había que limitar o restringir, esto es, un fuerte estatismo previo. En el caso del neoliberalismo del siglo XX, en particular del alemán, el comienzo por el contrario fue la ausencia de un Estado legítimo (este se encontraba subordinado a un partido y a un líder), y por lo tanto se procuraba su reconstrucción desde una esfera de libertad económica ya que la sospecha o la fobia estatista luego del nazismo era predominante.
Consecuentemente, Foucault esgrime que la gubernamentalidad neoliberal fue definida por Ludwig Erhard y ella es la que rige Alemania Federal desde 1948 hasta 1979 (fecha del curso). Lo que sostiene nuestro filósofo es que al situarse a la libertad económica como eje fundacional los derechos se derivan de este principio y los partidos políticos se ven obligados a certificar su adhesión para poder participar del juego electoral, así lo fue con la democracia cristiana (Adenauer y Erhard), pero también con el Partido Socialdemócrata que en 1959 en el Congreso de Bad Godesberg renuncia a la socialización de los medios de producción, la lucha de clases, acepta la legitimidad de la propiedad privada y su derecho de protección. Algo que Foucault deja explícitamente planteado al referenciar un discurso de Karl Schiller en Essen, quién fuera convocado como senador económico de Willy Brandt (1963) cuando este era alcalde de Berlín Oeste. Schiller allí expresa la incorporación de manera sistemática a la economía de mercado y el rechazo de toda planificación. De ahí en adelante la identidad del socialismo alemán quedará definida a partir de su adhesión al programa neoliberal.
En este sentido, Foucault se pregunta: “¿Por qué esa adhesión de la socialdemocracia alemana, una adhesión, en definitiva, aunque un poco tardía, bastante desenvuelta a las tesis, las prácticas y los programas del neoliberalismo?”. (Foucault, 2008: 114). El filósofo señala dos razones: en primer lugar, adscribir a la gubernamentalidad neoliberal que refunda el Estado alemán luego de la posguerra era necesario para ser legitimado y jugar con las mismas reglas de juego de la economía libre; ello implicaba necesariamente romper no solo con el marxismo como lo hace el SPD en 1959 sino con el keynesianismo, lo que hace en 1963, distanciándose del viejo welfarismo de la tradición laborista inglesa; en segundo lugar, la adhesión también daba cuenta, por default, de la ausencia de una gubernamentalidad socialista autónoma. En este sentido, la socialdemocracia entra al juego a tal punto que en 1969 su candidato Willy Brandt será elegido Canciller de Alemania Federal sosteniendo banderas de la economía social de mercado. Foucault es explícito en su hipótesis:
Por mi parte, diré que lo que falta en el socialismo no es tanto una teoría del Estado sino una razón gubernamental, la definición de medida razonable y calculable de la extensión de las modalidades y los objetivos de la acción gubernamental. El socialismo se da o propone, en todo caso, una racionalidad histórica. Los neoliberales de quienes les hablé, como Von Mises, Hayek, etc., negaron en esos años, en particular Von Mises, que hubiera racionalidad económica del socialismo. Digamos que el problema de la racionalidad económica del socialismo es una cuestión sobre la que se puede discutir. Sea como fuera, el socialismo se propone una racionalidad económica así como propone una racionalidad histórica (…) Pero creo que no hay gubernamentalidad socialista autónoma. No hay racionalidad gubernamental del socialismo. De hecho, el socialismo –y la historia lo ha demostrado- sólo puede llevarse a la práctica si se lo conecta con diversos tipos de gubernamentalidad (…) Pero, en todo caso, no creo que haya por el momento gubernamentalidad autónoma del socialismo. (Foucault, 2008: 117-118).
Podemos decir con Foucault que en el liberalismo hay una teoría del gobierno, algo ausente en el marxismo. El socialismo carece de la pregunta por la racionalidad de gobierno y en su lugar antepone el interrogante por la racionalidad histórica, por ello debe adoptar otros principios para gobernar, por ejemplo, los liberales. Esa carencia de gubernamentalidad autónoma socialista será un eje central que retomaremos en los capítulos posteriores. La pregunta que señala Foucault por la autenticidad o falsedad de un gobierno socialista emerge del conflicto producto de esta falta de gobierno específico.
Lo que Foucault define con precisión es que la gubernamentalidad neoliberal en el caso alemán no es tanto una ideología como un tipo de programación nueva, un arte de gobierno y una conducción que refunda el Estado luego del nazismo, por lo tanto, la izquierda se ve en la obligación de modificar sus posiciones para jugar este nuevo juego de verdad. La pregunta por una política de izquierda posible es lo que desnuda la interrogación de Foucault:
Si les parece, tomemos las cosas una vez más desde otro punto de vista y digamos lo siguiente: cuando se cruza la frontera que separa las dos Alemanias, la de Helmut Schmidt y la de [Erich Honecker], cuando se atraviesa esa frontera, la cuestión que todo buen intelectual occidental se plantea es, desde luego, la siguiente: ¿dónde está el verdadero socialismo? ¿En el lugar de dónde vengo o en el lugar a dónde voy? ¿A la derecha o la izquierda? ¿De este lado, del otro lado? ¿Dónde está el verdadero socialismo? Pero, ¿acaso tiene sentido preguntarse dónde está el verdadero socialismo? ¿No habría que decir, en el fondo, que el socialismo no es más verdadero aquí que allá, sencillamente porque no tiene que serlo? En fin, lo que quiero decir es esto: de una manera u otra, el socialismo está conectado con una gubernamentalidad. Aquí está conectado con tal gubernamentalidad, allá esta conectado con tal otra; aquí y allá da frutos muy disímiles y, al azar, claro, de una rama más o menos normal o aberrante, los mismos frutos venenosos. (Foucault, 2008: 118-119).
Lo que detecta Foucault es, en primer lugar, la diferencia de juegos de verdad en marcos políticos disímiles (uno liberal, otro marxista) y en segundo lugar, como dijimos, la ausencia de una racionalidad de gobierno autónoma por parte del socialismo. En este aspec...

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