Economía de lo que no se pierde
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Economía de lo que no se pierde

Leyendo a Simónides de Ceos con Paul Celan

Anne Carson

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Economía de lo que no se pierde

Leyendo a Simónides de Ceos con Paul Celan

Anne Carson

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Simónides de Ceos fue el primer poeta en aceptar dinero por su trabajo poético. Con base en este hecho Anne Carson elabora su genial exploración sobre la economía en la escritura. Su ensayo ofrece lecturas varias sobre algunos de los poemas más relevantes de Simónides junto a los del rumano, Paul Celan, judío sobreviviente del Holocausto, quien destaca por la renovación de la historia a través de la lengua.Planteando preguntas como ¿qué se pierde cuando se desperdician palabras? o ¿quién se beneficia cuando las palabras se salvan?, Carson devela el universo de ambos poetas y sus asombrosas coincidencias. Para ella, Simónides y Celan comparten similitudes en sus respectivas visiones del mundo y de la poesía.

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Información

Año
2020
ISBN
9788412243994

CAPÍTULO I
Alienación

Simónides
Simónides de Ceos fue la persona más inteligente que viviera en el siglo V a. C., al menos eso he llegado a creer. Según la historia, también fue la más tacaña. Fantástica en sus anécdotas, incuestionable en sus implicaciones, la avaricia de Simónides puede enseñarnos algo acerca de la vida moral de un usuario de dinero y algo acerca de la vida poética de una economía de pérdidas.
Nadie que utilice dinero permanece indemne por ese hecho.
Nadie que utilice dinero se percata con facilidad de su propia práctica. Pedir al ojo que vea sus propias pestañas, según señala el proverbio chino. Aun así, eso fue lo que hizo Simónides, y no sólo porque era inteligente. La historia lo sitúa en el umbral de dos sistemas económicos. Su vida forma una suerte de aguda proyección que se alza en el lugar donde se entrecruzan el dinero acuñado y la cultura premonetaria de la Grecia arcaica.
Moneda
Una moneda es un trozo de metal aplanado de peso estándar con diseño grabado en una o ambas caras para indicar qué persona o comunidad la ha emitido y a cuál regresará. La primera moneda real, de acuerdo con Heródoto, fue un invento lidio, es decir, data de alrededor del 700 a.C.9 Las monedas lidias originalmente estaban hechas de electro, una aleación natural de oro y plata. En Grecia continental, las ciudades de Corinto y Atenas empezaron a acuñar monedas de plata antes del año 550 y, para finales del siglo VI, el uso de monedas se había generalizado en el mundo griego.
Pero, en sus inicios, el sistema monetario del mundo griego resultó anárquico. Cada ciudad podía promulgar la circulación interna de su propia moneda metálica; sin embargo, en el exterior, las monedas se aceptaban de acuerdo con su peso. Además, sus altas denominaciones sugieren que las primeras monedas no se acuñaron para uso comercial en los mercados locales, sino para facilitar la burocracia gubernamental (por ejemplo, para pagar a mercenarios, financiar obras públicas y cultos, liquidar peajes portuarios u otros impuestos).10 Los particulares seguramente encontraron usos para la moneda, que dominó cada vez más el comercio y el orden personal, pero el dinero no sustituyó simple y llanamente las estructuras comerciales premonetarias. Más bien, las permeó paulatina e irregularmente a lo largo de varios siglos, mientras gozaba de una extraña convivencia con sistemas de intercambio anacrónicos cuya actividad, de hecho, contradecía aspectos importantes del razonamiento monetario.
Don
Antes de la aparición del dinero, numerosas sociedades complejas ordenaban su vida económica de forma significativa mediante dones y el intercambio de éstos. Los historiadores han mostrado cómo una ideología de intercambio aristocrático de dones, innegable a lo largo de los poemas homéricos y ampliamente documentada en vestigios arqueológicos del mundo de Homero, continuó impregnando las sociedades griegas arcaicas y clásicas entre los siglos VIII y IV a.C., coexistiendo tenazmente con la propagación del dinero y el intercambio de bienes. El intercambio de dones forma parte de la llamada «economía imbricada», es decir, un sistema sociocultural en el cual los elementos de la vida económica están imbricados en instituciones no económicas como el parentesco, el matrimonio, la hospitalidad, el mecenazgo artístico y la amistad ritual. Éstos funcionan a través de un laberinto de interacciones sociales, religiosas y simbólicas basadas en el intercambio de dones.
Marcel Mauss inició el estudio de los dones y su economía en su célebre Essai sur le don. En él describe sociedades donde la entrega de dones es un mecanismo de intercambio a la vez material y moral, y entrelaza la comunidad en un tejido vivo de valor. Mauss cita un proverbio de Nueva Caledonia:
Nuestros festejos son el movimiento de una aguja que entrama nuestros techos de juncos, convirtiéndolos en una techumbre única, una sola palabra.11
Mauss hace hincapié en que esta «techumbre única» se elabora continuamente a partir de tres obligaciones relacionadas entre sí: dar, recibir, devolver. Considerando estos tres requisitos, podemos observar cómo la vida moral establecida por semejantes transacciones difiere de la de una economía monetaria. Un don tiene contenido económico y espiritual, es personal y recíproco, y depende de una relación que perdura con el tiempo. El dinero es una abstracción que circula en un solo sentido y de forma impersonal entre individuos cuya relación se limita a la transferencia de dinero. Para utilizar la terminología de Marx, una mercancía es un objeto alienable que intercambian dos partes caracterizadas por un estado de independencia mutua, mientras que un don es un objeto inalienable que intercambian dos partes dependientes una de la otra.12 Don y mercancía representan dos nociones diferentes de valor, plasmadas en dos conjuntos distintos de relaciones sociales. Éstos deberían excluirse mutuamente. En realidad, histórica y psicológicamente, se traslapan.
XENIA
Toma, por ejemplo, el modo de intercambio de dones que los antiguos griegos llamaban ξενία (xenia). Generalmente traducido como «hospitalidad» «amistad para con los invitados» o «amistad ritual», la institución de la xenia permea las interacciones socioeconómicas de los períodos homérico, arcaico y clásico. Gabriel Herman define la xenia como «un vínculo de solidaridad que se manifiesta en un intercambio de bienes y servicios entre individuos procedentes de unidades sociales distintas».13 Las características de la xenia, a saber, su base de reciprocidad y su perpetuidad supuesta, parecen haber tejido una textura de alianzas personales que mantuvo unido al mundo antiguo.
En espíritu, la xenia es enfáticamente no mercantil: los bienes no se miden, la ganancia no es la finalidad. De hecho, la finalidad es contraer una deuda:
La aspiración de la economía de dones es acumulación con fines de de-acumulación; la economía de dones es ante todo economía de deuda, cuyos actores buscan maximizar las salidas. El sistema puede describirse como un «desequilibrio alternado», cuyo fin nunca es «saldar» deudas, sino preservar una situación de endeudamiento personal.14
Pues mientras el dinero busca modificar el statu quo, los dones buscan mantenerlo. El profundo conservadurismo de una economía de dones asegura su propia continuidad y su prestigio moral de dos formas. Primero, por derogación de todo lo que no es don. Puede observarse una marcada desconfianza respecto al dinero, los beneficios, el comercio y las personas que lo practican permeando las actitudes socioeconómicas de Grecia desde los tiempos de Homero hasta la época de Aristóteles. «El intercambio de mercancías no era una actividad aceptable para un griego», concluye un historiador.15 La riqueza es algo bueno de tener, mas no de perseguir. Asimismo, Mauss sugiere que la economía de dones disfruta proyectando sus funciones sobre el cosmos, como si las reglas de la xenia representaran simplemente el modo en que suceden las cosas para los dioses y los hombres. El intercambio de dones perdura al pasar por alto el hecho de que sólo es un sistema económico entre otros. Solón, político que vivió en un período de floreciente economía y basó su carrera en la denuncia del uso del dinero, habla como un típico aristócrata del siglo VI cuando dice:
Perfectamente feliz es quien que tiene niños amorosos
y caballos de fuertes pezuñas y perros de caza y un xenos
en el extranjero.16
La delicada situación del poeta antiguo
Los poetas de la Antigüedad participaban en la economía de dones de sus comunidades como xenoi de la gente que disfrutaba de su poesía. Homero nos presenta a Demódoco y Femio como bardos permanentes de la corte que intercambiaban sus cantos por la hospitalidad de la casa, y al propio Odiseo trocando su historia por comida y hospedaje. En el momento en que Odiseo, en la sala de banquetes de Alcínoo, corta un trozo caliente de su porción de carne de puerco y la ofrece en agradecimiento al bardo Demódoco «para que él pueda comer y pueda yo tenerlo ju...

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